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15 abr 2008

CONTRAMANO


Por Luis Fernando Chueca


Frente al desconcierto, ¿qué escribir? Los últimos años han ahondado la sensación de un espacio poético en que todo lo posible parece ya probado hasta el cansancio. Esa es, al menos, la sospecha más común. Entre la repetición y el reciclaje, o en el interminable regodeo en las voces que dieron y dijeron ya lo suyo, mucha poesía alimenta una cierta impresión de agotamiento.

Y sin embargo, ante quienes se aprestan a declarar la caducidad de un género ya sin vigencia (eso dicen) en este prontamente aletargado siglo XXI, hay aún proyectos que se inscriben como agudas incisiones en la crisis, y beben, desde ella, su fuerza para establecer la radicalidad y la potencia de su palabra.

Es el caso de propuestas como las del ecuatoriano Ernesto Carrión y el peruano Maurizio Medo, quienes desde dos coordenadas diferentes del gran territorio de la lengua, coinciden en establecer su voz como afilada punta sobre la manta del desierto. Así, en un escenario sin certezas (ni vitales ni verbales) y entre las apologías que quisieran consagrar la absoluta imposibilidad, procuran hacer de la escritura la manera de responder a la incertidumbre. Pero no para decretar una nueva verdad o un camino único e inequívoco, sino para alertar la permanente necesidad de la búsqueda. Para afirmar, eso sí, que solo una palabra que se atreva a hundirse en los pliegues del más feroz desconcierto podrá entregar verdadera poesía: aquella que estremezca y sea capaz de provocar en el lector una nueva manera de mirar.