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19 feb 2012

A continuación tres poemas de Cristian De Nápoli. Poemas forjados desde la fuerza rotunda de la experiencia que no permite fuga a los nombres y momentos de ese cosmos individual que entreteje la voz. Elasticidad de un lenguaje que apoya su discurso sobre la ficción de la vida. Diálogo constante donde el adversario es la realidad y sus sospechas.








CUANDO ME ACUERDO DEL CASO MADELEINE

La imagen, cuando me acuerdo del caso Madeleine,
de una playa en la noche portuguesa y dos médicos
sin fronteras recorriéndola mientras en el hotel sus hijos
duermen y no duermen junto a la pálida luz del Nokia
cruza mi mente acompañada por el rumor de un poema
de Philip Larkin, aquel donde el inglés aconseja
dejar de parir. No sé en el oeste, hoy, Catalina
pero en Tiflis Ekaterina ya se habría agarrado.

Hay algo que es el derecho a no afectar a nadie
llegando a la madrugada eufórico y a medias entonado.
Es similar al derecho a salir a las siete de la tarde
en bicicleta o tomar el tren porque se nos antojó.
El amor puede existir sin vacaciones mágicas en la playa
tal vez por eso es que demanda la perpetua disponibilidad
de unos días a la semana para esas escapadas gratuitas
y eventualmente ridículas si el que se escapa es uno solo.

El mundo no es de nosotros, los fiesteros hasta un punto
pero si un amigo viene con el dilema de la paternidad
nos infla el pecho la certeza de que podemos ayudarlo
con un consejo realmente para toda la familia:
en nuestra clase no se educa a los hijos en la India,
si no podés pagarle a una vecina cinco o seis noches al mes
sé padre, separate, repártanse la tenencia
y tenga cada uno con quien ir al cine o martes o miércoles.




DISPARO EN LA CANCHA

Hay consejos que no tienen el menor sentido práctico,
pareciera que el hablante no tiene nada que decir
sobre el asunto convenido y sí sobre otras cuestiones
que de repente se infiltran pero no a modo de digresión
sino confiando en que ese tema sacado del estribillo
de un cerebro mitad hueco mitad balada especulativa
sirva no ya de ocurrencia sino hasta de oportuno remate
para lo que íbamos diciendo.
Así fue lo de Nando, el entrenador de papi-fútbol,
con un agregado: su consejo fue
tan directo, tan comprimido en el mundo del fútbol,
que no podía sino hablar de otra cosa.
Me acuerdo bien: mientras la mitad de nosotros pensaba en un helado
y su novia bajaba las gradas con un gesto de ir a comprar una coca
y saludaba al profesor de tae-kwon-do y los dos desaparecían
(él caminando adelante como llamado por una obligación),
Nando tiró una orden: “todos conmigo”, al mediocampo,
después un par de reproches para los más egoístas,
luego una charla que fue una sucesión de pelotazos a cualquier lado
y por último el consejo, la obviedad al servicio del disparate:

“a la hora de recuperarla ser un equipo agresivo,
a la hora de tenerla estar tranquilo, pasarla bien”



SIN TÍTULO

Una niña tiene sueños que incluyen
la unidad del azul en un príncipe
y el descontrol del rojo en una barrabrava.
Pero una niña no va al cine cada semana
para después andar torciendo la realidad.
Una niña quiere el efecto de una verdad
clásica.
Una niña es el odio a las proporciones.
Así, lo que se haga mejor
nunca salda el error desde que uno
más astuto que tonto es infrahumano
y más tonto que astuto igual.
Dónde se vio, dice la niña,
que alguien pueda estar hoy hecho un tonto.
Tiembla la teoría de la relatividad
en los países donde sobrevive
la niña, lo más antiguo del mundo.
Y nos importa que crezca.
Y nos importa que no crezca. Y corremos
detrás de su pueblo por estas avenidas
buscando la imagen que se perdió,
la cara donde ella se reconoce.

Cristian De Nápoli (1972) nació y vive en Buenos Aires. 
Ocasionalmente edita libros (por el sello Black & Vermelho), organiza un festival de poesía (Salida al Mar), traduce (sobre todo del portugués) y escribe poesía, ficción y ensayos.
Publicó los libros de poesía Límite bailable, El ring y Los animales.