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24 feb 2008


LA VOZ CHARRÚA Y UBICUA DE ROBERTO ECHAVARREN

Por Luis Carlos Mussó



Roberto Echavarren nació en Montevideo. Vivió en Nueva York donde enseñó Literatura Latinoamericana y Comparada en la Universidad de Nueva York. Actualmente vive entre Montevideo y Buenos Aires. Sus últimos libros de poemas son: Universal ilógico, Oir no es ver, Casino atlántico (Montevideo, Artefato, 2004) y Centralasia (Buenos Aires, Tse-tse, 2005). Es autor de ensayos como Arte Andrógino: estilo versus moda en un siglo corto y de la novela Ave Roc. También es autor de Performance, Género y transgénero (Buenos Aires, Eudeba, 2000). En enero del 2000 la revista Posdata de Uruguay le dedicó un dossier.

Roberto Echavarren es un viajero incansable, y también un gran investigador de la literatura y se ha constituido un referente obligado en cuanto a estudios sobre la poesía contemporánea de Latinoamérica. Casa de las iguanas conversó con este autor uruguayo (y universal).


¿Tiene límites la experimentación a la hora de la creación lírica?

No, la experimentación no tiene límites a la hora de la creación lírica, y hay muchas combinaciones posibles: poema-ensayo, poema-narrativo, poema-concreto... No hay límites, pero la experimentación debe ser algo sentido, un estar involucrado en un descubrimiento, oír cómo se articula una lengua interior, vívida y vivida, hecha de ecos introyectados. Pero no por exhibicionismo, como una lección de destreza. Hay demasiado ejemplos de poesía mala que quiere ser experimental, aunque otro segmento de la poesía mala no quiere ser experimental.


¿De dónde nace la fuerza aplastante del neobarroso en sus continuas búsquedas y discursos?

El neobarroso reacciona contra los ejemplos patéticos de una poesía coloquial llena de consignas o de lugares comunes. Ni mera propaganda oportunista, ni meras lágrimas del corazón, el neobarroso asume la lengua en su riqueza, en el conjunto de sus posibilidades, y hace el esfuerzo de pensar articulando la lógica sensible de las imágenes e impresiones, o explora las complicaciones sintácticas, o avanza, burla burlando, a través de un juego de homofonías significantes.


¿Crees que la experiencia del exilio ayudó en algo a definir estilos y formas en la poesía?

Pienso que el exilio ayudó a los poetas desplazados a conectarse entre sí. Saliendo de sus propios países y contextos culturales, superaron los límites del verosímil local. La diáspora del exilio fue útil para exponer al escritor a otros estímulos, vivencias, y lenguas.

Se ha acusado continuamente a los autores consagrados de no investigar y de desconectarse de los jóvenes. ¿Cómo se ha dado en Roberto Echavarren ese continuo involucrarse con poetas de las nuevas hornadas en Latinoamérica?

Del mismo modo que me interesó conocer a los poetas de mi generación, me sigue interesando conocer la escritura de otros más jóvenes. Medusario es una investigación del estado de la poesía hace diez o quince años. Mi curiosidad no se limita a ese período.


¿Cuán hostil es el ambiente para la poesía? ¿Es peligroso este oficio?

No creo que el ambiente sea hostil, sino más bien indiferente. Hostil o enemigo de la poesía es el negocio del librero, que pocas veces vende o expone poesía, y menos aún con un aceptable criterio de selección. En esta operación de ventas suele predominar lo más trivial, lo que yo llamaría “poetas de aeropuerto”. Peligrosa es la vida.

¿Qué futuro se avizora para la lírica en América?

No soy adivino. Sin embargo, profetizar es hablar del presente. Creo que es un presente promisor, noto actividad en varios niveles, publicaciones y productos interesantes. Hay más conexión entre los poetas y más encuentros que antes. Tanto desde el punto de vista económico como cultural hay una tendencia a asumir a Latinoamérica como un bloque, una gran región en contacto consigo misma, por su lengua y por su tradición, cada vez más enterada de su problemas comunes y de sus singularidades culturales. Creo que es tarea nuestra dar a la cultura latinoamericana realizaciones que vayan más allá de las distracciones y programas banales de la televisión o de los medios masivos. No importa si esa articulación nuestra no es muy visible, pienso que las aventuras de pensamiento siempre dejan huella y se transforman en referentes que son descubiertos a veces a través de períodos más o menos largos.

¿Sigue siendo la creación un asunto de islas dentro del mapa iberoamericano, o hay maneras para los poetas de leerse y seguirse la pista?

Creo que hay maneras, evidentes para todos, de leerse los poetas entre sí y seguirse la pista, a través de internet y de viajes y encuentros. Es mucho más fácil ahora saber qué está pasando, de país a país, en el terreno de la poesía, que antes, cuando debíamos confiar sólo en el correo postal.


¿Es la performance una forma de acercar la letra de la poesía a la cotidianidad misma?

La cotidianidad está hecha de muchas cosas. La performance es un espectáculo. A veces es difícil acceder o prestar atención a la poesía en un espectáculo. Creo que muchas performances tienden a prescindir de la palabra, se apoyan en el movimiento corporal, en la música y en sonidos vocales inarticulados. Un poema es un instrumento más para la performance, pero ésta no garantiza que el poema quede bien parado allí.

Cómo asume la tradición oriental, tomando como ejemplo nombres como los de Jules Laforgue, Isidore Ducasse y Herrera y Reissig?

Creo que los autores que nombraste forman la gran tradición oriental. En dos idiomas por lo menos. Es lástima que los orientales no conozcan o no comprendan su tradición. Laforgue, en particular, quizá el principal de los poetas francófonos de la segunda mitad del siglo diecinueve, no sólo por sí mismo, sino por su influencia en el imagismo anglonorteamericano (Pound y Eliot), es desconocido en Uruguay. Julio Herrera y Reissig escribió un maravilloso y contundente ensayo, desenterrado de la Biblioteca Nacional hace pocos meses, después de dormir allí inédito durante un siglo: Tratado de la imbecilidad del país (Taurus, 2006).


Entre los tiempos de Animalaccio hasta los de Oír no es ver, ¿cuáles son los pasos andados?

Oír no es ver incluye un largo poema en inglés, “Pacific Palisades”, que recoge la problemática y la lengua y el modo de vida de los músicos de rock glam. Es el fruto, igual que “Atlantic Casino”, de una acelerada y libre aventura de estilo, no me refiero sólo a estilo poético, sino estilo de imagen (personal) y estilo de vida. Creo que en los poemas de Animalaccio este aspecto es más larvado, menos evidente. En cuanto a mi último libro, Centralasia, investiga otra dimensión, un orientalismo de libros de viaje a través del Tibet, donde se reconstruye un país y se interroga un modo de vida y un pensamiento que pereció bajo la invasión china de 1959.


Considerando que has incursionado en ambos géneros, ¿es verdad eso de que en la poesía los autores asumen más riesgos que en la narrativa?

Los riesgos en poesía y en narrativa son diferentes. No es fácil desarrollar un pensamiento nocional en poesía y mantener a la vez el encuadre de libre asociación y de lógica de las cualidades, o lógica sensible, vale decir el “pensamiento poético”. Creo que Lucrecio lo logró en De la naturaleza de las cosas. En narrativa se han hecho muchos experimentos a lo largo del siglo veinte, aunque hay antecedentes como Rabelais o Lawrence Sterne (autor del Tristram Shandy). Toda gran obra es un experimento. Y sin embargo, la mayor magia de la narrativa es que se la lea sin poder dejar el libro, como una intemperante adicción, hasta terminarlo. Que sea absorbente y a la vez “experimental” o simplemente literaria, es el tour de force de la novela. O de un libro de memorias.


¿Qué sucede en la lírica oriental de hoy?

En la lírica oriental de hoy hay excelentes poetas. Además de Marosa di Giorgio, recientemente fallecida, están Roberto Appratto, Eduardo Espina, Amanda Berenguer, Selva Casal, y unos cuantos más.

¿Hay razones para contraponer las revistas impresas a las revistas virtuales?

Creo que las dos tienen razón de ser y cumplen una función, como el teatro y el cine. Creo que ningún medio suplanta enteramente a otro, al contrario, lo destaca en su validez particular. Son canales de circulación y distribución diferentes. Las modalidades de su eficacia varían.

En ese sentido, ¿es un mérito de la internet la masificación del consumo de literatura (aunque también haya riesgos en cuanto a la calidad)?

“Masificación” es una palabra difícil de entender en su alcance. Digamos que la gran ventaja de internet es la accesibilidad de la información. Muchos datos pueden ser confirmados instantáneamente, muchos textos que no están al alcance de la mano o en las bibliotecas pueden ser encontrados en internet. Para un investigador es un regalo de los dioses. Es parte de la democratización de la cultura.

¿Es un problema la traducción de poesía o por el contrario un elemento que ayuda a que la producción llegue a gente de otras lenguas?

Por desgracia tal vez el noventa por ciento de las traducciones que conozco, no importa de qué lengua, son horrendas. Un (buen) poeta debe ser traducido por otro (buen) poeta, y no hay tu tía. Siempre es mejor que la traducción venga acompañada del texto original, para cotejar no sólo su significado, sino sus ritmos, su economía estética.

Y el mundo editorial, Roberto. ¿Cómo ver a las grandes y pequeñas editoriales?

El hecho de que hay muchas más editoriales y se publican más libros que nunca, en sí es positivo, multiplica las alternativas. Siempre hay algún canal, pequeño o grande, para que la obra poética haga su recorrido. La poesía sigue rutas misteriosas, quiero decir casi secretas, a veces, para llegar a lector. ¡Pero llega!

¿Hacia dónde se encaminan las artes?

Ya dije que no soy adivino. Las artes dependen de la tecnología, y el desarrollo tecnológico lleva al arte por caminos que no podemos imaginar ahora. Esto no debe inquietarnos. Cualquier logro, en cualquier medio, es válido y conserva su validez en cuanto tal.

¿Hay motivos suficientes para mantener la lucha?

Claro que sí vale la pena seguir en la tozudez, ser porfiados en trabajar, primero porque es el único modo de desarrollar la persona, vale decir dos-en-uno (o más-de-uno-y menos-de-dos), en otras palabras un fuero interno, la capacidad de dialogar con uno mismo, que es la fuente a la vez de la moral y del estilo. A través de la escritura emergemos como personas. Es un ejercicio de creación y una posibilidad de memoria. No digo inmortalidad, sino memoria interna a uno mismo, cotejo, capacidad de coherencia. Si, como dice Sócrates, es mejor sufrir la injusticia que cometerla, eso es porque no queremos convivir con un malhechor. Podría decirse que los criminales olvidan sus crímenes. Lo mismo del ámbito moral puede decirse del aspecto estético. Una vez que ejercitamos nuestro criterio y conocemos nuestras posibilidades, sabremos en qué dirección adelantar y en qué sentido avanzan nuestras realizaciones singulares. Y a partir de allí podremos tener un efecto en la comunidad.


Poemas de Roberto Echavarren


MELLA


No me habría detenido en ti si no hubieras estado

al final de la avenida junto al kiosco de tiro al blanco

donde pasan en correa patos de metal. Hiciste mella en uno.

Fuimos al tren fantasma; en cada curva saltaban los muertos.

Tus dientes con luz negra se enhebran fosforescentes.

De repente no sé si hablamos o estuvimos callados,

qué hicimos tan bien sin darnos cuenta.

Sigo leyendo sin saber si estoy acompañado o estoy solo

el contrapunto de ocurrencias de tu cuerpo,

curso acelerado donde me devano

por descifrar la trama de sucesos.

La medalla sólo me llevó días enteros.

Puedo comenzar con tu cuerpo, tazas del cielo

por donde se descuelga una línea hasta los talones

y plantas encallecidas, que al besar invertidas

me dejan perplejo de que te hayan sostenido tan rudamente.

Cola, grupa, lugar del mastelero, levantada esperando ¿qué?

consagración de las primeras lluvias:

tu Valparaíso, enorme boca de la bahía pacífica.

Había terminado la serenata y no nos habíamos dado cuenta;

ahora en silencio seguíamos tan acompañados como antes

las historias tejidas por un enigma al desplegarse;

cordón de dijes tirante sobre tu cuello ancho:

resalta un cuerno, una lámina sin nombre, una raquetade hilo de cobre entretejida con varios interiores

flexibles donde hundo el dedo y sacas la lengua

ex abundantia cordis. Me clava

el triángulo pintado en tu espalda

blanco sobre negro con un ojo negro sobre el blanco.

Fumo tus cigarrillos y pito mariposa blanca

alrededor de tu cabeza; página tras página va cayendo,

indecisa, interrumpida cabeza de toca blanca

acogida a los golpes de la habitación contigua

contra el fondo verde luz de una tapa

en la antesala de la biblioteca.

Tu canasto, por no decir entrepierna

lisa, oscura de patchouli, por donde empieza la curva

hasta el cráneo, cuadrado dije de jade:

aunque no queden dichas tus formas, al menos aludidas,

me despido pero tú estás de nuevo.

Lo simbolizado se reduce a una visión interior,

quiero decir desde tus adentros:

mella en las paredes de la gruta.



EL SECRETARIO


Yo soy el hombre de mi destino, etc., aquí en una casa

sola, la técnica del bebé o la viudita

sin persuadir a nadie, sin que crean en mí

yo soy la momia de la calle Arturo, preparo el café

con menta, descubrí que me había muerto, en aquella tarde

con los negros verdosos, las lámparas de mercurio rosado

- su memoria no la respeta nadie, dije.



IMBUCHE


No pudieron resistir, no pudieron mirar

tu hermosura, tu comercio con el aire.

Narinas, boca, ano, sexo, oídos, ojos:

cosieron tus aberturas.

Monstruo de hermosura, cosido monstruo.

Cerraron orificios de tu piel,

condenaron puertas de tu cuerpo

a ningún tráfico. Bola de carne,

comerciaste sólo contigo en el misterio

del interior clausurado para siempre.

No te violaron. No te perdonaron.

Te veneran sin interrogarte.

Has dejado de torturarlos; te devolvieron

la tortura puntada por puntada.

Ya no prometes nada a nadie.

Nariz, ojos, boca, ano, sexo, oídos:

flautas rotas donde circulaba tu poder.

Antes prometías todo a todos,

golpe de rayo, últimos ecos de la lluvia,

insondable, luminoso.

Repartía tu voz las montañas,

despertaba chasquidos en las hojas.

Pusieron dique a tu amenaza.

Te veneran cerrado.

15 feb 2008


XLIX PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS, 2007
Mención de Cristian Avecillas con su poemario “Todos los cadáveres soy yo”


El Premio Casa de las Américas en poesía, en su edición cuadragésimo novena, ya tiene su ganadora: la argentina Laura Yasan, por su libro La llave de Marilyn. La primera mención fue para In Vitro, del cubano Nelson Simón. Y las menciones fueron para:

Todos los cadáveres soy yo
(Cristian Avecillas, Ecuador)

Textos de la barbarie
(Juan Cameron, Chile)

Traficantes de oxígeno
(Alexis Díaz Pimienta, Cuba)

Exilio en Buenos Aires
Elena Cabrejas, Argentina)

El jurado estuvo compuesto por Carmen Berenguer (Chile), Jorge Boccanera (Argentina), Gustavo Pereira (Venezuela), Juan Manuel Roca (Colombia) y Alex Pausides (Cuba).

El Premio José Lezama Lima de poesía, 2007 (a la obra descollante en lengua castellana) fue conferido al chileno Óscar Hahn.




Cristian Avecillas, miembro del Consejo Editorial de Casa de las Iguanas, aborda desde los tres segmentos de su libro: Cantar de la hediondez, Virgen funeral y Esqueleto de un poema, los tópicos de la muerte, del denostar la propia palabra y el de tomar cualquier elemento del que se halla uno rodeado para hallar esa perla entre el basural, la poesía. La voz aprovecha el tema de la descomposición del cuerpo como metáfora de la expectación del poeta frente al mundo al final de los tiempos, en una suerte de visión que más que de anuncio apocalíptico, tienen de regodeo en medio de la marginalidad y el desasosiego.

Felicitamos a nuestro compañero y compartimos con él, la alegría por este reconocimiento internacional a una obra que espera ávidos y comprometidos lectores de poesía.

De TODOS LOS CADÁVERES SOY YO:

*
1
Mi victoria, no juzgarme,
Transformar en verso mi cadáver.

Ingresar en la plomiza infancia,
Huérfano de sangre,
Y sentir la arteria seca, irrigándome palabras…

Oficiar el verso en mi cadáver.

2
La mejor manera de ser cuerpo es no ser cuerpo,
Ser lenguaje:
Solo un muerto puede sugerir la sombra.


3


Todo el cuerpo es un hedor:
La inmundicia es el poema que despierta.

11
Soy la humanidad,
Cloaca abajo y pasto arriba,
Verdad abajo y sombra de hombre arriba:
Ya no existe pudrición inalcanzable, soy la humanidad.

Así como creí en las circunstancias y en los monstruos, creo en mí;
Así como creí en la mortandad del firmamento, creo en mí:
Soy eucaristía de gusanos.

13
Del helecho que devino de mi entraña como un dulce sentimiento,
Llega una fragancia:
El meconio de la muerte.

14
A mis pies está el edén,
Otro yo que, entre toxinas, regresó al carbono.


***

2
El poema es terminar al muerto,
Destruirse con el verso que parezca ser verdad.

5
Cada línea ennegrecida es rostro ajeno
Que planea alguna envidia o algún dios.

Poeta y asesino son lo mismo
Porque hacer la muerte o escribir
Es ceder a los deseos de las propias repugnancias.

8
El poema es el actuar frenético de la paciencia ilimitada,
Tiempo para reverenciar y tiempo para rebelarse:
Ocupar un sitio en el silencio
Y montar los huesos como manchas sucesivas en la página.

El poema es inventar en lo conciso, lo imposible:
Música en la roña.

10
Vivir de nuevo, vivir para rizar una palabra,
Una sílaba mordida,
Manicomio de otra boca.

Vivir, para mirar de nuevo,
Mirar como si todo lo demás fuera la muerte.

21
Todos pueden encontrar su propia muerte en este verso.
Ningún dios es más auténtico que otro,
Ningún muerto está más muerto que otro.
Cualquier hombre es paraíso al destruirse,
Cualquier dios puede intentar la eternidad
Dentro de un verso.

23
Porque el viento aquí es inútil,
Porque la única carnosidad viene del hongo,
Porque la última virtud es apestar,
En la magna decadencia de mi cuerpo, nace un verso
Donde todos los cadáveres soy yo.

7 feb 2008

LA OSCURIDAD NO MIENTE
*(El paraíso incombustible de Tsjêbbe Hettinga)

Por Ernesto Carrión

Solamente desde la intensa oscuridad o desde esa siesta que es tener un pañuelo amarrado sobre los ojos (y que hace de nosotros una rata a la que han echado agua hirviendo dentro de una jaula)*, puede el poeta construir mundos complejos y extensos: mundos otros; llenos de luz personal, auténtica música e imágenes inusitadas propias de quien se ha puesto a escarbar en la nada absoluta. De quien despelleja el mundo para hallar lo auténtico.Bien decía decía Georges Bataille: la oscuridad no miente. Pensemos entonces, por un momento, en la oscuridad; pero no en la oscuridad como esa ceguera en la que se encontró forzado a vivir Borges, Homero, Milton, Joyce, Groussac, y el mismo Hettinga. Pensemos en la oscuridad de aquel poeta que no puede sondear luz dentro del mundo en el que está obligado a moverse. Pensemos en la oscuridad como un estado de combustión siempre a punto; como un revés negativo del ser susceptible a la creación más pura (por no hallarse intoxicado de aquello a lo que el resto se encuentra encadenado: la luz y sus verdades). Pensemos entonces, ahora, en la luz que vamos perdiendo como nube perceptora de lo que son los otros -día tras día-. Pensemos en la luz que una mañana cualquiera dejó de brillar sobre nuestras cabezas y espíritus (de la forma más cotidiana y penosa) hundiéndonos en la noche horrenda con nuestra condición humana sobre los hombros, obligándonos a ensamblar con palabras un nuevo camino a casa. Obligándonos a replantearnos el mundo desde la oscuridad.

Hettinga es un poeta ciego que no debería asombrarnos por sus poemas llenos de luz. Hettinga es un poeta lleno de luz que debería asombrarnos por lo que hace con el lenguaje en una época en que la simplicidad y las concesiones al lector han vencido o seducido hasta a los más jóvenes lectores. Quizás la única atribución que puedo darle a su ceguera es el hecho de que el poeta haya preferido narrar historias largas a cortas, por el asunto de la memoria a plazo; pero esto más bien no sería un desplome en su intención poética, sino un esfuerzo extraordinario puesto en práctica, ya que debemos añadir el hecho de que Hettinga escribe y reza sus textos de memoria.
Pensar cómo escribe poemas llenos de luz (entiéndase por luz un trapecio de imágenes, una cadena oxidada y giratoria que no para casi nunca) con una discapacidad visual como la suya, sería minimizar su trabajo, cosa que el mismo poeta intuye bien; sería restarle la verdadera importancia a una literatura que posee una carga y peso impresionantes por la habilidad y magia del autor. Todos recuerdan a Homero, Joyce y Borges no por sus cegueras sino por la fortaleza de sus obras.

Hettinga recrea historias completas en muchos de sus poemas (hablo exclusivamente del libro La luz del mar, que acompaña este documental, y que es lo poco hasta ahora traducido a nuestra lengua) a manera de leyendas que se tornan épicas ante los ojos del lector, legadas de un misticismo extraño, y enrolladas en un lenguaje no menos singular, por el consumo de la frase hasta su última consecuencia.
Si bien, en su poesía está el paisaje de Frisia, también están el de Gales y Grecia, llenos de personajes que en su mayoría son pescadores o pastores de lo más comunes. El mar, obviamente, como ese rugido al que Hettinga llena de formas y colores dependiendo del sitio y la hora donde lo escuche. Entonces se preguntarán: ¿Qué tiene de extraordinario o de auténtico un poeta que narra largas historias sobre pescadores y pastores, bajo el heladísimo viento de sus islas solares, en esta época? Y respondo: Todo. Pues en Hettinga la historia se convierte en un soporte técnico, en un tablado espiral por el que gira, a manera de racimos de luz, el lenguaje mismo. Cito:
¨noches que con dedos prestos deshacen la larga trenza de la luz trigueña que descansa en los hombros a la altura de las blancas lunas llenas de las axilas-y como hilaza cae el cabello pudoroso sobre los pechos que, convertidos en melosa seducción, mendigan la amarga leche de un hombre cuya embarcación y mástil se mecen en bosques murmurantes esperando el hacha cruel, una rada espumosa y el regreso a casa.¨

Entonces estamos ante lo que llamó Perlongher lepra creadora; estamos, por momentos, ante una enumeración barroca donde se martiriza la soledad, la belleza, la vida, el dolor, la guerra y la muerte. Los poemas de Hettinga se estiran constantemente en quiebres singulares, muchas veces intercalados a doble voz, con una parte en cursiva donde se empuja al poema hacia una nueva consecuencia. Versos que pasan de la lisura al relieve y vuelven. Cito:

¨Al caer la tarde, cuando la oscuridad arrea como hace un momento las ovejas y al pastor por los antiquísimos olivares del recogimiento; la cabaña de chapas se calienta más que el pozo de piedra junto a las sillas mudas y los bandidos de la libido reflexionan ya sobre la cárcel de la noche, tú, desnuda hasta la vergüenza, atrapas una culebra negra y te ves envuelta en una lucha con el agua (vidrio negro aún más negro que tu negro cuerpo) y con nosotros, mientras a nosotros, fríamente, la sal marina se nos enjuaga de la piel asustada y el gozo en chorros hace que gritemos y nos llueva.¨

Sin embargo cuando no habla Hettinga, cuando no está ubicando el lenguaje en el infinito, hablan sus personajes; y éstos lo hacen de una manera simple pero agudamente estratégica. Hettinga hace de sus pescadores y pastores filósofos naturales, parecidos a esos personajes que atraviesan el Omeros de Derek Walcott contándonos situaciones que se vuelven tablas fáciles de leer. Cito:

¨un poco de humo no le viene mal a una noche así, que resulta casi demasiada clara, el aire límpido como el azúcar y las estrellas recortadas como el cristal, aunque luego le dé a uno una tortícolis. Mira aquella serpenteante imagen reflejada del mástil saliendo de la negra reflexión oscilante del casco, parece un pulpo… Perdón por haberme quedado sin decir nada tanto tiempo. Cuando dijiste: ¨cuyo cuchillo corta anillos de la luna,¨ se me fue el santo al cielo por la palabra anillos. Se me sigue haciendo un nudo en la garganta desde que perdí a mi primera mujer. Sí, me refiero a aquel pulpo. Lo sabe todo el mundo…¨

Es más, el poeta pone en boca de uno de estos pescadores Petros, lo que para mí representa su propia poética, su razón de escribir. Cito:

¨Los pescados que llevo en mi bolsa tienen las mismas ganas de llegar a casa que yo, sí, ríete, pero somos nosotros los que tardamos y no los pescados, que conocen un solo horario: tarde… así pues toda una vida el hombre llega tarde para sí mismo, aunque esa fracción de segundo piense que puede adelantarse a sí mismo y sobre todo a los demás; Sí señor, ahí está el chiste: pescar incluso la incomprensión dentro de uno mismo, no hay pescado sin espinas, vuelvo a casa cada vez con menos de lo que me había propuesto al zarpar, seguro de que todo se debe al misterio de la pesca prodigiosa…¨

Pero regresa el poeta de pronto como un demente o como un dios dueño absoluto de su palabra a mostrarnos ese mundo suyo, exacto para él en su sonido e imágenes; ese barroco, ese desenraizamiento de su lenguaje poético, que se pone a girar en torno de sí mismo como un planeta que se desprende de su órbita*. Cito:

¨Y en el murmullo de las rompientes de ambas islas (¿mantendrá el corcho al espíritu dentro de la botella?) mi sangre, que arrebataba mis pensamientos sin darme cuenta, me conduce al mar, pero ya no sabe quien produce tanto escándalo (si los niños en la playa, las gaviotas disputándose un pescado o los delfines en la bahía) –hasta que de pronto, meciéndose en la arena de mis sueños, mis once bandidos cantan: ¨Quen, quen, nos que tuma que tuma que tuma, quen, quen¨ formando un círculo en la penumbra bajo un árbol junto a un pozo en una nube sobre un barco en una botella¨

Lo prodigiosamente extraño, a mí parecer, del trabajo de este poeta frisio, es cómo el poema, ya decorado con el habla de sus personajes, más la belleza enorme y abigarrada de Frisia, Gales y Grecia (zurcidas constantemente al texto con colores singulares) relatan una historia total y trágica que dejan en el lector un zumbido de nostalgia y eternidad. Sucede en poemas como La roca donde su personaje Petros (el pescador) se sienta a narrarle su vida a un extraño que por espacios lo interrumpe para decirle: ¨me agrada ver cómo sabes callar en momentos en que otros luchan consigo mismos y ya no consiguen dominarse¨ o ¨ponerse como un solo hombre en la piel del forastero que somos¨. Al final de este poema en particular, el lector descubre que lo único que ha hecho Petros, en el proceso de todo el texto, es hablar consigo mismo. Tratar de narrarse a sí mismo su miseria para gritar finalmente ante su casa vacía (por la familia perdida): adiós a todo esto.

Entonces, como mencione anteriormente, en Hettinga la historia se convierte en un soporte técnico, en un tablado espiral por el que gira, a manera de racimos de luz, el lenguaje mismo. Sin dejar la historia narrada de ser importante, bordeando la leyenda. Estamos hablando de la poesía alzada sobre sí misma para devolverle a la poesía su esencia de misterio engendrada en su materia que son las palabras. Poesía que ha perdido el miedo a ser lo que es: esencia de la nada parecida al hombre. Poesía que puede entenderse sin ser terminada, como decía Eliot. Poesía convertida ya en un paraíso incombustible como los paraísos de Lezama Lima. Llena de vigorosa luz y que, como en el caso de Hettinga, viene construida enteramente desde la oscuridad personal que no puede mentir; y de la mano de una de las más encantadoras demostraciones de amor de lo que puede hacerse con el lenguaje cuando se quiere.

Santiago de Guayaquil, 16 de enero de 2008.


*Texto leído el 16 de enero de 2008, durante la actividad cultural denominada ¨Búsqueda sin hallazgos: retrato documental de un poeta ciego¨, en la Alianza Francesa de Guayaquil.
*Verso del poeta Hettinga.
*Tomado del libro Prosas Plebeyas de Néstor Perlonguer.