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27 nov 2006

El campo minado es Internet y la trinchera el blog
(Guerreando por la web) *

Por Javier García


El último libro de Raúl Zurita nació motivado por las diatribas plasmadas en una página web. Y mientras un vate se dedica en su sitio a especular “cómo morirán los poetas chilenos”, Faride Zerán, autora de “La guerrilla literaria”, que reunió a Neruda, Huidobro y De Rokha, dice que aún “los poetas mantienen la saludable tradición de sacarse la mugre”.

(Raúl Zurita)
Lo más probable es que si Rodrigo Lira viviera tendría un blog. También es posible que Raúl Zurita no se imaginara hace 20 años que uno de sus libros nacería motivado por conflictos literarios vía Internet. “Los países muertos”, última publicación del poeta, surgió a partir de los debates que se dieron en la página web www.letras.s5.com.

Comentarios que pasaron a punzantes ataques verbales. Y de ahí nacieron personajes, del poemario, sacados de “la farándula literaria” y mediática local. Patricia “la mesiánica” Espinosa, Álvaro “gordi” Bisama (DJ), Nelly “la turca” Richard, Camilo “hueca” Marks, Germán “Moby Dick” Marín y Diego “Telonero” Maquieira.



(Rodrigo Lira)
Sin duda que otro es el ritmo por estos días, comparado a la década de los ’30, cuando Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda daban vida a la llamada “guerrilla literaria”, donde cada uno enrolaba a sus jovencitos y les llenaba los bolsillos de granadas para que luego el jefe de ejército, por medio de la prensa, afilara los cuchillos para destrozarse.
Al parecer, los poetas de ahora no se juntan en los bares a discutir y desarrollar nuevos planteamientos estéticos, sino que se comunican por mail, y si es que discuten lo hacen a través del Messenger. Luego, la estocada vendrá por medio del blog, individuales trincheras, donde el campo de batalla es pixelado.

MATANDO POETAS A DESTAJO

Ganador del Premio de Poesía Revista de Libros 2006, el poeta Julio Carrasco se dedica a augurar en su blog “cómo morirán los poetas chilenos”. Por ejemplo, de Alejandro Zambra señala: “Un novelista le amarrará un embudo en la boca y le obligará a ingerir una dosis letal de Nescafé. Alejandro pedirá clemencia hasta el último momento, para gran deleite de su homicida”. De Carmen Berenguer afirma que morirá “a una edad avanzada y pesando 450 kilos, hará zozobrar una embarcación en el sur de Chile”. De Germán Carrasco asegura que fallecerá “de tétano, diez días después de intentar un harakiri”, y de Francisco Véjar cree que “se golpeará la cabeza durante un viaje en micro. Al final del recorrido lo echarán abajo creyéndolo borracho”. El autor de “Sumatra” suma y sigue.
Para Diego Maquieira, recopilador de “El oxígeno invisible”, antología poética de Vicente Huidobro, el tema de los blogs no le interesa y sentencia con humor: “Lo que pasa es que yo vivo en el siglo XIX, no tengo computador e incluso me perdí la guerrilla literaria del siglo XX”.
Y la autora de “La guerrilla literaria”, Faride Zerán, señala que “era habitual que la gente esperara la salida de La Nación, ‘El Diario Ilustrado’ u otros medios para saber qué le respondía Huidobro a De Rokha, o los amigos de Neruda a ambos. Es decir, se practicaba la diatriba como género literario”.
A pesar de que asegura no visitar blogs, Zerán cuenta que “los poetas mantienen la saludable tradición de sacarse la mugre utilizando toda la riqueza de nuestro idioma. Y entonces están los blogs, donde se baten a duelo e insultos. Habitualmente no entro en ellos, pero recibo en mi correo electrónico parte de estas escaramuzas criollas, que las disfruto enormemente y me permiten soslayar la lata”. LCD


ARMAMENTO PESADO



Era la década de 1930 y el combate se hace público. Aparece en los diarios, se comenta en los bares, y los jóvenes de trincheras se ordenan ante sus respectivos ejércitos, comandados por Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda. Los jovencitos con granadas tras ellos son Volodia Teitelboim, Eduardo Anguita, Juvencio Valle, Tomás Lago, entre otros.
“Pablo Neruda, poeta a la moda”, publicado en el diario “La Opinión” y firmado por Pablo de Rokha, es el primer ataque: “El hombre mediocre le aplaude, le entiende, le define, y él mismo, el hombre mediocre, se entiende, se aplaude, se define en la obra del artista doméstico...”.
Ahora se descueran como pollos asados, y aparecerá nada menos que Vicente Huidobro, al que De Rokha lo intentará hundir por su trabajo estético: “Tu arte me parece un PASTICHE, es decir, un producto de farmacia, elaborado según las últimas fórmulas de los cenáculos de París. Que aquel arte es el arte del pequeño-gran burgués ocioso, millonario y viñatero...”.
Ha pasado el tiempo y Neruda, que ha estado la mayor parte de estos años fuera de Chile, responde a su manera en “Aquí estoy”: “Cabrones / hijos de puta. / (...) Tengo llenos de pétalos los testículos, / tengo lleno de pájaros el pelo”.


(Pablo de Rokha) (Pablo Neruda)



*texto tomado del diario La Nación.

21 nov 2006

AJUAR DE CAL: LA INDUMENTARIA DE LA MUERTE

Por Cristian Avecillas *

"porque dormir es pasar un fin de semana con la muerte"
Eduardo Villacís Meythaler

Comenzó el reptil del corazón a demostrar su disonancia, tuve que rendirle calma y esperanza al cuerpo para merecerme su toráxico dolor y asistí al consultorio de Eduardo Villacís Meythaler, cardiólogo (1933).

El diagnóstico, ostentoso en el oído pero nimio en consecuencias, fue benigno: arritmia -extra sístole supraventricular, puro estrés y puro espanto-, por lo que la recuperación fue paulatinamente cierta: solo medicina de reposo y dosis diarias de Cordarone y Fluoexitina bastaron para darle al nervio la salud de otro futuro. Sin embargo, el músculo que me condujo por tercera ocasión a la presencia de Eduardo Villacís, fue el corazón.

La primera de estas ocasiones, por razones laborales, me permitió constatar la sencilla generosidad de su talante, la elocuencia sanadora de su voz gentil:

EV: “Cuando cursaba el primer año de Medicina en la Universidad Central me contaron que había un señor, Alfonso Barrera, a quien también le gustaba hacer versos. Nos pusimos en contacto; luego, Alfonso, fue una tarde al anfiteatro para hablar conmigo y acordamos reunirnos en su casa cada viernes por la noche, en la calle Ponce, próxima al Palacio Legislativo. Fundamos así el Grupo Umbral -en ese tiempo era muy importante el trabajo en grupo; recuerdo que había otro en la Universidad Católica que se llamaba Presencia, donde estaban Francisco Tobar García, Filoteo Samaniego, Jaramillo, con quienes más bien rivalizábamos ideológicamente-. Trabajamos durísimo durante muchos años. En nuestras reuniones cuando alguno leía sus poemas los oyentes los “descueraban”. Después comenzamos a invitar a gente importante: Rumazo González, Jorge Adoum, César Dávila Andrade, para que escuchen nuestros versos y para que nos lean los suyos. Y aunque ellos, los grandes, no nos hacían una crítica dura, nosotros, miembros de Umbral, nos despellejábamos.”

La segunda, la lectura de su obra:

Latitud Unánime, 1953; libro publicado en Medellín en equilibrada colaboración con Alfonso Barrera Valverde; en cuyo prólogo, Benjamín Carrión dice: “En los poemas de Barrera Valverde y Villacís Meythaler, hay aire y tierra nuestros, que es lo que yo reclamo sin tregua.”

Dieta sin sol, 1981, libro contundentemente dolorido surcado de una voz poética de serena sabiduría, donde la muerte ofrece sus terrones para transformar las amarguras de la vida, donde la tierra iguala -“como un río desviste a los cadáveres”[1]- a los hombres que han gritado ¡Aquí nacimos!, donde la madre, es un ofrecimiento universal para todos, un poema que merece ser leído con ojos de social justicia: “Yo he de llevar tus huesos a podrirse en el campo / para que de ellos nazca / el pan para mañana”.[2]

Documental sobre un conspirador, 1994, entendida obra que descubre a un libertador, a un “vencedor de la muerte” en épico cantar: Eugenio Espejo -el quiteño e inequívoco precursor de las independencias sudamericanas- que solo encuentra antecedente en la obra realizada por otro médico, el Dr. Enrique Garcés. Se trata de un poema inmenso, no solo por extensión sino también por minuciosidad, que ofrece el retrato de un hombre que la patria ecuatoriana todavía necesita.

EV: Llevo 4 libros: Latitud Unánime, con Barrera, Dieta sin sol, Documental sobre un conspirador y Las puertas del mundo. Ahora voy a publicar uno que se llama Ajuar de cal. Esos pocos libros reúnen toda mi obra poética.

CA: ¡Lindo título!

EV: Me gusta. Lo he pensado siempre; y a los editores les pareció muy bueno.

CA: O sea, que lo había pensado hace años.

EV: Hace unos diez años. Todos sus poemas guardados desde hace unos diez años han sido revisados y revirados. Primero leo un poema y digo: “con este me toca el Premio Nóbel”, pero después lo veo escrito en imprenta y digo: “cómo pude escribir semejante barbaridad”.

Un sentido axial aúna a las tres ocasiones en que conocí a Eduardo Villacís: poesía. Como entrevistador, su decir cadente y reflexionado trasluce plena conciencia del valor expresivo de cada palabra. Como lector, se establece un convencimiento lúcido de participar en su poesía, puesto que “se advierte la decisión del poeta de ser, más que confidente, testigo y, en vez de exhibir sus desgarrones personales, dar testimonio sobre nosotros, los otros, para quienes «el pañal y la mortaja / son las únicas ropas tradicionales»”[3]. Como paciente, una literal consulta poética se instaura, se suceden indistintamente verso y receta, verso y mejoría, y Eduardo Villacís, levanta al muerto repitiendo el verso de Vallejo: “Perdóname señor que poco he muerto”, o festejando con delicado humor el diagnóstico positivo: “Usted está muy bien, puede morirse completamente sano.”

Testigo y partícipe he sido de la sobria erudición de sus conocimientos médicos, he celebrado alborozado la convicción del corazón restablecido con poesía, he compartido con asombro la versada memoria con que rememora voces tan distintas como las de Juan Ramón Jiménez o Whitman, García Montero o Shimose, Eliot o Carrera Andrade; Digo, en definitiva, que he estado ante un hombre serenamente sabio; pero el verso de Eduardo Villacís es humilde, con modestia triste de pausado crecimiento, pues la lírica de la que emergen sus imágenes poéticas es, como dijo el Profesor Edmundo Ribadeneira, “una limpia voz literaria, siempre arraigada al retrato más conflictivo de nuestra sociedad.”

Por eso octubre 2006 ha deparado a la historia de la poesía latinoamericana la evidencia indispensable del último libro de Eduardo Villacís Meythaler. Ajuar de cal, cuyo nombre, otorga una acepción estética al esqueleto, y por ende, quizás sea posible reemplazar el nombre de la muerte.

Ajuar de cal, es otro libro edificado sobre la convicción de las vocaciones de Eduardo Villacís, por un lado, la vocación de cantarle al vulnerable país de hombres impasibles “si fue nuestro el gran río / se nos fue como un hijo / que ya estaba crecido, / permanecemos solos, / como fue en el principio.”[4], a la ciudad “donde es incierto el tiempo, inmutable la piedra”; la vocación de festejar al hombre ya sea insomne al filo de la Cordillera, ya sea al santo; vocación del encuentro lírico con la mujer fecunda, con la mujer sola, con la mujer amante en su “butaca de la pelvis / donde se acomodaron la gracia y el génesis.”[5] Porque las vocaciones de Eduardo Villacís, la Cardiología y la poesía son el mismo extremo de la cuerda de la muerte; sobre esto, en conversación afable, Eduardo Villacís me dijo un día: “La Cardiología es matemática pues el corazón es una bomba hidráulica, como la poesía.”

Valiente libro, segura su hora. Ajuar de Cal es un sincero esqueleto de nombres para llenar un lírico ataúd; se empeña en darle metáfora a lo terrible, de darle nombre a los hombres: “Piojos de Dios” llama a algunos sacerdotes, “gente que escupió en la plaza” a algunos turistas, “empresario en voz alta / de cruceros celestes, / fanático, impoluto como un hongo sin sangre” llama a algún pastor de un ganado ingenuo, en clara acusación del celeste negocio de la catarsis del evangelio utilizado.

Toda la poesía de Eduardo Villacís Meythaler es desgarrador festejo humano, por eso muerte, por eso patria. “Toda la tierra es una piel partida, / es una costra al sol / que el mar se rasca, / la lluvia, en las ciudades, / va retirando puntos, / sale una procesión, / pero ya es tarde / para que pueda Dios / verte los ojos.”[6]

Estamos, ahora, ante la obra de un poeta sosegado, riguroso en la paciencia constructiva de sus versos necesarios como arterias. El tiempo ya pedía otro libro de creación de Eduardo Villacís Meythaler, que ha publicado en las últimas cinco décadas cinco libros, lo que atestigua la severidad de su trabajo. Acierto de Ediciones Archipiélago es entregarnos este Ajuar de cal, con el que una de las voces desatendidas de la lírica ecuatoriana cobrará el comentario y la vigencia que merece.

A continuación una sucinta muestra:

De Dieta sin sol

III

Ella tenía en los ojos
el verde solitario
del jardín de un hospicio.

Cuando le extrajeron
un tumor de la lengua,
me regaló su anillo
como una garganta hueca.

Después se entendió,
por señas, con la muerte.


VIII

(Infarto)

Grieta de los ladrillos
de la sangre,
yunque hundido en el pecho
donde se dobla el esternón
como una espada.

Crucifixión sin cruz,
solo en los brazos,
última bocanada
con limallas de vida,
poderoso sudor
para adobar el cuerpo
en el mantel estrecho
de una sábana.

La muerte separa las costillas,
como un atado de leña,
hasta encontrar la sangre
hecha resina.


Las puertas del mundo

I

La ciudad es así:
con edificios apolillados de luces,
sucia de postes,
como un embarcadero hacia la noche.

Yo soy el forastero.
Cuando venía, el avión se detuvo
una hora en la tristeza.

Yo soy el forastero:
no sé los nombres propios,
no conozco las calles,
detrás de cada puerta
están los otros,
yo estoy solo
detrás de toda mi alma.

Arriendo una pieza
con sus cuatro pasos
de la cama a los recuerdos,
un sitio para escribir
y una ventana donde,
acodado como en un bar,
cada tarde pido
las mismas lágrimas.

Yo no sabía:
cuarto del corredor,
ayer, ahora, nos dieron la cena
con café, con silencio,
y a mí una carta de mi madre,
era la ausencia.

Los sábados pongo en orden
la ropa, los recuerdos,
me tiendo a esperar la hora
en que desocupan el silencio
y vivo
hasta que sean las doce de la noche,
porque dormir
es pasar un fin de semana
con la muerte.

De Documental sobre un conspirador[7]

II

Hombre de soledad, la espera
le fue larga e inútil
y la hembra solo
anfitriona salobre,
angosto holgar y destemplanza
de la medianoche.

Solo la Medicina: matrona
que controla los amores sin nombre,
solo la noche, como mulata esbelta
que se pegó a tu cuerpo
con fiebre alta en los ojos.
Mancebo de la patria:
criolla de agua dulce,
ancha para los hombres,
la acechabas desde el arco
de un hospital antiguo
reteniendo tu aliento
de alcanfor y trasnoche.

Venían las postradas
de trajes negros y de aliento seco,
las beatas llenas de alucinaciones
de sangre y brotes en el cuerpo,
venía la muerte a la que llamaban
la Dueña, como a una regente clandestina
de un negocio de lechos
y tú estabas lejano, pensativo,
recordando que la libertad estaba de días,
que la patria ya venía a lo lejos
resonando a poblada, a retreta
y al amor cuerpo a cuerpo.

Al final, tu ataúd sería
como una mujer ajustada de raso
donde caíste extasiado
de una vez en la noche.


[1] Eduardo Villacís Meythaler, Dieta sin sol, Ataúd de piedra
[2] Eduardo Villacís Meythaler, Dieta sin sol, El fogón apagado

[3] Jorge Enrique Adoum, prólogo Ajuar de Cal
[4] Eduardo Villacís Meythaler, Feriado largo, Ajuar de cal, Quito, 2006
[5] Eduardo Villacís Meythaler, Ajuar de Cal, Pretérito perfecto
[6] Eduardo Villacís Meythaler, Despedida a un viejo médico, Dieta sin sol, Quito, 1981
[7] Sobre Documental sobre un conspirador, Eduardo Villacís ha dicho lo siguiente: “Para el poema de Espejo trabajé mucho, reuní muchos datos. Además conocí el ambiente en el que se desenvolvió porque mi padre era médico en el Hospital San Juan de Dios y yo, que fui con él desde que tenía siete años, me metía en las carretas, en las lavanderías, en cada de ese escenario primitivo en el que trabajó Eugenio Espejo.

* Del Proyecto Cultural Casa de las Iguanas

17 nov 2006

LEYENDO LAS HUELLAS DE UN POETA

Por Ángel Emilio Hidalgo


Acercarse a un autor, a su poética, al modo libre de elegir sus ritmos, imágenes y modos, es complejo y al mismo tiempo, fascinante. Implica un esfuerzo por alejarnos de nuestro modo de entender la poesía, atisbar esos territorios (otros) que también son los nuestros, porque somos partícipes de una cena, de un banquete que nos une y fortifica, como lejanos y al mismo tiempo entrañables cofrades, al intentar desvelar, de alguna forma, los misterios del lenguaje.

Juan José Rodríguez (Ambato-Ecuador, 1979) es un escritor joven, autor de una obra lírica importante. Posee una rigurosa formación como lector de poesía y estudioso de la literatura. Su sólido conocimiento de las maneras y del oficio le aleja diametralmente de esos autores despistados que acumulan páginas de versos e intentan fabricarse una “imagen de poeta”. Juan José Rodríguez es un poeta de oficio probado, por su talento, su constancia y sus búsquedas. Lo es también porque entiende que la poesía trasciende la enunciación retórica y busca las esencias.

Juan José Rodríguez es un poeta de esencias. La voz lírica de Los rastros, su último poemario, sorprende por la madurez de quien busca una “metafísica del cuerpo”, atravesado por los recuerdos de la infancia, y sostenido por poderosos símbolos: el árbol, la roca y la ceniza, que nos revelan a un sujeto transido por la melancolía, que examina los rastros y las ruinas del pasado para encontrarse en ellos, en aquel residuo de lo que es y sigue siendo, a pesar de las columnas derribadas por el tiempo.

Las tres partes del libro –en realidad, Los rastros es la suma de sus dos primeros títulos y el añadido final de un tercero, inédito- nos muestra un sujeto visionario que nombra las cosas y transita sus íntimas memorias, desde el arrobamiento de las pérfidas cenizas, el cielo oscuro que antecede a los amaneceres claros, hasta la inevitable mutación de la certeza.

En Los rastros, las cosas existen pero nada es cierto. La duda es la brújula que guía la subjetividad del poeta: “Acaso habría sitio en el vagón de nadie./ Distancia de promesa, pero voy y te sigo”. Rodeado de luces y de sombras, musitando la música perdida, el sujeto avanzará, continuará el viaje, no retrocederá, porque entenderá que el puerto más seguro es el lenguaje. Allí atracará, se cubrirá con las hojas del árbol del sueño y recogerá las piedras del camino, como un viaje hacia adentro, hacia su propio centro: “En un cansancio por la fiebre de los amores amarillos, sientes pasar arenales largos por tus ojos y caes desolado junto al espejo único. Quizá el fin: hacia adentro empieza tu mirada”.

Así, el sujeto lírico sabe que la poesía es el cordón umbilical que le une al principio, y al final de la existencia. Eje ordenador de lugares y de tiempos, la poesía es el motor que le atraviesa y le impulsa a seguir viajando, a pesar de los rescoldos, las cenizas y las ruinas.
Al fondo del mítico canto está el árbol o la casa: lugar de origen y comienzo de lo perdido. Por eso, las columnas derribadas, las cenizas y la sombra: “Soy el espacio, pero estoy vacío”. Y ese vacío es como la piedra que desciende, presurosa, la montaña; como el errático habitar de su mirada: “Hoy el ojo que mira es el ojo del canto”.

Por eso, insiste en preguntarse: “¿soy el espacio?”, y no ensaya respuestas. Más bien, confía en el carácter transformador del lenguaje, y a él se entrega, despojado de toda certeza, y esperando un “alba todavía imposible”, como remota posibilidad de un acontecer futuro.
Cual elegía serena que se desgrana en la música de las esferas interiores, transpuesto por una antigua herida, la voz de Los rastros, de Juan José Rodríguez, recupera el estío de la presencia insalvable y la vierte en lenguaje, en Verbo transformado, finalmente, en poesía.


(Breve selección)



CRÓNICA DE UN DESEO
Tu silencio.

Tu habitación atrapada en mis ojos.

Tu retrato. Tu vestido tirado.

Tu cuerpo, materia de luz,

sobre un extremo de la noche.


Mi mano palpa un eco,

tímida forma del canto que es la carne:

perfil de sombra bajo el beso,

cabello largo extendido en la almohada,

nocturna fuente para el pez y el abrazo.


Sólo entonces hay mundo

entre el cristal del ojo y el incendio del sueño.


Tu mirada.

Tu mano se enlaza a mi adiós que es ya la ausencia.

Tu memoria es ceniza de ave: polvo de voz.

Tu silencio, historia del instante, desarbola los días.



ADIÓS A LA NIÑA BOREAL
En la ceniza hecha de los sueños quemados,

al revés de la orquídea que respira la luz,

la niña de este polo se borra para siempre.


Su mirada es un campo de árboles oscuros

y, en la casa vacía sin viento ni esperanza,

todo pájaro blanco agoniza en sus manos.



HISTORIA DE MI CUERPO
Mi tristeza es un grano de mi sombra.

Se trunca la belleza en la voz que no siente

al cantar las efigies y los soles oscuros.


Agonizo en los pámpanos de óxido

que cierto día legó para mi lengua,

pero abro las puertas del óseo laberinto.


No temo abrir las heridas más hondas,

los lagares de todas las ventanas

donde no entra noche, ni la luz inflexible.


Rastreo los pasos infectados de llanto.

Espero el alba todavía imposible.

14 nov 2006

LA FUNDACIÓN CULTURAL BANCO DEL AUSTRO Y LA CASA DE LA CULTURA NÚCLEO DEL AZUAY, INSTITUCIONES DE LA CIUDAD DE CUENCA (ECUADOR), CONVOCAN A LA PRIMERA EDICIÓN DEL CERTAMEN POESÍA HISPANOAMERICANA "FESTIVAL DE LA LIRA"

Premio único a mejor libro de poesía publicado entre los años 2005 y 2006.

Plazo de entrega: 2 de febrero del 2007

dotación: 30.000 dólares.

Podrán concurrir todos los escritores, cualquiera sea el país de procedencia o residencia.

Se encontrará mayor información en la página: www.festivaldelalira.com

7 nov 2006

MEMORIAS DEL FESTIVAL DE POESÍA LATINOAMERICANA “POQUITA FE”

12 ACTORES (primera parte)

(Sociedad de Escritores Chilenos)
HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS (Chile)

COMIDAS IMPROVISADAS

Con las migajas del pan nos hacían máscaras para cada uno de nosotros Luego rompía las bolsitas de té y convertía las hojas en pelucas Nos maquillaba el rostro con margarina y manjar Le sacaba las patas a la mesa y nos decía que las usáramos como bastones Yo le preguntaba para qué hacíamos esto pero se mojaba el dedo y comenzaba a frotarse los brazos y la espalda Cuando tenía unos diez centímetros de gusanito blanquecino me lo pegaba debajo de la nariz y me preguntaba si acaso también iba a querer barba



Una casa siempre es contemporánea de sí Es un pliegue en el entramado urbano que podría poner en riesgo cualquier forma de cuantificación La casa es desplazamiento intempestivo Un cuerpo cerrado y abierto a su propia identidad


PAULA ILABACA

LA CIUDAD LUCÍA

2.- mientras duerme la ciudad se estira como ángel que duerme y no sabe que la ciudad lucía se estira y dice mira las plantaciones eléctricas mira los arreboles que se opacaron al crepúsculo mira todas las huellas de la acera demonio en el sueño donde todavía yace la penumbra mira como la sirena ambulatoria le canta la frente mientras duerme sobre la torre y la ciudad sueña con un ángel marrón que duerme de lado y respira por la boca todos los demonios de la luz se agachan y se suben a la colchoneta lucía canta y quién lo cuidará esta noche a mi niño marrón a mi ángel quién lo va a arrancar de la pesadilla por el pasillo no pasea mira como me diluye y espera y no me deja entrar y me tira a la ciudad que me doblega y me tira un poco de cemento y eyacula una avenida por donde camino mira como duele mira mientras sueño que me tiro junto a


DIEGO RAMÍREZ

RESIGNADAS Y FELICES
(las otras diferencias)

Entender entonces que mi homosexualidad es parte del dolor
Entender entonces que todo dolor es parte de mi deseo
Entender malditamente siempre que me duele cuando escribo
que me duele cuando te quiero aquí conmigo

Entender que me equivoco tanto en esta parte del territorio bélico de mi cuerpo

Entender que mi dolor es también mi única minoría de defensa
Entender que mi discurso nunca bailó ese gesto de la patria orgullosa de su falo
Entender que mi cuerpo está sufriendo tanto desde niño
Entender que aquí todos los menos felices, todos los más bailables carcelarios. Y a las enfermas de amatorias clandestinas les duele tanto y por eso escriben y por eso hacen como que se enamoran y por eso practican este desfile de muertes

Entender que tengo tantas cicatrices de deseos y miedos que ya no puedo tanto poder escribir

Entender entonces que lo analfabeto/ disléxico y desprotegido es parte de mi triste espectáculo del fracaso.


GALO GHIGLIOTTO
MORIR JUNTOS POR LA MISMA BALA
Al final de la hora que acordamos
Poner la vida en mute
Sentarnos en una banca y juntar las cabezas
Detonar el calibre que perforará nuestras sienes
En un beso de fracciones de segundo
Saltar de nuestros cuerpos
Al espacio de tiempo que no existe
Morir juntos por la misma bala
En el mismo instante recuperar la vida
Los dos solamente sin nadie sin gente
Los dos solamente tu tez lívida en mi boca
Los ojos de cristal pulverizándose
Al más allá del lugar que estamos dejando
Sin rastro ni huella que pueda confundirnos
Morir juntos por la misma bala
Abrir a cuatro manos la puerta del Olimpo
Entrar caminando de la mano
Recorrerlo todo girando
En el eje del beso las aspas del molino
Morir juntos por la misma bala
Asegurar nuestro destino juntos
Nuestro lugar en la espera eterna
Proclamarte mi todo lo único importante
Mi todo mi bala mi todo mi muerte
Morir juntos por la misma bala
Viajar sobre un beso a través del abismo


JUAN CARLOS VIDAL

SOBREVIVIENTES

Tenemos que sobrevivir matándonos
entre nosotros, devorando, haciendo el prodigio
sobrenatural de la naturaleza.
Una hermosura provista de abismos, sanguinaria
y consanguínea donde el titubeo de un corazón
podría desbaratar al universo.
El fuego primigenio centellea
en la razón por la cual se incendia el tigre
y en quienes se duermen vulnerables
ante el componente que marchita a las flores
ante el sol que extenúa a las luciérnagas.
Somos más hermosos de lo que aparentamos
más trascendentes que esta furia escogida
para garantizar nuestra supervivencia.
Somos este sacrificio: El arte
de la mariposa que al desplegar sus alas
simula ser un monstruo temible
porque su delicadeza es también
el comienzo del huracán.

(Galo Ghigliotto, Jorge Solís Arenazas, Juan Carlos Vidal y Gladys Mendía)



RODRIGO FLORES (Méjico)
PRUEBA NÚMERO 173
(DESCRIPCIÓN DEL CARÁCTER)

.desea llamar la atención y se
distrae con inconclusas geo-
grafías. .se golpea contra los
muros donde escrita está la
palabra “cíbola”. .en ocasiones
traza figuras que se pierden en
los desiertos de la lumbre. .di-
ce que las siete ciudades de
oro se elevan hacia el olvido.
PRUEBA NÚMERO 67
(POTENCIAL INTELECTUAL)

.se analizó la celda donde
talla sus teorías. .su razo-
namiento es deficiente. .obtu-
vo un alto puntaje en las es-
calas de pollocks que arden
entre cúpulas. .pero el diag-
nóstico de los koopitz. .de
los bucks. .arroja resultados
ínfimos en velocidad de cuar-
zos. .prefiere masticar los úl-
timos pellejos del rorschach
que discernir en una mancha
la nervadura de un relámpago.

JORGE SOLÍS ARENAZAS


1

Lo que ves es todo lo que es El Ojo es todo lo que
hay El Hay generalmente indica señala o advierte A
veces representa realiza reacciona reitera //pero
no resiste//

¿Resiste el Ojo?
Reo es de lo mirado o la mirada


Mira bien: Lo que ves es todo lo que es


ALEJANDRO TARRAB

primer ensayo. rosas chilenas
destilada sobre la mesa una rosa de esponja creció de una cápsula pequeña esas cápsulas que al contacto con un líquido liberan figuras sorprendentes tú elegiste el agave que desde hacía veníamos tomando la rosa creció en la densidad los dos la miramos embriagarse contra el cielo totalmente endiosada no había vista para lo demás a tal punto que no supe cogiste el aguardiente y lo arrojaste hacia tus ojos las frases son infinitamente más bellas si quien las ha imaginado no las puede ver
más tarde parado frente a la violencia del mapocho pensé en esa flor con una identidad rosa portugal rociada en parafina salpicada de aguardiente hasta la sangre rosa portugal maría de la aspersión tú conjugaste su nombre para todos
me devolví con esto ai a i ai a i i i i o ia la suma de lo que se ha hecho dijiste mareciente pero está de rokha parra martínez lira increpare de la mía ai todavía escribo escribo en tres cuadernos coloco uno aquí en esta estancia otro en la antesala y otro más cartabón es el triángulo de las bermudas entonces sí soy un batel el espand el rosalie raifuku maru aprovisionamiento juego a perderme en la demarcación ai de estas tres franjas destilado sobre la mesa como una náutica de los vientos como un rosa desaparecido todo arena cordillera


HAROLD ALVA (Perú)
Las vértebras del fuego

I
No es la calle
Tampoco la edad del puente los muros que te alejan
La culebra estática que afila los dientes de ocultos precipicios
De fauna oculta en las retinas del espanto
Es esta extraña actitud de saber que acudes a mis gritos
Que trepas rascacielos por recuperar los bosques
El laberinto incestuoso de tardes degolladas
Esa habitación donde habitan los pájaros del norte
Los pájaros de piedra
Los pájaros que destrozan con sus picos la infamia del silencio
Es esta explosión de arterias que penetran en los postes
Y estallan como olas en la túnica siniestra
De un fantasma que retorna
Doblemente desangrado en sus escritos
En ellos
El hierro ha reconocido el fundamento de su estigma
La raíz del cráneo que rota como un satélite en tus manos
Los nervios de las guitarras que azotan el sonido
Y me convocan
Como un brujo convoca
Este afán por recuperar el sarcófago del sueño
Este deseo de involucrar tu fe
De asediar tu huida como un cazador de insólitas especies
Y qué es la fuga
Cuál de todas las virtudes es el talismán al que te aferras
Aquí sólo sé de esta incertidumbre que calcina
Los puertos y sus aguas
La soledad de la esfinge reflejada con lujuria en los cristales
Sobre ellos la sombra detiene sus tentáculos
La sombra detiene el vuelo de los murciélagos
La velocidad de un tigre que ataca con su cola
Sólo sé de estatuas que contemplan el asesinato de las tribus
Y nadie se acerca a desclavar mis huellas
Y nadie oye la oración que escupo como un cuervo al universo
Como el insensato animal que busca tu perfume
Tu piel de cebra que trota en las auroras
Y me invoca.


GLADYS MENDÍA (Venezuela)

pon el clavel en la boca para no repetir las vergüenzas
que te camino en otros callejones
que se acerca la helada del amor cuando se corta el pulso
hay que apagar las voces y morder el clavel
las mariposas me estallan se descomponen adentro
mastico el clavel para no gritar y su amargor adormece
cuidado con el rayo cayó nadie lo ve pero quema


MARIA EUGENIA LÓPEZ (Argentina)

Basta de contar historias. No, historias no. Final. Hagamos el amor a las palabras. Que se nos escurran por las muelas como caramelitos. Soy Gala. No historias. Tampoco poesía: sólo palabras tocándose y gimiendo y gozando. Transpirando. Respirar palabras, toserlas. Gala, la amante perfecta. Soy una mariposa frágil, hermosa y nadie me toca para no hacerme mal. Yo, la amante más sola del mundo, guardada en una cajita de cristal para que no me rompa. Que no se rompa Galita, cuidado, no la toquen. Y Galita que quiere que la rompan, la desgarren, la violen, la destruyan. Porque es la amante perfecta en la cajita de cristal y llora.


NICOLÁS ALBERTE (Uruguay)

déjame decirte que no tengo palabras
salvo éstas que se siguen a las lágrimas
y me salvo yo entre las líneas tan bien
dejo abierto el paraguas por la cosa ocurrida
adentro de la casa no-esperando
que caiga y que se repita
pero escucha esto, porque no son palabras,
son cosas sencillas que caen como del cielo
emulando a la lluvia como la mula al burro, pre
destinadas, déjame decirte que lo siento mucho
que no hay manera de expresar el sentimiento
y si te digo la verdad te miento
no tengo palabras, lo que siento es esto:
(Maria Eugenia López)

4 nov 2006



La Alianza Francesa de Guayaquil y el Proyecto Cultural Casa de las Iguanas invitan a estudiantes, catedráticos, escritores y público en general, al Taller de lectura, apreciación y creación poética, que será animado por Angel Emilio Hidalgo y Luis Carlos Mussó, cada lunes de noviembre y diciembre de 2006.

Esta actividad organizada por el proyecto cultural Casa de las Iguanas con el apoyo de la AFG, busca el acercamiento de los participantes a la rica tradición literaria ecuatoriana.

Duración: Desde el lunes 6 de noviembre de 2006 
(2 horas por día, 8 sesiones), de 18h00 a 20h00

Lugar: Auditorio de la Alianza Francesa de Guayaquil

Costo: $ 20.00 por mes

Inscripciones: Alianza Francesa (Hurtado y Mascote, esq.)