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29 feb 2012

Por Javier Payeras


Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. 
Popol Vuh, Capítulo Primero 



Como escritor me cuesta mucho separar el texto del gesto artístico. Pienso en una prolongación de la sintaxis. Una simulación adscrita a las palabras. Somos cajas de palabras que tarde o temprano se abren dando una salida para que las voces acumuladas escapen. 
La literatura guatemalteca ha hecho visible esa tensión entre el silencio y la furia. Por una parte porque el silencio nos sobra. Un silencio que se mantiene en la epidermis, pero que nunca llega a permear en lo más profundo de nuestra sensibilidad. Quizá porque los fundamentos de la educación que recibimos se afirman sobre la premisa de que la moral se encuentra muy por encima de cualquier postura ética que nos muestre como individuos y no como meros reproductores de un discurso socialmente correcto, donde nuestros juicios en cuanto a temas como la familia, la política y la simbología nacionalista, son incuestionables. De esa manera las enormes escisiones sociales y políticas han dado como resultado un país fragmentado, muy dado a la censura y a la apatía. Las muy duras condiciones de sobrevivencia y las cicatrices de una historia cargada de impunidad, discriminación y violencia han sido determinantes para que el restallido creativo esté en vía contraria al status quo que simplifica temas como la memoria histórica o legitima el racismo, el machismo o la violencia. De eso que en las épocas donde se han recrudecido estos conflictos, la respuesta inmediata del artista sea una obra incisiva y crítica que abre la brecha para que generaciones venideras sigan transitando en la reflexión que nos propone. 

El acto poético en Guatemala ha tomado cuerpo fuera del texto desde la década del sesenta. Me parece que se trata de un discurso continuo. Un texto que sigue inconcluso y que desde entonces no ha terminado por definirse. Las propuestas literarias acompañaron el trabajo de artistas visuales que por ese mismo tiempo explorarían todas las posibilidades de un lenguaje contemporáneo que enunciara la compleja situación que afronta el guatemalteco ante sí mismo y ante su propio aislamiento frente al mundo. 

La presencia de artistas fundamentales como Roberto Cabrera, Margarita Azurdia y Luís Díaz comienzan a definir esa habla que surge luego de la frustración del sueño revolucionario y la vuelta al autoritarismo. En medio de la lucha armada y con la sobre-ideologización del arte tanto por la izquierda como por la derecha, estos artistas mantuvieron siempre una postura que apuntaba hacia el “individuo guatemalteco” sin que por ello su postura fuese menos beligerante que la de aquellos que desde el inicio abanderaron una consigna política sin matices y, muchas veces, simplificada en un discurso sin contradicciones. Cabrera, Azurdia y Díaz, lo mismo que Grupo Vértebra iniciaron la búsqueda de esa habla como una forma de resistencia; de eso que sea posible trazar una línea paralela entre el grupo Vértebra y el grupo Nuevo Signo o la obra de Marco Antonio Flores, en cuanto a la ebullición de una revolución pensada desde la cultura y no necesariamente de las armas o la apología machista-militarista a ultranza. 

La continuidad de esas “hablas” tiene poéticas expuestas en la multiplicidad que surgiría posteriormente, en la década del 70. La resistencia y el enfrentamiento de clase, se transforman en crítica a los paradigmas revolucionarios masculinizados abanderados por una, a todas luces, retórica militar absolutamente machista. La ruptura viene con la literatura que, desde la academia o la organización cultural, establecen escritoras como Luz Méndez, Margarita Carrera, Ana María Rodas, Carmen Matute y Delia Quiñónez. La influencia de Rodas es fundamental para acompañar propuestas afianzadas dentro de una nueva redefinición figurativa de esas contradicciones culturales que comienzan a subrayarse desde finales del setenta y que tendría una importante cercanía con lo que luego se convertiría en el grupo Imaginaria. El grupo Imaginaria irrumpe en las décadas del ochenta y ya para el noventa su aporte fundamental fue el de abrir las márgenes y de fijar un vocabulario contemporáneo en la interpretación visual que hasta entonces no había sido más que una manera de liberar una “vanguardia reprimida” o una experimentación fragmentada e intuitiva. 

2010



LA POLÍTICA KAFKA 

LITERATURA MENOR E IMPOSIBILIDAD DE ESCRIBIR DE OTRA MANERA 

(Breve reflexión sobre la escritura urbana posmoderna en Latinoamérica y su filiación con la literatura menor propuesta por Gilles Deleuze y Felix Guattari)


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Escribir o no escribir
La imposibilidad de escribir y de no escribir, de remedar un lenguaje que es apenas algo, o que lo fue o que lo será.
Escribir en las afueras de algo, en la miseria de algo, en las ruedas de algo.
Transmitir de forma exagerada esas sensibilidades extrañas, devolver, al reverso de la hoja, un insecto, verde, babeante.
Encender una máquina de guerra, sacar de la lata algunos desechos y hacer literatura con desechos; si se aprende algo al escribir es que cualquier esfuerzo es siempre menor, es tan difícil hacerlo, como dejar de hacerlo.
La literatura menor
Litterature mineur es un término que intenta acercarse no a la literatura escrita en un idioma menor, sino literatura que minorías raciales, sexuales o de cualquier tipo hacen dentro de la tradición acordada en una lengua mayor: un latinoamericano, un irlandés o un vasco o un homosexual, un adicto o un desadaptado dentro de la sana tradición y abolengo de una lengua respetable.
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El escritor menor macera una lengua históricamente impuesta, para utilizarla como una máquina de expresión de su deseo.
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Pero aparte de lo que representa el uso del idioma mayor o lengua mayor y el uso de la escritura como caballo de troya para las ideas antipopulares y anárquicas, existe en la literatura menor una actitud que busca abrir espacios.
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En la Política Kafka los espacios de convergencia con el mundo se instalan en sitios reducidos y asfixiantes; donde pugne lo individual con los triángulos de poder; donde el diálogo marque posiciones, no ejemplifique ni moralice con el discurso; donde el individuo no sea un fantasma edípico, sino salga de las zonas reconocibles dentro de las relaciones humanas; donde escribir se convierta en una propuesta política.
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Por otro lado la Literatura Menor adquiere un extraño valor colectivo.
El autor se constituye en una comunidad, en un Joseph K, que no designa a un narrador o a un personaje, sino a un dispositivo-jauría que surge de lo individual a lo colectivo.
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Así, en la L.M. se deshacen nudos sociales y suelen deformarse las relaciones con los “triángulos” de poder…
Deshacer nudos implica romper formas; las “formas” con las que habitualmente se presentan las relaciones entre seres humanos:
Gregorio Samsa termina sus días alejado de todo vínculo con su familia, con su comunidad y con el mundo, sin alcanzar a reconocer esta situación nueva, la metamorfosis, es una liberación sin salida, donde existe el sueño de escape, el sonido hipnótico que da la posibilidad al personaje de huir de su condición, un personaje que parte de su estado “normal” para visitar zonas de extrañeza que le permiten una percepción nueva de lo cotidiano.
En la Carta al padre no existe tal queja, es sólo una salida para desterritorializar al padre, para reducirlo y aplastarlo, llevarlo hasta su propio espacio de deseo.
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Se trata de una política del deseo, una manera de acercarse y abordar a la máquina-escritura desde una línea de fuga que da la posibilidad de deshacer nudos en su relación con los demás, partiendo de la impostura como una clara oposición al poder de la cultura o a la cultura en el poder.
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Pues el canon de cultura es impuesto por el ideal nacional de identidad.
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Las máquinas de expresión y desterritorialización de las literaturas menores desdeñan la Historia de la Literatura, como enunciado; su interés no es cívico, tampoco lírico; no pretenden hacer evocaciones y cantos a la raza; muy al contrario, buscan “agarrar el mundo” como definen Deleuze y Guattari ese anti-lirismo de oposición; se visibilizan en el poder subversivo de la palabra, son políticas –van en línea contraria al poder- y no ideológicas, ya que lo ideológico busca situarse dentro del canon de la cultura y, por supuesto, el poder.
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La literatura menor en la tendencia editorial urbana posmoderna
Las ciudades latinoamericanas crecen sin planeación ni control, condicionadas por el hacinamiento y las migraciones. No es de extrañarse que las literaturas urbanas posmodernas se caractericen por la desterritorialización del ideal del campo, la fascinación por el lenguaje conceptual, mediático o neológico y la deconstrucción del yo.
Difícilmente se puede rastrear en ellas, alguna nostalgia o alguna referencia autoconfesional.
Parecen, más bien, literaturas que se están escribiendo de forma acronológica.
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La filiación de estas literaturas urbanas menores, con el Kafka político de Deleuze y Guattari, es muy estrecha; editoriales independientes y grupos literarios que funcionan como máquinas de guerra, que visibilizan a través del enunciado, del manifiesto, pero sin la intención de reproducir el modelo de la vanguardia clásica, mas bien, personalizando lo que se ha identificado como “escrituras intertextuales”, que buscan abrir líneas de fuga dentro de su contexto, subvirtiéndolo.
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Este “terrorismo literario” se define por el rechazo a “representar” ese lugar común llamado Literatura Nacional ; la irreverencia ante la cultura canónica y la celebración del poder subversivo de la palabra: antidisciplinaria, anti-ideológica y anti-culturosa.
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En las líneas de fuga de estas máquinas de expresión se hallan las características que definen la Política Kafka:
La desterritorialización: funcionan contra una ontología de lo territorial, es común que las influencias más reconocibles sean los escritores esquizos, siempre en conexión con el cinismo, la desfiguración, el humor negro y el pesimismo recurrentes en los conflictos que plantean sus temáticas.
Articulación de lo individual en lo político: rechazan cualquier función puramente individual, deconstruyen el “yo” como mito, se alejan de lo sentimental y lo romántico.
El valor colectivo: toman distancia, incluso, de la concepción “confesional” de la literatura, para adentrarse en el deseo como único sentido de la existencia, en el dispositivo-personaje que reduce la vida a enunciado.
*
Literaturas urbanas borderline alejadas de lo “estético” como dimensión fundamental del pensamiento post-estructuralista, adentrándose en la separación “crítica” del poder, los mitos y la ideología; rehuyen a los lugares comunes del canon, a través de un laberinto de relaciones fantasmales con el pasado; partiendo de una literatura que se escriba a sí misma, imposibilitando otra salida, que no sea, su expresión absolutamente menor, indeseable e inocentemente mal intencionada. 

Guatemala, noviembre de 2003




Javier Antonio Payeras (Ciudad de Guatemala, 6 de febrero de 1974), poeta, novelista y ensayista guatemalteco

Es uno de los escritores que surgieron después del conflicto armado interno y forma parte de la llamada "Generación de Posguerra" que tuvo como punto de confluencia la Editorial X.

A partir del año 1998 se incorpora al movimiento emergente llamado Casa Bizarra, un proyecto de artistas jóvenes que introducen un híbrido de corte urbano y manifiesta discomplacencia con las tendencias artísticas comprometidas políticamente durante el conflicto armado interno en Guatemala.

Incansable promotor cultural, fue coordinador del festival Octubre azul en el año 2000, director de la Fundación Colloquia de Arte Contemporáneo y curador del Proyecto Crea del Ministerio de Cultura de Guatemala. Actualmente es uno de los organizadores y gestores culturales más importantes de Centro América.
Fue incluido en el Diccionario de Autores y Críticos Guatemaltecos escrito por Francisco Alejandro Méndez. 

26 feb 2012


"Una hebra de humor, y otra de melancolía. Este libro es una celebración de la vida, y sus avatares, goces, misterios y desazones, escrito con fresco y desenfado pulso  juvenil, y que cumple a carta cabal con el primer mandamiento del decálogo de Billy Wilder: no aburrirás."
Sergio Ramírez.  

Los días felices

[A manera de presentación]

Tanta razón tuvo Proust al comentar que los únicos paraísos verdaderos son aquellos que hemos perdido, y por ello esta recopilación rescata ―entre otros más recientes― textos primerizos escritos en la primera década del 2000, como testimonio de un decenio generoso, una década feliz.

Incluye también anotaciones de La vida diaria, propuesta de diario personal que ha venido siendo publicada en mis cuentas de Facebook (www.facebook.com/juarezpolanco) y Twitter (www.twitter.com/juarezpolanco), como un ejercicio sin mayor pretensión que la de mantener los músculos calientes, y que se ha convertido, gracias a sus seguidores, en una bitácora que evidencia quién he sido en ese tiempo, qué lecturas me influencian y cuáles han sido mis temores y alegrías. La selección aquí presente inicia en octubre de 2009 y termina en octubre de 2011, e incluye estancias en distintas ciudades de México, Chile y Nicaragua. Sobre estas notas, alguien comentó: “la verdad, Ulises, qué habilidad la que tenés ―más sorprendente porque ‘no te gusta opinar’― para incitar diálogos orgiásticos que ya van adquiriendo dimensiones nacionales. Aquí hay de todo, desde la medicina hasta la poesía, preguntas de psicoterapia, saqueos y juegos de beisbol, crianza de gallinas, música clásica y la guitarra de Clapton, tratados sobre la sociología de la edad, encuentros con Corín Tellado y David Foster Wallace, y quién sabe cuántas cosas más”. 

No me considero escritor ni poeta. Soy un lector que escribe porque necesita dialogar consigo mismo, y lo hago a través del humor (que abre un sinfín de posibilidades en la literatura, como atestigua Vargas Llosa), la ironía y la nostalgia, el sentimiento más completo según Bukowski. Mientras tanto, continúo en esta búsqueda, en esta travesía, rogando que el viaje sea largo, lleno de peripecias, lleno de experiencias, y que tiempo después, cuando voltee la mirada a ellos, sean también días felices como los de este libro.

Managua, octubre 30 de 2011.



Ulises Juárez Polanco (Managua, Nicaragua, 1984). Narrador, autor de las colecciones de cuentos Siempre llueve a mitad de la película (Nicaragua, 2008), Las flores olvidadas (México: FONCA/AECID, 2009) y Los días felices (Costa Rica: Uruk editores, 2011). Editor de Carátula, revista cultural centroamericana (www.caratula.net), y de El hilo azul, revista literaria del Centro Nicaragüense de Escritores. Entre otras recopilaciones, es uno de dos autores incluidos en los dos volúmenes de la Antología de la novísima narrativa breve hispanoamericana, que reúne “a los escritores de ficción más prometedores menores de 27 años”, editada por Unión Latina en 2006 (el perro y la rana) y 2009 (Grijalbo/Random House). En 2011 fue nombrado uno de Los 25 secretos mejor guardados de América Latina por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. 
Ha residido en México con una beca de escritor del gobierno mexicano en el Programa de Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica y de Haití en México (2009), y en Brasil, con una beca para estudios en leyes, comunicación y literatura en la Universidade de Caxias do Sul (2005). Es licenciado en Derecho (Magna Cum Laude) de la Universidad Americana, con un Diplomado en Historia de Nicaragua por la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, y un Curso de Especialización y de Actualización en temas de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca.

22 feb 2012

Una pequeña muestra de poetas ecuatorianos, apareció en el número 42 del Diario de Literatura y Gráfica Literal de México D.F., en diciembre de 2011. Preparada por el poeta guayaquileño Ernesto Carrión, esta selección, de cinco autores que en su mayoría no poseen obra publicada, pretende ampliar el panorama de nuestra poesía con voces emergentes que no pertenecen a esquemas preestablecidos y que no apelan a ninguna tendencia en cuanto a proyecto estético identitario. 


19 feb 2012

A continuación tres poemas de Cristian De Nápoli. Poemas forjados desde la fuerza rotunda de la experiencia que no permite fuga a los nombres y momentos de ese cosmos individual que entreteje la voz. Elasticidad de un lenguaje que apoya su discurso sobre la ficción de la vida. Diálogo constante donde el adversario es la realidad y sus sospechas.








CUANDO ME ACUERDO DEL CASO MADELEINE

La imagen, cuando me acuerdo del caso Madeleine,
de una playa en la noche portuguesa y dos médicos
sin fronteras recorriéndola mientras en el hotel sus hijos
duermen y no duermen junto a la pálida luz del Nokia
cruza mi mente acompañada por el rumor de un poema
de Philip Larkin, aquel donde el inglés aconseja
dejar de parir. No sé en el oeste, hoy, Catalina
pero en Tiflis Ekaterina ya se habría agarrado.

Hay algo que es el derecho a no afectar a nadie
llegando a la madrugada eufórico y a medias entonado.
Es similar al derecho a salir a las siete de la tarde
en bicicleta o tomar el tren porque se nos antojó.
El amor puede existir sin vacaciones mágicas en la playa
tal vez por eso es que demanda la perpetua disponibilidad
de unos días a la semana para esas escapadas gratuitas
y eventualmente ridículas si el que se escapa es uno solo.

El mundo no es de nosotros, los fiesteros hasta un punto
pero si un amigo viene con el dilema de la paternidad
nos infla el pecho la certeza de que podemos ayudarlo
con un consejo realmente para toda la familia:
en nuestra clase no se educa a los hijos en la India,
si no podés pagarle a una vecina cinco o seis noches al mes
sé padre, separate, repártanse la tenencia
y tenga cada uno con quien ir al cine o martes o miércoles.




DISPARO EN LA CANCHA

Hay consejos que no tienen el menor sentido práctico,
pareciera que el hablante no tiene nada que decir
sobre el asunto convenido y sí sobre otras cuestiones
que de repente se infiltran pero no a modo de digresión
sino confiando en que ese tema sacado del estribillo
de un cerebro mitad hueco mitad balada especulativa
sirva no ya de ocurrencia sino hasta de oportuno remate
para lo que íbamos diciendo.
Así fue lo de Nando, el entrenador de papi-fútbol,
con un agregado: su consejo fue
tan directo, tan comprimido en el mundo del fútbol,
que no podía sino hablar de otra cosa.
Me acuerdo bien: mientras la mitad de nosotros pensaba en un helado
y su novia bajaba las gradas con un gesto de ir a comprar una coca
y saludaba al profesor de tae-kwon-do y los dos desaparecían
(él caminando adelante como llamado por una obligación),
Nando tiró una orden: “todos conmigo”, al mediocampo,
después un par de reproches para los más egoístas,
luego una charla que fue una sucesión de pelotazos a cualquier lado
y por último el consejo, la obviedad al servicio del disparate:

“a la hora de recuperarla ser un equipo agresivo,
a la hora de tenerla estar tranquilo, pasarla bien”



SIN TÍTULO

Una niña tiene sueños que incluyen
la unidad del azul en un príncipe
y el descontrol del rojo en una barrabrava.
Pero una niña no va al cine cada semana
para después andar torciendo la realidad.
Una niña quiere el efecto de una verdad
clásica.
Una niña es el odio a las proporciones.
Así, lo que se haga mejor
nunca salda el error desde que uno
más astuto que tonto es infrahumano
y más tonto que astuto igual.
Dónde se vio, dice la niña,
que alguien pueda estar hoy hecho un tonto.
Tiembla la teoría de la relatividad
en los países donde sobrevive
la niña, lo más antiguo del mundo.
Y nos importa que crezca.
Y nos importa que no crezca. Y corremos
detrás de su pueblo por estas avenidas
buscando la imagen que se perdió,
la cara donde ella se reconoce.

Cristian De Nápoli (1972) nació y vive en Buenos Aires. 
Ocasionalmente edita libros (por el sello Black & Vermelho), organiza un festival de poesía (Salida al Mar), traduce (sobre todo del portugués) y escribe poesía, ficción y ensayos.
Publicó los libros de poesía Límite bailable, El ring y Los animales.

17 feb 2012

Texto leído en la tercera edición del Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira 2011


Sin embargo mi lenguaje es mi ideología 

Ernesto Carriøn 


Antes de comenzar diré únicamente que en este texto hay un viaje con agujero dentro. Un diálogo desarreglado. Un corte de gramáticos tendones donde la vida se tensa desde el origen del niño y la palabra hasta el surgimiento de un hombre y sus cabezas en un lenguaje convertido en un laberinto de hachas. Mi niño y sus manos llenas de libros contra la casa. Mi niño chupándose los tallos de los tréboles amargos y desenchufando una canción en los globos de helio. Mi niño que ya no soy yo, que hoy es Ezequiel y a quien acudo en un verso de este modo: “Ahora sé que a mi hijo le costará tener mi edad entender este libro” (verso de Los Duelos de Una Cabeza sin Mundo). Explico al auditorio entonces que lo que estoy leyendo aquí es un reciclado de todas las cosas que alguna vez quise decir y dije y otras que no. Repito esto para que no haya algún mal entendido entre nosotros: aquí hay un viaje con agujero dentro; un diálogo desarreglado e intervenido por recuerdos fugaces y manchas de una identidad a plazos donde me he prohibido a mí mismo masticar el freno, donde me permito avanzar con esa lógica cubista que ordena mis cabezas (sea la de la infancia, sea la de la adolescencia, sea la de la adultez) en una sola. Intenciones sobre todo agujereando la tabla de un cuadro de pensar donde reposa un hombre. Así avanzo y retrocedo. Así ansío deshacerme en los fragmentos difuminados por el deseo de responder con algunas palabras cómo llegue a la lectura y de dónde vino la escritura como un algodón empapado de sangre debajo de la lengua. Así al final no quedará ningún recuerdo de este diálogo desordenado y ustedes podrán irse con la sensación de que no se dijo nada aunque haya puesto toda mi vida en lo que dije, o de verdad lo haya dicho todo y no haya puesto absolutamente nada de mi vida en este texto. Así nace el poema. Así comienzo:

He de confesar que soy un pésimo lector de literatura. De hecho carezco de esa educación formal y alineada a través de corrientes y nudos históricos que tienen los estudiantes de literatura y los escritores de formación académica. A pesar de que aprecio aquella linealidad elegante, he sido desordenado y bastante. Leo desordenadamente, y casi siempre lo que me cae en las manos y que tiene que ver conmigo y si no, lo leído encuentra su jaleo hasta enfrentarme. Hay un cordón misterioso que ha enlazado el encuentro de ambos: del libro y de mi yo lector. La magia del reflejo está en la posibilidad de trisarme oculta en unas cuantas palabras. Cuando era adolescente y quería dar con Dios leía hasta tres libros por semana (uno de filosofía, uno de poesía y uno de narrativa y me gustaba intercalarlos en un deleite de horas) al final no di con dios, pero sí con mi primer poemario. Recuerdo que amé a Feuerbach y a Nietzsche y que odié todas las verdades de Schopenhauer. Así termina esta introducción de amor a uno mismo. Soy un lector desordenado, que escribe ordenadamente sus libros, y que no tiene formación académica dentro de las letras. Un libro siempre me ha llevado a otro y a otro hasta el infierno. En mi desorden de lector voraz he ido dejando libros a medio leer que algún día retomaré, en mi escritura además he ido dejando textos que rescato a veces, que reciclo. ¿Quién dice que en la literatura no se recicla? Todo se recicla. Todo al fin cuenta. Y esto que estoy leyendo aquí en este momento es un reciclado de todas las cosas que alguna vez quise decir y dije y otras que no. Aquí hay un viaje con agujero dentro (verso de Los Diarios Sumergidos de Calibán). Un niño con sus manos llenas de libros contra la casa. Un algodón empapado de sangre debajo de la lengua. 

Pero hay que volver al inicio. Al instante en que se gestó todo este amor por la lectura (que luego se convertiría en obsesión por la escritura). Hay que probar que es posible viajar en el tiempo a través de unas pocas palabras. Avanzo. Retrocedo. Estoy entonces en un departamento pequeño en la parte del sur de la ciudad de Guayaquil, donde vivíamos con mi madre y mi hermana. Ese círculo de tres cerrado con cariño por las noches cuando volvía del trabajo mi madre y nos leía cuentos. Recuerdo esa colección de Cuenta Cuentos que incluía casetes de audio que preferí destripar a su descuido para poder tener su voz todas las noches. Recuerdo por primera vez haber recreado rostros en las manchas de la losa. Recuerdo estos rostros que luego tendrían nombre y que ubicaría en hojas llenas de dibujos como historietas por la madrugada. Empieza así mi insomnio con esos libros a los 7 u 8 años de edad. Con esos rostros extirpados a la losa y esas historias que escribía y coloreaba entrada la madrugada hasta las seis de la mañana y que al graparlas se las entregaba a mi madre diciéndole que aquello era un libro. Que aquel manojillo de hojas garabateadas y con escritos debajo era de verdad un libro. 

Y esto no es un cuento, pero quizás en nuestra boca todo es un cuento. Pienso en la escritura. En ese útero empeñado en disminuirse (verso de Demonia Factory). Voy ahora al espacio en que quedé colgado entre el final del colegio y el inicio de la Universidad. 1996. Boston College: hay un muchacho sentado en su ventana escribiendo versos sobre la nieve. Piensa en un círculo de temores donde aparecen el amor y el crecimiento. La nieve atrapa los metales de su pensamiento. Piensa en el frío y observa como su cerveza se cubre en un segundo de telarañas. La luna también es una telaraña atrapada en el fondo de una botella. Piensa este muchacho en la escritura y lee Ortega y Gasset y el cuento de La Dama o el Tigre. No sabe qué puerta abrir. No lo sabrá al menos por 15 años más. 

Avanzo, pero vuelvo a mi infancia. A mi madre y su segundo matrimonio. Yo y mi silencio. Yo recogido en mí mismo. Yo y los libros comprados para el hogar donde había desde literatura infantil, pasando por la ficción, hasta narrativa latinoamericana. Comprendo bien que el no acoplarme a la nueva familia me empujó a buscarme un hogar en un sinnúmero de libros. Entonces fui tremendamente feliz leyendo a Robert L. Stevenson, Emilio Salgari, Mark Twain, Julio Verne, Alejandro Dumas, entre otros. Llene mi vida de libros y si tuvieron una influencia marcada, propia de mencionarse, sería solamente visible en ese viaje que aún experimento al abrir un libro (ese desprendimiento parecido a un mecanismo de liberación), esa capacidad de permitirme trasladarme a espacios y épocas distintas (por más trillado que esto suene). Llené mi vida de libros desde entonces y estos me acompañaron y acompañan en todas las etapas por las que viajo. Avanzo. Año 2001. 12 de la noche, en esa casa contaba con un estudio donde mis libros y yo pasábamos nuestro tiempo juntos. Casi siempre haciendo cosas como escribir y planificar otros libros gracias al insomnio. El insomnio a esos 24 años se agolpaba en las paredes a pulir retratos. Tocaba en mi cerebro su marchita fúnebre de ovejas. ¿Llovía? Creo que llovía sobre Guayaquil y oí esta frase: ¿Vienes a la cama/ tengo celos de la maldita poesía? Hago aquí un silencio por todo el tiempo que adeudo a mi familia y a mi propia vida que quedó enlutado y enjaulado para siempre en horas de lecturas y escritura. Quien lee y escribe trabaja contra el mundo. En su espalda se aglomeran las edades de sus hijos, los amigos desaparecidos, las tardes que se evaporan frente a la casa como un muerto sin pantalones a media siesta pero descomponiéndose entero. 

Avanzo pero vuelvo a mis 18 años. Había terminado de leer Demian de Herman Hesse. Había tenido que salir a respirar sobre la vereda de mi casa y de pronto sentí todas las casas tambalearse, quebrarse el aire, a las nubes derretirse hacia mis oídos. Sentí miedo y placer. Me dije entonces: esto es un libro: esto que produce escozor y duda y recogimiento y coraje y pena. Escribir es mantener la lucidez en medio del torbellino; se trata al fin y al cabo –como dijo Perlongher- de una lucha atroz y solitaria por deformarlo todo”. Así debía escribirse. Acordé entonces que lo que me propondría a escribir no debía suceder como una operación matemática o de reflexión pura (menos aún como breves narraciones sobre la cotidianidad de mi vida), sino que este libro debía levantarse como una propuesta en debate con la realidad. Comprendí que iría a elaborar textos divorciados de todo preciosismo (sin alejarse de la estética) y de todo intelectualismo donde no esté implicado su protagonista (sin alejarse de la ética). Wittengstein, de por medio. Y que mi libro debía iniciarse en el sitio donde se han consumido todos los libros posibles y todas las voces posibles. Que debía transformar mi trabajo en un devenir progresivo de mi identidad (recordando que las identidades fueron derribadas desde la modernidad, y que ya nadie es un “todo como tal”, una identidad clara o transparente, sino una extensión de seres, cosas y conocimientos en los cuales deambulamos fragmentariamente. Y que -como dijo Bretón- “la historia de la poesía moderna es únicamente la historia de las libertades que se han tomado los poetas respecto al Yo”). 

Sin embargo la literatura no puede cambiar el mundo. La poesía, por ejemplo, no puede cambiar el mundo; sin embargo “el mundo no vuelve a ser el mismo después de un poema”, dice el poeta español Jorge Riechmann. Pero hay libros que incendian verdaderamente nuestra percepción de la realidad. Creo en esto. Creo, incluso, que la lectura puede llevarnos a vías de mayor tolerancia. Enfrentarse a un autor es, de cualquier modo, enfrentarse a una forma distinta de mirar la realidad. Enfrentarse a un sinnúmero de probabilidades y verdades escogidas. No creo en aquella literatura que no dice nada. Que no está comprometida con la búsqueda de las soluciones a las preguntas esenciales. Dar con mi rostro. Escupirme una verdad en la cresta abierta de mi cráneo en llamas. Siempre los libros más importantes en la vida de uno, son aquellos que han causado un impacto de tal magnitud, que afectan nuestra percepción de la realidad. Debe ser que el mundo no vuelve a ser el mismo después de ciertos libros. Pienso entonces en Demian de Herman Hesse, en Así habló Zarathustra de Nietzsche, en La Evolución creadora de Henry Bergson, en El mundo como representación de Schopenhauer, en Personae y Los cantos de Ezra Pound, en Arte y Poesía de Martín Heidegger, en El Oficio de vivir de Cesare Pavese, en Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio de Henry Miller, en el Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel, en Los Cuatro Cuartetos de Eliot, en El Antiedipo de Deleuze y Guattari, en casi todos los cuentos de Borges, en casi todos los cuentos de Cortázar y Onetti, en casi toda la poesía de Pessoa, en casi todos los ensayos de de Valery, así como en su cementerio marino. Todos estos libros, citados, cambiaron mi concepción ética y estética de nuestro mundo. Todos estos libros replantearon en mí otras rutas posibles –tanto morales como artísticas- para mi trabajo poético. 

Avanzo nuevamente en este diálogo desarreglado. Octubre de 2011: Universidad de Cuenca. Encuentro de Literatura Alfonso Carrasco Vintimilla: Hablé sobre Poesía y Tecnología y alguien me entendió mal. Alguien pidió mi opinión sobre qué es lo que considero debe ser la poesía y esta es mi respuesta: ¿Amo lo que me limita? ¿Duermo envuelto en lenguaje? ¿No queremos acaso a veces ir más allá del lenguaje, porque sentimos simplemente que no abarca todo lo que necesitamos gritar? Sé que este lenguaje me limita, sin embargo este lenguaje también me da la forma, me otorga la vida y abre el mundo ante mis ojos, nuestra relación termina siendo la de un canibalismo consentido, tiene la marca de la unidad desgarradora. Sin embargo mi lenguaje es mi ideología, existe en constante consonancia con el sujeto que la emplea. Mi lenguaje es lo que yo quiero hacer de mí, lo que creo de mí mismo, lo que me dibuja sin temor frente a los otros. Mi lenguaje dice de mí, todo el tiempo, cosas que mi silencio solamente arroja a posibles interpretaciones. Y la poesía, que tiene siempre la intención de modificar este mundo, está inflada de lenguaje, es por esto que siempre que hablemos de poesía estamos hablando de política y amor e ideología. 

Dos últimos recortes: Casa del Vedado. La Habana 1995. Soy un chico inclinado sobre una máquina de escribir que bebe café amargo y espera que lo que brille al final de esta batalla con la página en blanco sea el elefante aplastado de un poema (verso de Los Duelos de Una Cabeza sin Mundo). Allí escribía en un estudio pequeño de una mansión arruinada. Creo no equivocarme al decir que allí sentí por primera vez que iba a ser escritor. Me había sido obsequiado un libro del poeta Félix Pita Rodríguez donde leí esta línea: “Mosca con intenciones de reconstruir el mundo”, sin saber que aquel verso me estaba condenando para siempre. 

Avanzo al final. Un niño se toma del cuello, siente escozor. Ve a una niña sentada junto a él. En su overol el sol chapotea únicamente sobre la pequeña superficie de los botones. No encuentra las palabras. Suda el niño. Trata con sus deditos de ensanchar el cuello de su camisa. No sabe qué tiene. Qué enfermedad le está pidiendo ahí en medio de ese patio escolar que hable, que diga algo, que emita algún sonido. La niña no dice nada, pero sonríe. Hay que escribir, sospecha. Hay que pronunciar alguna cosa. 


Santiago de Guayaquil, 22 de noviembre de 2011


Ernesto Carriøn (Guayaquil, 1977) Es autor de La muerte de Caín, cuarteto formado por los poemarios: El libro de la desobediencia, Carni vale, Labor del extraviado y La bestia vencida (CCE, 2007), que es, a su vez, el primer volumen de una trilogía única titulada Ø. Del quinteto Los Duelos de Una Cabeza sin Mundo, han aparecido: Fundación de la niebla (Cascahuesos editores, Perú, 2010), Demonia factory (Zignos, Perú, 2007; Eskeletra, Ecuador, 2008; Limón Partido, México, 2009; El Conejo, Ecuador, 2011), Monsieur Monstruo (Ed. de autor, Ecuador, 2009) y Los diarios sumergidos de Calibán I (Doble Rostro editores, Ecuador, 2011). Además ha publicado: Toma esta cabeza mestiza por donde rodará un dios judío (Santa Muerte cartonera, México, 2008), la plaquette Los diarios sumergidos de Calibán (Conaculta, México, 2009), Bóveda 66 (Matapalo cartonera, Ecuador, 2010; Mantis editores, Guadalajara, 2011), Ghetto Americano (Catafixia editores, Guatemala, 2010) y Cyborg Democracia (Dadaif cartonera, Guayaquil, 2011). Tuvo a su cargo el volumen Identidades a plazo. Recopilación de textos de pacientes del Hospital Psiquiátrico Lorenzo Ponce (CCE, 2008). Ha sido Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2002), Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín (2007), Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade (2008), Finalista del II Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira (2009), Becario del Programa de Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica y Haití (FONCA y AECID, 2009) y Mención Especial del III Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira (2011). Trabaja en 18 Scorpii, volumen que cierra su trilogía.

13 feb 2012




La Pontificia Universidad Católica del Ecuador y su Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura, a través de la Escuela de Lengua y Literatura, convoca al XXXVII Concurso por el Premio Nacional de Literatura “Aurelio Espinosa Pólit” 2012 en el género POESÍA, que se sujetará a las siguientes bases:


1. Pueden participar en él todos los escritores ecuatorianos.



2. No podrán intervenir en el concurso quienes hayan ganado el Premio Nacional de Literatura “Aurelio Espinosa Pólit” en alguna de las convocatorias en el mismo género.



3. Los participantes deberán entregar un poema o conjunto de poemas, estrictamente inéditos, con la extensión suficiente para que puedan ser editados en forma de libro.



4. El plazo de admisión vencerá a las 17h00 del viernes 6 de julio de 2012. Solo se aceptarán las obras recibidas en la Dirección de la Escuela de Lengua y Literatura hasta el día y hora del vencimiento del plazo de admisión.



5. Los sobres cerrados que contengan los nombres de los autores se entregarán a un notario público en el momento del cierre de la recepción de las obras. La apertura del sobre correspondiente al ganador se hará en presencia de dicho notario. Sólo se aceptarán las obras recibidas hasta el vencimiento del plazo de admisión, incluso las enviadas por correo.



6. El jurado escogerá una sola obra para el Premio Nacional de Literatura “Aurelio Espinosa Pólit” 2012, podrá declarar desierto el concurso, y sus decisiones serán inapelables. Los nombres de quienes constituyan el jurado se darán a conocer con el veredicto la primera semana de septiembre de 2012.



7. El Premio consiste en la cantidad de USD 5.000,00 (cinco mil dólares estadounidenses), que se entregarán al triunfador en un acto especial en conmemoración de la fundación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.



8. El Centro de Publicaciones de la PUCE hará la primera edición de la obra premiada; el autor recibirá el 10% del número total de ejemplares editados y, en otros aspectos de la publicación, se sujetará a lo establecido en las normas generales del Centro.



9. Los sobres correspondientes a las obras no premiadas serán destruidos en presencia del notario inmediatamente después de que el jurado emita el veredicto. Las copias de las obras no premiadas no se devolverán a sus autores y también serán destruidas.



10. Los concursantes observarán las siguientes normas:

a) Firmarán los trabajos sólo con seudónimo.

b) En un sobre aparte, totalmente cerrado, incluirán una tarjeta con su nombre completo, número de cédula de identidad, domicilio, ciudad, correo electrónico y número de teléfono.
c) En la parte exterior del sobre que contenga estos datos, consignarán solamente el seudónimo y el título de la obra.
d) Los trabajos se presentarán en tres ejemplares debidamente encarpetados, escritos a máquina o computadora, a doble espacio y en una sola carilla de papel tamaño INEN A4.


11. Las obras concursantes se enviarán a la siguiente dirección:

XXXVII Premio Nacional de Literatura “Aurelio Espinosa Pólit”
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura
Escuela de Lengua y Literatura
Oficina 108 FCLL
Apartado 17-01-2184 Quito

7 feb 2012

Con este libro Casa de las Iguanas inaugura su sección Libro de la Casa, biblioteca virtual donde se almacenará lo más relevante de la última poesía latinoamericana en libros de libre descarga para los lectores.

Libro disponible aquí.





Sobre Zalagarda por Reynaldo Jiménez (en un correo electrónico):

acabo de leer de un tirón tu impecable zalagarda.
se asiste allí a un montaje que mucho tiene de cinematógrafo (en la acepción divertida de bresson: algo que acontece a/en "tiempo real"), que coloca la atención en un ritmo de intermitencias a través del suspenso de la página siguiente (¡que esto se logre!) (y a la carne en una especie de corriente de erizamiento, agregaría).

me encanta el libro. es de una coherencia re-concertante. las cosas pasan y vuelven, como la nítida entonación de los fragmentos o zonas (más bien zonas y lo que se produce tiene el volumen de unas voces, los rectángulos en tanto parlantes visuales), como los puntos medio fulminantes, y ese fraseo con exactitudes diamantinas, adonde no se sabe (y qué alivio, rodrigo, no estar sabiéndolo, que nada impida ya el desbordamiento implicante) si no es por cierto un ensayo lo que se está leyendo...

pero no. pero sí. recapitula, el textil (me agradó reencontrarme con le goff y su traducción) toma la perspectiva de una nueva entrada en materia, a partir de imágenes-situaciones que por un lado discurren en sus carriles y por el otro se van (por sus cabales: caballos que traen la otra conciencia, la de la instalación verbal —instalación mental) entrelazando.se.

me gusta el ritmo que incluye todas esas irregularidades pulidas hasta la traslucidez, sin perder la rareza de sus resistencias (el quid de la mirada) (la fuerza de entidad que has creado con la turista china es una figura tan intensa y completa como las ánimas carnales de las artes (pintura, incluso) de otras "eras" (auras) y la aparición de la extrañeza como un punto de roce del misterio infinito todo concentrado en la conciencia del enigma de la presencia, ajena, "propia" (creo).

un punto infinito quiero decir, ágil como esa intermitencia de los puntos de vista que pones en movimiento, de las experiencias o de los andariveles de percepción, el diario, el viaje, la identidad, las vidas paralelas, lo intraducible, intermedial, la historia o el pensamiento (oblicuo inquietante) de lo real, al mismo tiempo la levedad, una ligereza atmosférica para decir tantas cosas. "como si nada".

Abrazo desde Buenos Aires,

Reynaldo Jiménez



Rodrigo Flores Sánchez (ciudad de México, 1977) es autor de los libros de poesía estimado cliente (Lapsus, Uruguay, 2005 y Bonobos/Setenta, México 2007), baterías (Invisible, México 2006), Zalagarda (Mano Santa, México, 2011) y Tianguis (en prensa); y coautor del libro de ensayos Deniz a mansalva (Tierra Adentro, México, 2008), sobre la obra de Gerardo Deniz. Intervenir, libro escrito en colaboración con Dolores Dorantes, ha sido traducido al inglés y ha aparecido en distintas publicaciones como Aufgabe y Mandorla. Obtuvo la beca Jóvenes Creadores (2007-2008), que otorga el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Fue fundador y editor de Oráculo. Revista de poesía (2000-2009), que consiguió en cinco ocasiones la beca Edmundo Valadés de Apoyo a la Revistas Independientes que concede el Fonca. Ha traducido poemas de Jack Spicer, Muriel Rukeyser, Gertrude Stein y Hannah Weiner. Su obra ha aparecido en distintas publicaciones nacionales e internacionales, y en varias antologías y muestras de poesía. Actualmente vive en Barcelona donde cursa un máster en creación literaria.

3 feb 2012

Presentamos a continuación tres textos de la gran poeta y narradora argentina Luisa Futoransky, quien estuvo de paso por Ecuador hace unos meses. 

Tres poemas como anticrónicas de viajes, donde la voz asume lugares y personajes de una forma siempre atrevida e inteligente. Poesía que pareciera jugar con el límite de lo que es lo real y lo que el individuo asimila como la realidad dibujada en sus vueltas geográficas. En los asentamientos nómadas de sus fotografías donde la memoria busca a toda costa ser memoria. 


NARCISA LÁINEZ 

Una línea de hace 17 años dice: ayer, en Tarazona, fui caminando al pozo de los Aines.
Me contaron que era un judío que contra los preceptos de su dios trabajaba los sábados, otros dijeron que lo acontecido fue justo porque no quería trabajar en sábado. Por una u otra razón o todo lo contrario cayó dentro, con su recua. Para que el castigo no se olvide, abajo todo quedó verde, siemprevivo. 
Un geógrafo afirmó que se trata de una cavidad kárstica. Un doctorando dijo que es un pozo de riego medieval. Los jardineros señalan que en el fondo prolifera el extraño helecho llamado “lengua de ciervo”. El propietario actual insiste en que los turistas no le jodan los olivos. 
De Tarazona conservé dos palabras para el arcón del poema: cierzo y Moncayo. Pero que a lo mejor son una. 
Y que en el campanario de la iglesia anidan cigüeñas. 

En hebreo ayn es ojo y manantial y en árabe también. En algunas leyendas el judío se convierte en moro. Otras, más castellanas, refieren que una muchacha, la Inés, se cayó en el pozo, dando así origen al Pozo de la Inés
Aunque lo diga la línea, como estar estar, pongo mi mano en el fuego que nunca llegué ahí. Algunas veces la saco nívea; otras, chamuscada hasta la matriz.


LOUVRE, HOY:



Título:
La bruja de Laponia observando con delectación desde una roca, capa al viento y puños cerrados, el naufragio de un navío a causa de la tormenta que ella misma ha provocado.
Cada uno respetando su rol; el mástil incrustado de salpicaduras
-presumo sanguinolentas-, y aullidos de los marineros.
Cielo y mar sin escapatoria, renegridos. Volutas del oleaje, malvadas.
La bruja en su roca, de perfil, más bien una esfinge.
Nadie puede ayudar a nadie, nosotros tampoco.
George ROMNEY, fecit, aguada de 1775.
El sabrá por qué.



SAN SILVESTRE

Desquiciada, la bailarina se fue por las ramas. Una escala de trenza, seda y nube la condujo al paralelo de hoyos y algas. Dicen que así es la vida de sirena.
A la arpista le crecieron tersas alas de fuego en las pinturas del Louvre y la dejaron de perfil en el ángulo izquierdo de las legiones angélicas.
La amorosa pereció en bulevares más desiertos y helados que los de Novosibirsk. La apasionada en un hospicio, la esbelta se evaporó de la lámpara de Aladino para nunca más volver. Todas las que no soy la noche de San Silvestre.
Pero aún desean.

La lluvia de tanta ceniza ciega el horizonte del día después.

Moraleja, si cabe:
Los animales que no alcanzaron a entrar en el Arca (de Noé) se alojaron en nuestro inconsciente: erinias, quimeras, dragones, salamandras, por ejemplo.
Esta noche soy o parezco
Pollito Fénix


Luisa Futoransky nació en Buenos Aires en 1939. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Partir, digo, El diván de la puerta dorada, La sanguina, La parca, Enfrente, Cortezas y fulgores, De dónde son las palabras, Ortigas; una antología de su poesía fue publicada en 2002 por el Fondo Nacional de las Artes, Argentina; novela: Son cuentos chinos, De Pe a Pa, Urracas, El Formosa; ensayo: Pelos, Lunas de miel y tiene inédito: Crónica de supersticiones urbanas. Sus libros han sido traducidos al francés y al inglés. Ha sido distinguida por Francia con la orden de Chevalier des Arts et Lettres y ha obtenido las becas Guggenheim y del Centre Nationale des Lettres. Por su obra ha recibido, entre otros, el Premio de poesía Barcarola (España), en tres oportunidades el premio Fondo Nacional de las Artes (Argentina) y Bienal Lorenzutti (Argentina). Reside en París.