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23 feb 2007


MANICOMIO Y LA ESTRUCTURA DEL LABERINTO

por Ernesto Carrión

La conciencia es una enfermedad.
Unamuno



No ha existido nunca una cultura que permita a sus individuos la libre extensión o ampliación de su imaginación; que representaría, en sí misma, la crisis de toda civilización. El desborde de la imaginación tanto como del juego (reconociendo la descarga lúdica que obliga toda aventura poética) son crímenes en que el otro, asumido desde el compromiso de la conciencia, “desaparece”. Pensemos entonces que todo libro de poesía es un enfrentamiento: reconstrucción o destrucción del mundo. Más que una caja de sorpresas es un posicionamiento total del autor, así éste utilice diversas herramientas (como las apropiaciones, los disfraces, palimpsestos) para ordenar lo que sospecha es la realidad. Todo poema debe empezar con la decisión de transformar el mundo y el lenguaje mismo; y esto únicamente es posible desde la sombra. Así Manicomio de Maurizio Medo, es otro de esos libros que arroja al lector a la oscuridad, y al precipicio, a través de las máscaras de autores vivos y muertos, convertidos aquí en personajes literarios que se encuentran encerrados en el laberinto personal del autor. Maurizio Medo, vale decirlo, también es personaje en su laberinto.
La voz de Medo, caracterizada por ser la de un provinciano de la Urbanización Latinoamericana, o la de un italiano perdido entre las cordilleras de los Andes, se convierte aquí en un festín de obsesiones, memorias y frases insertadas en una vieja/nueva intención poética que nos remite a otros trabajos poderosos como los de Ezra Pound y T.S. Eliot en el mundo anglosajón y de un Leopoldo María Panero en la parte de España. El asunto de la identidad va de la mano de la propia aventura poética (Paul Valéry dixit), y así lo asume Maurizio Medo en este libro; pero como explicara anteriormente en un ensayo sobre la obra del autor español*, las identidades como bloque o como un asunto nítido, han acabado en nuestra época. Nos hemos convertido en una extensión de seres, cosas y conocimientos, en los cuales deambulamos fragmentariamente. Y la reorganización de la identidad solo puede venir desde esa misma desintegración/desinformación que nos rodea.
La polifonía es entonces primordial en este libro; las historias inmersas de Gilda y de MM que logran enlazarse perfectamente con las voces un falso Ginsberg, o la voz de Tristán Tzara, Rimbaud y Verlaine, etc.; van llevándonos por este Manicomio laberíntico donde como dice el autor:

Y LOS DÍAS HUYEN
Y LOS DÍAS HUYEN
Y LOS DÍAS HUYEN
Y LOS DÍAS HUYEN
Y LOS DÍAS HUYEN
Y LOS DÍAS HUYEN
Y LOS DÍAS HUYEN

aunque parezcan ser todos el mismo

Entonces debemos reconocer que el Manicomio de Medo es el libro mismo, que es a su vez el mundo del autor que es a la vez reflexión sobre el nuestro. Aquí también los días huyen y parecen ser el mismo…
Michel Foucault, hace mucho apuntaba que el aparato de pensamiento/tratamiento de la literatura giraba alrededor del problema de la Locura (representado por Hölderlin y Artaud), de la Sexualidad (representado por Sade y Bataille), y del Lenguaje (representado por Mallarmé y Blanchot)*. Maurizio Medo intenta abarcar o traspasar estos tres asuntos, de los que sale bien librado probando una vez más que su trabajo poético posee mecanismos internos que únicamente él acciona, y que no estamos ante un trabajo ordinario. El mismo poemario toma sitio en el lugar (Manicomio) creado por la sociedad para ocultar su peste: la Locura. La locura siempre interrumpida aquí por los llamados Mandriles, personajes de coerción y sufrimiento (ubicados por el autor), para frenar la imaginería. Entonces los Mandriles, no pueden ser sino instrumentos sociales, como la moral, la religión y/o el porvenir, que trizan constantemente la conciencia del hombre hasta dejarlo en los pasillos de la esquizofrenia. La esquizofrenia, tan hablada aquí, debe ser reconocida como una provocación de una conciencia antivital o que demuestra que estamos destinados al sufrimiento, contra una materia corpórea que exige a diario su fe y su prolongación.
Entre las diferentes voces que el autor desborda sobre el lienzo, lo más seguro es proponernos que no existe ninguna. Ya que si bien estamos ante una androginia inducida; podemos decir también que Maurizio Medo es incluso esa posible inscripción sobre la pared de su Manicomio que reza tristemente:
SE ALQUILA… RAZÓN


Para mí será ese autor que ya no existe, como afirma Maurizio en las páginas 38, 39, 40, 41, 42, 43; y que termina encerrado como un lector más, en los cuadrados en blancos de su laberinto personal donde rinde homenajes a poetas como Raúl Zurita y Juan Luis Martínez, entre otros. Cuerpo cercenado entre otros cuerpos.
La incorporación de otras lenguas, en este libro (completando los tres parámetros propuestos por Foucault) cumplen más la misión de homenaje ancestral, y revelación de su yo, a la vez que desintegración/integración de su idioma. No del español.
Maurizio Medo tiene un idioma particular (lo sabrá quien haya prestado atención a su obra) forjado por sus raíces personales, literarias y geográficas. Pienso que cuando el lenguaje implosiona de esta forma, puede únicamente representar un espacio nuevo y diferente para que el poema exista. Y en este libro, lleno de poesía en prosa, verso, epígrafes, gráficos, apropiaciones, elementos neobarrosos, salmos, etc. alcanza una singularidad que reconozco como positivamente áspera.
Por eso no me equivoco al decir que Manicomio es un libro que se inserta en esta vieja/nueva intención poética, donde el escriba se enfrenta a un mundo convertido en un manojo de hilachas, posiblemente a ese laberinto que solamente podemos enfrentar creando el nuestro; y donde la voz redondea la periferia para buscar ese centro tan ansiado, o esa claridad que, como ya es sabido, solo puede regresarnos a la sombra.
Donde todo seguirá siendo igual -como promete Medo- pero algo al menos esta vez habrá cambiado.










ERNESTO CARRIÓN. Leopoldo María Panero, y la muerte del sujeto en el mapa de la lírica contemporánea.
MICHEL FOUCAULT. Locura, literatura, Sociedad.