ENSAYO
LOS JARDINES OBREROS DE GALO ALFREDO TORRES *
LOS JARDINES OBREROS DE GALO ALFREDO TORRES *
Por: Ernesto Carrión
Para quienes no se hayan familiarizados con el término; un jardín obrero, más que esos espacios propuestos por Shreber hace más de noventa años para las ciudades modernas, es “una expresión de la nostalgia que experimenta la masa por la naturaleza”. Una defensa necesaria contra los propios procesos de modernización que llevaron al hombre a dejar el campo, para invadir las ciudades por completo, bajo el espectro encantador de la máquina y el industrialismo.
Y es quizás esta nostalgia por lo rural, esta búsqueda de signos y significantes brillantes dentro de una experiencia provincial y/o de ciudad pequeña, lo que provoca un contraste conmovedor y paisajista –en la poesía de Galo Alfredo Torres. Lírica que se construye despacio, ante una realidad deshumanizada y deshumanizante, reducida a la observación de monitores, a la velocidad de las cosas, y a esa gran enredadera que son las mallas electromagnéticas, de un mundo que hoy tiende a encogerse hasta lo invisible.
Se trata entonces de un trabajo conexo o en plena comunión con su obra anterior Sierra Songs; donde me he visto obligado a recordar y retomar lo que escribí hace cuatro años, con motivo de un trabajo para el Encuentro Nacional de Literatura “Alfonso Carrasco Vintimilla”: “ Aceptando –como dice el poeta- las dos líneas en la poesía norteamericana: la que viene de Withman (coloquial y prosaica de la que se nutriría la generación Beat) y la otra que viene de Poe (esteticista y compleja de la que se nutrirían poetas como Ezra Pound, Wallace Stevens, T. S. Eliot) la que trabajarían los poetas en ciertos puntos del Ecuador, sería la primera; reconociendo entre los atributos (de esta llamada poesía de la experiencia aparecida en los sesentas) cierto hermetismo y dificultad, al igual que un carácter culturalista que va enlazando el surrealismo de la vanguardia con las técnicas del collage. Poemas donde aparecerán alusiones al cine, a la música, al cómic, a la pintura, etc. Entonces nos encontramos con el esteticismo hedonista, y no menos nutrido de una pura tradición Cernudiana, en poetas como Roy Sigüenza y Franklin Ordoñez. El a veces irracionalismo humorístico de Pedro Gil. El confesionalismo casi autobiográfico de Cristóbal Zapata. El ruralismo conceptual y semiológico de Galo Alfredo Torres.
Más que un “provinciano de mundo”, citando a Zapata, considero a Galo Alfredo Torres como un paciente agricultor de estampas delicadas; como un paisajista replegado a la madeja de su memoria y de su tierra (tierra que terminará por convertirse en polvo sobre la memoria de los otros). Su trabajo se asemeja al de un agricultor que va ubicando pequeños jardines en medio de una realidad violenta, que se maneja de espaldas a la espiritualidad y generosidad de la poesía. Hablo de generosidad, en el sentido ético del compromiso con los otros y con uno mismo. Debemos comprender entonces que su trabajo, atraviesa la intimidad familiar, los referentes culturales y las apropiaciones o la asunción de voces que -dentro de la modernidad- son herramientas justificables y/o urgentes para el renombramiento del mundo y sus significados.
Desde el epígrafe de Whitman, traduzco en español: “Soy extenso. Contengo multitudes.”, el autor nos convoca a la posibilidad de fluir absolutamente en otros cuerpos, otras realidades, otras perspectivas.
Por eso en este libro aparecen: Simón de Cirene (mujer que ayudó a cargar la cruz a Cristo hasta el Gólgota), el Coronel Krutz (de esa cinta impresionante de Francis Ford Coppola), Dersu Uzala (anciano cazador chino de un libro de Vladimir Arseniev, y luego película de Kurosawa), Holderlin, Nietszche, Heráclito, Noé, etc.
Así, Canción del Invitado, se convierte en una pequeña narración del mundo, escogido por este autor, para indicarnos las huellas que puede dejar, sobre su memoria, ese tristísimo viaje a la condición humana. Sitio donde no podemos sostener el tiempo por la propia velocidad de las cosas, como sucede en el texto Canto de un matemático árabe. Cito:
Por eso en este libro aparecen: Simón de Cirene (mujer que ayudó a cargar la cruz a Cristo hasta el Gólgota), el Coronel Krutz (de esa cinta impresionante de Francis Ford Coppola), Dersu Uzala (anciano cazador chino de un libro de Vladimir Arseniev, y luego película de Kurosawa), Holderlin, Nietszche, Heráclito, Noé, etc.
Así, Canción del Invitado, se convierte en una pequeña narración del mundo, escogido por este autor, para indicarnos las huellas que puede dejar, sobre su memoria, ese tristísimo viaje a la condición humana. Sitio donde no podemos sostener el tiempo por la propia velocidad de las cosas, como sucede en el texto Canto de un matemático árabe. Cito:
La jugada única, definitiva, como la vida, que en su rápida sucesión nos obliga a apostarlo todo. El pie que no pasó del segundo escalón. Las manos que se desmayan antes de deshojar la última prenda, los labios que lo gastan todo y no compran el beso. Los sonidos tenues que no percibimos y que a lo mejor son la voz de nuestros muertos. La pequeña e insalvable piedrecilla que nos envió a pique. Los hombres que saludamos tantas veces y no pasan de ser unos nombres. La solitaria oración de cada día que no escucha ningún dios.
Canción del Invitado, entonces, combina esta condición peculiar de Galo Torres, donde sucede una mixtura serena encontrada en poemas como Visiones del Mercado, donde emerge un peculiar recorrido por ese tianguis necesario que forma parte ineludible de nuestra realidad latinoamericana. Ya que el mercado o los mercados poseen su propia estética, así como la esencia de una colectividad específica. La propia atmósfera del libro, transcurre entonces en este fluir de una memoria colectiva, que por espacios se vuelve provinciana (en el rescate de los jardines obreros) e íntima. Cito:
¿Qué es la poesía? Le preguntó Molina a Sigüenza, que salía de un sueño en que se había sumergido sin escafandra ni rubor: domaba una resaca de tres días y traía una corona de espinas en su espalda. En el sueño había acariciado a dos naúfragos (el primero lo golpeó y laceró el pecho, el otro limpió la sangre y dibujó la corona). Sigüenza nada contestó/ y devolvió su cabeza a las olas.
Y de la intimidad y combustión necesarias, en todo trabajo que se considere serio dentro del decir poético, aparece un reflexionar bellísimo de Galo, sobre la condición del Olvido; ya que en su texto Aves de Olvido, trata este autor al Olvido como una herramienta o pala para sepultar la tortura de la memoria. Hablamos entonces de un replanteamiento del olvido que es una mudez inexplicable que tortura considerablemente al hombre, y al hombre que se piensa dueño de su tiempo. Galo Torres nos dice: “Despierta a tus aves, Olvido. Hay canciones que no deben encontrar su voz”.
Lo que no diré sobre este libro, y que se me ocurre decir sobre el mismo, es que me llevó a recordar una frase de un autor, que olvidé generosamente (“ya que hay canciones que no deben encontrar su voz”), y que aludía a esa imposibilidad de tener un futuro, cuando uno sigue habitando totalmente su pasado. El pasado de Galo, sin embargo, es un pasado necesario, vital y completamente consecuente con su condición geográfica, histórica y humana.
No existen imposiciones del autor, existen sugerencias, paisajes, estampas atravesadas de contemplación pura. Sugerencias que terminan convirtiéndose en enfrentamientos, a través de estos jardines obreros ubicados valientemente en ciudades como ésta, vendidas a la falsedad de sus yesos y malecones. Regaladas a mercaderes que atestiguarán únicamente la podredumbre de estos edificios florecidos de su inmensa herrumbre.
Porque siempre es más bella “la canción del invitado”. Porque ante este proceso devastador y violento de la globalización, siempre tendremos la posibilidad de sostener la pausa, de volvernos responsables de nuestra sostenida “verdad”. De ingresar, o de intentar penetrar al menos, a través de algunos versos, la lastimada intimidad del prójimo.
Santiago de Guayaquil, 23 de enero de 2008
*texto leído en la alianza francesa, durante la presentación de Canción del Invitado.