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30 mar 2007

LOS NOMBRES DE LA VIDA:
MANICOMIO DE MAURIZIO MEDO


Por Raúl Zurita

Manicomio de Maurizio Medo es una de las mayores conquistas que la poesía en nuestro idioma puede exhibir de aquellas zonas que, anidados en el fondo de lo humano, no habían encontrado una lengua que los expresara. Para hablar entonces de este poema debemos retroceder a aquellos momentos en el cual la palabra, el más peligroso de los bienes, se escinde entre el mito y la historia, entre la imagen y la razón, y volver a situarnos en la derrota civil de la poesía, es decir, en ese nudo ciego que a partir de Platón, decretó la expulsión de los poetas de la comunidad de los hombres. Lo que Maurizio Medo nos muestra acá es, antes que nada, una gran metáfora de la expulsión de la poesía, una de las más lúcidas y poderosas que hoy podamos leer, y cuyo correlato debemos buscarlo en Rimbaud. El punto central desde el cual se levanta Manicomio es el mismo punto central que toca Una temporada en el infierno: el confinamiento por parte del poder de todas las potencias desarticuladoras y liberadoras del lenguaje.

Sabemos por Foucault que en la modernidad el manicomio viene a ocupar el lugar de los leprosarios y que será ese lugar donde todas las reservas de fantasía, de pulsión, de fiesta y de muerte del discurso son recluidas. Lo que esta obra de Medo nos muestra es que el papel del poema es en primer lugar constituirse en el manicomio del lenguaje, recibir allí a todos los expulsados de la razón, a todos sus mendigos y sus ángeles, a sus criminales y sus místicos, otorgarles un sitio, y en segundo lugar liberarlos para que sea entonces ese pequeño representante del poder: el lector, el que contaminándose de esas palabras santas, malditas, alucinadas, pueda reconocer los trazos de una libertad hasta ese momento desconocida. Es la libertad del poema. Asistimos así como lectores a la escenificación de un palimpsesto donde los personajes de este libro: Mandil-mandril, Gilda, Carroll, Francesca, el falso Ginsberg, Alicia, doc., y todos los que allí comparecen, hacen presente residuos de idiomas, de lenguajes, de textualidades, moviéndolos con una potencia tal que, juntos con mostrarnos el subentendido metafísico de todas aquellas narraciones que llamamos historia, dibuja el nuevo escenario de lo que podemos todavía denominar escritura.

Así, esta obra se vuelca permanentemente sobre sí misma negando cualquier concepto de límite o de término, y continúa y es continuada por el Inferno de Dante, por la citada Temporada en el Infierno, por los Cantos de Maldoror de Lautreamont, los Cantos Pisanos de Pound, por el Aullido de Ginsberg, por el Teatro de la crueldad de Antonin Artaud, mostrándonos de paso la simultaneidad esencial de todas las escrituras (el instante que escribe Dante es el mismo instante en que escribe Homero y que escribe Virgilio y que escribe el poeta joven que prepara su primer libro) y que escribir es poner en juego todo el universo de los textos en su absoluta contemporaneidad. La escritura es la negación de la historia, pero sólo el poema puede hacer esa crítica extrema, él niega el tiempo y es a la vez el tiempo, su consistencia es precisamente esa marginación absoluta de la comunidad donde sí existe la narración, el pensamiento, la crítica literaria. Esa alteridad donde se sitúan los personajes de Manicomio es también la alteridad del poema. Quien escribe suspende su vida y por ende suspende también la muerte y esa es la comunidad confinada de la poesía donde todos los poetas comparecen, exactamente en el mismo instante, y donde tanto la idea de las influencias, como lo presenta Harold Bloom en su sobrevalorado Canon, como la noción de intertexto, se ven radicalmente sobrepasadas. Todo gran poema es todos los poemas. Manicomio como toda gran poesía, desmiente la noción de un autor único, de un poema único, para hundirse y multiplicarse en el mar general del habla, en esa primera gran escritura que es la oralidad.

Pero acerquémonos un poco más a los personajes de Manicomio. Lo que nos plantea su vertiginoso jerguismo, sus distorsiones sintácticas, sus quiebres de significantes, su hibridación de los lenguajes llamados cultos con los populares (Dante es un alienado en Manicomio y a la vez es Dante Alighieri), es que la distinción entre lengua escrita y lengua hablada no es tal y que ambas son escrituras del primer lenguaje: el gestual. Pero ese lenguaje, aquel que devino en conciencia, sigue siendo el único campo donde locura y razón borran absolutamente sus fronteras. El habla es la escritura del gesto y por ende toda habla es metafórica. Un loco lo sabe, por eso su discurso carece de doblez. Ha prestado su cuerpo para ser otro:

Porque yo soy el Otro cada vez, y me mato
Como a eterno enemigo y me huyo por los mares

Y las tierras y los cielos, sí, de mi arrebato.

Lo que Manicomio no está mostrando es que un ser razonable sólo puede poseer un nombre. Un demente no, él está poseído por el o los nombres. La ilusión metafórica del hombre razonable consiste en la creencia de que él puede ser representado por un nombre. El realismo del loco es que él representa al nombre. En el primer caso un nombre, aquel por el que se conoce a un hombre razonable, es siempre un vacío que él debe llenar con sus expectativas: ser famoso, tener dinero, ser un buen padre, el discurso razonable es el vacío operando sobre el vacío. El hombre razonable no actúa el nombre, por el contrario, pasa la vida actuando para darle un significado a se nombre, para llegar a tener un nombre. El alienado que dice ser Napoleón pondrá su mano entre los botones de su chaqueta y actuará, será el nombre. Los personajes de este libro al preguntarse quiénes son, qué es tener un nombre, qué es llamarse, nos devuelven a esa lengua de señas, de balbuceos, de gruñidos que está en el origen de lo humano y simultáneamente a la desconcertante traducción y traición de las palabras:

¿Soy aún la blonda niña que sin poseer deseo sedujo al preceptor?
¿O sosoy el otro, aquel a quien llamaman pedoófifi lo
halando su dulce voz de ruiseñor?

Y su pregunta se nos extiende a nosotros sus lectores: en el vértigo de los nombres estos no hacen distinción entre las categorías que nos impone lo razonable. El poema borra sus confines para extenderse por el cuerpo de todas las escrituras, de todos los nombres, entregándonos un infinito de sentidos, de vidas posibles, de relaciones, donde la metáfora es finalmente el lenguaje, esto es, el océano incolmable de todas las posibilidades de enunciación. Pero esa es la razón del por qué del confinamiento de la poesía, del por qué de su expulsión de la república. Su poder radica en ese infinito de sentidos donde el silencio actúa sólo como un sentido más, como un correlato gestual más. Pero para el poder el silencio representa la verdadera carga amenazante. Allí donde opera el revés del habla, su no dicho, su silencio, el poeta ve otro nombrar más, para el poder ese otro nombrar más es aterrador. El fascismo persigue los discursos porque lo que quiere apresar es el silencio. Equivocadamente presume que la poesía es la fortaleza que guarda el tesoro del silencio.

Este sentido escatológico que se desprende de Manicomio nos habla entonces de un terreno que de conquistarse en la vida significaría ni más ni menos que la reversión de todos los valores y –siguiendo a Nietzche- el retorno de Dionisios como el dios sin metáforas (la fiesta pura, es la acción pura, la celebración pura) y, más cercanamente, más profundamente si se quiere, significaría la ciudad de la ardiente paciencia de Rimbaud donde la famosa imprecación “el canto de los cielos, la marcha de los pueblos. Esclavos, no maldigamos a la vida” reencuentra el significado que la razón le ha negado. Esta carga utópica que subyace en Manicomio, es el campo de una lucha en la cual la existencia de la poesía es el único sostén de una posible nueva natividad donde librados de la tiranía de los nombres, es decir, liberados de la tiranía de la identidad, eso que persistimos en llamar lo humano reinvente los sentidos plurales de su libertad. Es sólo un vislumbre y es difícil ir mucho más lejos. Sea lo que sea, en medio de la vastedad de la poesía latinoamericana, de su resistencia, de su tumefacta y prodigiosa realidad, lo que Maurizio Medo ha puesto en juego con Manicomio es el significado más acuciante que se pueda tener desde este lado del mundo el je est un autre de Rimbaud.

Es esa la radical crítica de la poesía. Su marginación no es otra cosa que la cara actual de una expulsión ancestral. Hoy esa crítica es una crítica a la economía y su único argumento, el más poderoso, fuerte para los poetas desde Baudelaire, es que no se vende, que la poesía no se vende. Pero hay que entender eso: la poesía no se vende. Sus tirajes exiguos, la ausencia de lectores, es la condición de la poesía misma hoy. Ella no puede sino no venderse porque le tocó cruzar por lo más despreciado, por lo más desesperado, por la zona más excluida del mundo. Su parentesco es más que nunca con los olvidados y recluidos de la tierra, y es posible que sea esa reclusión sea la estación más desoladora que los poetas han debido cruzar desde que fueron expulsados del reino de este mundo. Si a los poetas les tocó en un momento inventar el futuro, darle su comienzo: Isaías, Homero, Virgilio, ahora les tocó ser los sostenedores de la agonía del lenguaje. Pocas obras han indagado tan poderosamente en esa tarea de la poesía hoy como este libro, como este poema. Lo proverbial es que Manicomio no se refugió en una interrogación sobre la poesía en el sentido usual, sino que su pregunta fue infinitamente más despiadada, más extrema, más visceral, su pregunta fue por la vida o, lo que es lo mismo, por los nombres de esa vida, por el afuera del poema. Pero el afuera del poema es el inmenso territorio por liberar. Muy pocos poemas de nuestro tiempo han apostado tanto a la esperanza como este poema crucial y desesperado.

27 mar 2007

ENCUENTRO DE ESCRITORES Y MINISTROS EN CARACAS

En el marco del Fondo Cultural del ALBA, se dio a cabo el II Encuentro de Escritores Cuba – Venezuela, entre los días 22 y 23 de marzo. Además de escritores y autoridades culturales de los mencionados países, asistieron como invitados sus pares de Ecuador, Bolivia, Antigua y Barbuda, Dominica, San Vicente y Granadinas y de Nicaragua. La cita, en las instalaciones del Hotel Caracas Hilton, se dio para intercambiar ideas sobre nuevos mecanismos de integración de las culturas latinoamericanas. Presidieron el encuentro los ministros de Cultura de Venezuela, Francisco (Farruco) Sesto, y su colega cubano, Abel Prieto. Cerraron las jornadas sendas lecturas de poemas. Ismael (Maelo) González, Viceministro cubano, afirmó que fue “un diálogo entre colegas comprometidos y afanados con vocación cultural y latinoamericanista (…) Cuba cifra sus esperanzas en que sea constructivo y productivo”. Las ponencias versaron sobre Latinoamérica y la Cultura, y continuaron con sendos debates. Al final se firmó una resolución en vías a estrechar lazos entre las naciones participantes, con el fin de establecer líneas de acción que beneficien a cada uno de estos países. Intervinieron directores de centros del libro, editoriales, narradores, poetas, guionistas, promotores culturales, etc. Se llegó a una declaración final en pos de circuitos propios de distribución de bienes culturales, entre otros puntos importantes. Como colofón, la reunión de ministros de la cultura se efectuó el sábado 24 y se llegó a trascendentes acuerdos. Si así llueve, que no escampe. A continuación, las delegaciones.


Venezuela

Francisco Sesto - Iván Padilla - Vladimir Acosta - Haiman el Troudi - Edmundo Aray - Néstor Francia - Laura Antillano - Gustavo Pereira - Magaldy Téllez - Carlos Noguera - Arístides Medina - Germán Pinto - Rodolfo Porras - Rigoberto Lanz - Gonzalo Ramírez - Ramón Losada - Ildefonso Finol - José Sant Roz - Ana María Oviedo - Alberto Rodríguez Carucci - Miguel Mendoza - Leonardo Ruiz - Guillermo Luque - César Solórzano - Jorge Dávila - Jorge Reyes - Luis Laya - Luis Alberto Crespo - Maribel Prieto - Modaira Rubio - Celsa Acosta – Carmen Bohórquez.


Cuba

Abel Prieto - Ismael González - Ana María Pellón - Iroel Sánchez - Elíades Acosta - Desiderio Navarro - Eduardo Torres Cuevas - César López - Jorge Fornet - Senel Paz - Nancy Morejón - Omar Valiño - Alpidio Alonso - Laidi Fernández - Sigfredo Ariel - Roberto Méndez - Arlen Regueiro - Mirta Yánez - Reinaldo González - Arturo Infante - Patricia Ramos - Yamil Díaz - Norge Espinosa - Eduardo Heras León.


Ecuador

Antonio Preciado - Natasha Salguero - Luis Carlos Mussó.


Bolivia

Pablo Groux – Wilmer Urreb.


Antigua y Barbuda

Eleston Montgomery Adams


Nicaragua

Rosario Murillo - Margin Gutiérrez


Dominica

Matthew Walter


San Vicente y Granadinas

René Baptiste

22 mar 2007

Fundación de una comarca llamada realidad,
o de cómo relumbra el verbo adámico
*

(sobre el libro La mirada del Cíclope de Eduardo Adams)

Por Fabián Darío Mosquera

Para establecer ejemplos históricos de lenguas cuya creación, dentro del marco del ejercicio literario, se haya suscitado en América Latina, Severo Sarduy nos recuerda el surgimiento de la jitanjáfora, a mediados de los años veinte, por voz del poeta y diplomático cubano Mariano Brull, así como de la masmédula, algunos años después y por cortesía del inmenso trovador argentino Oliverio Girando. En el primero de los casos, se trata de un habla, o si se quiere, una lengua lírica construida tomando como referencia esencial la mera fonética, el delicioso estruendo de las palabras, más que su sentido. En el segundo nos encontramos, como el mismo nombre lo insinúa, con un “suplemento de la médula”, es decir, “del meollo”; de tal forma que se propicie el hallazgo de un “extra sentido” al retorcer las palabras “como trapos mojados”, en lúdica indagación de nuevas significaciones. Y frente al interrogante de “¿Por qué todo lo anterior es latinoamericano?”, el llamado “poeta de imaginación fertilísima” contesta: “por el sesgo paródico, burlón que toma frente al modelo –en este caso la lengua española ortodoxa, académica-, y por una necesidad casi ontológica de faltar al respeto”.

Según esta caracterización de lo latinoamericano en el habla- sea esta literaria o no- podemos concluir que los cuentos que conforman el libro que hoy se presenta, constituyen una luminosa herencia de aquella forma de intuición, de sensibilidad frente al lenguaje. Y no sólo debido a esa predisposición de hacer tambalear las estructuras de la lengua-paradigma (cosa que también hemos visto en Carroll, por ejemplo), o a un cabal entendimiento de lo que ofrece aquel “sesgo burlón” como herramienta expresiva; sino porque el mundo latinoamericano es susceptible al mismo dictamen que Alberto Moravia esbozó acerca del África: “lugar fascinante, porque aquí la naturaleza aún se impone sobre el hombre”. Si bien muchos cuentos de Adams tienen un escenario explícitamente urbano, el talento, o mejor, la ductilidad literaria con la que han sido escritos es de una exhuberancia tan copiosa, que más bien se acerca al irreprimible albedrío del invierno que incendia de verde los calculados y simétricos vergeles municipales, sometiendo toda obra demasiado cartesiana a la desnudez de la naturaleza, y volviendo a la caudalosa pericia literaria en el caso que nos atañe, es posible advertir la pulsión indómita de una genuina y entrañable vocación, marcada fundamentalmente por la presencia de una evidente aptitud poética, una valiosa forma de construir el habla de los personajes, para luego articularla de manera eufónica con la voz narrativa, además de la ya mencionada necesidad de irrespetar (cosa que en este caso no significa “menospreciar”) la lengua de la convención: “Me habían dado ganas de fumarme un cafecito, de tomarme unos cuantos tabacos murciélagamente a oscuras y al revés, claro, para pensar mejor y olvidarme, para olvidar pensarte; pero la otra noche que no era tan negra como tus ojos verdes volvió y se me enlodó la calma”.

Se trata, según el mismo Sarduy, más que de un acto revolucionario, de uno edípico; y por ello la mutación de la lengua cumple no sólo un papel re-organizativo, sino más bien fundacional, o más precisamente, creacionista. He allí el nervio poético de estos textos; ya que si Shelley, en su Defense of Poetry, revela que “la poesía es, en general, la expresión de la imaginación”, y Schreiber afirma que “no nos dice algo, sino que hace que nos ocurra algo”, parece claro que es justamente éste el efecto alcanzado por la literatura de Adams, pues nunca se queda en una mera lectura “mimética” de la realidad sino que es, para utilizar una expresión del semiólogo Victorino Zechetto, “signo en constante tránsito” y, por eso mismo, generadora e instauradora de un anhelo de nueva realidad. A través, por ejemplo, de una llana revisión de los epígrafes que utiliza, resulta sencillo darse cuenta de que a varios escritores o artistas que compartieron este empeño, que en algún momento se rehusaron a beber de la redoma del canon ortodoxo, Adams ofrece sus tributos: Cortazar, Paúl Puma, Adoum y la referencia de Cronenberg. El propósito expresivo en el oficio de este joven narrador llega a homologar aquello que habita el germen de la poesía, porque en ella, más allá de los regodeos formales del lenguaje, la importancia de lo que se dice termina menguando frente a la de lo que se sugiere. Para intentar una constatación, resta una lectura de un corto cuento, uno de los más hermosos del volumen, titulado “A las tres de la tarde”.

“La mesa tropezó con tu muslo y a la taza le dio la gana de voltearse. El café supo que el vértigo es una cosquilla borracha, que el precipicio es una sed de sujeción, por eso el charco resolvió dispersarse en cinco direcciones como una mano que va abriéndose, y luego como un ave: un sexto dedo que va creciendo opuesto al pulgar, la cabeza, con una uña que se alarga, el pico. Se ha ido volando en un papel absorbente y tú te has quedado en el umbral, mirándola subirse al taxi, sintiendo unos picotazos en el hombro derecho, son setenta y cinco centavos por el capuchino, ¿tiene suelto para uno de veinte?, no. Y recién ahora el dolor en el muslo, mientras buscas algo de suelto en ese bolsillo que tiene mucho de nido abandonado, acaso lo esté, porque tu mano hurga insistente, aletea intentando alcanzar lo inaprensible y ya rebasa las copas de los sauces. A esta hora el tráfico es ligero como una pluma”.

Detrás de la anécdota, que parece al principio ir moldeándose al óleo, para terminar siendo una tentativa cinematográfica de Buñuel o Cocteau, subyace un cardumen fresco de invenciones, de posibilidades insinuadas apenas por una escena simple, que al mismo tiempo, concentra una telúrica energía semántica. Es como si pudiéramos saber la edad, el nombre y los temores de la hermosa mujer que nos coquetea del otro lado de la fiesta, con tan sólo atender al “oferente” movimiento de su hombro desnudo. La palabra en esta obra funciona como utensilio para urdir sugerentes atmósferas, en las que los personajes viven permanentemente una íntima borrasca. En ese sentido, la referencia mitológica del cíclope se emplea para proponer la presencia de una cosmovisión alternativa: la de actores que cabalgan por los márgenes. El monstruo enmarañado con sus propias hebras, así como Mamisú, el travesti, o incluso el hombre, que ataviado de despecho fuma, atraviesa la copa de los sauces o se vuelve payaso, son prototipos que terminan sintetizados en la mención del personaje homérico, que aquí se convierte en un faro de certidumbres que rebate al Ulyses del sentido, y lo guía a través de un periplo por meandros urbanos, no precisamente del Dublín catado por el Leopold Bloom de Joyce, sino de un Guayaquil, que en sensibles palabras del narrador que esta noche nos convoca, es una mujer enferma los domingos.

El libro se encuentra sembrado de “gustosos guayaquileñismos” (para decirlo a la manera en que Mutis recordaba los “deliciosos galleguismos” que colman los textos de Cunqueiro) y sin embargo no resulta hostil para un lector ajeno a los modos culturales y al habla coloquial porteña. A partir de un perspicaz maridaje entre dichos elementos de la expresión popular, y una forma de narrar matizada, como hemos dicho, por una suerte de elegancia lírica, Adams logra regatear la postal folklórica y el cliché que, en nuestro medio, termina por definir con demasiada frecuencia esa supuesta utilización ornamental de la cotidianeidad y el lenguaje urbano: “La memoria y el olvido se recortan mutuamente y me recortan, son dos hojas herrumbradas de una tijera forjada en aire, son el vaivén del machete en la cantera y yo soy machetazo vicioso, poda vertiginosa que va restando lo que abunda a la vez que viene sumando lo que sobra en una aritmética exquisitamente maligna, como el cebiche de ostión con cinco cucharadas rebosantes de ají levantamuertos que nos mandamos afrentosos en los agachaditos cuando empezábamos a intimar…”.

Guayaquil termina siendo ámbito en el que logra condensarse una voz robusta, profundamente reflexiva, convencida de sus herramientas estéticas, y sobre todo, marcada por la impronta del atrevimiento lúdico. Resulta difícil que Francisco, la flaca y Santiago, personajes que constituyen fundamentos transversales de las últimas “unidades” narrativas del volumen, no resulten similares a la tríada cortazariana compuesta por Oliveira, Traveler y Talita y/o la Maga. En su momento, la crítica latinoamericana rescató de Rayuela, entre otras cosas, el hecho de que propusiera a través del texto pronunciado de los personajes, e incluso a través de la misma voz narrativa, una retórica de gran calado en las aguas de una encrespada y efervescente sensibilidad juvenil. La primera colección de cuentos de Eduardo Adams representa un valioso ejemplo del mismo fenómeno, y debe, por su calidad, llegar a propiciar que a través de la entrañable relación texto-lector, un cúmulo de gente de su propia generación sea capaz de exhumar el arte, la técnica o el oficio de localizar rasgos de su universo inmediato en la literatura, y convertir dicho ejercicio en gozo. Paradójicamente, la soltura que Adams consigue y muestra en su “narrativa lírica” (como he decidido por fin llamarle, soltura que me hace afirmar lo dicho con anterioridad) es producto de una actitud de compromiso con el estigma sacro de las letras, singularizada por la disciplina y el rigor intelectual, además de una humildad de escuela campestre, de tierra mojada y de zafra (volvemos aquí a la naturaleza). No exista duda: nos encontramos frente a un creador al que no le conmueve agregarse al vedettismo de burlesque que ha caracterizado la llamada literatura joven de Guayaquil durante los últimos años, sino que se encuentra esculpiendo, de manera responsable, la silueta de un discurso personal, que se sitúa entre los más lúcidos de la narrativa que viene surgiendo de este fondeadero extraño y húmedo, al que llamamos puerto principal de una línea imaginaria.

Dice Whitman a través de un epígrafe que aparece en este libro: “Siempre el impulso procreador del mundo…Aquí estamos yo y este misterio”. Luego agrega: “Y todas estas cosas se hacen parte de aquel o aquella que ahora las lee atentamente”. No necesitamos mucha fe para creer que Adams continuará, como con un alfanje levantado frente a los cañaverales de su infancia, atento a extraer la pulpa edulcorada de un orden, de una mies de formas que utiliza para la instauración de su propia certeza de realidad. Y la molienda se propiciará sobre la página en blanco, para que todas esas cosas se hagan parte de aquel o aquella que las lea atentamente; en búsqueda del tuétano, del impulso procreador de un mundo vivamente lírico, que a su vez conjura el hondo anhelo, compartido ya por varias subjetividades, de que se afiance la presencia de este escriba en el tablado de la literatura ecuatoriana, así como en nuestra sensibilidad su fascinante misterio.




* Texto leído el miércoles 21 de marzo del 2007, en la cafetería del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil, durante el lanzamiento del libro La mirada del cíclope, del escritor Eduardo Adams.

17 mar 2007

JAMES MERRILL
(traducción y cortesía de Juan José Rodríguez)

Nació en New York City en 1926, y creció en Manhattan y Southampton. Asistió al Amherst College. Sus estudios se interrumpieron cuando sirvió al ejército, entre 1944 y 1945. Fue profesor en el Bard College. Su primer libro significativo Primeros Poemas fue publicado en 1951. En 1955 se trasladó al pueblo de Stonington, Connecticut, con su amante, David Jackson. Su primera novela, Seraglio fue publicada en 1957. Dos años después, viajó con Jackson a Atenas, donde vivió una parte de cada año hasta 1979. Su segunda novela, El Cuaderno (Diblos) (1965) fue finalista del Premio Nacional de Novela. Al siguiente año sus Noches y Días ganó el premio Nacional de Poesía. Ganó el premio Bollingen por Encarando los Elementos (1972) y el Premio Pulitzer por Comedias Divinas (1976). Después publicó Mirabell (1978), La Cambiante Luz de Sandover (1982), y el Cuarto Interior (1988). Sirvió como Canciller de la Academia Nortemaricana de Poetas desde 1979 hasta su muerte ocurrida en 1995. Su último libro, Un Puñado de Sales se publicó póstumamente.


LAS MIL Y DOS NOCHES

1/ RIGOR VITAE

Estambul, 21 de marzo, hoy me despierto
con una absurda queja. Todo el lado derecho
de mi rostro rehúsa moverse. Yo debo reír
mirando el descanso de su giro pausado

bajo una doble carga, en tanto su gemelo
se dobla, aunque sensible, estupefacto.
Aquí estoy solo. No bastante­­­­­ a través de la niebla exterior.
Surgen cartas aladas: PAN AMERICAN.

Veinticinco centurias esta ciudad se ha elevado
entre el pasivo oriente y el frenético occidente.
No encuentro razón para estar deprimido;
hay muchas otras cosas que no he podido ver,

como Hagia Sophia. Bebí té, me afeité y me vestí...
Dahin! Dahin!

La Casa de Celestial Sabiduría fue primero
una mezquita y es ahora una flama-
sin vacíos. El ábside,
militantemente dislocado,
aún viste esos verduzcos epaulettes[1]
en los cuales (para ese peregrino que olvida
su Árabe) una caligrafía tan salvaje de dorados látigos
garabateó frunciendo el seño, los fechados
lemas: ¡Dios es mi aflicción!” quizá,
o “¡Bizantino,
vete a casa!”
Sobre ti, el gran domo,
calvicie del mosaico, senil, flotante
en un baño dorado. Su brillo hipnótico
de antigua profusión, de costado a costado,
entre aquel del ábaco y aquel de nebulosas,
ha sido levantado del piso,
el último de numerosos puñados,
por el último visitante dieciochesco.
Tú no quisiste, por una sola vez, pensar para ti mismo,
pero has tenido tu cabeza en alto
demasiados años al interior de cráneos trascendentes
como éste que no siente lo usual, si no un largo
y halagador parentesco. Tú has dejado partir
aprendizaje y fe, como un valor, también has arruinado
tu sensibilidad preciosa. ¿Qué más esperabas?


Afuera, arrancadas, las piedras con cima de turbante
yacen de un flanco al otro. Es como si yo pudiese haber temido.
El edificio, por juventud, desesperado, untó todo
sobre sus excelentes y originales huesos

acres de ocre yeso. Un diagrama
indica cuán profundo en el manto de lodo
la real façade[2] está. Yo quiero mi rostro de regreso.
Un farmaceútico aconseja


El Hamam

Tras la hora de húmedo calor
uno es conducido con majaderías y exhibido
en una celda de mármol y dispuesto
entre mármoles, allí, para la friega y la limpieza,

es envuelto en toallas y una sábana
y se deja elevar a esta tumba inclinada
toda hecha de hojas (ámbar, verdes, rojas)
con un astro de vidrio colgado en la tiniebla,

aquí se sentó uno, borrado por un latir de gemas,
no saborea ningún café, ni un loukoum,
y hacia vigilante que molesta

(o arqueólogo o ladrón)
gravemente se levanta uno con máscara de platino
quieto, empapado, en un signo de vida.


¿Y ahora qué? De vuelta, creo, hacia el pueblo moderno.
A la mitad del puente, un recuerdo
infantil promete desinhibir mi estilo.
Me paro en una luz profunda para tomar apuntes:


En la cima de su muñeca[3], junto a la humedecida y negra seda del cinturón, su abuela tuvo un bien, una burbuja dura y malva desde la cual brotaban tres o cuatro cabellos blancos. Cuán a menudo estuvo él yacente en su regazo y fue adormecido a un ritmo que hizo fácilmente que el mundo entero sea luego –el destello amarillento de un anillo marcando su límite exterior, mientras, en el plano primero, silueteado como la mezquita de Solimán el magnífico, misa y minaretes sentidos por algún durmiente, caído en la cubierta de su atracado caïque, ese hito principal como ascenso y caída distinguió, de cualquier otra, su mano amada.

Frío. Un viento ascendente. Una ciudad completa
disuelta por retórica. Y allí afuera, pasado
el espejo del Bósforo, ¿qué costa negra
reflejándonos en la inmovilidad?

De este lado, multitudes, una viga con mágico farol―
belgas en sus bicicletas, amas de casa pelirrojas,
mástiles, gritos y cornejas, soplan en alto, en el aire azul rosa,
el faldón de Ataturk... Eso es como un sueño,

la “muerte-en-vida- y la vida-en-muerte” del Yeats
bizantino; y, si hay tal, por la misma ficha,
solitario en la escena del paseo sonámbulo, tú has despertado
y navegaste por las orillas preparadas más allá de los estrechos.



2/ LA CURA

El doctor recomienda cortisona
diatermine, vitaminas y un montón de cosas.
Funcionaron. En estos meses en Atenas, nadie
preguntó por mi pequeño drama, yo parezco

mi propio amo, de nuevo. Sin embargo, una vez
tú quebraste, ese, tan llamado, espejo del alma,
no lo hiciste de buena gana, si con todo,
se hizo entera. (“Entre el movimiento y el acto

cae la Sombra”―T. S. Eliot.)
Parte de mí ha quedado tan fría y retraída.
El día en que subí al Partenón
su esplendor humano me hizo pensar ¿y qué?

Un mediodía en mayo en el Parque Real,
entre la flora de l’Agneau Mystique
ciprés, mimosa, laurel, palma –un Griego
subió a nombrarlas para mí en su lengua.

Yo le agradecí; él me agradeció, nos sentamos.
Pavos a la zaga, pies duros, grises triturando
no fruta fresca sino amargas naranjas. Conocí el tipo:
excelente, varón, ortodoxo, bronco, sucio

ícono de apetito emplumado sobre los ojos
con un azul eléctrico de días que no volverán.
Mi amigo, con tiempo suficiente para matar,
preguntó el costo de autos en el Paraíso.

Por lo cual él habló de mi país, pues en el suyo
el extranjero es un dios enmascarado.
Fallando al actuar esa parte, estoy asustado
yo no fui tampoco humano —ah, ¿quién lo es?

Él es, o fue; tuvo hermanos y esposa;
manejó un camión, el pasado viernes quebrantó su cuello
contra un árbol. No tenemos modo para ver
tales migraciones de cabeza por fuera de la vida.

Intentar, supongo, deberíamos, como hasta dijo Válery,
y dijo más rotundamente de lo que yo diré —
girando tapas al cerrarlas, bajo el sol de agosto, y todo
como ficciones de neón (ámbar, verdes, rojas)

de incomunicable energía
como en mi ciego despertar, y en un parpadeo
desvanecerse, y fueron el rastro más claro, pienso,
de lo qué he sido, soy, y pudiera ser.



3/ CARNAVALES

Tres buenos amigos por muchos meses se han quejado,
“Tú eras lindo, James, antes de tu viaje. O eso
yo pensaba. Pero tú has cambiado. Yo sé, yo sé,
la gente cambia. Bien, estoy sorprendido, estoy adolorido.”

Antes de que ellos desapareciesen por la noche
de la que hablaban, yo hice un intento mascullando
promesas que no dicen nada exactamente.
Y nunca oculté mi cara. Para ellos estábamos bien.

Éstos no fueron mis amigos, ¿qué más hay? La juventud explicaría
parte de eso. Yo he guardado en algún sitio cierta página
escrita a los dieciséis, para mí, para cuando mi edad se doblase,
tener a quien acusar de haberse convertido

en el vano, frívolo, insensible monstruo que soy ahora—
escucharlos hablando—y exhortándome a rememorar
la luz de los astros sobre una noche del otoño tardío
en 1943, y el paseo con M,

en cuya presencia, morir, pareció el bien más elevado.
Conocí a M y a su nueva esposa el último año.
Lamentamos las atmósferas manchadas de la guerra fría
desde un mesa esquinera. Se entendió

que nuestra guerra llegó al fin. Hicimos paces
con cada cosa. Las cabezas de animales
observaron clemencia en las paredes tejidas con terciopelo.
Grandes flujos de durazno limpiaron nuestros labios de grasa.

Luego L—ella dijo “Seamos amigos” y su imagen clara
regresó escéptica. Yo tengo un montón
de amigos. Yo quise amor, si el amor es la palabra
sobre la espina manchada del extraviado libro.

¡Mil y una noches! Ellos fueron grotescos
disolviendo la grasa[4] de mi pesca, yo encendí
el pabilo húmedo de aceite, luego no se pudo mirar más.
Mañanas, un filme negro en el escritorio descansa.

...Donde sólo una semana antes, yo pensé ahondar
en las imágenes de aquellos años, en una Cubierta Plana.
Algún verso ligero ocurrió como observé luego:


Postales de Hamburgo, Circa 1912

El bostezo del ocelote, una desvergüenza
sepia oscura en la cofia de la monja para picar talones,
ella acaricia su manillar y se arrodilla,
para hacer por ella, lo que un enano hace por él.
Las propiedades son desoladoras,

son, tú podrías decirlo, asexuadas
por uso. Un diván cubierto con un manto,
un desinflado Matusalén de Krug
aparece escena tras escena. El próximo
lo muestra con su músculo doblado

en resurrección desde sus ropas íntimas,
ganando un inframundo para ser surcado.
Él conduce sus cuasi tobillos—como una carretilla.
El enano ha salido por un soplo de aire,
dejando el par monstruoso.

¿Quiénes son ellos? ¿Qué transporta su farsa?
¿Hacedor y Musa? ¿Muñeca y Demonio?
“Todas las actitudes son simbólicas”—Hofmannsthal.
Aquí está el enano de vuelta y sus compinches... ¡Oh, yo digo!

En tiempo, en dolor, desaprendió sus trucos
sólo el cuidante oculto de los lentes
pudo estar todavía cazando especímenes
desde su sola batisfera hundida en la Estigia.
El reloj de St. Pauli dio las seis;

suspirando, “La muerte del pecado es un salario,”
él pagó sus modelos, ofertó luego vestido y fue,
un pez de tierra una vez más, incógnito
en descenso abarrotando bulevares, las contagiosa-
mente fáciles, estaciones finales,

esquivado incluso por el fiel, uno de quienes
(malhumorado y grande Tío Alastair)
trajo al pensamiento estas efigies y toscamente guardaría
su doctrina inconfesada, podemos asumir,
en su tumba del descaro.


Encontramos luego postales, tras su divorcio,
yo y Tía Alicia. Ella se enrojeció con vergüenza,
luego palideció y se puso pensativa. “Ah, todos son lo mismo—
los hombres, digo.” Una pausa. “No tú, por supuesto.”

y luego: “Vamos a quemarlas. Enciende el fuego.” Yo requerí,
mientras tanto, haber metido unas pocas en mi camisa.
Yo paso la noche rememorando con dedos
expertos–pero esa fase no demanda ser discutida...



“El alma, que en la infancia no pudo ser contada desde el cuerpo, vino con la edad a parecerse a un cuerpo que no se tiene más, cuyos transportes fueron lejos, más allá de lo que ocurre, ahora, por la sensación. Con la ironía hecha a un lado, el libertino estuvo ‘en busca de su alma’; en la noche, él trabajó para recuperar esos alojamientos de fuego... Igualmente, sobre el cuerpo maduro de la tierra, nosotros inflingimos una riqueza de experiencia tremenda—drogas, taladros, bombardeos, ¿con qué efecto? Un rancio frisson[5], un gasto de recursos del todo análogo al nuestro. Calamidades naturales (tumor y apoplejía no menos que inundación y volcán) pueden, al fin, ser aclamados como apoyos positivos, perversos si tú quieres, tan vitales en la vieja muchacha todavía.”

―GERMAINE NAHMAN



“...encarada con tan constante pleito. Cynthia tendría que pellizcarse a sí misma para rebautizar como calurosa y hondamente esos dos hicieron, de hecho, amor el uno al otro.”

―A. H. CLARENDON, Las Hermanas de Psique



Amor. Calor. Al fin, puño de luz solar
golpeando enfático en el golfo. Gemidos altos
desde tu barca blanca: ¡El corazón prevalece!
¡Se afirma! ¡Simple decencia conduce la ráfaga!―
Frases que, rápidamente huelen sangre, ocultas
como tiburones en un estilo transparente de luz y oscuridad.

Los labios aparte. La pluma tiembla. Tú flotas
sobre el aliento, que refleja lo más hondo.
El pasado retrocede y parpadea y cae dormido.
El miedo es indigno, dicen, las estrellas por rutina;
¿qué destinos tuyos nunca fueron dignos
hasta ahora?, dijo la proa resistente.

Oh rozador de volúmenes
de azul profundo, con razón y rima, una vez
las mallas fosforescentes se aflojan
y los objetos de tu búsqueda se deslizan ahora,
tú casi puedes dominar una frente que sube,
una delgada, negra aurora, por sobre el horizonte.

Excepto que en este virgen hemisferio
una ciudad te llama—torres, tambores, campanas, caracolas,
tañiendo cada año suntuosas despedidas
a la carne. Entre los bailarines del malecón
planea una figura en un traje de huesos,
cuya gracia salvaje alerta a los chaperones.

Él te identifica a millas de distancia. Él quizá
no intentaría travesuras. Todavía los marrones ojos
en el rostro de tiza que se contrae y se queja,
te perforan con los ojos de esos tres amigos.
La máscara comienza a fundirse sobre el rostro.
Un silencio ha caído en el mercado,
y ahora la aventura extensa

debe esperar.
Estoy cansado, es tarde ya en la noche.

Mañana, si a mí es ofrecido conquistar
un antiguo recelo en imaginarias escenas,
escenas no vividas todavía en mí, unas líneas finales
yacerán en la página y el entero recorrido junto al ancla.

Estoy en casa, por supuesto. Es invierno.
nieve real llena el camino. En la cama no hecha
de latón, yace mi adorada Scheherazade,
casi dormida, su faldón moviéndose al ritmo de la banda
que toca un calipso disonante, caliente y vaporoso.

El viento ha muerto. ¿Dónde estaría yo
si no aquí? ¡Hay tan pequeño oeste para ver!
Amigos perdidos, mis pasados

viajes, yo bendigo tus doloridos miembros
y tu boca besada, rostro bronceado y cubierto,
una tierra levanta, un texto no minado enteramente
por fluidos pasajes de metáfora.



4

Ahora si la clase volverá a ésta, aquí,
la parte primera del poema―Estambul―yo tomaré
un breve tiempo, necesario para marcar
algunos puntos breves. Y entonces. Los cuartetos

de áspero pentámetro ofrecen, tú observarás, tres
interpolaciones, en prosa tanto como en verso.
¿Entra eso -atraviesa- como cada cambio invoca
una mente, un cuerpo, un alma (o memoria)?

¿Lo hace? Bueno. No, no puedo decir bruscamente
por qué así sería. Hallo eso vagamente satisfactorio―
Sí, ¿por favor? ¿El poeta cita demasiado? Hum. Ésa es
una forma de ponerlo. ¿Puede no haber planeado él,

con su modesto y propio esfuerzo, ser visto
contra el patrón de lo “ciertamente grande”
¿(En frase de Spender)? Temiendo exagerar,
Él los deja hacer eso―deja sus palabras, quiero decir,

se realza―¿Sí, y ahora qué? Ah. ¿Cómo y cuándo
él “afirmó” por qué, constantemente? Y cómo más
sino en la forma. Forma es lo que se afirma. Está bien
dicho, si lo hago―[Campanas suenan] Vamos caballeros.



5

Y cuando la extensa aventura alcanza su final,
miro al Sultán en un vidrio, envejecido, mientras
ella, su justa esposa todavía, todos sus cuentos ya contados,
sonríe a él, tan acariciadora. “ O mi más querido amigo,”

dijo ella, “y señor el amo desde el primero,
libérame ahora. Refrescaría tu sirviente
su alma en esa fuente fría que la carne ignora. Esto
concédeme, pues estoy yo deshecha por la sed.”

y él: “pero soy yo quien es tu esclavo.
Libérame, te ruego, iré en busca de joyas
no bordadas por tu alta y suave voz,
a lo largo de ese pedregoso camino que allanan los sentidos.”

Lloraron ellos, luego tiernamente se abrazaron y siguieron
sus caminos. Ella y sus ficciones fueron pronto una.
Él durmió durante la lunada y despertó bajo un sol cegador,
ya muy tarde para preguntar lo que el cuento había dicho.




[1] En Francés: charretera.
[2] En francés: rostro.
[3] Se refiere a la muñeca de la mano.
[4] La palabra original es Blubber que, como sustantivo quiere decir grasa de ballena, pero como verbo intransitivo significa llorar a lágrima viva.
[5] En francés: escalofrío.

14 mar 2007

APUNTES PARA LEER LA LUZ AL DERECHO Y AL REVÉS


por Luis Carlos Mussó


Antes de los apuntes

Walter Benjamin halló en la palabra de Baudelaire ese estado de oposición que marca al sujeto moderno y su difícil estado que se debate entre un deseo de infinitud y la realidad efímera; que se mueve entre las ansias de heroicidad y la banal línea cotidiana. Así, los poetas enmarcados en la modernidad se enfrascan en la tarea de construir su subjetividad a base de la alteración de la lógica. Se sitúa el poeta en el espacio no transitado por los demás, en lo marginal. Para nosotros puede tratarse del borde, de un escorial o del desierto (no olvidemos este símbolo). La luz, en cambio, ha sido un tópico visitado por numerosas voces a través de las literaturas oriental y occidental. La plástica ha alimentado también a las letras con su amplia experiencia de error y ensayo; y en lo concerniente a la lírica, diremos que la brevedad nunca ha restringido la fuerza ni la proyección que un texto pueda poseer. Al contrario, suele ser acicate para potenciar esa plurisignificación latente en el interior de ciertas construcciones de palabras.


Uno

Sirvan estas líneas iniciales para prepararnos al libro que nos convoca. Se trata de Revés de luz, primera entrega lírica del poeta César Eduardo Carrión. La edición corresponde a 2006 y se debe a Orogenia, de Quito. Estas notas pretenden seguir algunas de las vías del poemario y que sean constatadas luego con la lectura de sus textos. Las secciones en que está dividido el libro son, a saber y para que puedan seguir sin problemas este comentario:

Apuntes para un exordio/
Revés de luz/
Envés de luz/
Apuntes para un epílogo/

El espacio que acoge el inicio del poemario es el desierto, y se lo va a seguir mencionando en su recorrido. Sabemos que las arenas componen el desierto y son pacientes testigos de sus extremos climas y condiciones; pero también la arena es el espacio de la contienda entre gladiadores, donde los que van a morir saludan a una voz superior al empezar su enfrentamiento. Pero no es éste cualquier desierto, sino uno exacto y certero: Llego a aquel desierto preciso de aquel mediodía,/ donde hervía mi sombra. Se plantea así, un punto de partida que, si lo vemos a lo largo del libro, llega a cerrarse en una estructura circular; pero básicamente es un puesto de vigía, una plataforma desde la que se va a leer y también a escribir. El desierto es, entonces, un nudo de relaciones entre esta poética y cierta geografía.

La voz asiste al levantamiento de tierra, agua, aire y fuego, aunque luego desiste de ellos. Así, no se halla en ninguno de los elementos y por ende, la extranjería se certifica como una de sus cualidades. Y la reflexión sobre el poetizar anuncia la tradición, henchida de nombres y también de renombradores de las cosas (Y quiero dejar de decir esos nombres,/ que apenas pronuncio). Los elementos aluden a los orígenes, que también pueden ser ontológicos, y la respuesta del yo ante el mundo real está presente en la imagen encarnadora de sentido, pero también en el principio de que sabe ordenar el caos reproduciéndose a sí misma, y en la palabra como instrumento para captar el funcionamiento de estos engranajes.

La promesa del agua carcome el desierto, nos dice César Eduardo Carrión en el tercero de estos apuntes inaugurales. La promesa denota esperanza en medio del presente nefasto. Es una promesa que carcome, que roe o consume poco a poco, la realidad y así se ratifica la subversión que toda poesía de buena ley asume: es innegable, así, la posición política subyacente en estos versos. Toda vez que esta esperanza insistirá en irrumpir en el horizonte, aunque la voz afirme que mis palabras sean ruidos parecidos a la lluvia. La vida, entonces, se resiste a desaparecer y se aferra, en la adversidad, a las condiciones que la hacen posible -recordamos a Hölderlin (¿para qué poetas en tiempos de penuria?)-. Además, el apóstrofe confirma esa posición y asume un espacio que interpela al lector y lo conmina a destruir su casa para repatriar la huella. Entendemos que casa funciona como símbolo de espacio propio, y no como el ethos de los humanos. Así, nosotros somos llamados a convertirnos en esa primera piedra que nadie se decide a arrojar, como en el evangelio: señal de tener limpia la mirada y de negarse al vacío.
Esta poesía inventa, constata, avanza. Es lo que no es; o sea, lo otro y lo que no aparece fácilmente como previsible. Fijémonos en los verbos utilizados en el quinto momento de este epílogo: apedrea, lanza, desgarra, arroja, incinera, destroza. Ancet nos dice que la escritura solo evoca lo real para evacuarlo. Aparición/ desaparición. Ambigüedad. El discurso siempre es manejado por un poder. Y así como un poder es sustituido por otro, de igual forma ocurre con el discurso. Entonces, se destruye la herramienta con la misma herramienta (como el diamante, que solamente se pule con polvo de diamante); el lenguaje devasta al lenguaje y surge la poesía. Carrión sabe que los actos de habla no son, para nada, inocentes. Si el universo es una biblioteca, los tropos ocasionan traslación de fragmentos de mundo; algo así como la lentísima deriva de (léase dos veces) los continentes.


Dos

Las secciones medias del poemario son Revés de luz y Envés de luz. Al contrario de los “apuntes” (secciones que abren y cierran el libro), todos sus poemas están titulados. Notamos aquí la posición de César: propone la visión del otro extremo de la luz, el de la oscuridad y el ámbito de la penumbra. Además, por confusión fonética, Envés de luz podría ser también En vez de luz (en lugar de luz). Ver la luz, por tanto, desde sus varios rostros.
El primer texto de Revés de luz es Despegue. Aquí La cometa se eleva en la cola del aire./ Expulsa nuestros ojos de la tierra. Esta posibilidad de ver o no ver se liga a la interpelación que se hace a una segunda persona y le recuerda que aunque las raíces sean volátiles, recónditas y mudas, son lo suficientemente fuertes como para demorar el viaje.
La ventana y la piedra aparecen como símbolos en esta lúcida poesía. La primera es uno de los símbolos notorios en otras voces, como la de Jorge Carrera Andrade, llamado poeta de la luz. Pero mientras que para Carrera Andrade la claridad más alta/ relumbra prisionera/ en la ventana límpida// Cuando el verano pasa/ con su guitarra de hojas/ la llama de un faisán/ se enciende la ventana/ reviviendo esperanzas extinguidas/ de un paraíso oculto (Estaciones de Stony Brook, en Vocación terrena, 1972), para César Esta ventana:/ un haz sin envés,/ un revés de la luz atrapada/ entre cuatro paredes/ de agua/ un vértigo petrificado/ sobre el dosel de laminada,/ un espejo sin azogue,/ un abismo horizontal,/ una palabra (Revés de luz). Aquella penumbra que mencionáramos actúa, como idea y como tópico, en contraposición a las cuentas de lo que podríamos llamar rosario onomástico de la poesía ecuatoriana. Es, por tanto, voz que refleja una mirada crítica al pretérito, pero que a un mismo tiempo, se sabe heredera de ese pasado.
La piedra, en cambio, es límite, barrera, dique, puntal, minarete, lápida, estela, proyectil arrojado contra el enemigo, guijarro de río, rastro en el camino dejado para orientar al resto de la tribu. Podemos decir que una persistente simbología telúrica atraviesa la poesía de César Carrión. Con cuidadoso paso y con tono que nos hace permanecer expectantes, nos recuerda los bordes y el compromiso de la escritura, como en Bestiario, texto en que la palabra traspasa el cristal entre víctima y victimario. O en Buril: Cuando callo, otras voces pronuncian/ nombres. Aquí, el hablante demuestra la conciencia de hallarse inmerso en un horizonte poblado de pares. Pero la piedra también es resultado de buscar y desear fijar elementos que devengan cohesión en un momento en que más haga falta.
Por su lado, el desierto -al igual que la piedra lo hace con los bordes- nos habla de frontera. Y está haciéndole lugar a un ámbito donde la planicie recuerda un panorama que se piensa limpio y firme, aunque desolado. Está allí una intención de trabajo en una manera muy visible: con un pie en la tradición de la que se toman ciertos símbolos, y con la disposición de un todo compuesto de exordio, cuerpo y epílogo, a la usanza canónica.

Las imágenes con que César Carrión construye su poesía quieren restituir una relación directa entre el lenguaje, el mundo y las cosas; se deja de lado la linealidad de la razón occidental. Si la palabra idealiza y abstrae, entonces el desierto no está necesariamente ordenado por las leyes que rigen las cosas (léanse arena, espacio concreto, escasos elementos) y allí está la dimensión conceptual.
Epifanía se titula el poema que abre Envés de luz. Cómo no recordar las epifanías de Joyce, aquellos espacios (también silencios, gestos, etc.) que reemplazan a las palabras en los momentos de dispersión. Esta vocación de las palabras hacia su desaparición o dispersión nos habla de algo que el texto ha aprehendido del desierto –un espacio donde las palabras son no tan necesarias-. Si leemos el poema, se refuerza esta idea:

Nudo de sangre,
latido feroz.
Un ciego tienta la cruz
en sus venas.
Quien quiera nombrar,
lo indulta.

Después, el hablante lírico persiste en su misión reguladora y es guardián de los límites. Se moviliza, mas sin angustia, en medio de barcos que encallan, arboledas desnudas (la aridez completa). Y halla en los ríos de los nombres/ cataratas de los ángeles mortíferos. El vigía en que se ha convertido testimonia desde su posición y nos da la señal de alerta. Ángel es la nueva. Pero no es el evangelio (de eu = bueno; y ángel = noticia). Son ángeles portadores de muerte los que vienen entre un flujo de nombres y figuras. Se recomienda paso de cuidadoso ritmo y discreción en la toma de decisiones.
Del tono habíamos dicho que nos mantiene a la expectativa. Si tuviéramos que ubicarlo, diríamos que es neutro. Para decirlo en palabras del poeta: No escucho ni un solo lamento/ ni una sola carcajada./ Lleno de envidia,/ subo al árbol/ y espero. Esto es, se sitúa en un punto medio entre el llanto y la risa. No hay tragedia, pero tampoco confianza en mejores días.


Y tres

El trasluz, esa luz que se ve a través de un cuerpo, es el final de una cadena de metáforas que incluye Hordas de sangre/ tras las pestañas,/ tropeles cautivos/ después del rumor,/ relámpagos/ y féretros. Recordamos al Vallejo de Los heraldos negros cuando remarca la gordura de la sombra al lado de la tísica luz. César Carrión, al igual que César Vallejo, sabe que la poesía es la herramienta con que la voz se enfrenta a la vacuidad: la pluma en la mano/ contra el abismo, nos dice.
La luz se asume como una suerte de lámina que cubre los paisajes, donde lo significativo se torna simbólico y también da paso al fenómeno inverso. La luz (¿el conocimiento?, ¿la expresión de un cosmos armónico?) sería la mediadora entre las palabras y las cosas nombradas (mundos, por cierto, de naturaleza distinta).
La patria del poeta y de todos los poetas, el lenguaje, se muestra en estas líneas como toda esa tradición aludida ya en el inicio del poemario.
Nuevamente las alusiones bíblicas se hacen notar cuando la voz poética, como el profeta o el bautista, se dirige al desierto, al viento el desierto. Y aquí, se traduce la crisis unida a la idea del destierro. Desde esta crisis y desde este destierro, el yo poético se esfuerza por sostener su identidad. Además, aunque el acto lírico se traduce a veces en actitud religiosa, notamos que los usos del re-ligare van en busca de una apropiación de la realidad que se logra mediante la interiorización –aunque el hablante se enfrente a la intemperie-. Es como si se le diera la razón a Lezama Lima cuando afirma que lo esencial del hombre es su soledad:
Descubro en las ventanas/ la mueca de los muertos,/ la piedra de los vivos./ Repiten estos versos en secreto./ El fuego propaga las voces,/ las brasas ofrecen el eco. Apenas entretejo con cenizas,/ con pavesas/ estos mínimos cedazos de silencio.
Y aunque se confiese inofensiva, la voz no lo es: fracasa la instauración del abismo y se le da espacio a lo lúdico, a los juegos del lenguaje que también aluden a juegos circenses y, por sugerirse un escenario, nuevamente al límite. Así nos lo hace ver cuando en el último momento del libro leemos: Salto en la luz,/ malabar en el borde.// De la cuerda que cruzo despegan/ la memoria,/ el olvido.


Epílogo

Habíamos dicho anteriormente que esta poesía destaca por su lucidez. Asume su discurso en diálogo sostenido con esos nombres de nuestra tradición poética moderna. Actúa la creación de César Eduardo como pre/ liminar: como anuncio de lo que está tras la frontera. Empinado ha sido su modelo; inquisitivas, sus búsquedas e indagaciones. Luz y conocimiento son tamizados por una red de símbolos de enfoque distinto a los poetas de la claridad (los poemas, más que a cristal, suenan a madera). Y como correlato de su severidad formal hay persistente solidez. Ésta da cuenta de una intención, pues su prólogo, cuerpo central y epílogo no son yuxtaposición de poemas, sino conjunto orgánico.
Los poemas de Revés de luz se erigen como provenientes de quien nos advierte de las malas nuevas y de los peligros que acechan a las identidades individual y colectiva. Llevan imágenes de origen ctónico y es inobjetable la coherencia que lleva su reflexión. La voz del hablante toma conciencia del tiempo: trasciende el yo individual y se proyecta en temporalidad y especialidad propias. Nos hace sentir que arrastra en su recorrido algo que no es ella, pero que nos llega a través de ella. Así como su corte versal quiebra el discurso, lo mismo sucede con todo lo que le es inmanente (se desliza, críticamente, una y otra vez). Entonces, funciona como reflejo de un balance ante aquel dualismo lleno de contrarios (tradición y modernidad; lucidez e insania; visión y ceguera; memoria y olvido, vértigo y respiro). Y más que augurar o prometer, cumple con notorias sugerencia y profundidad en nuestras letras contemporáneas.

10 mar 2007

EL LUGAR DE LOS ABRAZOS Y LA PALABRA QUE LOS NOMBRA
(Cinco premisas sobre la obra de Roy Sigüenza)


por Luis Carlos Mussó


Hace ya cerca de diez años, la Editorial La (h)onda de David de Cuenca presentó a la comunidad guayaquileña el poemario Tabla de mareas en el auditorio del Banco Central del puerto. Aquella noche coincidencialmente se presentó Te perderá la carne, de Cristóbal Zapata, a quien le debemos el sesudo estudio que antecede a los textos del poeta de esta jornada. E hizo la suerte que quien escribe estas líneas dijera aquella noche unas palabras que pretendían introducir al poeta que no había podido traer su inicial Cabeza quemada, plaquette que nació de manera casi clandestina, con mucha humildad. La misma dirección que nos movilizaba en ese entonces guía este comentario, pues da en el clavo Terry Eagleton cuando afirma que no se puede regresar a la época en que bastaba con afirmar que Keats era delicioso o que Milton era un espíritu valiente. Dicha noche sostuvimos que el sujeto lírico se movía dentro y fuera de las márgenes sociales hasta lo que ha sido llamado como disidencia sexual. Que la tradición que sentenciaba finitudes –la propia, la ajena- aludía a la fragmentación y que esa ilusión de continuidad estaba presente a lo largo del poemario. Pretendemos a estas alturas pasar revista a ciertas premisas que aparecen como características de la obra de Roy Sigüenza, aprovechando la presencia de Abrazadero y otros lugares, su obra reunida de 1990 a 2005.


1. El tono de esta poesía transcurre pausadamente

Incluso cuando en determinados momentos los espacios son los muelles, la calle, los mares (y por lo tanto, esté presente el movimiento de los elementos y el de los cuerpos), hay una inexorable confrontación de la voz con el ambiente saturado de bullicio y se nota la admonición de una nueva idea de estabilidad. Las aves vuelan y se posan lentamente, los amores nacen y se eclipsan de igual manera que un caballo trota con tardo desarrollo, las olas señorean sobre un mundo pausado.
En un mundo que avanza a velocidad impresionante, y en que la ligereza (que por lo regular acompaña a la prisa, aunque no es su patrimonio exclusivo) atosiga nuestros sentidos con impresiones del mundo que no aprehenden las calidades y cantidades de las cosas, esta poesía parece detenerse y acercarnos a las esencias:

Safo perdió en el juego del amor
y se hundió en el agua

Sólo ahora nos parece trágico lo que se hizo:
morirse, entre los griegos, sosegaba.

En libro editado con esmero, se reúne la obra escrita por este autor. Desfilan Cabeza quemada, Tabla de mareas, Ocúpate de la noche, La hierba del cielo y el hasta ahora inédito Cuerpo ciego.¿Y en qué sentido podemos ubicar estos textos en un marco tardomoderno? Pues cuando nos abrimos paso entre Habermas y Lyotard y utilizamos este amplio concepto para describir la actitud de aceptar y reelaborar la tradición con las preocupaciones contemporáneas. Entonces, no estamos frente a una yuxtaposición de tendencias ni los cristales superpuestos de un calidoscopio, sino ante un discurso menesteroso no porque esté falto de algo, sino desde la óptica de lo que los estudios sobre desterritorialización –Deleuze dixit- llaman literatura en su uso menor (conjunto de obras y textos que yacen espalda contra espalda con la tradición. No solamente está aquí el gozo, sino el desgarramiento que toda pasión produce:

Alguien estuvo antes de mí
en este cuarto
solo
y supo
que alguien estuvo antes de él
en este cuarto
solo


2. Sencillez y espontaneidad son la impronta de esta obra

Constante confusión se despliega al momento de calificar estos poemas: las palabras que pretenden resumir esta actitud para asumir la poesía se reducen a simplismo o simplicidad. La llamada espontaneidad no es hija de la inspiración, si bien muchos momentos nos podrían hacer pensar en ello. Lo sencillo es, según concepto de Juan Ramón Jiménez, “lo conseguido con los menos elementos; es decir, lo neto (…), lo sintético, lo justo. Por lo tanto, una poesía puede ser sencilla y complicada a un tiempo, según lo que se pretenda expresar”. Y en cuanto a lo espontáneo, es el elemento sometido a expurgación (espurgo, decía el poeta de Moguer) por la conciencia. Piénsese en Piratería (Ocúpate de la noche):

Iré qué importa
caballo sea la
noche.

Metaforización onírica cercana al surrealismo. Sencilla. Y compleja. En un mundillo intelectual del que a menudo emanan productos culturales que desean pasar falta audacia por arrojo legítimo y lo gratuitamente artificioso por obra consumada, esta poesía, desde sus primeras apariciones impresas -en Cabeza quemada- se nos muestra pronta a ofrecer, pero también a escamotear sus secretos:

Sólo un hombre aprende el frío
la moldura del silencio.
Caminemos allegados míos caminemos
lejos de esta ciudad descascarada.


Si espontaneidad es expresión natural y fácil del pensamiento, seremos nosotros los jueces a la hora de leer estos poemas. El artífice requiere de gran labor hasta llegar a un resultado. Pero, al final, aquí las ondas del mar son una metáfora del correr del tiempo. De su flujo genésico emana el mundo semántico de la voz de Sigüenza. Y le ha correspondido eximirse de la camisa de fuerza de las palabras y organizarlas al son de su propia música. Poesía con fuerza sintética, sobriedad hasta en la sinestesia.


3. Hay un Ars poética en cada poema

Pueda que la recreación de episodios del pretérito, la mirada sobre ese continente de intimidad que es el cuerpo, un vuelo rasante sobre geografías concretas; lo cierto es que los poemas de Sigüenza son universos en sí mismos, aunque unos son variantes del puñado de tópicos que asume. En muchos de estos poemas, directa o indirectamente, se percibe el punto de vista del oficio de poeta y cómo concibe la lírica. Muy conciente de su labor, el hablante poético de estos textos ajusta las cuerdas de tensión justa entre el mundo y el lenguaje. La combinación de palabras hace que el resultado devenga un discurso que mira al mundo derruido y restituido a nuevos órdenes y regímenes. Los hay que, decía, se constituyen en actitudes que bien pueden aplicarse a la poesía y los que se confiesan, sin decirlo, a sí mismos como artes poéticas. Ejemplo de lo primero es Desembarco (Ocúpate de la noche):

He dejado las olas
cuido el sueño

los labios secos

las manos empeñadas
en asir la memoria de tu paso.

Ejemplos de lo segundo aparecen a lo largo de toda esta obra. Leemos en Cabeza quemada:

La poesía: un entredicho que se va aclarando o se zambulle frente a la amenaza del silencio, de espaldas a la transparencia que se rompe; un tropiezo que blanquea el hueso de la voz ante el bullicio de las máscaras que nos maltratan, una forma de llegar a esa posibilidad o también una forma de perderla.

Y dice en Cuerpo ciego:

Escribir un poema es hacer una cita con el objeto amado, a ciegas; es inventarlo constantemente.

Aparte del valioso ejercicio intertextual en el que se asume la voz de algunos autores tutelares, un gran bagaje/ soporte de prestigiosa literatura y cierta perspectiva especular, en estos poemas se configura una visión que torna la existencia en lenguaje y nos convoca desde su noción de universo. Y esto, en sí, actúa como una poética en curso.


4. La poesía de Roy Sigüenza es (re)conocimiento

El poeta nos recuerda una de las categorías aristotélicas: la anagnórisis. Aquí, la intuición de la desolada condición humana dentro del mundo se vuelve realidad; y acierta Seamus Heaney cuando nos recuerda que, tratándose del tema predominante de autodescubrimiento y autodefinición, esa preocupación debe ser entendida como una campaña constante y valerosa contra el agujero negro de la depresión y el suicidio:

Como cuando uno escucha los fantasmas contándose historias ya desaparecidas, entre la maleza y el olvido de una casa en ruinas, así escucho tu voz: las de un largo amor destruido.

Hay desarraigo, un proyectarse al mundo y a un tiempo un aferrarse a lo local. Con la poesía de Roy Sigüenza sucede un fenómeno nada frecuente. Sabemos que en general al poeta no le interesa el favor del público y acepta lo aristocratizante de su oficio aunque Machado haya dicho en su tiempo: Escribir para el pueblo, qué más quisiera yo. Pero estos poemas tienen la particularidad de llegar al lector común tanto como al más avisado. Cumple con el milagro de hacer visible eso que todos tenemos dentro y que no habíamos tenido la fuerza ni la habilidad de expresar. La poesía de Sigüenza irrumpe como el testimonio de una vocación nada ascética; lleva un registro que va de lo sagrado a lo blasfemo, pasando por lo que llamaríamos una épica de lo cotidiano. Incluso el mito (llámese la invitación a la fiesta por medio del alcohol, un espacio identificable (digamos Manta, Portovelo) o la figura de un autor del pasado (Munch o Kavafis), emerge como expresión que libera la conciencia. Pueden, incluso, convertirse en la cara visible de los sentimientos, anhelos e identidad de una comunidad. Todos nos reconocemos; nos sentimos, en algún momento, atraídos por el abismo de estas composiciones.


5. Su marginalidad es exploratoria

La marginalidad de estos poemas es exploratoria. Se enfrenta a la miopía heterodoxa desde los bordes. No es la autodisolución por integración en una totalidad estética lo que busca. Rechaza esa máscara Sigüenza; sabe que ya son suficientes las que debemos llevar durante nuestra existencia. Lejos de la doble vida que soportaba el Dr. Jekyll, el poeta enfrenta a su Mr. Hyde, lo mira a los ojos y acomete su labor creadora, como en Adriano en Pirene:

Tu cuerpo / en él muero
Ven Antínoo / los dioses duermen.

No es el escándalo –menos aún en la acepción bíblica de la palabra- lo que busca el hablante lírico, ni asume una posición exhibicionista; es la puesta en escena de una visión que desestabiliza el universo heterosexual y sus imaginarios. Así, esta marginalidad asume a su voz como un válido interlocutor del centro. La otredad aparece buscando espacio para ubicarse al lado de la tradición existente y correr, paralela, a ella. Se afinca, entonces, con fuerte paso este discurso escasamente visitado en nuestras letras (hallamos rastros en la poesía de Francisco Granizo). Su espíritu transgrede y cuestiona el canon desde su trinchera. La mujer aparece en esta poesía deserotizada, inversamente proporcional a lo que sucede con la ligazón homoerótica, que posee amplia presencia. Pruebas al canto: Tracy Chapman, por ejemplo, es el ángel que te procura consuelo/ muriéndose.(Melancholy bar, en Ocúpate de la noche). Se aluden y mencionan voces que dialogan con la del poeta en una especie de práctica coral. Y el tono se vuelve gozoso y busca complicidad para su humor -entre negro y melancólico- cuando rememora a esos poetas y esas figuras de su mitología personal, como en Leyendo a W. H. Auden (Tabla de mareas):

Dicen que Auden y ese chico convivían
y que su amor fue más allá de la literatura
porque, llegado el momento, se acabó.

Siempre escribió sobre temas perecibles.

En fin, la voz recorre los espacios y los tiempos del margen, pues son los que el mundo no espía con actitud panóptica. Ahí están el hotel, el bar, la noche, por citar algunos ámbitos de este inmenso cronotopo.


Para terminar

Ya era hora de que un poeta de las calidades de Roy Sigüenza contara con una edición que no pecase de descuido y negligencia. Los textos de Abrazadero y otros lugares son precedidos por un extenso estudio de Cristóbal Zapata. Morosa introducción que contempla al hombre y al poeta. Especial demora ha tenido Zapata para enfrentar uno a uno los poemarios que se compilan en el libro. Nosotros, lectores, somos libres de acercarnos a los poemas de manera directa o contaminados por la lectura del editor. Lo seguro es que desde que Sodoma fue destruida, sus ciudadanos viven en la diáspora. De cuando en vez se reconocen a través de gestos y palabras, como las que ha escrito el autor para nosotros desde el conjunto de reivindicaciones que ha apuntalado. Y vuelven, con los ojos lavados, por caminos inéditos -aquellos que no hemos ni siquiera intuido-. Vemos a Sigüenza, después de haber dado a imprenta este libro, como una voz que se ubica en posición de ariete contra las arcaicas mentalidades. Como quien se confirma incluido dentro de las más sólidas y talentosas propuestas líricas en el Ecuador.

4 mar 2007


UNA APROXIMACIÓN A LA LITERATURA LATINOAMERICANA DE ESTOS DÍAS:

MUCHO MENOS QUE UN PRÓLOGO
Harold Alva
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Debo confesar que esta selección nació producto de esa fe propia de mi vocación por la literatura, por difundir a los creadores jóvenes de una tierra que están en pleno ejercicio de su función de brujos (detesto el término «artistas»). Lo dicho reafirma esta cadena de encuentros de poetas donde el factor integración hace que sospeche ha sido asimilado con suma responsabilidad. No sé si por salvarse, no sé si por algún objetivo mayor que signifique la reconciliación del alma de este fragmentado territorio, lo cierto es que están allí, que están aquí como un verdadero ente orgánico, como una sucesión de hechos que hace que los que formamos parte de esta promoción expresemos como un grito esta necesidad de decir más allá de nuestras fronteras, de allí que lo lúcido de este más que nuevo grupo radica en la fuerza y el profesionalismo con el que están inscribiendo su registro en la tradición poética de América Latina.
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Hablamos entonces de palabras mayores. Sólo por remitirnos a Perú, recordemos la voz universal de César Moro, o de Sologuren, o la fresca y siniestra partitura de Luis Hernández, sólo por citar a los contemporáneos, allí radica pues la responsabilidad de un Jorge Hurtado cuando escribe como un psicópata que denuncia la voracidad de nuestra época, de Cecilia Podestá que acude al mito bíblico para ponerle carne o de Andrea Cabel que nos dispara a quemarropa sus poemas en prosa. La misma responsabilidad reciben los novísimos poetas mexicanos, con referentes como Paz, o como Sabines, el poeta del amor en muerte con versos incendiados de ese lugar común en ritmo de denuncia y de lujuria, o el último Pacheco, o Villaurrutia. De allí que la jovencísima Abril Medina escriba en tono de crónica y desgarro. Ahora, el caso de México, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina, es especial, observo que hay una especie de nuevo boom de jóvenes poetas, fácil habría podido incluir a veinte poetas por país, si lo hubiese permitido el espacio, pero no, por eso sólo me he limitado a tres escritores. Quedan, por eso, un sinnúmero de nombres para una muestra mayor. Volviendo a México, poetas como Leticia Cortés hacen del lenguaje una fórmula para desechar el eterno temor a la parca, otros como Jorge Solís Arenazas, prefieren seccionarlo para reflexionar desde esa defragmentación sobre sus posibilidades.
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Puedo afirmar que América Latina tiene la reserva literaria del planeta, no es casualidad entonces que goce de este nuevo estallido de escritores jóvenes que en su mayoría adoptan el discurso poético en todas sus variantes. Hay una especie de intención por agotar todos los recursos, lo interesante es que en esa intención por agotar todos los recursos siempre encontramos un algo de novedad. Lo sorprendente es la edad de los aquí reunidos. Esa madurez con la que adoptan la escritura, esa seriedad con la que gratamente impiden que la suya sea una especie de himno solo para repetir como música de carretera, no, la suya es una poesía que rompe la frontera, son críticos en sus términos, hablan con sumo desenfado, da la impresión que cada verso ha sido dicho para que, cualquiera sea el lector, reaccione con rabia o con ternura.
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Estoy seguro que los poetas reunidos en esta selección representan muy bien sus tradiciones, no están todos, por supuesto, esta es sólo una muestra, sin embargo sé que las plumas de León de Greiff, Álvaro Mutis o Jotamario Arbeláez pueden contemplar con tranquilidad los pasos de los poetas jóvenes de Colombia, no es gratuita la fuerza en la expresión de Felipe García Quintero, la intemporalidad casi profana de Andrea Cote o la sensualidad contemplativa de los versos de Lucía Estrada. Lo mismo los ecuatorianos Jorge Carrera Andrade y Jorge Enrique Adoum al tener como herederos a un preciso Luis Carlos Mussó, a una Aleyda Quevedo que sorprende o el corte a la yugular del texto de Ernesto Carrión.
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La agresividad no es gratuita. Basta leer los diarios para que la realidad nos caiga como un golpe seco en nuestras caras. Lo interesante de esta última promoción es su compromiso con lo social, no sé si en todos es consciente este compromiso, pero el hecho que, como hace décadas, los poetas incluyan este discurso, es una buena señal para afirmar el inicio de un proceso que articule objetivos ya no exclusivamente literarios.
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El caso de Chile es especial, quizá por mi vocación política, leo con particular entusiasmo sus poéticas, ese intento por redefinir (quizá sin proponérselo) la forma; sumándole a lo poético lo político y lo de género; hace que su experiencia sea de las más novedosas. Paula Ilabaca con una escritura exclusivamente urbana, casi de monólogo, de pregunta, o la desfachatez oscura, tierna, de queja, de Diego Ramírez, hacen que con la poética totalizadora de Héctor Hernández Montecinos («la voz menos representativa de la nueva poesía chilena»); el espíritu iconoclasta y de permanente búsqueda de Parra, Maquieira o de Zurita, confirmen su vigencia.
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Lo mismo Borges, Pizarnik, Gelman, pueden reposar tranquilos cuando tienen como herederos a poetas tan vitales como Lola Arias, María Eugenia López o Laura Lobov.
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Lo que sí es una característica de estos escritores es que en su mayoría están sumamente comprometidos con la difusión e interacción de los poetas. Una buena estrategia es la realización de Encuentros que ellos mismos están consolidando. En México el Estoy Afuera, el Novísima Verba en Perú, el Poquita Fe en Chile y el Salida al Mar en Argentina. A estos Encuentros es preciso agregar la aparición de nuevos sellos editoriales que permiten a los noveles autores acceder a las publicaciones.
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Esta muestra es un primer acercamiento, como escríbí al principio, lo que me mueve a presentar estos nombres es mi fe por lo que se puede hacer desde la literatura. Si nuestros políticos están concentrados por la noticia efectista, nosotros estamos preocupados por alcanzar metas más puntuales. No soy especialista en el tema, sin embargo, he aquí un pretexto para que otros se embarquen en un estudio mayor.
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Los escritores están allí, hay nombres que se han quedado. Es su responsabilidad un libro más completo..
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Lima, Jesús María, 8 de octubre de 2006.
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MÉJICO:


ABRIL MEDINA.
Nació en Guadalajara (Jalisco) en 1985. Graduada del diplomado en literatura de SOGEM, escuela de escritores. Participó los años 1999 y 2000 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Ha colaborado en las revistas La voz de la esfinge, El fabricante de deudas (Perú), y Masmédula, siendo parte del consejo editorial en ésta última. Colaboró en catálogos y exposiciones dentro y fuera del país, con el pintor Luis Medina. Igualmente en el catálogo del pintor Federico Navarra y en el calendario de Carmen Bordes (2003). Fue incluida en las antologías La palabra clandestina, De tanto contar IX, Antología de escritores Jaliscienses, Antología de poesía eucarística. Ha realizado lecturas públicas con el grupo editorial el viaje y comunidades literarias independientes. En febrero del 2005 se exhiben textos y poemas suyos en conjunto con la exposición gráfica de Rodrigo Medina en la ciudad de Valencia, España.


Y es que te soy tan oscura
tan irreparablemente angosta
me viene claro tu temor fonético
mi nombre como alfabeto indescifrable
tautología Abril y cárcel
abril y nada
abril sin año que la detenga presa en un calendario
y prenderle fuego
habemos débiles
te explico
cubiertos hasta la montura con silencios
donde una pluma nos cabalga mentira-adentro
he tomado la costumbre literaria de ladrar
reconciliada con toda flaqueza
y es que te soy tan dos pedazos negados a unirse
perfectamente lejana a la congruencia que reclamas
que desclavo
que practica con nosotros su cualidad de no existir.
Éramos capaces de inventar cuarenta y dos centímetros al colchón
para no tocarnos en la inconsciencia del sueño
para que no nos acercara la ignorancia de los dormidos
éramos capaces de lograr tremenda casa en un espacio pequeño
donde cabíamos holgados a fuerza de desencuentros
éramos capaces de enmudecernos mutuamente como dos magos
como infalibles brujos que pronuncian un conjuro
y consiguen inaudible la voz del hechizado
tanta magia teníamos
pero ahora te soy tan oscura
tan irreparablemente angosta
que has empezado a verme la invalidez con ternura
tú que condenabas mi infección paginal
mi venérea afición al contagio
a los engaños que me enferman de risa
de furia
de algo
cuando mi jinete ordena
cuando grita mi domador: ¡detente!
y agrego un punto a la tierra blanca y apago el libro
tu ahora me sabes inconfesa
ocultandote insistente que que no hay embrujo
que tampoco fuerza
que no voy a arrancarte la piel a mordidas
gracias por eso
por dejarme así
a salvo en mi estrechez
por tu indulgencia distante
por tu asustado amor.


LETICIA CORTÉS.
Nació en Guadalajara en 1980. Licenciada en Letras Hispánicas. Cursó un Diplomado en Creación Literaria. Traducida al catalán por el poeta Joan Navarro. Su obra poética se encuentra recopilada en revistas de México y del extranjero, así como en las antologías Poesía viva de Jalisco, Voces varias a veces líquidas, 100 poetas del mundo, El fabricante de deudas y Poetes americanes nascudes a partir de 1976. Ha participado en varios encuentros nacionales e internacionales de poetas. Formó parte del programa Polvo nuevo de la palabra antigua con su poemario inédito Labios de espina en el Palacio de Bellas Artes. Actualmente coordina la Muestra de escritoras que se realiza cada seis meses en la Capilla Elías Nandino del Ex convento del Carmen y es miembro del Comité Editorial de la revista Al margen. Ha publicado el poemario Lámparas de sueño (Ediciones Cuadrivio, 2006).


[Grito primero]
He de utilizar una lengua labrada en silencio,
un idioma de fuego y de tierra.
Debo apretar las palabras a mis uñas,
romper la carne,
el himen de nuestros nombres,
desflorar tu mudez impotente porque sólo así
comprenderé todo el amor que sucede en los ojos.
Tengo que hablar,
esconder mi rostro,
parir este dolor de haber nacido irreductiblemente asustada
por el grito primero
y el primero de mis llantos
en esa madrugada tangible para mi madre
que sentía entre las piernas
una medusa
que le comía
el corazón..

Que fuera como tú
tan indecible y tan tocable.
Tan corto de brazos y largo de labios.
Que la tristeza fuera
un río de cama corta e indescifrable argumento.
Que la cortina de su cortezano fuera ásperas palabras
luz de agua que cae
como garúa de incendio oceánica.
Y me miro despacio y aguda
en el reflejo de las piedras-rocas-de martillos.
Me miro y muero.Y te digolo indecible y lo innecesario.
Y no me voy sólo por esta sed
sólo por esta terquedad mía
y por la distancia que nos separa en la cama
tan aguda y tan grave
como el largo de mis pestañas
o nuestros coitos
Y es queya no me alcanza tu cuerpo
para masturbarme.


JORGE SOLÍS ARENAZAS.

Nació en Ciudad de México en 1981. Poeta, crítico literario y editor independiente; con el libro Cuaderno de Agua, acaba de ganar el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2006, certamen convocado por el Fondo Editorial Tierra Adentro. Es el editor norte de la revista virtual Rusticatio. Ha presentado conferencias y ponencias en distintos países de Latinoamérica. Varios de sus ensayos y artículos han aparecido en revistas y suplementos. Algunos de sus textos sobre artes visuales aparecieron en francés y sueco. Dirigió la segunda época de la revista México Volitivo. En 2002, publicó su libro de ensayo crítico Entre la Iguana y el Colibrí.


TABULA RASA

3
Fe de erratas
*Donde dice: «Ojo» debe decir algo más. No el vocablo diferente,la Diferencia.
*Donde dice: «Ojo», podría seguir diciendo «Ojo» si el signo se
trascendiera. Incluso podría decir «Ojo», en una red inmensa
donde la posibilidad fuera el camino de lo Total.
Así, «Ojo» sería su extrema alteridad.
*Donde dice: «Ojo» también podría decir: «Donde dice Ojo debe decir...»
*Donde dice: «Donde dice debe decir», podría ya no decir nada
pero abrir una ruta, trazar una huella que no es exactamente ella
misma y que lee mapas –en la totalidad del espacio, hacia ningún
lugar-.
*Donde dice: «...decir...», debe decir: «Cerrado».


9

La escritura de lo que no ves. Apenas una resistencia.
Tan sólo el límite donde hay un secuestro sin reo.
El filamento sin mirada ni cuerpo mirado.
La mariposa abierta, el correlativo cuerpo vacante, acechado,
perseguido, tala en el apunte de un ciego.
El castor se borra a sí mismo. La noche vuelve a escribirlo.
Se puede ver en su condición original.
La huella. Lo que ves. Lo que no es. Se mueve el ancla
entre el fragmento y la raíz.
El Ojo es alteridad sin hilos partidos ni rompecabezas duales.
Nueva raíz que da luz en la periferia.
Tabula rasa.
El Ojo / la escritura de lo que no es.
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COLOMBIA



FELIPE GARCÍA QUINTERO.
Nació en Bolívar, departamento del Cauca, en 1973. Obtuvo el título de Magíster en Filología Hispánica del Instituto de la Lengua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid (2005) y el de Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito, Ecuador (2003). Es Licenciado en Literatura y Lengua Española de la Universidad del Cauca (1996). Desde 1995 dirige y edita en Popayán la revista Ophelia. Y forma parte del consejo editorial de la revista Puesto de combate de Bogotá. Es director fundador de Ediciones Axis Mundi. Ha publicado los libros de poesía: vida de nadie (Madrid, 1999); piedra vacía (Quito, 2001) y La herida del comienzo. Granada: Ediciones Alhucema, 2005. Casa de huesos (selección de poemas). Mérida (Venezuela, 2002) y Horizonte de perros (Cali, 2005), son dos selecciones personales de poemas. De la incursión en el ensayo es el libro Finca Raíz y Propiedad Horizontal. Lectura del legado poético de Rafael Maya. (Colombia, 1998).
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Piedra
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1.
Sé un pensamiento mío.
La fijeza de mi mudez latente
no la sombra de mi cuerpo, su herida.
Yo tu posesión, mi huésped
en la voz, la habitación vacía de cada hueso..
2.
Colmada miseria
y perpetua errancia de la quietud.
Piedra
¿Dicha vencida o mudez cantada?
En el puño cierto del llanto
cuánto hay de ti, siempre conmigo.
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3.
Sordo cielo mío de cada grito
pueblas la oscuridad de mi infancia.
En la voz el silencio te toca
la nada te alegra
la soledad te encierra.
Vigilia oculta y serena de cada muerte.

4.
Piedra
Sé la fuga de mi caída.


LUCÍA ESTRADA
Nació en Medellín en 1980. Ha publicado los libros de poesía Fuegos Nocturnos (Medellín, 1997); Noche Líquida (San José de Costa Rica, 2000), Maiastra (Medellín, 2004) y Las Hijas del Espino (Medellín, 2006). Sus poemas han aparecido también en varias antologías y publicaciones del país y del exterior. Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005). Actualmente hace parte del comité editorial de la revista literaria Alhucema, Granada-España.


EL CÍRCULO DEL POEMA

Cada poema abre otro silencio,
recorre las estancias últimas
de la palabra
para volver al todo.
Se precipita en el vacío
después de circular
de mano en mano,
de labio en labio
hasta que no queda ningún vestigio
de la sangre que acuñó su moneda.
Cada poema
un desafío al ojo atento
en el instante justo
de la caída.


MARÍA DMITRIEVNA ISAIEV
Escucho el canto rojo de la tormenta
venir por las calles.
Es el crimen y la enfermedad
recorriendo las horas,
los minutos,
justamente sobre nuestra mesa.
Hoy he descubierto mi temor a la locura.
Hoy he comprendido el temblor
de tu mano al encender la lámpara.
Está entre nosotros
y tú lo sabes.
Su risa gotea en las paredes,
su respiración empaña el espejo
en el que sueles escribir
para conjurar el espanto.
Alguien más le sigue,
come con nosotros,
piensa en su miseria
y se compadece de mi silencio.
Su nombre danza como la serpiente,
se oculta tras la roca
que podría aplastarla,
pero confía su destino
a esas iniciales misteriosas
que nada pueden responderle.
Un demonio guarda su bastón tras la puerta.
Entro
e incluso en mí,todo lo han robado.
¿Son estas las huellas de tus pies?
¿Eres tú quien me llama
o tu ángel de exterminio?
¿Son estas mis palabras o las de su abandono?
Dime que la furia
de los pasos allá afuera
no se dirige hacia nosotros.
Dime que no es a ti
a quien buscan, que antiguo
ese no era tu nombre.
Dime que antes de todo
cerrarás el libro
y con élla pesadilla.



ANDREA COTE.
Nació en Barrancabermeja, en 1981. Es profesora de la Universidad de los Andes en la ciudad de Bogotá. Entre 1999 y 2001 dirigió el Festival Internacional de Poesía de Barrancabermeja. Ganó el Concurso Nacional de Poesía Universitaria, convocado por la Universidad Externado de Colombia en el año 2002. Ha publicado los libros de poemas: Puerto Calcinado (2002), Casa Quebrada (2004) y Fotógrafa al desnudo (2005. Biografía de Tina Modotti). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, Francés, árabe e italiano. En el año 2005 recibió el Premio Mundial de poesía Joven «Puentes de Struga» Otorgado por la UNESCO en la República Independiente de Macedonia.
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Dime si estoy aquí
o dame siquiera de tu lecho el fondo.
A mis manos tu cuerpo,
tierra, colina, dame el consuelo de la cara tiznada
o la arena en la uñas.
Déjame existir atada a tu desastre,
que te sienta en cada parte.
Dime que aquí es un lugar,
o déjame ser desde abajo
donde son tus ríos heladas montañas,
mi horizonte muerto
que no cesa.
Dime si estoy aquí
o dame un descanso de maleza y lama
o dame siquiera la hierba voraz
de tu fondo recio
pero cierto.


Poema de los templos

Señor de lo triste:
aquí está tu roca herida
otra cosa que se rasga
a la manera de la hoja
que se arruina
y cae
sin desesperación,
no con el dolor angustioso
de los hombres.
.
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ECUADOR



LUIS CARLOS MUSSÓ.
Nació en Guayaquil en 1970. Licenciado en Literatura y catedrático. Ha publicado El libro del sosiego (1997), Y el sol no es nombrado (2000), Propagación de la noche (2000) y Tiniebla de esplendor (2005). Ha sido dos veces Premio Nacional de Poesía (1999 y 2000) y finalista en el Premio Adonais (Editorial Rialp, 2000).


PAUL CELAN (París, 1970)
Nadie fue testigo
de aquel limpio salto desde el puente Mirabeau
(nada lícito es el lecho de los hombres
si deviene el cauce más agitado del río,
al borde de un lento pinar en las colinas)
Nadie fue testigo
de la sombra escrita entre ondas u desperdicios
y algún pez muerto y el tono silente
y púrpura en el rostro de otras sombras, menos muertas
(afiebran una ofrenda diferente
las enumeraciones del surco en la mirada,
como estrías en la piedra,
como anguilas de aceite en la marea)
En aras de su víctima, el flavo ojo de Dios
(como un gavilán) mide y trama el vencimiento,
prodiga un hondo signo para el flagrante mundo
ante su pálida mies de primavera: sobrevuela
al poeta en su universo de orogenias, en un esplendor
que se desprende de los álamos temblones
como ramas, como prodigios
que llueven de su propio reflejo.


JUDENREIN
Veo suceder la cosecha en Frankfurt
y en Madrid, en Praga o en Cracovia se me vienen diálogos
que van devorando un rictus tras otro,
como si un torbellino se paseara a través de los atrios
donde jugaron los niños, malgastando el azar.
Escucho los lenguajes de la nada
y su trayectoria en Venecia, en Roma y en Viena.
Camino entre palabras que han quedado
enredadas en una bellísima telaraña de hierro.
Es como si hubieras nacido,
y jamás hubieses usado las palabras perversas
que rielan, en barbecho, desde el atril de hielo;
es como si no hubiesen trasegado el ánimo en detritos
lenta, animosamente
después de que la llave encendida se humille, bastante visible.
Árida vigilia,
en ésta, la gestación impostergable.
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ALEYDA QUEVEDO.
Nació en Quito en 1972. Poeta y periodista. Licenciada en comunicación social. Desde hace 10 años trabaja como redactora, editora y consultora de comunicación para el desarrollo, en diversos diarios del Ecuador y agencias de cooperación internacional. Actualmente es productora del Programa ENCUENTRO de Radio VISION, y editora de la revista DIALOGO para el Desarrollo Local. Ha publicado los libros de poesía: Cambio en los climas del corazón, 1989, La actitud del fuego, 1994, Algunas rosas verdes, 1996 y Espacio vacío, 2001; Música Oscura, Antología, Cuadernos de Caridemo-Almería, Junta de Andalucía, España 2004. En 1996 recibió el Premio Nacional de Poesía «Jorge Carrera Andrade». Recientemente sus poemas han sido incluidos en las antologías: Presencia de Grecia en la Poesía Hispanoamericana (Chile, 2005), Antología Poética de las Mujeres en Hispanoamérica: Pícaras, Místicas y Rebeldes (México,2005).


AGUIJÓN
Una caja
encierra siete escorpiones
La destapo con mis manos frías
Grabo en la retina sus cuerpos negros
y el aguijón dispuesto como una interrogante
Siento el poder de su pregunta
atrapada por el miedo y la belleza.
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OH, EL ASCO Y LA PASIÓN
No hay nada más que arena
y dos cuerpos idénticos
que se aman hasta incendiarse
Creen bañarse en las mismas aguas
pero están marcados por la música
que hiere los sentidos..

LA NOCHE BLANCA

En un inmenso hospital
un cuerpo vestido de espinas
Soy virtualmente la virgen del desierto
estampa desmayada sobre el miedo
Nada más, yo
con las manos llenas de clavos calientes
caminando descalza entre las dunas
Un inmenso hospital es un desierto blanco
De mi boca sale el mensaje divino
pero aquí nadie me oye.



ERNESTO CARRIÓN.
Nació en Guayaquil en 1977. Ha colaborado con la prensa escrita, realizado trabajos de crítica literaria, ejercido la docencia y participado en encuentros literarios fuera y dentro de su país. Textos suyos han aparecido en revistas y antologías latinoamericanas realizadas en Méjico, Chile, Guatemala, Argentina, Venezuela, Perú y España. Ha trabajado en poesía el libro LA MUERTE DE CAÍN, cuarteto formado por los poemarios: El Libro de la Desobediencia (2002), Carni vale, Premio Nacional de Literatura “César Dávila Andrade”(2002), Labor del Extraviado (2005) y La Bestia Vencida (2004). También participó en el libro colectivo Porque nuestro es el exilio, Eskeletra editores, Quito (2006).
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(HERREROS Y ALQUIMISTAS)
VII

El mar existe. Y el cielo puro que cruje entre el cemento. Así la lluvia existe, y la débil danza de su aguja que va deshilachando cada sombra, que por eso dura. Y dios existe; pero igual que un gran artista de maravillosas dotes, nada tiene que ver él con su obra. Pero yo, que sólo me contemplo en el cuerpo que se apaga. Entre la multitud que asienta y que acongoja; que beso las criaturas que después no son, también existo. Yo, que he visto a las garzas nevando sobre los manglares, bebiendo la carroña del estero, iluminando las aguas detrás de nuestras casas, donde nuestro grupo humano estudia, palmo a palmo, esa moral y ese excremento que nos hace. Yo, que aún sueño poseer los mil discursos que habrán de derrotarme. Y me digo, por un día siquiera, sería bueno ver las cosas en su origen. Sería bueno que los caminos opuestos fracasaran una vez en calma. Por un día siquiera, sería bueno que el anverso y el reverso no estorbaran. Ver las cosas como hubieran sido. Porque sé que he terminado como todos, siendo el hombre que jamás deseé.
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ECCE HOMO

No sé quién de los dos está más solo
Desde que soy tu criatura.

LA PALABRA FRANCA

Ahora, de repente, vuelve la lluvia a levantar el polvo de las alamedas. Y me llega el olor de los maizales, dorados por los brazos negros del trabajo humano. Y desde un árbol de pieles, donde la lluvia junta sus festejos, veo ciudades llenas de parques y casas orgullosas, llenas de rostros impuestos y ventanas secretas para blancas manos. Veo estos sitios, formados deliberadamente para ser amados. Más la belleza, que supo ocultar bien las afrentas de la vida, que alguna vez fue reposo, íntimo retiro, no piensa volver en esta hora doble. Ya hasta aquí llego nuestro dominio, ya hasta aquí llegó nuestro talento. Y el grito del follaje, que en otro tiempo moría en el camino; que nos mantuvo erguidos y dispuestos en el claro titubeo de tenerlo todo, de saberlo todo, de decirlo todo, tampoco ha de volver en esta hora doble (más bien escapa como la memoria, cuando el cuerpo está ocupado en su cansancio). Y el agua rauda, que alguna vez corría libremente, que puso las palabras ante mí como lebreles fieles, que decía yo soy, movida por correas transparentes y feroces; ahora quieta, permanece, ineludible. Y la palabra franca, perdida, quien sabe en cuántos laberintos que dan forma al hombre.
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PERÚ
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JORGE HURTADO.
Nació en Trujillo (La Libertad) en 1976. Se considera un hombre ordinario que escribe, eructa, escupe, se mira en el espejo para no reconocerse en la calle. No se peina, escupe de nuevo. Lee a Schopenhauer, fuma y discute sobre la filosofía de lo inútil. Con algunos premios sobre el hombro, ha publicado Óxido(2000), Sucias palabras (2001) y la violenta y absurda historia de juan daimon (2006).
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A.M. (AMANECER MALDITO EN LA VÉRTEBRA CERVICAL DE TRUJILLO).
en la ciudad el único precipicio es tu cuerpo.
una cavidad donde la muerte acecha
como un buitre
sobrevolando los muladares en el desierto
donde deambulamos toda la noche
saboreando la ácida caída de los orates
que desfilaron
uno a uno por las orillas de las calles
ennegrecidas por el humo y las voces
imbéciles de los amantes que se ocultan
en un rastro de baba y en una promesa de eternidad
desnudos
y embarrados con el sudor
nuestros cuerpos se desatan
con la furia del fuego
y sin decirnos nada— sin pretender otra sabiduría
que el encuentro entre dos mortales
que no saben ni les interesa soñar en amaneceres
psicodélicos—nos expandimos a toda velocidad en otros orgasmos
que eleva el ens seminis
dentro de un cielo estéril
sembrado de árboles lechosos y parlantes
que emiten el gemido de un animal
que muere desangrado en el centro
de un jardín destruido
por la inocencia
hemos llegado a las puertas de un laberinto.
escuchamos los mugidos ahogados
al otro extremo del hilo delgado
que se extravía en la oscuridad,
nos acercamos a husmear la muerte
de la noche irracional
a beber el licor que brota
de un cuello perforado con una lata oxidada— la noche nunca nos inducirá al sueño
clavada en cada hueso pedazo de carne
fragmento de corazón
vértebra
enervada
con miles de dolores que se mezclan
con lentitud
en un mar subterráneo
donde la pesadilla es soñar el mismo sueño
durante la vigilia—nos sentamos en el lodo
y
acaricio
tus tetas duras con mis labios mi lengua
para sentir en la penumbra
el amargo sabor de una mujer
que se sobrevive a los millones
de puntos luminosos
que se le clavan
mientras camina
por las avenidas sembradas de acero de cartón
de animales muertos de hombres-bestias
que rodean los muros
del laberinto donde estamos condenados
a merodear
sin poder penetrar en él
y nos entregamos todas las noches
a la única forma de agotar el ruido
de la muerte
que acontece a cada instante detrás de nuestros
cuerpos como infinitos karmas
que se mezclan
en un encuentro frenético
de sangre baba semen
latido
que esparce en mi piel
en tu piel
el vértigo
de convertir el absoluto en silencio.
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TIRESIAS EN CUALQUIER ESQUINA DE LA CIUDAD.
no tenías porque rondar en estas ciudades llenas de adivinos mentirosos y chamanes vociferantes. aquí nadie te necesita. no es gran cosa saber lo que desde el inicio de la civilización ya se sabía de sobra. ah, claro, las tragedias cotidianas, la repetición incesante del crimen y de la traición, de las huidas y de los retornos, del amor pasión y del amor abismo, de los edipos y los ulises, de la inútil lucha entre el hombre y su destino, etcétera, etcétera...eso se ve muy bien en los cines o en la tv, pero a la gente eso le importa un carajo. sólo desean enterarse de trivialidades, y para eso van a los horóscopos, a los adivinos vía telefónica. necesitan escuchar sus mentiras, asegurarse que sus vidas ya están escritas en alguna estúpida revista de fin de semana, y que su destino no les causará el pavor de un infierno de cenizas, sin ninguna estrella o conjunción galáctica que mueva sus órbitas para ellos porque todo está allí y estará allí cuando ya nadie se imagine que allá arriba están todos los destinos. ¿ delfos? ahora es un gran oráculo computarizado, y tú, tiresias, en medio de esta metralla de visiones, no eres más que un patético transexual, lejos de los dioses y de las serpientes, abandonado en una calle cerrada y llena de travestis
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CECILIA PODESTÁ.
Nació en Ayacucho en 1981. Siguió estudios de literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los libros: Fotografías escritas (Premio Dedo Crítico, 2002), la pieza teatral Las mujeres de la caja (Fondo Editorial de la UNMSM) y La primera anunciación (2006). Ha obtenido el Premio de Dramaturgia de la revista Muestra 2005 por la obra Cenizo, obtuvo una Mención Honrosa en el Concurso de Libro Objeto Carlos Oquendo de Amat 2006, por El libro de Cera .Ha sido incluida en diversas antologías y publicaciones. Estrenó las obras teatrales Las Mujeres de la Caja y Placebo, bajo su dirección escénica y La Repisa de los Juguetes Vacíos, bajo la dirección de Sara Joffré. Dirige el sello editorial Tranvías Editores.
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doris murayari zangama fue internada en marzo del 2003 en el hospital psiquiátrico del estado victor larco herrera en el distrito de magdalena. desde ese momento se desconoce su paradero. su historia fue manipulada para cantar un himno inútil y sordo que blasfema la torpe locura que la reclama. doris murayari zangama desapareció del pabellón de emergencias del hospital para enfermos mentales victor larco herrera en el distrito de magdalena, donde las tardes se pierden bajo un sol dilatado y los pabellones parecen guardar a sus internos como a muertos de enormes ojos abiertos y cubiertos de sal. parecen también enormes galeones que se perderán partiendo del mismo mar de magdalena hacia algún horizonte poco conocido, aprisionando gritos, ojos y fantasmas. los de doris, los ojos abiertos de doris eran profundos y amargos, maldecían y se cerraban curiosamente. dijo: sácame. y yo, que sabía que nuestros ojos eran iguales porque caían en el mismo abismo a nuestros pies -ese del que salen las voces más tercas- la dejé ahí. besé y escogí su lugar entre los rechazados como si yo no fuera uno más, como si a mis pies no cantaran hombres olvidados pasando sus lenguas entre mis dedos y reclamándome entre ellos, porque sabían que también había un lugar para mí y quizá una corona. lo gritaban como si eligieran la muerte, como si supieran que caminaría dejándolos atrás sin escucharlos siquiera. y la dejé entre ellos, haciendo de mi culpa una masa en su estómago. masa que se forma en mí para ser enfermedad o la eterna culpa de heredarla al abandono. si. la dejé sabiendo que nuestros ojos eran iguales a alguna fe que desapareció entre calles oscuras, o en el silencio de un condenado a navegar en su locura, en su indigencia, en el olvido, bebiendo de la misma agua que lo sostiene y sabiendo que pronto sus ojos caerán y serán parte del mar que guardó el galeón que eligieron para morir entre gritos ajenos.
(Fragmento de El Himno de Doris)


ACEPTARÍA SUBIR BAJO EL CIELO
aceptaría subir bajo el cielo
actuar para las luces de neón
y ser una sombra
extensa y abierta en el hastío
huyendo de la ciudad
y de seres hechos de bulla.
aceptaría un relato desconocido a
su lengua mil veces terca. vil.
y en su lengua un hombre de perfil
sin huesos,
sin ojos,
sin orbitas
y hablando de las mismas luces
como pistas de aviones falsos.
pistas de aviones en sombra caídos al rozar las luces del poste.
él la tocaría tragando su vestido de cartón,
buscando los huesos bajo su piel,
y acomodando el olor sobre su cabellera
tan extensa como la sombra en la que morían envueltos
antes de descender a la bulla,
a la luz como carcajada insoportable
que los desnudaba de la sombra
en la que buscaban una muerte distinta..


ANDREA CABEL.
Nació en Lima en 1982. Egresada de la especialidad de Literatura con mención en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido becaria de la Universidad de Burgos (España) en el año 2004 donde estudió temas de Literatura Medieval Española y realizó un proyecto de investigación sobre el mismo tema. Publica en diversas revistas, ha sido traducida al inglés y al catalán. Participa del proyecto: Poetas americanas nacidas a partir de 1976 (Valencia) y de la antología de poetas jóvenes hispanoamericanos de la revista australiana Noise. Actualmente es jefe de prácticas del curso de Teatro en PUCP. Ha publicado el libro Las falsas actitudes del agua (2006), Primer Premio del Concurso Esquina de Papel.
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de Las falsas actitudes del agua:
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[mimesis]
sea maldito, el que se equivoque y te quiera
ofender, riéndose d tus disfraces.
j.l.l «oda a julián de casal»
mi máscara,
se asemeja al andrajo que te viste,
al eco de tu espejo,
que sonríe siempre, como último hombre,
como algún último favor enclaustrado entre el cielo y el infierno,
como aquella última promesa escrita a cada instante..
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[san Antonio I]
un loco sentado en una rama,
un saxofón que perdona luminoso, como una santa pierna,
como un triunfo pálido entre el tigre y las bellotas.
todo en la torre está tranquilo.
las olas de plata y los animales que blasfeman,
la necesidad de compararte atado a mis uñas.
la salud como aspaviento de leche y petróleo,
la infancia socavando lo repentino, las velas, las luces,
el humo de la cocina y la estrella fija en el cielo,
la misma que acompaña ardiendo, contemplando,
sin respuesta,
sin pedazo de polvo
sin desnudez que agobie.
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Tu olor es el de un ave cuando nace. El olor del aire del mundo, el de una pluma que navega azul frente al tiempo y que se estrecha entre mis manos, junto a las briznas y al manto minúsculo de cada noche transparente. Tu olor es la sustancia, la mancha en el cuerpo herido, la voz que se pierde. Un drenaje que iza bandera e interpreta cáscara y vacío. La mejilla hambrienta del hijo como reflejo de encuentro y último día de mayo. Cuatro a la mañana, reconociendo la tristeza que nunca miente. La que se duplica en los parques iluminando cada traje descarnado. La que pasea en cada calle diseminada en puñales, en finales que muerden, que conmueven.
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CHILE
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HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS
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Nació en Santiago de Chile en 1979. Licenciado en Literatura (PUCCH). Doctor © en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte (U. de Chile). Ha escrito en poesía No! (Ediciones del Temple, 2001), Este libro se llama como el que yo una vez escribí (Contrabando del bando en contra, 2002), El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz (Contrabando del bando en contra, 2003), Putamadre (Editorial Zignos, 2005) y Coma (Mantra Editorial, 2006), que cierra la serie llamada Las categorías visuales de la gloria trágica. También ha participado en los libros colectivos Objeto/Reflejo (Balmaceda 1215 Ediciones, 2000), que recibió el Premio Mustakis a Jóvenes Talentos 1999, y Desencanto Personal: Reescritura del Canto General de Pablo Neruda (Cuarto propio, 2004). Ha sido becario del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2003) por su estudio Teorías paganas, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (2004 y 2005) por sus estudios La incógnita de la X y Desde la escritura de sí mismo, respectivamente, de la Fundación Pablo Neruda (2005) y de la Fundación Andes (2005) por su libro inédito Coma. Es director de la editorial «Contrabando del bando en contra», hace performances y acciones de arte, collages en papel, ilustraciones, guiones y obras de teatro en pequeño formato, ha sido director, asistente y actor en varias producciones audiovisuales. Sin duda, es una de las voces menos representativas de la poesía chilena actual..
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LA MENTACIÓN DE LOS CENTINELAS

Los centinelas mentales me hicieron perder la serenidad
los centinelas mentales se pusieron en la puerta de mi casa
para que yo no pudiera volver a salir
los centinelas mentales quisieron llenarme de angustia
pero un día me harté de que hablaran mal de mí
y me dije
convertiré mis plumas en limas al rojo vivo
convertiré mi pico en un diamante para sus madres
Contra los centinelas mentales hoy me despedazo
no hallarán donde esconder su estupor
y volverán lloriqueando a la nebulosa seminal de la que malnacieron.
Los arrastraré a través de estas páginas
y serán una atracción circense para todos mis amigos.
Diré a los siete vientos cada uno de sus hedores
cuando este mismo lápiz con que escribo
lo entierre en sus narices
buscando alguna tinta con que pueda escribir
sus insignificantes nombres.
Y tal vez ellos no morirán
y tal vez yo sí moriré
pero estaré más presente y feliz que nunca
porque me habré despojado de lo que sólo me trajo dolor.
Estaba acostado y muerto de frío
cuando los centinelas mentales entraron a la piecita de madera
donde dormía con mis padres
traían una jaula con barrotes hechos de espejismos
abrí los ojos y ellos se retorcieron sobre mí
asesinaron a mi padre cortándolo en pedacitos
y su pene lo tiraron al techo
unos pájaros pasaron y depositaron sus huevos junto a él
a mi madre la llenaron de espinas y plegarias
los centinelas mentales me pusieron dentro de la jaula
y ningún aeroplano volvió a pasar sobre la casita
los insectos comenzaron a llegar junto con todos sus muertos
millones llenaron la habitación
sin que quepa ninguna esperanza
los centinelas mentales se reían sin parar
dando vueltas a mi alrededor
y el pene de mi padre engendraba esos huevos
que veía caer por la ventana llenos de semen y sangre
el suelo se llenaba de hormigas que eran devoradas
por las miles de moscas y larvas
que atestaban el dormitorio
las espinas de mi madre también crecían
y se iban enterrando en mi cuerpo
los centinelas mentales agarraban las púas
y las apuntaban a mi corazón
que cada vez latía al ritmo de un enigma.
Y los centinelas mentales buscarán a otro u otra
con quien envilecerse
rastrearán como perros que son
a esa persona que venga a soplarles el polvo de sus ojos muertos.
Hoy me atrevo a maldecirlos
porque tengo todo que perder
tengo que perderlo todo.
Contra los centinelas mentales hoy me levanto
para arrojarlos al fondo de las miserias.
Se rieron de mí
de mi cuerpo engordado con hambre
de mi voz arrasada por ejércitos de timideces
de mi casa de palo llena de ratones y gusanos
de mis sentimientos de haber querido no estar siempre tan solo.
Ahora yo los voy a hacer aborrecer haber nacido
los haré llorar hasta repugnarse
y no hablo de venganza sino del Fuego Paralelo
que es pura conversión que enciende y quema
los ojos que me hicieron cerrar los míos de miedo
las manos que me cayeron encima días y noches
las bocas que me escupieron la inocencia en la cara
todos los centinelas mentales de mi vida
aquí los tengo
al alcance de mi mano de mi ojo de mi boca
esta noche están todos frente a mí
los de la Colina de la Sorpresa
y los del Castillo de los Centinelas
los que me vieron hacerme hombre a patadas e insultos
los que me humillaron hasta querer apagar las lucecitas de mi corazón
todo acaba aquí.
Las palabras de los centinelas mentales eran todas obscenas
y su aliento era una pútrida fiebre
siguieron riéndose toda la noche
y sus carcajadas estaban llenos de puntitos
que iban poco agrandándose
hasta que colgaban de sus bocas
como puntas de lenguas para lamer sus pies
hasta que se cansaron de hacerme daño
quemaron las espinas de mi madre
juntaron los pedacitos de mi padre
me sacaron de la jaula
y todos los insectos desaparecieron
un silencio llenó mi pecho
tenía un gusto amargo en la boca
una voz a lo lejos me llamaba por mi nombre de esa época
amanecía
y los centinelas mentales se habían escondido
dentro de las ollas sucias de la cocina
todas son trampas pensé
trampas de los centinelas mentales.
A los centinelas mentales se les acabó su tiempo conmigo
porque ahora serán sus cuerpos
los que se golpeen contra las rocas de asfalto
sus cuerpos serán devorados
por las hienas más infectas de sus familias.
El cielo estará lleno de las palabras que alguna vez imploré
y esas palabras caerán sobre los centinelas mentales
nadie podrá encontrar sus vísceras llenas de ponzoña
porque a ellos se les acabó su juego
y tal vez sea lo último que pueda hacer contra los centinelas mentales
y me vaya al mismo infierno
pero los fantásticos que vienen en camino
sabrán que seré una luz sobre sus cabezas
y me verán allá lejos en el recuerdo como mi atentado celeste
y sabrán que vienen también nuevos centinelas mentales
contra sus deseos y pequeñas alegrías.
No quiero más dolores niños.
Amanece.
Mañana será un nuevo día
sin más centinelas mentales para mí
soy yo.
Los centinelas mentales proclamaron una ley para
que ellos decidan qué poros besar
yo quería lamer a unas muchedumbres que parecían hombres solos
pero los centinelas mentales se los llevaron
en medio de aullidos y tumultos
se llenaron de pies e intentaron huir
sin embargo los centinelas mentales le hicieron una emboscada
para palparlos a todos en medio de unas tinieblas
llenas de huesos largos y duros
yo también quería hundir mi lengua en su piel
pero no me dejaron y me corrieron a un lado
mientras ellos acompañaban su delirio
con la música de un piano que había caído desde la muerte
los centinelas mentales cantaban tempestades y espectros
que despertaban todos los espejismos
que yo había imaginado con aquella canción de moda
del decenio pasado.
Los centinelas mentales son una procesión de ignorancia
que va a terminar
caerán estrellándose
hundiéndose sin piedad en sus instintos de bestias encadenadas
atados se irán reventando sus carnes del color del hastío.
Yo me reiré de los centinelas mentales esta vez
imitaré sus gritos con voz y mueca
hablaré como lo hicieron ellos pero con asco y certeza
mis ojos y mis manos serán para ellos
borrascas multicolores y llagas contagiosas.
Los centinelas mentales no podrán hacerme daño nuevamente
llenaré estas páginas con todas mis lágrimas
en tanto yo estaré presintiendo los imanes
de que no habrá talismán que no sea en su contra
no habrá música que no conmemore su derrota
no habrá lengua que les dé un nuevo nombre.
Los centinelas mentales que son
las respetables putas de la belleza
los distinguidos perros de la poesía
jamás volverán a aparecerme
porque hay un impulso nuevo en mí
alguien me acompaña y me toma de los hombros
para que el anillo de la serenidad en mi dedo
sea el pacto de que he triunfado
sobre los centinelas mentales
que no existirán gracias a este poema
al menos
hasta que sea devorado por las luciérnagas.
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PAULA ILABACA
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.Nació en Santiago de Chile, en 1979. Es Licenciada en Letras con mención en Lengua y Literaturas hispanoamericanas de la Universidad Católica. Ha participado en los talleres de Sergio Parra, Gonzalo Millán, Paz Molina, Raúl Zurita y Diamela Eltit. Publicó parte de sus poemas en la antología Círculo infinito de Editorial Al Margen, en las revistas Mercado Negro, Matadero, Derrame y Rocinante. Ha publicado Completa (Contrabando del bando en contra, 2003) y La ciudad Lucía (Mantra Editorial, 2006).
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la posibilidad de ser ciudad ella dijo mi único deseo es ser
ciudad es que se me corra es que
me corra la leche por la calles por estas construcciones lucía dice
amor amor hay unas bullas cuando pegas amor hay unas figuras
de carey que se demacran y gritan que me tome mi leche
ser ciudad sí ser ciudad lucía se estira y dice
ser ciudad para que se la corra en estos cimientos sí
ser ciudad para que impacte para que llene de leche y el cemento
se chupe solo
y mi cemento se haga barro y me escupa sí mi amor sí mi niña
sí mi pedacito carmesí mamá?
tengo la cabeza llena de bullas y la garganta mamá
me parece que no he sabido comprenderlas bullas no me dejan ni escribir mamá
como cuando la boca repleta de leche no me deja hablar
sí mamá lo mismo de esas veces de beber
traspaso las maneras del dolor lucía dice
las traspaso como si fueran como si yo lo quisiera
hay noches en las que no puedo ni respirar mamá
hay noches en las que su cuerpo se pega al mío y no hay cómo
poder encontrarlo mamá si hay olor cómo puede ser
que él no esté que se haya ido y tarde en querer volver
son las bullas mamá yo lo sé son las bullas
yo podría haber tenido ese oro mamá esa luz o esa negación
yo podría haber entrado en su llanto para poder
permanecer lucía dijo
pero el ángel se pudo tosco y no hubo manera mamá no hubo
El ángel ocultó el oro en su respiración el ángel cambió los
tonos para amarme cambió
las formas de entender
mamá dime yo entiendo?
si hay tantas bullas yo entiendo?

o cuando estira la cabeza jadeando
Lucía dice cuando estira la cabeza
Y responde en dudas o aciertos amor
Mamá a veces estira la cabeza y jadea
al mismo tiempo en el que creía que todo podía cambiar
al mismo tiempo que se me acababa la respiración
como cuando intuía golpes o veces hechas cruces
o los caninos ladrando en el barro o la oscuridad
lucía dice tengo ganas mamá tengo ganas
al mismo tiempo en que creía en que así era el amor
al mismo tiempo en que joder mamá era tan hermoso
o como cuando se pesadez hinchaba mi corazón
o como cuando su leche no me dejaba hablar mamá
o los golpes la cornisa el ojo del que yo hablaba
la luz el oro el eco su transpiración
la forma de joderme despacio su tranquilidad
lucía dice mamá mamá tengo ganas tengo tantas ganas
como cuando se me hincha todo lo que toca
lucía di cuando se me hincha
cuando tengo un nudo y lo quiero botar mamá
ella me da ganas él me da ganas
tengo tanto miedo mamá tengo tantas
ganas de joder con él lucia dice
pero el ángel se pone brusco cuando me escucha
pero el ángel dice córrete sola en tu ciudad y mánchala
pero el ángel me escucha y ronca en demonios mamá
pero el ángel
pero el ángel
pero el ángel
pero el ángel logra entender?
el ángel dice córrete luego amor y moja
acaba luego y moja mi corazón el ángel dice
apúrate vamos acaba en mi corazón
él me usó mamá él me usó
lucía dice yo no supe dejarlo él me usó
el ángel me usó mamá cuando me hinchaba y la noche
se ponía tosca mamá en sus manos en sus alas en el café de sus
el ángel mascaba y decía córrete luego amor y moja
el ángel decía quiero que me mojes el corazón
pero el ángel mamá no entendía
el ángel me usaba y luego se iba en ronquidos
lucía dice me usaba y se iba mamá se iba
tengo tantas ganas mamá tantas
ganas de joder con él de hinchar
su carmesí y que lata fuerte y duro
pero el ángel se coloca brusco
pero el ángel le ha dado por llorar
pero el ángel ha dicho acaba mi corazón y moja
yo se lo acabé mamá
yo lo dejé
pero el ángel
pero el ángel
pero el ángel
lucía dice
él me usa mamá él me usa
como las veces del padecer como si yo
lo quisiera cuando tiene pena o
ganas de estar aquí
cuando se le arranca desde adentro un
chorro de leche
y no sabe qué hacer mamá hacía dónde arrojar
cuando tiene ganas por ejemplo lucía di
cuando tiene ganas
él me dice hay otras más hermosas que tú
mamá el me dice
pero tú estas limpia lucía estás limpia?
entonces ya no me queda nada más mamá
cuando me pregunta y el barro se me chupa
cuando me pregunta y las avenidas se retuercen en mi corazón
cuando pregunta y luego me usa mamá
cuando tiene ganas y comienza a jadear lucía di
mamá soy hermosa?
mamá estoy limpia?
la ciudad se coloca tensa y chorrean mis calles di
amor amor dame esos golpes
si me usas sí sí sí si me usas
lucía dice no me importa nada mamá
no me importa joder ni correrme
es ese barro mamá
todos creen que lo quiero para acostarme con él para nada más
mamá soy hermosa? lucía di
mamá mamá si hay otras soy yo hermosa?
si el ángel me mancha estoy limpia?
si el ángel me jode yo amo el barro mamá?
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DIEGO RAMÍREZ
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Nació en Antofagasta en 1982. Ha publicado Coranzoncito/ Noche (2003) y El baile de los niños (Ediciones del Temple, 2005). Poemas suyos han sido publicados en diferentes revistas del medio. Ha participado en diversas antologías, una de ellas Cuatro Cuartetos/ Cuatro poetas recientes de Chile (Argentina, 2005).
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HE PERDIDO TANTO ESTA NOCHE
Míralos a ellos besarse sin mí
Mira cómo se besan entre ellos
sobre mis afectos y mis penas
Mira cómo se aman allá lejos
revolcándose entre la esquina y el goce
mezclando cruelmente esas lenguas en el mismo territorio
fronterizo y cercado donde mi boca alguna vez participó
Mira cómo mis labios ahora son otras 2 largas babosas
retocadas de hombres que bailan sobre mi corazón descariñado
He perdido tanto esta noche
pero se mueren despacios
alivándose los afectos
reconociéndose tan escasas en todo
tan solas esas burlones y simples
qué cocinan pastelitos de fresa
y se masturban en las tardes de ocio ciber express
Míralas
tan decadentes y maltratadas por la felicidad
Míralas cómo a pesar de las diferencias
yo todavía las sufro al verlas juntas
al ver cómo instalan un amor tan nuevo
sobre mis viejas heridas de saberlos alguna vez conmigo
Alguna vez mi lengua también compartió con la belleza
arrinconada de allá lejos, yo les prometo, les juro por mi vida
de huachito desnudo, que yo alguna vez también formé parte
de esos corazoncitos sin rabia
Yo les escribí tanto
y todavía lo hago
perpetuando mi voyerismo
de verlas tan amándose sin mí
tan de repartir su deseo en la boca
míralas a ellas juntas besarse
sobre mi cuerpo
míralas como se saben parte de mi espectáculo viejo.
Mira esas dos lenguas jugar a que se aman mientras mi lengua
Solita y despiadada
Espera a otros chicos nuevos para dejarles el mismo recuerdo de
babas necias en la boca
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HAY TANTA SANGRE.
I.
Hay tanta sangre
Miren cómo parece esto otra historia repetida
cómo se parece a las películas viejas de barcos y niños tristes
Estoy acostumbrado a esta manera de escribir
a pensarlos así tan distantes
a las pugnas de pieles ya las luchas discontinuas
por el hambre y el frío
por el frío y el hambre.
II
Nacarado mi continente
encendido mi corazón
se están riendo
de mi escritura
dicen que lo único que hago bien en la vida es escribir
y uno que de pelo largo y amor
no está muy convencido
de la metáfora / cetácea
que propone como la nueva muerte
de este país
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ARGENTINA
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LOLA ARIAS
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Nació en Argentina en 1976. Poeta, actriz y narradora. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y Dramaturgia en la EAD. Ha publicado los libros Las impúdicas en el paríso (poemas) y La escuálida familia (pieza teatral). Escribió y dirigió obras como Poses para dormir, Estudios de la memoria amorosa y La escuálida familia. Fue becada para asistir a Residencias para Dramaturgos en el Royal Court Theater de Londres y en Casa de América de Madrid.
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BLANCANIEVES Y YO

Abro el diario en pose de colegiala
con un marcador en la mano
Voy a hacer la lista de mis amantes
como una cortesana en kimono veraniego.
Primer amor: el paralítico de la escuela.
La adolescencia: el chico de las postales,
el militante marxista, el cantante,
el que escribía poemas.
La fiebre de la juventud:
el profesor,
el cinéfilo, el atleta,
el que comía con los ojos cerrados,
cara de caballo, el extranjero,
el pequeño nazi de las pecas,
el pianista introspectivo,
el padre de familia,
la chica patinadora,
los hermanos otoño-invierno,
el cowboy de los peinados.
Con letra de infante y cara de geisha
trato de encontrar un patrón de uso:
los rubios germanos y los latinos descalzos,
los tímidos y los terroristas,
los reos y los mejores alumnos.
Me sorprende encontrar
tantos hombres casados y con novias.
Como una Rizos de oro o Blancanieves fugitiva
quise entrar en todas las casas, comer en platos ajenos,
dormir en camas que no fueran para mí.
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MI CORAZÓN Y YO
Llevo mi corazón portátil en una valija de nena
-tengo miedo de los kilómetros que pasan-
voy en moto por la autopista vestida de amazonas
y veo vacas, desiertos, gauchos, estrellas de neón.
Mi corazón es una bomba de tiempo
y yo, la kamikaze de los cabellos veloces
No puedo detenerme a comer ni pensar
me alejo de mi pasado como de una casa incendiada
Mi juventud está corriendo una carrera contra mí
y yo no tengo copiloto para morir en su hombro
Quisiera saber cuándo voy a llegar
a la ciudad que se llama con mi nombre
En la road movie de mi corazón y yo
no hay postal que no tenga lágrimas pegadas
hoteles, rodillas, extranjeros, bikinis
todas las fotos movidas o quemadas por el flash
Mi corazón late como un ahogado adentro de una valija
y a mí me lloran los ojos de ir contra el viento
Suena una música de heroína postnuclear
La moto deja al pasar una estela de fuego..
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MARÍA EUGENIA LÓPEZ.
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Nació en La Plata en 1977. Estudia Letras. Dirige la colección de poesía joven Chicas de Bolsillo de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata. Participó en el IV Festival de poesía joven Novísima Verba (Lima-Cuzco) y también en el festival Poquita Fe de Chile. H apublicado Bonkei (2004). Fue antologada en Felicidades también. 18 poetas (2005). Dirige el Espacio QU de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (multiespacio de arte y nuevas tendencias). Poemas suyos han sido publicados en diferentes revistas literarias.
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Basta de contar historias. No, historias no. Final. Hagamos el amor a las palabras. Que se nos escurran por las muelas como caramelitos. Soy Gala. No historias. Tampoco poesía: sólo palabras tocándose y gimiendo y gozando. Transpirando. Respirar palabras, toserlas. Gala, la amante perfecta. Soy una mariposa frágil, hermosa y nadie me toca para no hacerme mal. Yo, la amante más sola del mundo, guardada en una cajita de cristal para que no me rompa. Que no se rompa Galita, cuidado, no la toquen. Y Galita que quiere que la rompan, la desgarren, la violen, la destruyan. Porque es la amante perfecta en la cajita de cristal y llora.
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Mi affair con Jessica Rabbit me enseñó a desear una muerte perfecta. Algún accidente de auto precipitado por la Mulholland Drive y dando de fauces en Sunset Boulevard, mi cara hacia atrás, como quien acaba de tener un orgasmo, la sangre en mi frente, mi nariz y mi boca. Al conocernos me invitó a que metiera la mano en su cuerpo y terminé tocándome mientras ella me mordía los labios. Un taco aguja en la calle y la mano brotando a modo de saludo por la ventanilla. Mi aventura con Jessica Rabbit me dejó frases como remember me para mi muerte and I love you, sweetheart, mientras mirábamos hacia arriba, a los espejos del techo del hotel. Gente llorando mi juventud sin sospechar que se ha cumplido un gran sueño. Ahora Jess y yo no estamos juntas. A decir verdad sólo compartimos la cama una sola vez y me enamoró. Gloriosa muerte, tan admirable. Ella sí que sabe hacer el amor hasta enloquecerte. Pero al despertar sólo tuve su perfume y una tarjeta rosa que decía I’ll see you in your dreams. Que me entierren en algún bosquecito santo.
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Esta historia es sobre un callejón oscuro de chicas licenciosas, de la mala vida, de la noche. Recuerdo haber amado a una de ellas, que mataba el tiempo entre los clientes leyendo cómics. Con el cuerpo de heroína y los tacos embarrados, arrimaba su figura a la mía y apoyando la cabeza en mi hombro me contaba su última aventura.
Yo fumaba mirando cómo el humo empañaba su sonrisa, convirtiéndola en una cortesana londinense. Así, me llevaba a ciudades raras, nocturnas, donde el bien y el mal eran colores bien definidos, hasta que otro cliente la devolvía al callejón. Entonces, besaba sus labios pop y la veía alejarse vestida de plenos planos. Un día la encontraron azul, lejos, con el rouge corrido hacia el piso y la vincha en la garganta. Recuerdo que me contaba su sueño de ser villana. En la callejuela inmunda de las mujeres perdidas.
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LAURA LOBOV.
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Nació en Buenos Aires en 1978. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Sus poemas han sido publicados en Diario de Poesía, Nunca nunca quisiera irme a casa y Pisar el Césped, entre otras revistas. En 2003, publicó Balneario, en el marco de la colección Arte de tapas de la Casa de la Poesía de la Ciudad de Buenos Aires y en 2004, Las cosas a descansar, por Gog y Magog Ediciones.
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Correspondencia.
I
Somos tres en la foto
de la distancia. Un sonido
claro que destella
hacia lo inmenso.
Busco un puente que me lleve
hacia ese lugar, el amor
como un estado del fuego.
Casi te escucho, pensás
en una playa, el mar o el espacio
algo
que te cubra
de tanto frío..
II.
Ella lee y los relámpagos
parten hacia sus manos.
Todo México llega
en una carta. Pero no hay hielo
en estas tierras. Tu fuerza
encanta lagartijas y me arroja
a otro paisaje.
Si pudiera correría a buscarte, digo,
las dos escondiendo
cada ciudad
en mi cartera.
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III.
Un sueño: juntos
visitan a las hermanas.
Cada casa esconde el tesoro,
una piedra
invisible de la infancia..
IV.
Mis palabras son mudasp
ero queman.
Y él es tan grande
que se inclina hacia mí
como un árbol
tímido y grave
que crece
hacia todos los cielos.
Hoy
tejo el silencio, de ahí
lo blanco de la estepa.
V
Ahora
voy hacia allá.
Ese perro que te sigue
lleva mis ojos. Busco
nuevas formas que me oculten
a lo largo del viaje.
Ya llego. Quisiera
abrazar los Urales,
hasta que duela. Y que me escribas
siempre.
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.
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(Esta es una selección del libro 18 POETAS LATINOAMERICANOS que presenté en el encuentro de poetas jóvenes POQUITA FE, realizado en Santiago de Chile en octubre del año pasado)