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26 sept 2006

ENSAYO
Sobre la cosa teatral


Por: Marcelo Leyton


En el siglo pasado, el arte de la representación se caracterizaba porque al actor se le exigía seducción, al director espectáculo y al grupo versatilidad. Hoy, al actor, al director y al grupo se le exige dominio del signo, requisito necesario para que toda puesta en escena pueda ampliar sus espacios y recursos expresivos y comunicativos, a través del uso de una vasta maquinaria de signos donde el teatrista será siempre el signo más complejo, denso y variado; tomando siempre en cuenta que no es el único, pero si el más importante, ya que en la escena juegan también otros signos como los objetos, el espacios, los movimientos, los sonidos, las luces, etc., que complementan al primero.

Así, el teatro ha dejado de ser menos mimético, menos interpretativo, menos pegado a la realidad, para convertirse, gracias al uso del mayor número de signos posibles, en un significante polisémico (forma) que busca ampliar más la teatralidad. Por eso, el teatro ya no puede ser simplemente la ilustración de un texto, porque las condiciones para hacerlo y consumirlo han cambiado. Su destino solo tiene una opción: la permanente innovación. Exigencia que refleja los acelerados cambios tecnológico-culturales que caracterizan el comienzo de este siglo XXI.

Bajo este nuevo contexto, el teatro ha dejado de ser uno de los mayores espectáculos del mundo, incluso ha entrado a competir con muchas desventajas con el fútbol, el cine y, sobre todo con la tv, que por cierto, le brindan al consumidor, en la mayoría de los casos, programas light, acabados, con escaso espacio para la reflexión, la critica y la imaginación, a pretexto de ser un medio solo para divertir y entretener. Esto, por un lado es una ventaja, la televisión está liberando al teatro de su tarea de contar historias y “entretener”. El teatro, libre y exento de este compromiso tiene la oportunidad de establecerse como un espacio de/para la reflexión, la crítica, la imaginación, sin renunciar al placer de contar con acciones una historia divertida y con la perspectiva de un arte cabal.

Para lograr este objetivo, los caminos son infinitos y están censuradas las recetas, característica que nos recuerda que el teatro es un arte no enseñable. La permanente búsqueda de la teatralidad por parte de los teatristas, radica en descubrir, desarrollar y potenciar sus instrumentos de expresión: cuerpo, voz, emociones; guiados por la imaginación y la creatividad, no para lograr el “éxito” en un montaje sino para encontrar o despertar significados trascendentes tanto como para los hacedores (teatrista) como para los espectadores, particularidad que descarta la posibilidad de complacer a todos. Así Osterwa lo afirma cuando dice que el publicotropismo, es el enemigo máximo del actor.
Jerzy Grotowsky

En eso radica la diferencia entre un actor/actriz y un teatrista: la formación y su objetivo. Porque antes de darle alguna técnica al actor/actriz, diría Grotowski, debe ser capaz de eliminar cualquier elemento de disturbio, de tal manera que se pueda trascender cualquier límite concebible.

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