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27 feb 2013


Por Javier Payeras

Nuevos personajes aparecieron en la ciudad de Guatemala: el comisario Héctor Mendoza y el  detective José Abel Rosanegra. Ambos impenitentes representantes de la ley, que al margen de la corrección política, agudizan su visión para atacar al crimen desde las mismas entrañas del carcass urbano. Avinagrados y misántropos, los detectives van y vienen por los distintos ambientes de la cultura underground guatemalteca. Un delirante cóctel de personajes y ambientes nocturnos que cruzan la frontera entre el realismo más crudo y el submundo fantástico de la crónica urbana. Cruzando por callejones plagados de casas de crack, perseguidos por perros diabólicos y otras mutaciones de la posguerra, la secuencia de este relato policíaco desarrolla en pocas páginas una entretenida trama de conspiraciones mágicas y escenarios por demás bizarros.

La novela negra es un género escasamente explotado en la literatura latinoamericana -claro, comparándolo contra el montón de edulcoradas telenovelas del realismo mágico y el criollismo que siguen llenando las estanterías de las librerías y los supermercados - aunque en muchos países ha dado a verdaderos libros y autores de culto, como es el caso de Rubem Fonseca, Manuel Vásquez Montalván, Leonardo Padura y Mempo Giardinelli. En países como Estados Unidos, Alemania, Francia o Japón el género policíaco ha tenido una increíble recepción por parte de lectores que encuentran en ellas los mejores diagnósticos de cualquier sociedad convirtiéndolo en el género más apetecido por las grandes casas editoriales que, incluso, se han especializado en publicarlas. Es evidente que nada muestra mejor las entrañas de una sociedad que su cuerpo de policía. Un policía es un personaje que define con exactitud la política, la educación y el desarrollo alcanzado por la cultura que representan. Así la dirección a la que apunta “El Perro en Llamas” de Byron Quiñónez es una ruta que apenas comienza a abrirse paso en la literatura de la región donde, curiosamente, el crimen y la corrupción nos llueve a cántaros.

La fórmula que utiliza Quiñónez para atrapar la atención del lector es una amalgama entre la velocidad hardcore de su prosa muy cuidada, breve y directa, y las imágenes completamente apocalípticas de sus escenarios. Entre conciertos de trash-metal, drogas duras y cielos contaminados, el siniestro hallazgo de un cadáver resulta ser de lo más común. Una narrativa que nos devela un pasillo de bichos criminales que han traspasado la barrera entre el robo y posterior asesinato, para convertirse en homicidas rituales: el sadismo se convierte en el horizonte de posibilidades para las sociedades adoctrinadas por el terrorismo moral impuesto durante siglos de miedo y fanatismo religioso.

Sobre el autor quiero agregar que se trata de uno de los representantes de la generación de novelistas emergentes. Anteriormente publicó 6 cuentos para fumar en Editorial X, ha ejercido la crítica musical, el periodismo alternativo y ha sido miembro de algunas bandas de rock experimental. Su muy fluida erudición pop es envidiable. El Perro en Llamas fue publicado por Editorial Cultura.