Estadísticas de Acceso
Con tecnología de Blogger.

Archivo del Blog

28 may 2011

VITRINA
(RESEÑAS Y EXTRACTOS DE PUBLICACIONES RECIENTES)

GUETTO AMERICANO (Antología)
de Ernesto Carrión
CATAFIXIA EDITORES - Guatemala


Por Wladimir Zambrano

Un guetto es un área separada donde el  existir y el  proceder se articulan, de manera que una demanda   es  el escarpelo que te divide en el imaginario colectivo, su gesto y su numeración de nombres (La condición de individuo que se levanta para hablar y  el cerco donde el origen es un edifico étnico…). La arqueología cultural que es la cohibición como tentáculo… Ausencia de muleta en una realidad religiosa e inaplicable a los sentidos…Civilización… Especie...O caminar solo, pero en compañía del primer escuadrón de los que se quedan en silencio para transmutarse, voluntaria o involuntariamente, y en mayor o menor reclusión…

Días que también son cuerpos y re significan la historia oficial como organismo patógeno. Privado de segundas versiones y maniqueamente obsesivo a la hora de reproducirse.

Finitud, oquedad, monotonía…fuerzas a las que se resiste la voz poética con admirable dominio de la imagen, sostenimiento del discurso o la redencion como ejercicio de cartógrafo de cicatrices y humedades, porque aquí como en toda la obra de Carrión “cohabitan diálogo y tormenta”.

Publicado en la Colección latina de catafixia editores, el autor reúne aquí (su onceavo tomo) parte de lo mejor de sus libros anteriores como: Monsieur Monstruo, Demonia Factory, La Bestia Vencida, Fundación de la niebla, Telegramas para Madame Monstruo, Carni vale y Los Diarios Sumergidos de Calibán (Libro I), próximo a lanzarse en la ciudad de Guayaquil.

Extracto:
a Piva
en sana comunión

aquí no hay virgen santa que se adore pero un circuito de personas se toma mi cerebro     encienden una vela a sus difuntos     recorren sus parajes      se agarran de los pelos mastican sus uñas desabridas     se lanzan de cabeza contra el pavimento carcomido de mi corteza     putos patanes pederastas niños orinando en cuadras ordenadas como soldados hombres y mujeres colgando sus corbatas sobre negros letreros     moribundos y vivos lisiados prostitutas ciegos y frágiles muchachas víboras todos con capucha     dios y el diablo comparten una vela proyectan una antigua película sobre la invertida parte de mi cráneo (ahora cine únicamente abierto para los animales) entonces pasando frío doblo la página que late: revuelvo el mundo     y la casa se quiebra como un mendigo enorme cubierto de bruma     adentro mis camisas colgadas son otros pájaros rojos cuidando de esa puerta entreabierta que no me atrevo a cruzar     pocas palabras -desde un lugar hasta hoy desconocido- van marcando un círculo de tiza dentro de mis ojos     luego cruzan el círculo marcado hasta que empiezan a arder como roedores sobre la página blanca (no recuerdo haber amado lo suficiente como para resistirme al sueño que crece a esta hora desde las baldosas)     abandono la página: mudo nuestra muerte     y me entrego sin intereses funcionales o indispensables a un sueño que derive hacia otra nostalgia     a un sueño que derive a una puesta de sol donde un niño frota sus trenes contra el herbaje del patio como un pensamiento     se me ocurre el olor del chocolate como una balsa lenta estrenando un faro roto en la memoria     pero hace tanto ya de este bullicio de esta ebriedad que no me permite hablar con otro que no sea yo mismo     de este hundir mi cabeza en la garganta que ahora solo me queda para dormir el temor de dormir     el caos incompleto de arrastrar lo que nombro bajo un millón de velas     el festín de difuntos que comienzan por la casa como el veneno     un bosque negro donde zumban animales asesinos     pasando frío



UNO SIEMPRE DEBE SER UNO


AUNQUE ESE UNO SEA INSOPORTABLE


QUE NO SE ATREVA ALGUIEN A DECIR DE NOSOTROS
QUE NO TUVIMOS LA CULPA


GUÍA DE DESPACHO
Enrique Winter
EDITORIAL CUARTO PROPIO-CHILE  


MERCADERÍA DE PRIMERA NECESIDAD
Por Víctor Hugo Díaz
 
Desde el primer poema hace una descripción física, geográfica y a la vez simbólica de un pueblo costero donde todo es pasado, donde todo es desaparición y cuyo producto final elaborado es el presente. 

Sobre esa primera patente de nostalgia se nos refuerza este imaginario con poemas como Agüero y Arquitectura, entre los cuales se arma una articulación en base al recuerdo, pero opuesto o mejor dicho inverso; en el primero el anciano pescador ya no recuerda el nombre de su hija y en el segundo el hablante recuerda claramente la conversación con su padre “Y a eso dedique mi infancia, a dibujarle rascacielos y chozas/ La pega de mi papá consiste en que no se caigan”
En este engañoso primer golpe de vista pareciera que el viaje por donde nos lleva el libro ya estuviera definido y acotado pero no es así, nada está concluido: “donde ninguna construcción se ha terminado/ para eludir impuestos o mirar las estrellas”. 

Guía de despacho es sin duda un instrumento comercial significativo o de transacción, el juego vital entre la oferta y la demanda del tiempo transcurrido y su ganancia acumulada: eso que ya no es

El hablante pretende embaucarnos con esta primera apariencia, es decir señalarnos un lugar del cual la distancia temporal y no funcional nos separa, pero del que luego, y durante todo el texto, se escapa o trafica, pasándose por debajo, saltándose el trámite hacia múltiples direcciones. Este supuesto container temático timbrado de lo que fue, no es el verdadero contenido. Guía de despacho es un documento adulterado que pretende en la mirada del lector, burlar las aduanas del sentido.

Hablo de un papeleo potente y trágico, una Orden de Compra ausente que sin duda apelaría al deseo, una Guía de Despacho que entrega  la mercadería, el producto subjetivo y experiencial que conforma un hablante-libro, cito a Patricia Espinosa: “me interesa un hablante/igual/ un texto” y finalmente la Factura que no se nombra pero siempre está presente, la no dicha pero sí declarada, declaración de ganancias y perdidas propias de los destinos; pienso en el poema Declamación “cuesta aceptar que uno es un ciruelo/que primero dio flores, luego hojas/ solamente. Recién pensar en frutos”
Los poemas en el libro se articulan en secuencia de folios, documentación aparentemente en orden desde el 94 al 130, pero un investigador-lector-contralor atento, objetivo y subjetivo a la vez, se pregunta por los anteriores, de donde viene la materia prima simbólica o es reciclaje. Es aquí donde Winter, sin hacerlo evidente muestra su pertenencia estética y establece la previa, dejando claro el lugar desde donde escribe, aquí prevalece la mirada, la construcción y la experiencia por encima de la mera palabra o el tecleo, aquí el lector se enfrenta a imágenes sugerentes, evocativas y lo más importante: concretas;es decir, lo escrito se ve. La  poesía no es sinónimo del arte abstracto y experimental de la palabra y sus aburrimientos, está ligada a la vida y su fragilidad.

Aquí el ojo se mueve y zigzaguea como por las calles y escaleras de Valparaíso, no sabiendo que sabe que igual se encontraran a la vuelta de la esquina.

Los pliegues y bisagras se entrecruzan dando ritmo y atmósfera, como un juego de manos con papel doblado que forma situaciones y lugares desplegables: “se trasluce la media no el pliegue/ ese pliegue es la piel, el comienzo de lo que casualmente se cubre/ (del sol)/….Miradas de reojo.” creando un diálogo entre el sujeto y su entorno, poesía situada: “la canción de la radio, tan parecida a lo que les ocurre/… uno sólo sostiene lo que suelta”
Por momentos esa voz se enfrenta a decisiones clave, como en el poema Bolsillos, donde la duda se centra en la elección interna y social, entre la libreta de apuntes-registro y la billetera. Otro rasgo que enriquece y da más polisemia a esta obra de Winter, son sus distintos niveles de discurso, por una parte predominante, está la mercadería, es decir los poemas como tal y por otra los textos que se refieren a sí mismos y a la reflexión acerca del cómo y a lo que en ellos está escrito,  ejemplo Valentines, en donde se habla casi desde fuera del libro, sobre éste y de sí mismo.

Guía de despacho es muestra de diversidad vital y soltura de cuerpo y palabra, pero en donde hábilmente se redondea, llegando en el último poema a la misma playa donde todo comenzó. Ese lugar costero donde llegan las ballenas muertas para ser faenadas. La ballena es un elemento enorme e inquietante que amenaza con reaparecer durante toda la lectura, una especie de pretexto desequilibrante que se dice pasado, pero que siempre está ahí, en algún lugar del mar o de la memoria.

Guía de despacho es a mi subjetivo juicio, un subir y bajar de las mareas de lo vivido, privacidad e historia, recuperación y vigencia, un intercambio o diálogo entre un sujeto sólido pero desechable, ese lugar-cuerpo, y lo exterior que lo rodea y contiene; ¿y por qué no? un “tramite” temporal que nos recuerda y visibiliza que la poesía, la buena poesía, como la que se puede tocar en este libro: fue, es y será siempre, una mercadería de primera necesidad.

Extracto:

SOTO                                                                                   0109

Un triángulo rojo al centro del pecho
stencil que pintó el sol con la camisa de molde

y el sol deja mi piel como los muros
de las piezas que arrendaba.
Deshollejo la que otra rozó

y el ojo al fin distingue los grises de una vida gris
cuya belleza no es televisable. Volantines
duermen siesta en el sauce
sin saber que cayeron.
Y al sauce nuestros nuevos ojos,
sin la mancha se quiebra mi cabeza
con la mancha se inclina a gusto.

Soy lo que toco, no quien desafina
aunque mire el mismo mar que miramos todos.
Qué ganas de empujarla
y patalee de espaldas a la niebla de las pequeñas cosas,
popa convulsa convulsionando estrías,
que en el gris se pierda
y demuestre el agua como nadie más.

Le saca la arena a los zapatos
pero la arena aparece cuando los reviso
y en vez de buscar algo de mar,
me enojo.
                  Me apoyo de boca
donde se apoyó de boca
en una escena típica de desencuentros
(televidente: vea las rodillas flectadas
los pies en medios giros).
Se trasluce la media no el pliegue
ese pliegue es de piel, el comienzo
de lo que casualmente se cubre
(del sol).
   Miradas de reojo,
la línea horizontal de las pupilas, de la boca,
dos que no se miran de frente
aunque locos bailen a la Piaf en el living
o se monten cuando en rojo el semáforo,
porque miran juntos a un punto muerto:
el mar, la tele o la avenida mientras una maneja y ambos cantan
la canción de la radio, tan parecida a lo que les ocurre.

Uno sólo sostiene lo que suelta.

Pero ella da la espalda al escenario
y me busca entre el público.