Por Andrés Florit C.
Luego de leer y releer En una nave comandada por Enrique unos pocos hombres abandonamos la Tierra, cuarto libro del argentino Germán Arens (Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2011), uno queda con la sensación que dejan las buenas películas, esas que en cuanto acaban uno quiere volverlas a ver. Desde el inmejorable título en adelante va sumando y mezclando historia argentina y ficción, vida de barrio y conflictos globales, guerrilleros y extraterrestres, con un muy buen pulso narrativo, en un mismo relato apocalíptico que sin embargo resulta a la larga esperanzador: escenas que transcurren en el sur argentino, entre Río Colorado y Bahía Blanca, y que luego no sólo se vuelven planetarias sino que interestelares, sin perder verosimilitud.
Es una obra poética y política, muy actual. En ella caben tanto conflictos históricos locales (la expedición del general Julio Argentino Roca al sur para la conquista y el asentamiento blanco, a costa de los indígenas de la zona: el origen del pueblo donde transcurre la historia) como los efectos que tiene hoy la explotación petrolera para el agua de consumo humano y la consecuente auto organización del pueblo para exigir que se acaben los permisos a las empresas que ensucian el río. Luego, un zoom out para mostrar lo que ocurre a nivel global, las amenazas nucleares que siguen vivas pese a que “Los terrestres creímos, /que culminada la guerra fría, /la posibilidad de un enfrentamiento atómico masivo /había desaparecido”, para seguir con una ficción muy verosímil, como si fuera el piloto de una avioneta en que nos llevara a ver lo que realmente pasaría si.
Hay en este libro un yo-testigo, un sujeto a ras de piso que no se da ni más ni menos importancia de la que tiene, que logra mostrarse como parte de una colectividad sin caer en la tentación de hablar por ella, ni de renunciar a una posición personal dentro de ella. No hace un prontuario de sus obsesiones privadas, sino de sus obsesiones públicas: y lo hace graciosamente, con humor, con imaginación. Veamos una escena, la presentación de Enrique:
Enrique, el extraterrestre,
se domiciliaba en la primera casa de la calle Alem.
Se desempeñaba laboralmente como instructor de pesas.
Lo caracterizaba: la excelencia de sus músculos
y una incipiente miopía.
Un tiro de escopeta disiparía mis dudas,
el extraterrestre aseguraba ser inmortal
por unos trescientos años de los nuestros.
Le apunté al corazón…
supuse que el corazón de los extraterrestres
sería un órgano vital, así los nuestros.
Disparé…
y en su pecho quedó un agujerito
que me retrotrajo a la mirilla del baño
por la que espiaba las visitas
cuando era niño.
Ya que este libro de poesía tiene mucho de novela, de film, no me animo a contar más de lo que he contado, por no arruinar la lectura de quienes se interesen en buscarlo. Sólo puedo decir que hay personajes inolvidables, como el carnicero González, los hermanos Cigarra o el payador Alderete, y que no había leído un libro de versos donde calzara tan bien la no ficción con la ciencia ficción. El final es emocionante.
Son tiempos en que todos hablan en serio o en broma del fin del mundo, cosa que Arens captó muy bien: logró hacer de esa neura colectiva una obra de arte en que interactúan fluidamente el carnicero del pueblo y los extraterrestres, poetas de verdad que uno no sabe si existen o no hasta que los googlea, con robots que uno cree que no existen y podrían perfectamente existir. Una poesía psicodélica y lárica (pero no confundir con los aburridísimos imitadores de Teillier que tenemos en Chile) y que como diría Spinetta, logra suplantar “las vanidades por las fantasías”.
Andrés Florit Cento (Santiago, 1982) es autor de los libros de poesía Materias de libre competencia y regulación (Das Kapital, 2011) y Poco me importa (Autoedición, 2009). Poemas suyos ha aparecido también en plaquettes, revistas y antologías. Es editor de La aparición de la Virgen y otros poemas políticos, de Enrique Lihn (Ediciones UDP, 2012) y de Juan Florit Caudillo de los veleros. Vida, poesía y prosa (Ed. Cuarto Propio, 2006).