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31 ene 2012


Por Wilfrido H. Corral

Querido Marcelo:

       Tu Lienzos y camafeos se instala en la mejor tradición reciente de la "autobiograficción", es decir, en la que asume lo que ha aprendido de los avatares, "trucos" y negociaciones de la metaficción, que desde Cervantes en verdad ha conducido a imitaciones transparentes, particularmente para tu generación. Lienzos y camafeos se lanza a otros rumbos, porque si la parte "Camafeos" es un guiño al maestro Darío y la forma simple que es complicada, la debidamente titulada "Lienzos" muestra una lucha con los maestros, y tal vez del autor consigo mismo, por lo menos desde fines de 1999 a 2010. 

       Así, "Ars poética" es más un salto entre paródico y modesto hacia "Perorata del diletante", con una parada en "Ut pictura poiesis", y un salto mayor a "Método para escribir un cuento en un minuto" y su par "Indigna continuación de un cuento de Monterroso". Se creería que Lienzos y camafeos muestra una escritura "en obras", pero esa percepción queda totalmente negada, para tomar solo un ejemplo, con "El cuento más largo del mundo". Es decir, el autor de Lienzos y camafeos, que a la larga es Báez, ya no está "en obras". ¿Por qué?

       Porque si se lee Lienzos y camafeos en el contexto de la obra anterior y actual de Báez se notará que ha acumulado experiencias escriturales, que no ha sido influenciado ciegamente, que no sufre por hacerlo, y por ende asimila lo mejor. Pero como todo escritor que en su ficción se apega a la hibridez genérica, es decir, metiéndole prosa no ficticia, siempre está puliendo lo que parece prosa fragmentaria, y poética. No en vano se ha dicho que la prosa no ficticia que (Marcel) Proust recoge en Contre Sainte-Beuve fue un experimento en que se vislumbra los grandes temas de A la Recherche du Temps perdu.

       No, no quiero hacer ni estoy haciendo una comparación descabellada, y evitar que salga algún crítico o escritor con pistola para corregirme. Resulta que Contre Sainte-Beuve (cuyos textos sobre arte y literatura fueron escritos en el entresiglo anterior al nuestro) sale en 1954, décadas después de la novela total del francés, publicada entre 1913 y 1927. Más bien, lo que quiero transmitir es que el proceso es el mismo: el escritor se va haciendo, y en tu caso es cotejar tu crítica cinematográfica con las microficciones.

       Otra gran diferencia. Proust escribe su prosa no ficticia conversando con su mamá. Tú conversas con tus lectores, más que con tus familiares, y dejo para otros confirmar si es así. Hace unos días el colombiano Santiago Gamboa sacó en Babelia una nota llamada "De los noventa para acá", sobre la generación a que perteneces. Desafortunada y educadamente Gamboa vuelve a caminos demasiado transitados respecto a qué quiere hacer tu generación, así que me alegra que te vayas en Lienzos y camafeos por donde te da la gana, para pintar 61 maneras de coger lo que se nos escapa a otros.



Wilfrido H. Corral (Guayaquil, 1950). Es uno de los latinoamericanistas más respetados y conocidos de su generación. Sus libros más recientes son Cartografía occidental de la novela hispanoamericana (2010) y El error del acierto (contra ciertos dogmas latinoamericanistas) (2006, 2012). Su trabajo también se concentra en teoría crítica y literatura comparada. Un producto de estos intereses es la seminal Theory's Empire (Columbia University Press, 2005), que ha merecido 17 reseñas internacionales, entre ellas en The Wall Street Journal. Theory's Empire fue seleccionado como Libro del Año en crítica por The Times Literary Supplement de Londres. Autor de 11 libros y más de doscientos ensayos, notas críticas y reseñas, se especializa en narrativa hispanoamericana contemporánea, Monterroso y Vargas Llosa. Recibió su doctorado de Columbia University, enseñó en Stanford University y la University of Massachusetts-Amherst, y ha merecido dos becas Fulbright como Investigador Distinguido.

28 ene 2012

El premio honorífico, José Lezama Lima, otorgado por Casa de las Américas, fue otorgado a Humberto Vinueza por su antología poética "Obra Cierta".
Este galardón ha sido entregado a importantes poetas como José Watanabe, Juan Gelmán, Raúl Zurita y Kamau Brathwaite.
La Revista Casa de las Iguanas comparte esta alegría y unos poemas de este poeta ecuatoriano.






EN TODO LA luna como una señal
tentativa del aprendizaje de un gesto
de la raíz que se va haciendo esbozo de sumario.
La piel se abrevia adentro de las cosas
el ojo se extiende y con densidad de hilo
une fijeza y mudanza
con membrana de noches estrelladas
caos climático con diapasón de abrazos
exactitud de rincones con palabras que juegan
a ser trascendentes no más de una vez
la mirada devuelve el umbral de lo invisible
el mundo quizás aguarde su doble que sin existir lo releve
y parezca único donde se une el barro con el cielo
entonces el balance no será un método quiromántico
sino la unidad de medida de cualquier síntesis
la puerta cruje al abrirse
y al cerrarse cruje.


MUDAMOS EL ESPACIO hacia el tiempo vivo
la eternidad hacia el lustre
vigente de los muebles y los trastos.

Los libros y las cacerolas
las sábanas de batallas y armisticios
las alfombras en verso y prosa
las otras pieles del insomnio
la juguetería envuelta en las olas del aire
los cuchillos que dan confianza
el vestuario ilusorio de nuestras tragicomedias
los disfraces para no temerle ni a la vida
los abalorios del humor la ternura el apego
los cuadros de fidelidad probada
las fotos en otro entonces a colores.

El camino más corto entre los dos
es mudarnos mutuamente.
El más largo no existe.


MIENTRAS LLUEVE BAJO la noche negra
ranas pares croan tentando a ranas nones.
Él escribe versos silenciosos para desemparejar
el tiempo de la puerta y la puerta del deseo
y entre páginas y sábanas se oculte el relámpago carnívoro
y la lluvia humedezca con desvío de sintaxis
el aire de la gruta de donde nadie sale sin la lisura de la fe hacia la tiniebla de la naciente frontera.
La edad confiere confianza al sexo con retardo
y arde como una lámpara en el borde de pantomimas sucesivas
de la transfusión del tiempo de quienes inventaron
el primer canto hace ya tanto infinito modulado
de la flauta con neuronas en vez de agujeros del fogonazo de creer que se vive el sueño en el espejo adentro de las cosas.
Vuela una mariposa desde algún pecho
hacia el croquis de las genealogías y no se sabe dónde comienza el alma ni dónde termina el cuerpo.
Pareja es la única palabra o tibieza de ave
que no sustituye con ventaja a su presencia.



Humberto Vinueza nació en Guayaquil, Ecuador, en 1942. En la década de los sesenta perteneció al grupo de vanguardia cultural Tzántzicos. Ha formado parte de consejos editoriales de destacadas revistas literarias del país (Pucuna, La Bufanda del Sol, Procontra, Letras del Ecuador, Eskeletra) y ha publicado libros de poesía como Un Gallinazo Cantor Bajo un sol de a perro (1970), Poeta Tu palabra (1989), Alias Lumbre de Acertijo (1990) y Tiempos Mayores (2001). Libros inéditos de poesía, de próxima aparición son: Palabra habitada, Libro de las migraciones, Constelación del instinto, El marelmar y Versos de carne travesti. En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade, por su libro Alias Lumbre de Acertijo. Sus textos poéticos constan en antologías nacionales y latinoamericanas, en el idioma original y traducidos al inglés y francés.

25 ene 2012



Presentamos a continuación tres poemas inéditos del poemario Tránsfuga de la poeta y editora mexicana Jocelyn Pantoja, inaugurando la sección COLA 3 de la Revista Casa de las Iguanas, donde aparecerán tres poemas inéditos de diversos autores.

Huyendo de un lugar a otro, o traicionándose a sí misma, la voz de este libro atraviesa la etapas de un Sin Nombre apoyada sobre una dislocación radical en el plano de cada uno de los poemas que la sostienen. Mas que hacia el amor y el cuerpo, se viaja hacia el jardín perdido de una niña que nunca fue olvidado por completo y donde todos somos y no somos las lágrimas y los instantes que acaso permiten ser atrapados dentro de un poema. La poesía contemporánea en su estado más rizomático y posmoderno, torciéndole raíces y dimensiones a la palabra sagrada.



Y al final del torbellino al que te arrastró la nostalgia
después de todas las vueltas sobre el dolor y la muerte
yaces al fondo herida en ala de tu costado izquierdo
y siguen ahí: el sol, las nubes, el agua
pero tú estás debajo ¿qué piensas que sigue?


Tú eres la misma noche que se escapa en la delirante forma de aves nocturnas que alzan su vuelo al amanecer,  este es un sueño de justicia convirtiéndose en realidad frente a tus ojos, pupilas perdidas que no miran la realidad presente sino el futuro.


Tú me has dado a escoger,
me premias con una flor de Lis,
me dices que mi turno no llegará,
yo soy de esa otra estirpe:
Disponer las claves es mi tarea,
señalar el norte hacia tu puerta
donde se unen todas las lenguas.

Susurras  los nombres de las cosas como la fórmula antiquísima de la piedra filosofal, la poción de la locura, la locura que ciega porque la verdad es dura como la tersura de un pétalo.

los ángeles acusados de demonios miran todo y comandan esta revolución

*** 




Te sorprende que al final de esta brecha por la que hemos andando abriendo paso, quitando hierba, matando víboras, soñando a salto de mata, te diga que no hemos llegado y que además estamos al borde de un precipicio,  ¿Aún dudas en saltar?

Te digo lenta pero certeramente que es inevitable: saltaremos y justo antes de golpear con lo que sea que esté debajo  tendremos alas. 

Al final esa es la única realidad en donde en verdad podremos ser libres.  Para volar sólo hace falta descifrar el lenguaje de las aves.



Como si no fuera todo un teorizar sobre la malla de esta hoja de papel,

preguntarse constantemente  ¿qué hacer?  

Mi querida, tengo pocas respuestas y esta cajita donde te guardo a ti.

Pero te escribo. Tomo el papel entre mis manos y  al estrujarlo y tirarlo al vacío recompongo todo  para acariciar largamente nuestra historia.

Esta mañana recordé cuando corrías feliz por los campos, decidí que aunque todo esto después no exista, escribirte en este mismo papel, el cual en un ataque de rabia agujeree para saltar  al otro extremo por uno de sus huecos.

Descubrí con la respiración entrecortada que no ha pasado nada, y que ir de uno y otro lado del desquiciado frenesí de quererlo todo no tiene sentido

cuando con paciencia deben estar puestas las letras en su lugar.
                       
Me preguntas si todas las aves son cantoras. Sí todas saben el silbido de lo invisible y no es necesario que las entiendas si permaneces en lo evidente.

Si tuvieras que recomponerlo todo
¿por dónde comenzarías?
¿Por no abandonar el camino
o por retomar
el camino de regreso a casa?

Si tú quitaras esta piedra tal vez yo volvería a sonreír o tal vez no: ¿por qué quieres todos los gestos evidentes, si al final está todo en pequeñas cajas para ti?  Ahí está el sol que redondea e ilumina los días,  la risa plena de verdes hojas, el aroma de las castañas que se queman puestas a la hoguera, el dolor listo a liberarse de la nostalgia pétrea y todas las llaves que perdiste para que abras, de nuevo, cuantas veces quieras todas las cajas y dejes a los recuerdos volar y ser libres como esos pájaros con los que sueñas. Entonces sanará la esquina de ala rota que duele tanto como la costilla extraída de todas las alegrías.

(mira desde el otro lado: un túnel nos devuelve el infinito)

 ***
  

No se trata de la equidad
o de justicia sino de la correspondencia
de lo que no sustituye
ni repara.
    Con una mano toco el extremo de los corazones tristes,
     con la otra muevo el viento y pido a las aves comuniquen sus cantos a las cosas en todos los espacios donde su vuelo cubre distancias que se acortan.
Tú me miras sorprendido en este viaje  me tomas
de la mano con dulzura,
yo te repito que estoy loca y me cubres de besos las costuras.


Jocelyn Pantoja (Ciudad de México, 1978) Poeta, editora y gestora cultural. En mayo de 2010 concluyó el diplomado en Gestión y políticas culturales impartido por la OEI, CENART y LA UAM. Estudió la carrera de Letras Clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Tiene una Especialización en Edición por el Centro Editorial Versal, SC. Como poeta ha publicado el poemario Geografías y Fronteras en la  (Generación Espontánea México 2007), Amor X (Trece Letras, 2009) y “La Verdadera Historia de Kitties” (Honda Nómada, 2010 y Baile del Sol 2011). Fue antologada en Tentación de decir. Antología de cuento y poesía (FFyL/unam, 2004), y en las revistas nacionales Opción y Tierra Prometida, así como latinoamericanas La prensa literaria (Nicaragua), también en España dentro de las Antologías: 21 balas y Voces del Extremo 2009. Ha sido invitada a los siguientes festivales internacionales: Estoy Afuera, ciudad de México, 2005, Festival Chilango-Andaluz, 2007, Voces del Extremo, Fundación Juan Ramón Jímenez, Moguer, 2008, Festival de Letras y Artes Paulistas(FLAP), Sao Paulo 2008, Carruaje de Pájaros, Chiapas, 2009, Poetas en Nueva York 2009. Ha participado en numerosas lecturas nacionales  e internacionales entre las más destacadas su participación anual en la Feria del Libro del Zócalo de la Ciudad de México (desde 2005) y en la Feria del Palacio de Minería (desde 2008). Actualmente es directora general y editora -desde el 2003- de Literal,gaceta de literatura y gráfica merecedora en tres ocasiones de la beca Edmundo Valadés para revistas independientes del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). El crecimiento del proyecto Literal  ha creado una editorial independiente que busca propuestas innovadoras de literatura a nivel Latinoamérica y cuenta con tres colecciones de poesía: Limón Partido, Pico de gallo y víboradelamar.

9 ene 2012



1.      Para muchas personas la poesía se ha convertido en un lujo que -habida cuenta de sus urgencias vitales- consideran que no pueden permitirse. ¿Qué cabe esperar de quienes consideramos más bien que la producción poética forma parte de esas urgencias? O, para repetir la pregunta de Hölderlin: ¿para qué la poesía en tiempos de penuria?

La pregunta de Holderlin es fundamental no sólo para la modernidad en que se conceptualiza. ¿ A quien se sirve? Los dioses de Holderlin son el orden, la explicación, la trascendencia, la posibilidad Otra. Pero también lo que escucha, lo que oye. Con quien se dialoga. Para Holderlin se sirve a ese condensado de atributos. Pero en plena secularización, para un poeta, un dios se parece a un lector. O sea, el verdadero poeta -y es difícil esta categoría- no sirve a nadie. Es lo bueno. Pero hay poetas -y eso no quiere decir que sean falsos sino que para mí quiere decir que no cumplen con la dignidad de la poesía- que sirven al lector. El sueño de la mercadotecnia, el sueño del espectáculo -eso propio de ciertos novelistas, de actores, políticos y cantantes de rock: celebrities-- no escapa a nadie. Por otra parte, diría que no cabe esperar nada de quienes consideramos -yo al menos- a la poesía no como una urgencia sino como una necesidad luego de un azar, como un destino aceptado luego de ciertas contingencias que señalan rumbos. Pero decir o preguntarse “qué cabe esperar” es como creer que hay algo de elegidos -secretamente, en voz baja, murmurado porque carece de prestigio en el mundo real- en los que escribimos poesía y somos poetas. Lo que está en juego hace tiempo es lo humano. Y luego, de ahí, lo mejor de lo humano que puede ser la creación. Pero hay que precisar: la creación de buena calidad. También abunda la mala. En esta época es dominante.

2.      En el contexto del presente, marcado por la masacre y el estado de excepción, ¿cómo podríamos contribuir a transformar desde el campo poético lo extrapoético? ¿En qué sentido la poesía podría tener eficacia política, en unas condiciones culturales que la marginan de forma radical?

Es una cuestión ética. La poesía juega a partir de la ética del poeta, no juega sola. Me cansé de aquellas voces que salvan por anticipado a la poesía, que la salvaron siempre, que, de alguna manera, le otorgaron un lugar tan especial. Alguna vez - en Resistir creo que fue- arrinconé ese argumento contra las cuerdas -no sólo contra las vocales: contra las del ring- y hablé de un mundo donde la poesía se salvaba y se hundían los humanos. A esa paradoja lleva decretar la salvación de la poesía por anticipado. La poesía es política como todo acto humano. Y puede ser política como forma de resistencia. En la medida en que se acepte que la palabra está gastada porque la poesía es gasto ejercido, no ahorro, no capitalizable. De modo que hay un deseo. El deseo no preserva su gasto. Que lo hiciera sería como hablar de un capitalismo del espíritu. Lo que quiero decir es que la poesía no es el ejercicio de un deber ser, de un superyó. Es un acto de libertad. Y depende del alcance que se le dé al concepto y al término. Una sociedad donde todo se consigue no es una sociedad de libre deseo sino de “libre” condicionamiento, valga la contradicción. Cuando uno empieza a decir: “la palabra poética es la contención frente a la”, etc, uno ya condicionó la cosa. La poesía puede ser un acto de contención ante la emisión moldeadora de opinión de ciertos medios dirigidos y orientados para controlar. Puede ser una forma de contención ante la emisión meramente contactual (de hacer contacto) del habla común y cotidiana que son formas de ejercer y poner a funcionar un código. Pero uno puede también comprobar luego que ciertos poetas que rodean la palabra de silencio luego rodean un libro de mutismo y luego esperan en la fila del Nóbel sin hablar de lo que pasa. Insisto: un poema tiene que ser lo que yo quiero, no lo que los pueblos que sufren. A los pueblos que sufren puede o no interesarles la poesía. Y luego veremos qué poesía les interesa. Fabricamos equivalencias con la facilidad de la necesidad. ¿Cuáles pueblos? ¿La parte que se levanta contra el capitalismo o la parte que busca un lugar en el capitalismo? Volviendo a tu pregunta anterior: si algo cabría esperar de nosotros los poetas es que sepamos caminar por este borde difícil, en este equilibrio difícil. Hoy todo está en juego. Hay que preguntarse si ese mundo extrapoético o ese afuera -esa gente, esos lectores- quieren mejorar o quieren cambiar. Si todo está en juego, insisto, la poesía también está en juego. Es insostenible la complicidad de los poetas alrededor de la poesía como si la poesía fuera la misma cosa. Hace mucho que la poesía no es esa cosa esencial que nos vuelve hermanos.

3.      En conexión con lo anterior, ¿qué puentes podríamos y quizás deberíamos construir quienes participamos en el campo poético con respecto a movimientos sociales críticos, como por ejemplo el movimiento de indignados que, en los últimos meses, se ha expandido a escala mundial?

Indignarse es llenarse de dignidad y desbordarse. Cuando Góngora dice “escribo para pocos” está en el núcleo de la dignidad, no desbordado. Habita pleno la dignidad. La poesía ahí es esa cosa que ocupa su propio lugar, brilla como un insecto que ocupa su propio lugar. Es el momento de alta calidad, o sea: donde contiene su novedad autoabastecida, sin más mercado que el paso de la oreja, los ojos, la sensibilidad y la conciencia, los cuatro pasos del placer en poesía. Pero ese nivel es difícil de mantener. Y empieza el negociado. La indignación de la poesía es no aceptar el negociado. Como la indignación del indignado de la Puerta del Sol o de la Plaza Libertad es no aceptar el ser negociado, el que le roben, secuestren o vendan su futuro y el de los suyos. Pero hay que ver lo que te decía antes: saber si lo que se quiere es no perder la dignidad ante lo intolerable -esa venta, ese negocio de la vida, esa biopolítica del aire- o la demanda de un lugar en el espacio del capital, que ya es bien otra cosa. Queremos cambiar -mantener la dignidad de la poesía en lo que la poesía significa para uno- o queremos reivindicación -acomodarla a cómo dé lugar al deseo o a la necesidad de un lector, de un mundo. O sea, hacerla posible. Lo más hermoso de la poesía, lo que yo considero belleza, es la imposibilidad que esa cosa contiene, su incomunicable intrínseco, su exhibición y defensa de ese incomunicable. Ese efecto que crea de no estar y estar ahí, de no haber estado nunca, de nunca haber sido, de poder ser por no haber sido. Pero jamás volver a ser. Y jamás volver a ser igual, lo mismo siempre. Esto último negaría  lo esencial para mí, lo que más quiero. Y creo que es lo que está en juego en la relación dignidad de la poesía-indignados.
Lo otro que me parece de primera importancia de los indignados -que parecieron mucho tiempo dormidos, en verdad, o confiando en un estado de cosas que no era, esa ingenuidad que se parece a los latinoamericanos fascinados con Obama porque se oponía tanto en imagen como en contenido a la bestialidad de Bush- es el riesgo que eso asume en relación a su estado de permanencia en la indignación. El que despertó del sueño de esta sociedad saqueada dirigida por saqueadores - en el capitalismo actual, no vale la pena -aunque no todo es lo mismo, no es lo mismo el sur que el norte- hablar de países o de gobiernos bajo la lógica dominante de las corporaciones- difícilmente pueda volver a soñar aquel sueño. Podrá dormir con la conciencia tranquila en la medida en que actúe. Y los poetas tienen palabra. El problema es el uso de esa palabra. Ese es el gran problema. Ya lo sabemos: esto va para largo. Y esto contradice la noción de urgencia. Urgencia, en realidad, no hay. Yo apoyo a los indignados como ser humano. Yo me indigno. Eso marca mi escritura. Pero no es una receta ni un mandato. “Todo poeta debe indignarse”. Todo ser humano debe indignarse. Se juega la vida en eso. Como poeta no sé si es necesario proclamarse. ¿En la modernidad la poesía no ha sido una suerte de indignación más o menos estentórea? No era Rimbaud un indignado? Lautréamont? Baudelaire? Mallarmé? Artaud? Duchamp? Satie? Martínez Rivas? Nicanor Parra? Décio Pignatari? Y sigue la lista. La creación artística que yo valoro vivía en el punto de indignación. Otra no. El problema es que esa que no se volvió mayoritaria y dominante. Tampoco se volvió celebratoria como un Perse o un Guillén. Se volvió pasiva, acompañante, expectante de los resultados de la Academia. Eso también indigna. La dignidad de la poesía pasa por no esperar nada. Y eso es dificilísimo en este mundo.

4.      Ante el devenir secta de los grupos poéticos dominantes, una estrategia típica para “hacerse hueco” en el campo es la apelación al pluralismo estético (lo que a menudo se convierte en una forma de desentenderse del ejercicio de la crítica a esos grupos). ¿Cómo articular –si cabe- una cierta forma de pluralismo con la elucidación de los límites de una determinada escritura y de las prácticas más o menos legítimas que la posibilitaron?

Lo único es respetar una frontera. No se puede dejar de creer en lo que uno cree por convivir en forma pacífica. Eso es suicida. También empezar a conceder mediante espacios de silencio -no decir nada ante lo que uno no puede soportar porque considera mal hecho, mal pensando, o, como digo: entregado al lector- termina siendo autoaniquilante. Hay que acordar las diferencias. Delimitar los bordes. No se puede renunciar a la crítica. Los grandes maestros de la negación -como los grandes maestros de la Nada en Oriente- fueron los que formaron el concepto que manejamos de la conciencia, sobre todo la crítica. Renunciar a la conciencia crítica es enfermarse. El mayor síntoma de salud que conozco es denunciar los abusos del Poder. Y eso está considerado, precisamente, una especie de “enfermedad negativa”. Los cansados de negación son los que ahora vienen con el abrazo hermano y con la poesía “para mirarse a los ojos”. Conmovedor de veras. Equivale en términos políticos a la negación de la justicia. Viva la hermandad caritativa del beso. A mí que me cuenten fuera.

5.      Decías en otra ocasión que la poesía exige trabajar con la pérdida. Ante esa sombra que remite a la melancolía, quizás sea preciso repreguntar: ¿qué es lo que perdemos en la escritura? También podría reformularse la pregunta de forma paradójica: ¿tuvimos alguna vez aquello que la poesía supone que pierde?

Se relaciona con el ser. El ser pierde por ahí. Toda la poesía es un ejercicio de esa pérdida, de ese dejarse ir del ser. O sea: lo contrario de esa sobre-potencialización atribuida a los grandes metafóricos -no Quevedo ni Góngora- a los grandes poderosos de la poesía, creadores de grandes universos. No es el ejercicio de una debilidad: es el de una pérdida en el sentido de algo ya constituido. Una pérdida no en el sentido que deja un hueco, un buraco: en el sentido que va hacia otra cosa. Toda la poesía -esto no tiene que ver, por una vez, con la cantidad en el sentido de una industrialización de la cosa- es un gran movimiento hacia la pérdida, una trashumancia hacia la pérdida de sí misma. Nada sacrificial, nada en nombre de otra cosa, ninguna hoguera, ningún quemarse: esos siguen siendo los enemigos. Pero esa herejía frente a lo institucionalizado del ser, primero, y luego frente a lo institucionalizado del olvido del ser como dice Heidegger, toda esa glaciación, todo ese imprevisible de la vida -que pudo haber sido otra cosa radicalmente distinta-, eso lo lleva la poesía en sí misma. Una nostalgia de su ausencia, si quieres. Eso es lo que quiero decir. Todo arte tiene para mí la emanación de esa nostalgia de no haber sido y no de haber sido otra cosa como un caballo que llora por dejar de haber sido grifo, una almendra por haber dejado de ser ojo egipcio o dos combas tocadas en sus inicios sobre el cielo. O mucho menos imaginaria y como me gusta a mí: una pobreza que lamenta su ser riqueza ya perdida. No esa aristocracia. Algo más libre. Se trata de algo que lleva lo de la vida, ese movimiento. No ponerse dramático. La cosa es compleja. Alain Badiou hablaba en ese libro magistral “El siglo” de las posibilidades todavía del arte a través de lo que él llama sustracción -como francés lo puede decir: aquí sustraer es robar, hay que decir tal vez restar, o en términos de acción sustraer (se) es omitirse, no estar allí. Hay una enseñanza total en esto. Los  poetas complejos y paradójicos (Guillaume de Poitiers, Juan de la Cruz, Garcilaso, Góngora, Quevedo, Lope, John Donne, Holderlin, Von Kleist, Rimbaud, Laforgue, Augusto de Campos, John Cage, López Velarde, Rulfo) lo sabían. ¿Por qué lo olvidamos nosotros? Porque no hablamos de lo mismo cuando decimos “poesía”.

6.      La concepción del poema como «erizo», que lleva en su superficie lo incomunicable, suele toparse con el reclamo de más claridad y sencillez, exigiendo algunas certidumbres poéticas para atemperar nuestra perplejidad. De hecho, uno de los señalamientos habituales es que ese tipo de poema “espanta” al lector… ¿Qué presupuestos sobre lo poético y lo político implican posturas semejantes? Y como contraparte, ¿cómo replicar a una posición así, erigida en presunta portavoz de lo popular?

Si la implicación política del erizo-poema es la incomunicación bienvenida sea. La comunicación es para los comunicadores. Si un poema espanta hoy en día todavía hay esperanza. El problema es precisamente que ningún poema espanta. El adormecimiento que da lo previsible necesita de vampiros, días después de mañana, sequías, hambrunas de radical suelo rajado. Hoy la incomunicación es política porque actúa como alternativa a la sobre-comunicación. Seamos contingentes. Esto es hoy, política es hoy. No ayer ni mañana. Hay que decirle -si uno quiere decirle- a esa masa, a ese pueblo que tanto había a principios del siglo XX, a ese movimiento de gente pendular que vela -cuando vela- o reacciona solamente por sus intereses que tiene que aprender a no comunicarse. Tiene que aprender re-individualizarse y no andar por ahí en patota esperando la promesa después de las urnas -o sea, la post-vida, la ultratumba. Indignado es el que renunció a la promesa de la falsa democracia. Eso es lo que interesa. ¿Si uno renuncia en la vida a esa falsa democracia va a pedir verdadera democracia para la existencia en sociedad del poema? ¿Qué locura tan fea es esa? ¿De lo contrario cómo va a distinguir a Bob Dylan de Palito Ortega o del bueno de Joselito?

7.      En varios ensayos tuyos has contrapuesto una “lengua del exilio” a un “exilio de la lengua”. ¿Qué supone esa lengua de la que nos exiliamos y qué lugar (más o menos inestable) traza o promete nuestra escritura? En ese desplazamiento, ¿cuáles serían sus fronteras infranqueables, en caso de que existieran?

Esa lengua del exilio de la lengua no existe como lugar, no hay eso, supone una posición y una creación. No hay un lugar en la lengua llamado exilio de la lengua. Hay que crearlo en la escritura. Significa agarrar el lenguaje por los cuernos de la luna que no tiene. Ahí sí no hay fronteras, en la medida en que siga siendo exilio. La condición exiliar -así me gusta decir eso- no se pierde nunca. Es la utopía personal en mi hábitat, lo que yo me comprometo a hacer. De todos modos significa además no intentar crear ninguna lengua del exilio, eso que hablaríamos todos en esa situación. La mayoría de los exiliados intenta regresar a casa. Y no hay reproche de ningún tipo de mi parte. Regresar de noche con los focos prendidos o sin los focos prendidos, recién orillado el barco o desmontado el caballo, con los ojos fijos de plato de la liebre sobre ti o sin sus ojos, los del vecino detrás de la cortina. Sólo que ya no se puede intentar escribir en posición de un exiliado de la lengua. Uno vuelve para volver -valga la redundancia- no para seguir afuera.

8.      En tu crítica a la claustrofobia del presente, en una entrevista anterior señalaste que el poema es, precisamente, la instancia que abre la puerta (lo que no significa que los pájaros salgan necesariamente). Una vez más: ¿forjar salidas hacia dónde, en qué dirección, para que no se conviertan en nuevas trampas? En particular, ¿qué poéticas contemporáneas contribuyen a crear esas salidas?

Bueno, ahora hay que aguantar esto: forjar salidas hacia el afuera. Y luego vemos. Porque adentro se muere sofocado. Lamento la falta de garantía. Pero es un problema de integridad. La dirección se ve en la marcha. De nuevo lo del exilio. Cuando uno se exilia muchas veces no tiene la seguridad de la meta -en realidad, sólo transitoriamente se le presenta, en general. Nunca fue lo mismo salir a México que a Noruega -y eso que México estaba muy bien en el 79. O mucho mejor que ahora. Vivimos este mientras tanto que posibilita alguna acción sin saber hasta cuándo ni hacia dónde. En cuanto a las poéticas, vivimos el tiempo de las variables. No sé si una variación mínima puede señalar un rumbo. Aquí la teoría del diminutivo no ayuda mucho. “Una lucecita que nos guíe y devuelva el esplendor”, decía el extraordinario Ezra Pound en traducción de Vázquez Amaral. O apostar por la reversibilidad catastrófica. De cualquier manera es cuestión de tiempo. El capitalismo también es cuestión de tiempo. La eternidad, si existiera, expulsaría al capitalismo asqueada.

9.      Puesto que toda producción poética está situada en condiciones sociales e históricas determinadas, ¿qué huellas más o menos reconocibles deja en tu discurso tu estancia prolongada en México? Como contraparte, ¿qué persiste de ese Uruguay del que te exiliaste?

México es la cultura que tiene el mayor componente mítico que conozco en América Latina. En algunas partes se toca con un Brasil que quiero, ese Brasil del sertao de Glauber Rocha y de Joao Guimaraes Rosa, que coexiste con esa otra grandeza que representa -antímitica por cierto- la  de los poetas concretos de Sau Paulo, Augusto de Campos, Décio Pignatari, Haroldo de Campos, toda esa herencia que me viene de mi madre brasileña. México practicaba en su cultura una gran coexistencia cultural. Pero faltaba, en los ochenta, práctica  crítica. Yo no hacía crítica literaria ni de poesía en Uruguay. Estudié Letras. Empecé por invitación de Octavio Paz a escribir una columna de poesía en Vuelta alrededor de 1987. Ya escribía poesía en Uruguay, tenía tres libros publicados antes de salir a México. En 1991 publiqué un libro, Errar, con el que fui reconocido como poeta, no unánimemente. Tengo el orgullo de no haber sido un éxito en nada. Una de las huellas que en mi discurso se pueden notar es la resonancia  de los que me quieren y la resistencia a una buena cantidad de gente que no me quiere y detesta lo que hago. En cuanto a Uruguay, persiste lo esencial. Me siento un uruguayo en México, nunca dejé, salvo en períodos de flotación amorosa, de sentirme uruguayo. Hablando de dignidad, Uruguay para mí es una lección, en cuanto a su sociedad -algo que viene de Artigas- de dignidad y resistencia. La figura de mi padre -que alcanza una dimensión muy particular con su prisión política de 12 años- es una presencia permanente en mi vida, difícil, constitutiva.

10. Para terminar, en una realidad drástica en la que todo parece naufragar, ¿cuál es la tarea más urgente para una poesía que no se conforma con sobrevivir entre los escombros?

Hay que tratar de ser buenos fenicios. No mercantes: navegantes. Navegar, no en internet sólo, no precisamente. Navegar en la conciencia. Crear posibilidades. No todo está cerrado. Hace diez años cuando todo parecía más abierto -en Europa, sobre todo- no sé si no estaba más cerrado. El poder-no de los indignados es una esperanza. Se puede ir todo al demonio. Es posible. Pero insisto en que despertar a un cierto grado de conciencia vuelve imposible soñar el mismo sueño. En todo caso, profundizar en los grados de conciencia. No aceptar la homologación: “Nosotros, los poetas…”, “la poesía, que para nosotros…” ¿nosotros quiénes? Esto no es separar: esto es discernir. Hay una gran confusión en todo esto. La clase dominante no sé si está en riesgo. Pero la clase dominante no discierne entre poesía y poesía.
* Cortesía de Arturo Borra