El espacio y la idea*
Por Lupe Álvarez**
Por Lupe Álvarez**
La muestra “El espacio y la idea” tiene una relevancia especial para el Museo Municipal de Guayaquil. Todas las obras allí exhibidas (que ocuparán las dos salas transitorias) han sido concebidas a propósito –o incluso creadas- en el contexto de los salones y festivales que la institución promueve dentro de su labor de apoyo al desarrollo del arte.
El Salón de Julio y el FAAL (Festival de Artes al Aire Libre) constituyen, históricamente en el caso del primero y dentro de los más recientes estímulos al trabajo creador y a la cultura artística en el del segundo, eventos al calor de los cuales se han producido algunas de las propuestas más notables de los últimos tiempos y bajo su manto se han desplegado muchas de las preocupaciones que animan hoy la escena de arte contemporáneo local. Es por ello que amerita en la conmemoración del 99 aniversario de la institución, considerar algunas de estas vertientes ejemplificadas en obras y procesos exhibidos en esta muestra.
Se trata de una exhibición con una cota temporal precisa –todas las obras son del siglo XXI- y esto se debe a que el evento al aire libre se realiza desde el año 2000. También es importante destacar que la mayoría de las piezas pertenecen a la reserva del museo y han sido reconocidas y premiadas en estos eventos. Otro aspecto notable es que el concepto que articula y justifica la elección y el agrupamiento de las mismas permite que dialoguen en un mismo espacio obras pertenecientes a ambos certámenes.
El sentido de la exposición gira en torno al tratamiento del espacio en el arte y al modo en que este es cada vez menos evocado en su dimensión física o como contenedor apreciado por sus cualidades ya sea estéticas o funcionales.
Los artistas en estas obras ponen en evidencia una relación con el entorno donde este es “interpretado expresivamente” para catalizar otras perspectivas En todos los casos los espacios son aludidos, señalados, revelados o intervenidos más allá de sus usos, con el fin de alimentar el cuestionamiento de su retórica ya sea arquitectónica o urbanística, o de interpelar su existencia en los discursos oficiales.
La muestra ejemplifica también el peso de las transformaciones urbanas en las prácticas artísticas y cómo su impronta no sólo realza la presencia del espacio habitado, sino la forma en la que normativas y regulaciones del uso del mismo, nos afectan.
Dos núcleos apuntalan el discurso museológico. El primero se cobija bajo una frase de Gordon Matta–Clark, ese gran artista del siglo XX que nos llevó a re-pensar críticamente los espacios urbanos y arquitectónicos contemporáneos: “La casa vivida no es una caja inerte. El espacio habitado trasciende el espacio geométrico”. El otro, "Re-visitando el plein air" recoge propuestas que aprovechan las circunstancias que la creación al aire libre propicia, para desplegar prácticas artísticas donde la situación sirve para añadir complejidad al espacio promoviendo sobre él lecturas que trascienden lo mismo su identidad física que la regulación de sus usos.
El Salón de Julio y el FAAL (Festival de Artes al Aire Libre) constituyen, históricamente en el caso del primero y dentro de los más recientes estímulos al trabajo creador y a la cultura artística en el del segundo, eventos al calor de los cuales se han producido algunas de las propuestas más notables de los últimos tiempos y bajo su manto se han desplegado muchas de las preocupaciones que animan hoy la escena de arte contemporáneo local. Es por ello que amerita en la conmemoración del 99 aniversario de la institución, considerar algunas de estas vertientes ejemplificadas en obras y procesos exhibidos en esta muestra.
Se trata de una exhibición con una cota temporal precisa –todas las obras son del siglo XXI- y esto se debe a que el evento al aire libre se realiza desde el año 2000. También es importante destacar que la mayoría de las piezas pertenecen a la reserva del museo y han sido reconocidas y premiadas en estos eventos. Otro aspecto notable es que el concepto que articula y justifica la elección y el agrupamiento de las mismas permite que dialoguen en un mismo espacio obras pertenecientes a ambos certámenes.
El sentido de la exposición gira en torno al tratamiento del espacio en el arte y al modo en que este es cada vez menos evocado en su dimensión física o como contenedor apreciado por sus cualidades ya sea estéticas o funcionales.
Los artistas en estas obras ponen en evidencia una relación con el entorno donde este es “interpretado expresivamente” para catalizar otras perspectivas En todos los casos los espacios son aludidos, señalados, revelados o intervenidos más allá de sus usos, con el fin de alimentar el cuestionamiento de su retórica ya sea arquitectónica o urbanística, o de interpelar su existencia en los discursos oficiales.
La muestra ejemplifica también el peso de las transformaciones urbanas en las prácticas artísticas y cómo su impronta no sólo realza la presencia del espacio habitado, sino la forma en la que normativas y regulaciones del uso del mismo, nos afectan.
Dos núcleos apuntalan el discurso museológico. El primero se cobija bajo una frase de Gordon Matta–Clark, ese gran artista del siglo XX que nos llevó a re-pensar críticamente los espacios urbanos y arquitectónicos contemporáneos: “La casa vivida no es una caja inerte. El espacio habitado trasciende el espacio geométrico”. El otro, "Re-visitando el plein air" recoge propuestas que aprovechan las circunstancias que la creación al aire libre propicia, para desplegar prácticas artísticas donde la situación sirve para añadir complejidad al espacio promoviendo sobre él lecturas que trascienden lo mismo su identidad física que la regulación de sus usos.
En el contexto de la muestra las certezas de Matta-Clark que levantan el primer núcleo despejan en la representación, el carácter neutral de los espacios arquitectónicamente sustentados inscribiendo sus significados en una zona donde confluyen historias personales y motivaciones sociales. Las obras de este reparto se afirman con estrategias diversas, ya sea proponiendo desvaríos sobre la identidad física del espacio ("Villa Rosita" de Maria Lorena Peña), señalándolo de manera inconveniente("El Big Brother y el Guayanheim son frijoleros" de Wilson Paccha) , creando extensiones que perturban con contenidos sediciosos las lecturas funcionales de la arquitectura y el urbanismo (Stéfano Rubira, "Fin de semana con Ray" y Saidel Brito, "Labores domésticas"), afirmando sentidos impropios (Billy Soto, "Borregos en Guayaquil" y Juan Caguana, "Prácticas de invierno"), re-contextualizando espacios conocidos, a veces olvidados o, por el contrario, demasiado emblemáticos (Pedro Gavilanes, "En casa del caníbal cuchillo de afilado")…Todos estos giros favorecen el cruce de discursos diversos donde connotaciones históricas y actuales concurren para perfilar identidades políticas.
En este caso, el espacio de la representación que la pintura ofrece -es el medio expresivo predominante en este núcleo-, genera una especie de “sobrearquitectura” distorsionada y utópica que, dada su existencia exclusivamente simbólica podría señalar a un real precario, intratable y sobreestructurado en sus falencias. Estas experiencias dicen más de las actitudes que tenemos hacia los espacios; hablan más de lo que ellos son para nosotros, que de lo que quizás, podrían ser. El espacio incontenible que la representación asienta tiene la facultad de fabular, de proponerse como existencia confusa en el mundo escurridizo de los lenguajes.
El segundo núcleo expositivo: Re-visitando el "plein air"pretende incorporar un modo de tratar el espacio que, más allá de la representación, oficia de contexto y función de la propuesta. Si para los impresionistas maestros del pleinerismo, salir del estudio significaba conquistar el carácter mismo de la luz -un elemento que había estado siempre subordinado a la composición-; y para nuestros maestros precursores de un arte nacional significaba desechar los gastados motivos académicos a favor de la vitalidad del entorno propio, la visión de un arte "al aire libre" hace rato que dejó atrás su significado como representación o como proceso creativo aireado y expuesto a un espectador curioso, para convertirse en un dispositivo que acciona una serie de connotaciones del espacio como espacio público al margen de cualquier sentido estético. Se trata entonces de aprovechar el sistema de relaciones sociales que el espacio encarna, un sistema en el que el arte se re-enuncia y se pone en función de las circunstancias que el ámbito público –la ciudad, el malecón en este caso- brinda.
Obviamente este lugar propicia soluciones naturalmente alejadas de las convenciones estéticas, favorece gestos, acciones y procesos donde el "todo está dentro de la cultura" brilla con mayor nitidez. La reinvención del espectador como sujeto que interpreta su nueva función en el arte a partir de coordenadas que el artista propone es también un contenido fundamental en estas prácticas artísticas. Como las manifestaciones que aquí vemos se enmarcan dentro de una actividad en la que lo artístico tiene un protagonismo (el FAAL), la pregunta sobre la naturaleza del arte- el común ¿estamos o no, ante una obra de arte? -queda siempre en pie aunque ahora esté acompañada de aquellas reflexiones y preguntas que las acciones sugieren.
Es preciso señalar que una vez que estas propuestas abandonan su contexto natural y congelan sus procesos en documentos para ser exhibidos el display museográfico necesita adecuarse conceptualmente para que la obra exista con sentido propio en uno y otro espacio. Aquí cuentan lo mismo aquellas piezas en las que queda un elemento escultórico- el caso de "Sombras nada más" de Lorena Peña-, las obras con posibilidades instalativas que permiten incluso, hacer ciertos guiños a tradiciones estéticas acuñadas, como es el caso de "De cemento somos", de Lenin Mera; procesos de trabajo que explotan las posibilidades museográficas de diversos registros como los de "Eyos y LLo" de Ilich Castillo o los del emplazamiento "Reflexiones sobre un no-lugar" del dúo Graciela Guerrero y Gabriela Cabrera y también creaciones paralelas que explotan un sentido más afirmado en lo estético como sucede en "Bitácora (Paseo Shopping)" de Juan León.
Es así que el espacio en sus múltiples acepciones se plantea como reto para la visión de esas grietas que descubren una interioridad desafiante; como superficie en la que podrían inscribirse mil signos decidores de sus aristas conflictivas y dentro de él la ciudad: que es a la vez historia y ámbito de transformación cotidiana en tanto es habitada, vivida. Como dice Lorena Peña: "como artista puedo ver a la ciudad como página en blanco, puedo "mirar" y atender a sus cambios".
* Esta exposición de arte contemporáneo permanecerá abierta en el Museo Municipal de Guayaquil, hasta fines de enero del 2008.
**Historiadora del arte y catedrática universitaria. Curadora de la muestra “El espacio y la idea”.
**Historiadora del arte y catedrática universitaria. Curadora de la muestra “El espacio y la idea”.