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9 oct 2007



EL ARRASTRE Y EL MOMENTO DECISIVO QUE VIVE EL ECUADOR

Por Ángel Emilio Hidalgo


Es sábado en la mañana y la Bahía de Guayaquil está atiborrada de transeúntes. Algunos buscamos eso que transitoriamente necesitamos: ropa, zapatos, electrodomésticos, CDs, DVDs piratas. Otros observan las curiosidades que ofrece el “mall” más democrático e intercultural de Guayaquil. En un pequeño aparcadero de las calles Villamil y Alberto Reyna, el sol canicular del mediodía alumbra una maqueta elaborada con resina, que ha sido colocada en un tablero tan blanco como el futuro de los ecuatorianos, que el pasado 30 de septiembre volvieron a votar con esperanza. Algunos reparan en ella, se acercan, indagan su procedencia y hacen preguntas: “¿cuánto cuesta?”, “¿es una obra de arte?”, “¿es el monumento a Alfaro?”. La mayoría mira sin distinguir y pasa de largo, porque les gana la inmediatez. Unos pocos entienden el sentido de la obra proyectada.

No se trata de llegar a las masas, pero sí de disparar sentidos de reflexión crítica, y la propuesta del artista guayaquileño Óscar Santillán cumple con esa exigencia. Su sesgo irónico-crítico sugiere una intención revisionista de los usos políticos y culturales del mito: el arrastre de Alfaro y sus lugartenientes, el 28 de enero de 1912, en Quito, es el símbolo del abanderamiento indiscriminado, a lo largo de la historia ecuatoriana, del proyecto revolucionario liberal alfarista.

Aunque no es tan cierto aquello de que “hoy, de polo a polo, de derecha a izquierda, todos se declaran alfaristas”, la utilización subvertida del monumento a Alfaro nos lleva a pensar en la posibilidad o imposibilidad de retomar un proyecto democrático de largo aliento en nuestro país, similar a aquel concebido por el “Viejo Luchador”. En esta decisiva coyuntura histórica, previa a una Asamblea Constituyente, la utopía de la democracia radical es un gamo que corre en el campo minado de los intereses políticos. Con una débil ciudadanía y frágil memoria social, nadie puede asegurar que la aspiración democrática de cambio radical que demanda la sociedad ecuatoriana, atracará en feliz puerto.

Por ello, cabe preguntarnos: ¿traicionaremos, una vez más, nuestro futuro?, ¿echaremos a la borda la experiencia de la historia?, ¿arrastraremos nuevamente a Alfaro? Solo el tiempo dirá si el accionar de los representantes del pueblo -más allá de las promesas, los discursos ideológicos y las frasecitas de campaña- estará a la altura de su responsabilidad histórica o sucumbirá empujado por los oscuros intereses de las minorías, como ocurrió hace 95 años, cuando se truncó el proyecto revolucionario alfarista.


(Las fotografías aparecen con la autorización del autor) http://www.elarrastre.blogspot.com/