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10 mar 2007

EL LUGAR DE LOS ABRAZOS Y LA PALABRA QUE LOS NOMBRA
(Cinco premisas sobre la obra de Roy Sigüenza)


por Luis Carlos Mussó


Hace ya cerca de diez años, la Editorial La (h)onda de David de Cuenca presentó a la comunidad guayaquileña el poemario Tabla de mareas en el auditorio del Banco Central del puerto. Aquella noche coincidencialmente se presentó Te perderá la carne, de Cristóbal Zapata, a quien le debemos el sesudo estudio que antecede a los textos del poeta de esta jornada. E hizo la suerte que quien escribe estas líneas dijera aquella noche unas palabras que pretendían introducir al poeta que no había podido traer su inicial Cabeza quemada, plaquette que nació de manera casi clandestina, con mucha humildad. La misma dirección que nos movilizaba en ese entonces guía este comentario, pues da en el clavo Terry Eagleton cuando afirma que no se puede regresar a la época en que bastaba con afirmar que Keats era delicioso o que Milton era un espíritu valiente. Dicha noche sostuvimos que el sujeto lírico se movía dentro y fuera de las márgenes sociales hasta lo que ha sido llamado como disidencia sexual. Que la tradición que sentenciaba finitudes –la propia, la ajena- aludía a la fragmentación y que esa ilusión de continuidad estaba presente a lo largo del poemario. Pretendemos a estas alturas pasar revista a ciertas premisas que aparecen como características de la obra de Roy Sigüenza, aprovechando la presencia de Abrazadero y otros lugares, su obra reunida de 1990 a 2005.


1. El tono de esta poesía transcurre pausadamente

Incluso cuando en determinados momentos los espacios son los muelles, la calle, los mares (y por lo tanto, esté presente el movimiento de los elementos y el de los cuerpos), hay una inexorable confrontación de la voz con el ambiente saturado de bullicio y se nota la admonición de una nueva idea de estabilidad. Las aves vuelan y se posan lentamente, los amores nacen y se eclipsan de igual manera que un caballo trota con tardo desarrollo, las olas señorean sobre un mundo pausado.
En un mundo que avanza a velocidad impresionante, y en que la ligereza (que por lo regular acompaña a la prisa, aunque no es su patrimonio exclusivo) atosiga nuestros sentidos con impresiones del mundo que no aprehenden las calidades y cantidades de las cosas, esta poesía parece detenerse y acercarnos a las esencias:

Safo perdió en el juego del amor
y se hundió en el agua

Sólo ahora nos parece trágico lo que se hizo:
morirse, entre los griegos, sosegaba.

En libro editado con esmero, se reúne la obra escrita por este autor. Desfilan Cabeza quemada, Tabla de mareas, Ocúpate de la noche, La hierba del cielo y el hasta ahora inédito Cuerpo ciego.¿Y en qué sentido podemos ubicar estos textos en un marco tardomoderno? Pues cuando nos abrimos paso entre Habermas y Lyotard y utilizamos este amplio concepto para describir la actitud de aceptar y reelaborar la tradición con las preocupaciones contemporáneas. Entonces, no estamos frente a una yuxtaposición de tendencias ni los cristales superpuestos de un calidoscopio, sino ante un discurso menesteroso no porque esté falto de algo, sino desde la óptica de lo que los estudios sobre desterritorialización –Deleuze dixit- llaman literatura en su uso menor (conjunto de obras y textos que yacen espalda contra espalda con la tradición. No solamente está aquí el gozo, sino el desgarramiento que toda pasión produce:

Alguien estuvo antes de mí
en este cuarto
solo
y supo
que alguien estuvo antes de él
en este cuarto
solo


2. Sencillez y espontaneidad son la impronta de esta obra

Constante confusión se despliega al momento de calificar estos poemas: las palabras que pretenden resumir esta actitud para asumir la poesía se reducen a simplismo o simplicidad. La llamada espontaneidad no es hija de la inspiración, si bien muchos momentos nos podrían hacer pensar en ello. Lo sencillo es, según concepto de Juan Ramón Jiménez, “lo conseguido con los menos elementos; es decir, lo neto (…), lo sintético, lo justo. Por lo tanto, una poesía puede ser sencilla y complicada a un tiempo, según lo que se pretenda expresar”. Y en cuanto a lo espontáneo, es el elemento sometido a expurgación (espurgo, decía el poeta de Moguer) por la conciencia. Piénsese en Piratería (Ocúpate de la noche):

Iré qué importa
caballo sea la
noche.

Metaforización onírica cercana al surrealismo. Sencilla. Y compleja. En un mundillo intelectual del que a menudo emanan productos culturales que desean pasar falta audacia por arrojo legítimo y lo gratuitamente artificioso por obra consumada, esta poesía, desde sus primeras apariciones impresas -en Cabeza quemada- se nos muestra pronta a ofrecer, pero también a escamotear sus secretos:

Sólo un hombre aprende el frío
la moldura del silencio.
Caminemos allegados míos caminemos
lejos de esta ciudad descascarada.


Si espontaneidad es expresión natural y fácil del pensamiento, seremos nosotros los jueces a la hora de leer estos poemas. El artífice requiere de gran labor hasta llegar a un resultado. Pero, al final, aquí las ondas del mar son una metáfora del correr del tiempo. De su flujo genésico emana el mundo semántico de la voz de Sigüenza. Y le ha correspondido eximirse de la camisa de fuerza de las palabras y organizarlas al son de su propia música. Poesía con fuerza sintética, sobriedad hasta en la sinestesia.


3. Hay un Ars poética en cada poema

Pueda que la recreación de episodios del pretérito, la mirada sobre ese continente de intimidad que es el cuerpo, un vuelo rasante sobre geografías concretas; lo cierto es que los poemas de Sigüenza son universos en sí mismos, aunque unos son variantes del puñado de tópicos que asume. En muchos de estos poemas, directa o indirectamente, se percibe el punto de vista del oficio de poeta y cómo concibe la lírica. Muy conciente de su labor, el hablante poético de estos textos ajusta las cuerdas de tensión justa entre el mundo y el lenguaje. La combinación de palabras hace que el resultado devenga un discurso que mira al mundo derruido y restituido a nuevos órdenes y regímenes. Los hay que, decía, se constituyen en actitudes que bien pueden aplicarse a la poesía y los que se confiesan, sin decirlo, a sí mismos como artes poéticas. Ejemplo de lo primero es Desembarco (Ocúpate de la noche):

He dejado las olas
cuido el sueño

los labios secos

las manos empeñadas
en asir la memoria de tu paso.

Ejemplos de lo segundo aparecen a lo largo de toda esta obra. Leemos en Cabeza quemada:

La poesía: un entredicho que se va aclarando o se zambulle frente a la amenaza del silencio, de espaldas a la transparencia que se rompe; un tropiezo que blanquea el hueso de la voz ante el bullicio de las máscaras que nos maltratan, una forma de llegar a esa posibilidad o también una forma de perderla.

Y dice en Cuerpo ciego:

Escribir un poema es hacer una cita con el objeto amado, a ciegas; es inventarlo constantemente.

Aparte del valioso ejercicio intertextual en el que se asume la voz de algunos autores tutelares, un gran bagaje/ soporte de prestigiosa literatura y cierta perspectiva especular, en estos poemas se configura una visión que torna la existencia en lenguaje y nos convoca desde su noción de universo. Y esto, en sí, actúa como una poética en curso.


4. La poesía de Roy Sigüenza es (re)conocimiento

El poeta nos recuerda una de las categorías aristotélicas: la anagnórisis. Aquí, la intuición de la desolada condición humana dentro del mundo se vuelve realidad; y acierta Seamus Heaney cuando nos recuerda que, tratándose del tema predominante de autodescubrimiento y autodefinición, esa preocupación debe ser entendida como una campaña constante y valerosa contra el agujero negro de la depresión y el suicidio:

Como cuando uno escucha los fantasmas contándose historias ya desaparecidas, entre la maleza y el olvido de una casa en ruinas, así escucho tu voz: las de un largo amor destruido.

Hay desarraigo, un proyectarse al mundo y a un tiempo un aferrarse a lo local. Con la poesía de Roy Sigüenza sucede un fenómeno nada frecuente. Sabemos que en general al poeta no le interesa el favor del público y acepta lo aristocratizante de su oficio aunque Machado haya dicho en su tiempo: Escribir para el pueblo, qué más quisiera yo. Pero estos poemas tienen la particularidad de llegar al lector común tanto como al más avisado. Cumple con el milagro de hacer visible eso que todos tenemos dentro y que no habíamos tenido la fuerza ni la habilidad de expresar. La poesía de Sigüenza irrumpe como el testimonio de una vocación nada ascética; lleva un registro que va de lo sagrado a lo blasfemo, pasando por lo que llamaríamos una épica de lo cotidiano. Incluso el mito (llámese la invitación a la fiesta por medio del alcohol, un espacio identificable (digamos Manta, Portovelo) o la figura de un autor del pasado (Munch o Kavafis), emerge como expresión que libera la conciencia. Pueden, incluso, convertirse en la cara visible de los sentimientos, anhelos e identidad de una comunidad. Todos nos reconocemos; nos sentimos, en algún momento, atraídos por el abismo de estas composiciones.


5. Su marginalidad es exploratoria

La marginalidad de estos poemas es exploratoria. Se enfrenta a la miopía heterodoxa desde los bordes. No es la autodisolución por integración en una totalidad estética lo que busca. Rechaza esa máscara Sigüenza; sabe que ya son suficientes las que debemos llevar durante nuestra existencia. Lejos de la doble vida que soportaba el Dr. Jekyll, el poeta enfrenta a su Mr. Hyde, lo mira a los ojos y acomete su labor creadora, como en Adriano en Pirene:

Tu cuerpo / en él muero
Ven Antínoo / los dioses duermen.

No es el escándalo –menos aún en la acepción bíblica de la palabra- lo que busca el hablante lírico, ni asume una posición exhibicionista; es la puesta en escena de una visión que desestabiliza el universo heterosexual y sus imaginarios. Así, esta marginalidad asume a su voz como un válido interlocutor del centro. La otredad aparece buscando espacio para ubicarse al lado de la tradición existente y correr, paralela, a ella. Se afinca, entonces, con fuerte paso este discurso escasamente visitado en nuestras letras (hallamos rastros en la poesía de Francisco Granizo). Su espíritu transgrede y cuestiona el canon desde su trinchera. La mujer aparece en esta poesía deserotizada, inversamente proporcional a lo que sucede con la ligazón homoerótica, que posee amplia presencia. Pruebas al canto: Tracy Chapman, por ejemplo, es el ángel que te procura consuelo/ muriéndose.(Melancholy bar, en Ocúpate de la noche). Se aluden y mencionan voces que dialogan con la del poeta en una especie de práctica coral. Y el tono se vuelve gozoso y busca complicidad para su humor -entre negro y melancólico- cuando rememora a esos poetas y esas figuras de su mitología personal, como en Leyendo a W. H. Auden (Tabla de mareas):

Dicen que Auden y ese chico convivían
y que su amor fue más allá de la literatura
porque, llegado el momento, se acabó.

Siempre escribió sobre temas perecibles.

En fin, la voz recorre los espacios y los tiempos del margen, pues son los que el mundo no espía con actitud panóptica. Ahí están el hotel, el bar, la noche, por citar algunos ámbitos de este inmenso cronotopo.


Para terminar

Ya era hora de que un poeta de las calidades de Roy Sigüenza contara con una edición que no pecase de descuido y negligencia. Los textos de Abrazadero y otros lugares son precedidos por un extenso estudio de Cristóbal Zapata. Morosa introducción que contempla al hombre y al poeta. Especial demora ha tenido Zapata para enfrentar uno a uno los poemarios que se compilan en el libro. Nosotros, lectores, somos libres de acercarnos a los poemas de manera directa o contaminados por la lectura del editor. Lo seguro es que desde que Sodoma fue destruida, sus ciudadanos viven en la diáspora. De cuando en vez se reconocen a través de gestos y palabras, como las que ha escrito el autor para nosotros desde el conjunto de reivindicaciones que ha apuntalado. Y vuelven, con los ojos lavados, por caminos inéditos -aquellos que no hemos ni siquiera intuido-. Vemos a Sigüenza, después de haber dado a imprenta este libro, como una voz que se ubica en posición de ariete contra las arcaicas mentalidades. Como quien se confirma incluido dentro de las más sólidas y talentosas propuestas líricas en el Ecuador.
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