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5 dic 2011




Por: Freddy Ayala Plazarte

A Cristian Avecillas lo conozco hace unos dos años, leyendo poesía en la costa Manabita, muy cerca del cerro jaboncillo, donde el ceibo es un místico símbolo de la antigüedad,aquel Manabí rojizo, donde uno no sabe que la fuerza de un aplauso puede conducirnos a llegar a visiones cósmicas, donde la gente más común y obrera puede asumir desde la poesía un mundo suyo, y tatuado en el verso.

Y más allá del Premio Nacional de Poesía “César Dávila Andrade” (Cuenca, 2010),  que hace unos años recibió el libro  Ecce Homo (como se llega a ser lo que se es), o si vemos el significado judeo-cristiano, Pilatos dijo a Jesús; <He aquí al hombre>, lo que pretendo hacer hincapié en Cristian es su trabajocon la imagen del hombre y la mujer para reconstruir otra imagen; afirmación del ser, y ahí está la poesía, la belleza, el cuerpo, el verso, sustituyendo la piel, el sentido del ser en la apariencia, una sublime búsqueda del sentido.

Ecce Homo, nombra el cuerpo para constatar un sentido en la existencia; ¿Dónde, tú en el yo que te imaginas?.Ecce Homo es un espejo para condensar la materialidad del cuerpo y la legitimación del sujeto que habita en el cuerpo; un cuerpo físico y un cuerpo ausente. Imagen del silencio que habita en cada mutación hacia un final; Ya no crece el cuerpo,/Crece el fin.Yen esta premisa el cuerpo está ausente, quieto, y es la poesía la que habita el cuerpo, y entonces como lectores aventurados nos interrogamos; ¿Qué se esconde atrás de un cuerpo? ¿Quizá una suma de identidades?, o como Lacan afirmaba que en el masculino existe la feminidad y en el femenino habita una masculinidad, y el poeta nos dice; Y el poema,/ Suma de mujeres fecundadas con promesas, (…)/Sótano de un hombre en donde sueña un antropófago, (…), acaso el hombre es la pulsión interminable del “ser”, es la misma ceremonia de encontrar en la mujer el enigma de lo silente.

Como señala LyndaNead “el cuerpo femenino sigue siendo un perturbador recipiente tanto de lo ideal como de lo contaminado”; Cristian idealiza el cuerpo de la mujer hasta hacerlo imagen.¿Quizá el hombre necesita devorar una imagen femenina para sentir que ha devorado su propia imagen?, este libro respira en los arquetipos occidentales del hombre, amante, trabajador, místico, conviviente, mortal, dionisíaco, social, victorioso, y al nombrar estas disciplinas masculinas constatamos lo que Nietszche decía; “Mi sabiduría ha consistido en ser muchas cosas y muchos lugares, a la vez, para llegar a ser la misma cosa”, es posible que el hombre deba llegar a un grado femenino para contestar su propia condición en el mundo; la de “ser” a pesar de la diferencias, la de plantear la condición humana de lo vivido y lo no vivido.

Porque a Cristian le preocupa la condición del hombre, la preservación de una imagen en lo ausente, es ausente el hombre en la perspectiva de que ya lo nombra;Recordarás que el verso es arrancar el arte en/ donde todos pueden conservar al hombre, (…)
A veces uno siente la angustia del cuerpo en el sueño, no hay posibilidad de llegar al placer sin el cuerpo, el poeta es un semidiosque vigila el olvido de sus semejantes; Y ante ti ha dejado a un dios orgánico/ que clama la potencia de otro dios. Para Cristian el nacimiento, el génesis del deseo, está en la comunión del otro; Y le dices: Yo que toco al hombre como el arpa: /Iré a tus brazos;/ Diré nací.

Ecce Homo utiliza la metáfora para llegar al “ser”, es decir simboliza al hombre y a la mujer para hablar de sí mismo, acaso este binario es el argumento de lo que hemos sido, sujetos deseantes, aquí hay poesía subversivaporque edifica el cuerpo en las palabras,no es la forma del cuerpo, es el lenguaje que hace al cuerpo, así se muestra en estos versos; Toda tú en planeta en donde al hombre multiplicas./ Y la vida aún no comienza/ Y la carne aún no está escrita: / Puedes destinarme a la fragancia.

Nietzsche en su discurso de lo humano argumenta que “Se paga caro ser inmortal. Hay que morir muchas veces a lo largo de la vida”. Morir en el rostro del otro, morir internamente para estar en el ocaso. Esto nos convoca a pensar en el espectro de percepciones que vivimos, además, constituye un nexo umbilical entre el “ser” físico y espiritual, sabe que la carne tiene un fin, pero también sabe que el poema es un cuerpo que no ha encontrado un fin.

Y Kant describía la bello como lo sublime, en el sentido ético del ser.¿Y acaso Ecce Homo traspone la imagen poética en un cuerpo poético y lo vuelve hacer imagen en la letra?, a pesar que Judith Butler deconstruye la imagen del cuerpo como una imagen que cada día se reconstruye y se reconoce desde diversas identidades, Y se dicen uno al otro y al unísono: / Sembraremos las parábolas del yo / En las tierras íntimas del tú/ Para que florezca un nosotros.

Y retorno a los versos de Ecce Homo; Y ella dice; Tu verdad será mi orgasmo. Aquí el erotismo, ha sido transgresor, porque la verdad ya no se fundamenta en un principio moral, la verdad se fundamenta en la cinética de dos cuerpos, porque el cuerpo es el escenario de las heterogeneidades, el escenario del micropoder, el escenario donde acaba el silencio para iniciar otro silencio.
Esta es poesía en la medida que evoca la necesidad del “ser”, un hombre que erotiza el sentimiento en la piel, un hombre que resuelve su angustia en el encuentro del otro, un hombre que es fluido y presencia física, pero aquí me pregunto; qué sucede después del “yo”, que viene después del “otro”, y ahí responde el poeta, con el verso, aquel verso que no finaliza en la vigilia del ojo, aquel verso que continúa reescribiendo la ausencia de los cuerpos; Y le dices: Sé mujer y mira al hombre como miras al vacío./ Porque el hombre que te ha dicho la verdad/ ya se ha olvidado de sí mismo. Acaso desmigajar las palabras implica deshacer cuerpos ante el mundo.

Sin embargo; el hombre y la mujer son dos memorias mutables para representar otros cuerpos en el poema, símbolos de poder, para condensar la empatía, porque en la poética de Ecce Homo la sombra de un hombre no es un hombre, es una mujer, y quizá las dimensiones reflexivas empoderan un espejo en la imagen femenina.

Eres cuerpo reemplazado por un nombre, eres cuerpo reemplazado por un fin… (…), y en estos versos la palabra es la que edifica el cuerpo, sin la palabra no es posible el cuerpo, la ausencia es el resumen de lo impostergable. Y Cristian piensa en las dimensiones eróticas cuando dice; La mujer cuando ama es inexplicable/ El hombre que ama es animal. Si el hombre es pulsión, instinto, angustia, estamos, entonces, ante una mirada antropofágica que también necesita devorar la imagen para poder devorar el cuerpo.

Más aún; el bestiario que constituye al “ser”, la animalidad, principio de un encuentro caótico, pero esencial; Animal que solo entiende la belleza entre las sombras, una barbarie que emerge en un espacio marginal, donde el ser no vocifera, donde el ser se contesta en la medida que se interroga.

Y finalmente en EcceHomo hemos empoderado la imagen del hombre como un perpetuo agente de la palabra, como un inquieto arquitecto del lenguaje; Poeta, Criarás en el lenguaje tu retrato, acaso después del cuerpo el “ser” necesita ser imagen, necesita; inventar la carne donde no hay persona, es más fuerte la percepción que lo no-vivido, porque el hombre no puede llegar al extremo del silencio sin su semejante; la mujer.

Cristian has logradoresponder al ser, desde la vulnerable temporalidad del mundo.Ecce Homo, es un libro donde olvidamos al cuerpo y retornamos al “ser”, un poemario sutil, prosaico, reflexivo, filosófico,donde se eliminan los esqueletos y se construyen formas poéticas con la letra, y la piel es el registro de un tiempo, donde uno se queda interpelando: qué grado de masculinidad o feminidad habita en cada “ser”. 

MI PADRE EN LAS RIELES DE SUMPA


Por: Paúl Puma

Dice Martin Heidegger en La cosa: “Lo terrible (Entsetzende) es aquello que saca a todo lo que es de su esencia primitiva. ¿Qué es esto terrible? Se muestra y se oculta en el modo como todo es presente, a saber, en el hecho de que, a pesar de haber superado todas las distancias, la cercanía de aquello que es sigue estando ausente”. Algo así se puede vislumbrar en Mi padre en las rieles de Sumpa de Freddy Ayala Plazarte. Es innegable esa ausencia que trastoca al lector cuando se ha culminado la lectura del libro, como decía Octavio Paz: el poema empieza cuando acaba el poema. 

La poesía se nos manifiesta como un objeto. Un objeto que se emplaza frente a nuestros ojos: Creep: el término en inglés se acerca a la noción de un talud que se ve sobrecogido, abatido y al final arrastrado sobre sí mismo y deviene en esa nada prodigiosa que busca el canto voluntario del que recuerda, del que recoge restos de la memoria: tulipanes florecientes, bebederos de miel, visiones en fuentes subterráneas,  néctares, deja vu, desde las postrimerías de la palabra, cito: “ el cuaderno de aves, el abrigo para los mastodontes donde fósiles del megaterio guardaron absoluta memoria…” subráyese esta última palabra, pues tiene el propósito de redimir.

Heidegger, el maestro, dice: “¿Será que la cosa no se ha acercado aún lo bastante para que el hombre haya aprendido a prestar atención de modo suficiente a la cosa como cosa? ¿Qué es la cercanía? (…) El acoger necesita del vacío como de aquello a lo que acoge. La esencia del vacío que acoge está colocada en el escanciar (obsequiar). Pero el escanciar es algo más rico que el mero verter hacia afuera.”

Heidegger está loco pero en su locura atisba a decir algo importante: se halla riqueza, diamantes de bruma, aloe, en la entrega del texto, cito: “Mientras mi padre temía a la pala de un celador / sus ropas manchadas de tierra y la escarcha de mis ojos desdibujaban pelusas / yo iba al puente de ágata / cargando un par de imágenes con el frío en las encías / para encontrar / las proporciones de mi infancia / dedicado a contemplar / la desgastada columna de un anciano”: Freddy nos ofrece la figura de su padre con la intención de volverlo más que un personaje en fruición, en fundido con la sustancia poética, cito: “a mi padre ya nadie interrumpía el sueño/ solo yo era quien despilfarraba su nombre / en el labio de un hacha / solo yo pretendía / desempolvar la arcilla de un maniquí / y aferrarme a su resbaloso plástico”.  

Freddy ha recogido el icono clave de su padre y el imaginario plagado de ancestros de Sumpa (simbiosis de nuestras regiones del país) para conjugar un poema dividido en doce partes donde desnuda su propuesta poética como una suerte de “(paréntesis cósmico)”. Al final colgamos como él “anaqueles en el silencio”, nos consolamos con “huérfanos peces”, buscamos “los horizontes de nuestras inexorables almas en el espejo”, hurgamos en el génesis de la melancolía” para colocarnos ante el hito: uno, aquel donde radique nuestra identidad y se premie a aquella antigüedad del fuego que los escribientes buscamos con honda desmesura.

Con el libro que nos ha congregado aquí, Freddy Ayala irrumpe en la Literatura ecuatoriana con la inteligencia y sencillez necesarias para ocupar un lugar en la actual poesía joven del país. Él ha hecho al contrario de algunos advenedizos que ni siquiera empiezan y ya se creen literatos-paradigma, literatos-canon, literatos-academia, literatos-crítica, literatos siquiera y pretenden emerger acabando con los otros –craso error del que tantas veces habló nuestro maestro muerto Jorgenrique Adoum– o arrimándose a modas como el neobarroco, con una escritura sintomática, automática, críptica y estúpida que se pervierte a sí misma o que se autoflagela o que comparte con los demás su absurdo por el absurdo. Ojalá fuese por el neobarroco per se, ni siquiera es por el movimiento de la escritura, tiene que ver con el factor hedónico que anima a algunos de sus autores, por ejemplo con la presentación de sus premios locales como si fuesen nacionales más allá de la frontera o la experticia en el marketing y las relaciones públicas. Aquello contrasta con la creación seria y comprometida con la palabra de Plazarte que expresa como principal mérito la responsabilidad frente al contenido –decidido– y la forma –consecuente– desde sus inicios en este oficio tan difícil pero tan compensador al mismo tiempo.
 
A Ayala lo conocí cuando tuve la oportunidad de prologar La metálica luminosa: un ensayo suyo acerca de Hugo Mayo, ahora tengo el gusto de presentarlo a él y a Mi padre en las rieles de Sumpa.Antes, como hoy, le deseo a Freddy el éxito verdadero que quizá radica en la conquista del que considero es un sinónimo de la palabra la palabra éxito: la humildad: el fulgor y la superación del propio yo. Después de haberme acercado a su literatura sé que tiene el talento para eso y mucho más.       
     Gracias.    

Lunes, 27 noviembre 2011
  
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