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31 oct 2006

ENSAYO
EL MOVIMIENTO TZÁNTZICO Y SU CLARA MILITANCIA POLITICA*


Por Alfonso Murriagui**

El 27 de agosto de 1962, firmado por Marco Muñoz, Alfonso Murriagui, Simón Corral, Teodoro Murillo, Euler Granda y Ulises Estrella, apareció el Primer Manifiesto Tzántzico. En un ambiente saturado por la beatería, inmerso en la "Sanfraciscana paz de los sepulcros", y en medio de las loas a los "ilustres intelectuales" pertenecientes a la aristocracia usufructuaria del poder, un grupo de jóvenes, la mayoría estudiantes de la Universidad Central, decide participar activamente en la vida cultural de Quito, especialmente en el campo de la creación poética, que venía siendo maltratada consetudinariamente por "poetitas" trasnochados, que no querían abandonar la poesía "lloriqueante, sensiblera y derrotista", que tanto éxito tenía en los círculos sociales del "romántico Quito" de los años cincuenta.
El Manifiesto no fue un exabrupto sino una constatación de la realidad cultural que vivía nuestro país a comienzos de los años 60; por eso en sus primeras líneas afirma: "Como llegando a los restos de un gran naufragio, llegamos a esto. Llegamos y vimos que, por el contrario, el barco recién se estaba construyendo y que la escoria que existía se debía tan solo a una falta de conciencia de los constructores. Llegamos y empezamos a pensar las razones por las que la Poesía se había desbandado, ya en femeninas divagaciones alrededor del amor, (que terminaban en pálidos barquitos de papel) ya en pilas de palabras insustanciales para llenar un suplemento dominical, ya en 'obritas' para obtener la sonrisa y el “cocktail” del Presidente"
Efectivamente, como lo afirma Agustín Cueva, en su libro “Entre la Ira y la Esperanza”, "los Tzántzicos aparecieron cuando en el Ecuador se había pasado de la literatura de la miseria a la miseria de la literatura y por eso su primera reacción fue la denuncia a los literatos y a la literatura, denuncia que, por supuesto, llevaba ya implícita la severa acusación social que luego formularían de manera directa."
Esa constatación del estado en que se encontraba el país en los campos del arte y la literatura, y las condiciones sociales en que se desenvolvía, conmovió a los jóvenes e irreverentes Tzántzicos e hizo que afirmaran: "Estaba claro. - no somos extraños como para contentarnos con enunciar que Quito tiene un rosario de mendigos ni que Guayaquil afronta el más grave problema de vivienda de la América, no. Decidimos hacer algo, ¿Por qué? Quizá porque nunca hemos tenido un estudio con paredes revestidas de corcho para evadirnos de esa miseria circundante al arte por el arte; o quizá porque lo tuvimos y a pesar de todo algo nos gritaba, algo nos llamaba en forma urgente: ¿Un llanto, una esperanza de redención, un fusil? Quien sabe"; y añaden: "No decimos que encima de estos restos nos alzaremos nosotros. No. Se alzará por primera vez una conciencia de pueblo, una conciencia nacida del vislumbrar magnífico del arte. Será el momento en el que el obrero llegue a la poesía, el instante en que todos sintamos una sangre roja y caliente en nuestras venas de indoamericanos con necesidad de saltar, de combatir y abrir una verídica brecha de esperanza"..... Y terminan: "El mundo hay que transformarlo. Nuestro paso sobre la tierra no será inútil mientras amanezcamos al otro lado de la podredumbre, con verdadera decisión de ser hombres aquí y ahora.
TzántzicosQuito, 27 - VIII - l962"
Por ser un hecho histórico que requiere ser fijado con precisión, es necesario aclarar que Ulises Estrella está confundido cuando en su libro Memoria Incandescente, página 10, afirma: “Una noche, cuatro poetas (Leandro Katz, Marco Muñoz, Simón Corral y yo) decidimos realizar la primera presentación pública en abril de l.962, en el Auditorio Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura, en el que bajo el título Cuatro Gritos en la Oscuridad, se leyó el Primer Manifiesto Tzántzico”, y narra a continuación el acto. Lo que no se dio cuenta Ulises es que, en su mismo libro, en la página 60, se publica un recorte de prensa del diario El Comercio de fecha 28 de Abril de l962, en el que se afirma, entre otras cosas: “En realidad se trababa de un recital de poemas de Leandro Katz, Simón Corral, Marco Muñoz y Ulises Estrella”.

Esa noche no se leyó el Manifiesto; lo escribimos meses más tarde y sin la presencia ya de Leandro Katz, y lo leímos Teodoro Murillo, Marco Muñoz, Ulises Estrella y Alfonso Murriagui el 27 de Agosto de l.962, a las 7 de la noche, en el Salón Máximo de la Facultad de Filosofía, acto en el que distribuimos el Manifiesto: un plegable de 8 x 10 centímetros, impreso en cartulina gris y con la figura de una tzantza en la portada. Más aún, Cuatro Gritos en la Oscuridad, no fue “la primera presentación pública del grupo”, como afirma Ulises, pues ese suceso se dio dos semanas antes, en el Salón Máximo de la Facultad de Filosofía, con la participación de Marco Muñoz y Leandro Katz. (Datos tomados de la Revista Pucuna No. 1, aparecida en Octubre de 1962).
Como queda demostrado, la lectura del Primer Manifiesto no fue la iniciación de la actividad cultural y política de los Tzántzicos, puesto que, después de los Cuatro Gritos en la Oscuridad, en mayo de 1962, Leandro Katz y Marco Muñoz leyeron poemas en la Asociación de Artistas Plásticos y en ese mismo mes se produjo el primer signo de persecución: un recital que debía realizarse en el Teatro Sucre, organizado por los estudiantes con motivo de las fiestas patronales del Colegio Montúfar, fue suspendido abruptamente por orden del Rector del Colegio, 30 minutos antes de su iniciación, aduciendo que los jóvenes participantes eran “comunistas”.Luego, en el mes de junio se realizó un recital en la Universidad de Guayaquil y, en julio, en Quito, para los Empleados Municipales. En Agosto se hizo un recital para los trabajadores de la Fábrica Textil "La Internacional" y el 27 de ese mes, en el Salón Máximo de la Facultad de Filosofía de la Universidad Central, como queda dicho, se dio lectura al Primer Manifiesto Tzántzico.
Las intenciones políticas y sociales de los Tzántzicos están claramente definidas desde sus primeras actividades: rechazan los cenáculos y los salones elegantes y van a las fábricas, a las universidades y colegios, a las agrupaciones de artistas y asociaciones de empleados. Su intención es llegar masivamente a los estratos populares, tanto que utilizan, por primera vez en Quito, la radiodifusión para hacer conocer sus planteamientos: por Radio Nacional del Ecuador difunden un programa denominado “Ojo del Pozo”, en el que, dos veces por semana, leen sus textos y sus poemas. Y es más, sus inquietudes derivan hacia la discusión de los problemas sociales, pues organizan y participan en debates importantes como la Mesa Redonda, realizados en Agosto de 1962, sobre el tema “Problemática y Relación del Artista con la Sociedad”, en la que participan los destacados pintores nacionales: Oswaldo Viteri, Mario Muller, Jaime Andrade, Jaime Valencia, Hugo Cifuentes y Elisa Aliz y actúa como moderador el Dr. Paul Engel; y el Debate realizado en septiembre del mismo año sobre “La Función de la Poesía y Responsabilidad del Poeta”, en la que el expositor fue Jorge Enrique Adoum y la discusión estuvo a cargo de Sergio Román, Manuel Zabala Ruiz, Ulises Estrella y Marco Muñoz.

* Fragmento de la ponencia presentada en el Encuentro de Talleres y Grupos Literarios del Ecuador “Alfonso Chávez Jara” realizado en abril del 2006 en la ciudad de Riobamba, con el auspicio de la CCE Chimborazo y los Talleres Literarios de la CCE “Benjamin Carrión”.

** Alfonso Murriagui. Quito, 1929. Miembro fundador del movimiento tzántzico. Fue durante muchos años periodista y profesor de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Durante 25 años, ha dedicado su vida a la difusión del arte popular. Actualmente sigue trabajando en poesía, narrativa y dramaturgia; es miembro del Comité de Redacción del semanario Opción. 


26 oct 2006

CREACIÓN 
 
JACINTO SANTOS VERDUGA (Chintolo) *
Bahía de Caráquez 1944 - Guayaquil 1967

Funcionario y profesor de educación media. Emblemático poeta de la zona central de la costa ecuatoriana. De vida azarosa y obsesionado por la muerte. Mantuvo una vida cultural intensa en el puerto principal; y terminó su vida por propia mano en un mentadísimo -en la época- crimen pasional (su amante también murió de un disparo). Se relacionó con Ileana Espinel y otros poetas guayaquileños. Publicó "Testimonio" (1965), "La llaga insomne" (1967) y una serie de poemas sueltos que aparecieron en revistas y diarios.
Alto de estatura pues medía 1,80 mtrs. Blanco, pelo negro, ojos café y algo miopes, viril, alegre y despreocupado. Dejó varias poesías inéditas que, como todo lo suyo, “demuestran su excepcional temperamento lírico; mas, le faltó tiempo y holgura emocional para madurar formalmente”.
“Chintolo fue un poeta intenso, capaz de sacudir profundamente con cuatro versos cortos. Certero para el atisbo humano hondo, ahondó implacable en una visión desolada y desesperanzada de la vida. Y la reflexión e iluminación que tal suerte de escritura implicaba, terminó por cerrarle todos los caminos de salida y lo llevó a dar cumplimiento a los más ominosos y trágicos anuncios premonitorios de la llaga insomne”.

INVENTARIO

Doce meses de amor
los tres últimos sin empleo
un hijo por llegar
dos hermanas distantes
Un premio grande y otro menor.
Todos mis amigos
presentes
Un par de zapatos
nuevos
Muchas malas noches
Dios y el diablo
conmigo
dos venas menos
varios vasos rotos
Una visita al psiquiatra
otra al cementerio
Y esta soledad en el alma
que parece un domingo
a las tres de la tarde.


POEMA FINAL
 
Perdónenme si mi silencio
les causa ruido
si les duele
la herida
que yo he curado
compréndanme
no es mía la culpa
ya estaba señalado.
*tomado del diccionario de Rodolfo Pérez Pimentel

24 oct 2006

FORO SOBRE LITERATURA Y CIUDAD, HOY EN LA ALIANZA FRANCESA

En el marco de la "Fiesta de la Lectura" que se desarrolla en la Alianza Francesa de Guayaquil (Hurtado y José Mascote, esq.), hoy, a las 19h00, se realizará el foro "Ciudad, literatura y sujeto urbano en los últimos 30 años". Organiza este evento, el Proyecto Cultural Casa de las Iguanas. Intervendrán: María Paulina Briones, Maritza Cino y Ernesto Carrión. Wladimir Zambrano estará como moderador. La entrada es gratuita.

23 oct 2006

RESEÑA
DE LA UTILIDAD DE LOS ENCUENTROS DE POESÍA


Por: Luis Carlos Mussó



Siempre me he preguntado por la ganancia (o pérdida) que representa para mis congéneres el compartir mis textos líricos. A veces, pienso en quienes se trasladan desde las ciudades donde se han afincado y deciden trasladarse miles de kilómetros con el afán de leer poesía. ¿Vale la pena crear un hiato en medio de la rutina y acercarse a esas otras manos que crean versos? Es que la poesía es importante, me digo, si moviliza a creadores y lectores a hacer tantas cosas. ¿Qué hay del otro lado de las fronteras? Pero, ¿es que existen fronteras? Es bueno volver a ver a amigos como Héctor Hernández, María Eugenia López, Ligia Dabul, Giancarlo Huapaya, Elizabeth Neira, etc. y conocer a tanta gente de Latinoamérica, desde México (con sus jóvenes y talentosos carnales) hasta Argentina y el país anfitrión; y de la que solamente había sabido virtualmente o por sus textos. Gente que tiene un corazón compartido en propiedad horizontal.

COMERCIAL

Recuerdo la publicidad: Tomar el metro, (unos 500 pesos)
Comprar vino para preparar la velada (unos 1500 pesos)
Aparecer en medio de la lluvia entre puestos de libros viejos y recorrerlos en compañía y repasar sus páginas tomando un café, no tiene precio...
(Ni con Mastercard se darían las cosas sin las circunstancias apropiadas)

PARA TERMINAR

Me preguntaba al principio, y me respondo. Vale la pena abrazar a esos bichos raros que hacen poesía. Vale la pena hacer un paréntesis en medio del smog para alzar la mirada y del trabajo alimenticio para toparse con un paraguas de jaguar sobre una poeta que mastica portuñol o con un peinado extravagante o con un grupo deambulando por las calles con libros bajo el brazo. Que vale la pena, me digo, esa línea creada para el asunto, llámese POQUITA FE, o ESTOY AFUERA, o SALIDA AL MAR, o NOVISSIMA VERBA. Que vale la pena ver, vaso de vino en mano, por dónde se halla la poesía en Latinoamérica; conocer sus avances, sus escarceos. Que vale la pena haber estado allí y prepararse para el siguiente hiato lírico...Es importante el intercambio cultural, el saber qué comen los otros, pero también la armazón de proyectos editoriales y lo que de ellos venga para el futuro. He apuntalado esto con ladrillos de nostalgia, como pueden darse cuenta. Un abrazo para toda esa gente que hace las cosas con fuerza y un poco (más bien, bastante) de fe...

19 oct 2006

RESEÑA
LOS NIÑOS DEL PAÍS SALVAJE: II ENCUENTRO LATINOAMERICANO DE POESÍA “POQUITA FE”


Tanto la infancia como el genio son asesinos de la realidad.Wacquez

Esta no es la crónica de ningún encuentro de poesía latinoamericana, menos el registro de un puñado de lecturas y charlas ocurridas en esa franja imaginaria o en ese cogote de pavo llamado Chile. Esta es una carta de fe que quiere dar constancia de lo que fuera una reunión peligrosa de niños latinoamericanos, hace menos de una semana; donde hermanos mejicanos, argentinos, brasileros, peruanos, uruguayos, colombianos, venezolanos, chilenos y ecuatorianos reconocieron como única patria a la palabra y como único país salvaje e indomable a la poesía. Niños que nos entregamos a los placeres de la lectura, del juego, de la bebida; pero sobre todo a reconocernos, a amarnos y a romper con esa realidad quemimportista que hace mucho transita por nuestros pobres terruños latinoamericanos, obligándonos a pensar que no existe el otro, que no hay prójimo mas allá del que uno mira al espejo.

No podría decir que en Chile hice hermanos, podríamos decir que todos hicimos hermanos de todos los países, o que ya los teníamos, y sólo nos faltaba el apretón y el beso; compartir el mismo plato, el mismo vaso, la misma conversación con el mismo cigarrillo; y que la nostalgia, por el final del encuentro, ha sido tal -hasta hoy- que he visto circular a diario notitas, bromas y fotos por correos generales, que dan fe de esto.
Los recitales, casi siempre rebosantes de público, sucedieron en el SECH (Sociedad de Escritores Chilenos), en la Chascona (Casa de Pablo Neruda), en el Espantagruélico (Bar), en la Universidad de Santiago, etc.

Fueron siete días intensos (cuatro de sol, dos de frío, y uno verdaderamente mojado).
Pero igual, no había noche o mañana en Santiago, frío o calor, (al menos así yo lo veía) siempre estábamos dispuestos a compartir una mesa de chorrillanas, una cerveza rubia aparcándose en los bigotes, y un vino tinto largo y en puntillas bajando directamente para ayudarnos a recostar la felicidad, allí, donde las neuronas se pintan de negro y se echan a dormir en sus hamacas.
Días de furia, de amor (esto no es contradictorio, el amor suele revolcarte y dejarte dormido en los parques), de una profunda amistad y deuda con los organizadores del Encuentro “Poquita Fe” y en general con todos los que atravesamos con tranquilidad el Mapocho, escuchándolo despacito entre las piedras, donde mora el silencio y la poesía. Pensando en qué bueno sería que fuera la vida así para siempre. Así. Una fiesta de niños. Una fiesta gigante. Una fiesta.

E. C.

13 oct 2006

RESEÑA
BIENVENIDA, REVISTA ENCUENTROS


Por: Luis Carlos Mussó

Se ha declarado, por parte del Gobierno Nacional, al 2006 como el año jubilar y de homenaje a Pablo Palacio y Jorge Icaza –pues cumplirían 100 años si estuvieran vivos-. Tenemos en nuestras manos sendos números de Encuentros/ Revista Nacional de Cultura (8 y 9), del Consejo Nacional de Cultura, dedicados monográficamente a estos dos maestros de la literatura nacional. Gracias a su editor, Antonio Correa, a nuestra conocida Alicia Ortega, al ministro de Educación y Cultura, Raúl Vallejo y otros funcionarios, la vemos hecha posible.


Número 8

Saludamos la iniciativa del Conejo Nacional de Cultura con estas entregas. Sabemos que nunca se agotará la tinta si de glosar a Pablo Palacio se trata. Cuestionador como {el solo, son innumerables las lecturas que podemos realizar de su narrativa (de corto y largo aliento), y de sus estudios sobre el pensamiento humano. Se ha escogiso sabiamente para este número a los colaboradores.

Humberto Robles hace una búsqueda exegética en pos de una poética, teniendo en cuenta el pensamiento heracliteano como subyacente en la narrativa de Palacio. Se busca desde la perspectiva extranjera y nacional. Cómo es visto nuestro Palacio y las ediciones que se han hecho de sus obras. Se quiere incluso poner en claro que es harto dificultoso decir algo “flamante” sobre sus textos. Pero para eso están los ojos lavados: se abordan las discordias, las ambivalencias, incluso la posición ante el poder. Y acompañamos a Robles cuando se pregunta, a su vez con el ilustre lojano, sobre la “alegría que produce el no poder encontrar la verdad”.

En Débora: ¿escritura hiperconsciente o irracional?, Rafaela Salmeri desmitifica la vida del autor, liberando su leyenda de muchos mitos a su alrededor formados con el devenir del tiempo. Acota que esta narrativa aborda la existencia como abierta y absurda, y en la que no hay valores fijos ni inmutables. Se recompone la historia global, afirma, en una obra que toma los elementos vitales y circundantes de una manera no lógica.

Más adelante, Yanna Hadatty aborda Vida del ahorcado, y plantea esta novela subjetiva como belleza en descomposición y abierta a percibir una nueva y vieja literaturas. Se trata la complejidad del texto. Esa descomposición de un viejo orden de cosas es el que se manifiesta aquí, en esta novela.

Celiza Manzoni analiza La doble y única mujer como texto que se ubica en el espacio del deseo. Nos hace caer en la cuenta de que desde hace relativamente poco tiempo se ha estudiado este período de la literatura ecuatoriana con la debida seriedad y sin la marca del cartel, que tanto mal le ha hecho a nuestras letras. Y, en cuanto al texto mencionado, destaca esa tensa unidad de la doble y única mujer.

Gilda Host afirma que la obra de Palacio registra en clave su correspondencia con Ojeras de virgen, la novela perdida del autor. Ya habíamos leído acerca de esta novedosa tesis de Holst. Y cada vez nos sorprende más y de mejor manera por la agudeza de su escalpelo, esgrimido desde su trinchera crítica.

El maestro Wilfrido Corral ofrece lo que resume como “algunas pautas para investigaciones futuras”. Sabemos que Corral es responsable de la memorable edición crítica de la valoración múltiple hecha por la Colección Archivos.

Raúl Serrano contextualiza en las dimensiones tiempo y espacio el ámbito palaciano. Retoma el humor palaciano: ¿Quién es el ahorcado de la novela del autor? Vemos cómo el propio ejercicio de antropofagia es una de las prácticas generadas por el torbellino vanguardista.

Santiago Cevallos, finalmente, aborda Un hombre muerto a puntapiés desde las obsesiones. Obsesiones de todo tipo. Incluso desde la obsesión política, que en Palacio tuvo una sorprendente disciplina. A continuación, Xavier Sempértegui pone la mira en Carmen Palacios, la compañera del escritor.

Se ha expuesto mucho de los archivos fotográficos personales y de primeras ediciones que se tienen de Palacio. Aparte del dossier, tenemos un reportaje sobre la Orquesta Sinfónica Nacional, en sus 50 años. Un vistoso recorrido por el taller y exposición de cartel cultural. Y la cobertura a la entrega de la primera edición del Premio Nacional Juan León Mera. No creemos más justo reconocimiento a la labor literaria de creación y formación que en manos de Miguel Donoso Pareja. Pieza importantísima en nuestras letras por derecho propio, en los distintos géneros que ha cultivado y como director de talleres de lírica y narrativa en México y luego, a su retorno al país.

En la portada, la plástica de Jaime Baca. No son las palabras las que deben retratar la impronta del dibujo y trazo de este creador, sino nuestros propios ojos.


Número 9

Jorge Icaza es revisitado en el número 9 de nuestra revista. Pero antes, Efraín Villacís nos habla sobre el proyecto editorial de la M.I. Municipalidad de Guayaquil para recuperar a nuestros valores literarios. Y su visión pasa de José de la Cuadra, pasando por Medardo Ángel Silva y llega hasta Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja Diezcanseco, Ángel Felicísimo Rojas y Joaquín Gallegos Lara.

Cristina Burneo escribe Música y fuego: la otra lengua del lamento, sobre la agonía de la Cunshi. Un contexto de miseria y los movimientos para liberarse de ella son vistos en este ensayo.

Gloria Riera nos presenta su lectura de la mujer indígena en la narrativa de Icaza. Se privilegian las figuras de la Cunshi, Juana, Trinidad y Mama Pacha. Nos lleva al cimas de la representación femenina cuando, desde su sexo/ sexualidad, se alteran ciertas premisas que gobernaban los patrones de los personajes.

Huasipungo o el poder del sufrimiento es la propuesta de Nora Sigal. El realismo social visto desde la mirada que bifurca los caminos del dolor y de la melancolía.

Abdón Ubidia, en Égloga trágica y Huasipungo: un debate ideológico, ofrece su visión sobre la visibilidad del indio en el relato nacional. Pasa revista por La Emancipada de Miguel Riofrío, Égloga trágica de Gonzalo Zaldumbide, y llega hasta el indigenismo en la obra más conocida de Icaza.

Manuel Espinosa, con Los disfraces del cholerío, revisa el mimetismo como estrategia identitaria de indios, chagras y chullas en la obra de Icaza. La catarsis social es un elemento importante en dicho estudio, de igual manera el mimetismo exitoso (el acholamiento ciudadano); y la migración como estrategia de supervivencia.

Francisco Proaño realiza un acercamiento a El Chulla Romero y Flores. Se dan pasos atrás, a la tradición hispánica de la picaresca. Aunque la denuncia tiene su espacio, al igual que el tremendismo. Sabroso texto el de Proaño: estaremos ante la preocupación icaciana en cuanto al mestizaje y “su discordia esencial”, y cómo parece contaminarlo todo: desde la ciudad hasta las miradas de los personajes entre ellos, siempre desde su propia condición racial o interracial.

Si leemos Don Quijote de la Mancha y El Chulla Romero y Flores, de Juan Valdano, nos vemos los acercamientos y distancias entre el Chulla y lo quijotesco.

Alicia Ortega va de la santa indignación colectiva al sacrificio del mestizo en Mama Pacha. El mundo de los corrales, el mundo del caos que debe ser convertido por sus habitantes e cosmos.
A través de El chulla Romero y Flores y los dramas del mestizaje, José Antonio Figueroa elabora su texto sobre los dramas del mestizaje. Aquí están leídos el mestizaje y el racismo en el texto de Icaza.

Patricio Vallejo Aristizábal nos da una fresca visión de Icaza como dramaturgo. Se revive al Icaza que produjo obras muy de su tiempo, y que fue comentado por Pablo Palacio, Humberto Salvador y Joaquín Ruales, entre otros.

Marina Moncayo de Icaza, por último, es visitada en artículo de César Chávez Aguilar.

El número también es salpicado por numerosas fotografías, que nos informan gráficamente del tiempo, del hombre, de su entorno.

Luego de rendir cuenta –con atractivas fotografías de la muestra- del Encuentro de Arte Urbano Al-Zurich, se cubre la instauración del Premio Cinematográfico Augusto San Miguel, y su concesión a Víctor Manuel Arregui.

En la portada, Diego Muñoz nos brinda Amor, pintura sobre lienzo.

Ratificamos, en la presentación de estos números de Encuentros, nuestra emoción libre de chauvinismo, pero llena de orgullo por nuestros escritores, por nuestras letras, por lo nuestro.

6 oct 2006

ENSAYO 
 
LA CULTURA EN GUAYAQUIL O EL DEBATE INEXISTENTE

Por: Ángel Emilio Hidalgo


Fuimos invitados a asistir al “II Foro Temático Preparativo” del interestatal Convenio Andrés Bello para el Foro Cultural Mundial que se cumplirá en Río de Janeiro y Salvador de Bahía (Brasil), entre el 24 de noviembre y el 23 de diciembre de 2006.

El evento se realizó en el Museo Municipal de Guayaquil y contó con la presencia mayoritaria de conferencistas extranjeros. Lo primero que destacó fue precisamente eso: un buen número de intelectuales, gestores culturales y académicos no ecuatorianos, frente a una escasa representación local.

Otro aspecto notorio fue la ausencia –entre los ponentes- de los intelectuales de la ciudad que actualmente están pensando los problemas del arte, la cultura y las identidades. No obstante, el evento pretenciosamente se auto ponderaba como “una plataforma global para la reflexión y discusión del estado de las artes y el papel de la cultura en un mundo en transformación, que enfrenta desafíos como la globalización, la protección de la diversidad cultural, el accionar en economías de mercado, entre los más destacados”, llamando a “plantear rutas seguras, estrategias de interacción, quehaceres armónicos, que resalten y afiancen las identidades, y le permitan a los pueblos, a sus artes y a todas las manifestaciones simbólicas, diálogos equitativos e integradores en el milenio que comienza”.

Lastimosamente, los organizadores no invitaron a los verdaderos actores culturales de la ciudad, y eso contribuyó a la pobreza de ideas y conceptos, y a la siempre densa y tortuosa visión que en nuestro medio tienen las instituciones del Estado sobre lo que significa “hacer cultura”.

Luego de escuchar las intervenciones de los representantes locales, nos quedamos perplejos ante la manera como se abordan los procesos constitutivos de las expresiones artísticas y culturales en nuestro medio. La cultura es concebida desde una visión meramente empresarial, como un producto que hay que vender a cualquier precio, como una cosa u objeto que se puede utilizar, transformar y enajenar. Por eso, buena parte de las conclusiones del último día estuvieron encaminadas a mejorar el “marketing cultural”.

Una vez más, la institucionalidad cultural guayaquileña esquivó olímpicamente discutir el problema de la cultura en la ciudad, que va más allá de inauguraciones, agenditas y cocteles: ¿la gestión cultural que se realiza es verdaderamente democrática?, ¿intervienen los actores culturales reales?, ¿se financian proyectos y se estimulan procesos encaminados a la inserción sociocultural?, ¿se trabaja a favor de la interculturalidad?... ¿O “la cultura” sigue siendo, hoy como ayer, refugio de damas encopetadas y caballeros estirados?

Aún sigue prevaleciendo entre nosotros, una visión “desde arriba” de lo que significa hacer gestión cultural, atravesada por viejas prácticas clientelares. Según el Director del Departamento de Cultura del municipio, Guayaquil está viviendo “una revolución cultural”. Sonreímos con algo de suspicacia, pero también nos preocupamos por el arraigo que tiene en nuestra querida ciudad este tipo de discursos populistas que privilegian la cantidad sobre la calidad, en nombre de una pretendida y ciertamente, no alcanzada “masificación cultural”.

A esto se suma la constante apelación a un sentimiento de “orgullo guayaquileño” que nos paraliza y nos impide observar seria y críticamente el perfil de las prácticas dominantes, porque el discurso ideológico de la guayaquileñidad sobredimensiona los verdaderos alcances y logros de las iniciativas culturales nacidas de la institucionalidad artística.

Este tipo de demagogia cultural, finalmente abona a la confusión y el conformismo. Si Guayaquil, como repite la oficialidad, está viviendo una “revolución cultural”, entonces, sentémonos a aplaudir porque ya se han alcanzado todos los objetivos. ¿Para qué detenernos a pensar y discutir cosas “complicadas” como la identidad, la globalización, la cultura, la ciudadanía, la intercultualidad, el desarrollo sostenible? Dejemos eso, mejor, a los académicos que hablan en su metalenguaje y nadie los entiende. ¡Qué viva la ligereza y la dispersión!

Más allá de la poderosa dispersión del foro, estimulada por los mismos organizadores –el señor Huerta Montalvo, Secretario Ejecutivo del Convenio Andrés Bello, dijo en su intervención que hablaría sobre el problema de la identidad y terminó contando anécdotas-, el foro sirvió para mirarnos al espejo y reconocer nuestras limitaciones.

A pesar de los discursos líricos de siempre, palpita una realidad que no se puede soslayar: Guayaquil es una ciudad acostumbrada a no pensar, hace tiempo que la razón crítica fue desterrada de esta urbe mercantil capitalista, y el manejo institucional marcadamente elitista y populista de las instancias oficiales del arte, no posibilita una mayor participación e inserción de los verdaderos actores y protagonistas del proceso sociocultural.