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28 feb 2011

ANTOLOGIA DE POESIA CARCELARIA (IDEAS RUIDOSAS)

El poeta Victor Hugo Diaz, habla para Semanario el buho,
sobre el proyecto de Canita Cartonera






EXTRACTOS


Una cierta sonrisa (Agustin Araneda)
Quédate aquí y no molestes, tengo que salir- me dijo.
Sentí los cerrojos de la puerta de la pequeña bodega al fondo de la cocina llamada pomposamente “despensa” donde se guardaban trastos viejos: cajas y botellas vacías, sillas desvencijadas, tablas, diarios y revistas ajadas, en fin, todos los desechos de un hogar.
Tiré del cordel que abría la alta claraboya para que entrara un poco de luz, se veía el cielo gris del invierno capitalino. Me senté en una pequeña silla de mimbre y me dispuse a esperar. De pronto apareció mi gato parado en el borde de la claraboya.
-Plomo- grité y de un salto estuvo en mis brazos, era de raza angora y casi tan grande como yo.
Fue y husmeó la puerta y me miró con sus grandes ojos felinos. -Sí, estamos encerrados- le dije.
Volvió a mis brazos y me ronroneo en el cuello como consolándome. Hacía mucho frío y nos acurrucamos para pasar la tarde, debo haberme quedado dormido cuando me sobresaltó sentir unos pasos que venían de la escalera que daba a nuestro piso.
-Aló, aló, hay alguien en casa- era la voz de mi padre que por alguna razón había llegado temprano.
-Aquí, aquí!- grité golpeando la puerta con un palo, sentí que se acercaba y corría los cerrojos abriendo la puerta.
Se arrodilló para quedar a mi altura. -¿Pero qué haces encerrado, donde está tu mamá?
-Tenía que hacer- Le expliqué.
-Tomemos once- me dijo y me acarició el pelo con profunda tristeza.
Puse tazas, platos, saqué la mantequilla, el azúcar y el pan, mientras sacaba las cucharillas y mi padre
ponía la tetera sentimos que abrían la mampara y un taconeo en la entrada.
- Quédate tranquilo y no salgas – dijo y salió cerrando la puerta de la cocina.
El gato apareció de un salto de no sé donde, se había escondido porque no era santo de la devoción de mi padre. Se subió a la mesa de la cocina y nuestras caras quedaron muy juntas.
- Alguien lo está pasando muy mal allá afuera le murmuré al oído, entonces muy en lo profundo de sus ojos gatunos creí percibir una cierta sonrisa.
La jauría
El concierto en el Parque Forestal había terminado, la gente se retiraba a sus casas, era casi media noche. Un grupo de muchachos conversaban con dos chicas en el paradero, reían y se hacían bromas, el colectivo paró, una de las chica subió y la otra fue retenida violentamente por el grupo cuando el vehículo cerro sus puertas y se alejó, la niña fue llevada en andas al interior del parque casi en vilo mientras una mano cubría su boca.
-Déjenmela a mí- dijo al que le conocían por el “Conde” y le acertó un tremendo puñetazo en la mandíbula. La chica calló desmayada. Los muchachos se le fueron encima, le destrozaron la ropa y ya desnuda la violaron por turnos.
El más joven miraba despavorido y estaba paralizado por el terror.
-Ahora te toca a ti cabrito- le dijeron, pero él no se movió.
-Vámonos de aquí- decidieron y comenzaron a alejarse, entonces el “Conde” volvió sobre sus pasos y clavo profundamente su cortaplumas bajo el seno izquierdo de la desventurada.
A los pocos días el joven leyó en el diario que una niña había sido encontrada muerta, desnuda y violada. No había pistas y los vecinos dijeron que no vieron ni oyeron nada. Un almacenero declaró que “se lo andaban buscando, con las minifaldas que usan ahora”.
Como diría el poeta tras la paletada nadie dijo nada, ni el vecino Pedro, ni el vecino Pinto.
Nadie dijo nada, nadie dijo nada
Todo está pasando (David Pérez Romero)
Chiquillo estúpido tienes razón, no soy
más que una loca estúpida, una vieja
necia que se embaucó por la cortesía
y el texto amable de un mocoso, quizás
por amabilidad o agradecimiento por
haber prestado mi tiempo a este revoltoso
sin corazón.
Lloré acurrucado en mi cama,
como tantas veces en mi perra vida,
mostrándome el espejo del desengaño,
ya todo está pasando.
Me alzaré con toda altivez
y majestuoso, sólo tú serás arrastrado
desvalido y humillado.
Que la gloria resplandezca en mi frente
y vibre mi nombre en estas tierras
pero no será a tu lado, hombre ignorante
que no sólo me fastidiaste, sino que no
comprendiste la grandeza de mi alma.
Vivirás infeliz, lejos de la adulación
lo cual forma el vicio de tu vivir.


Soñando cada día lo mismo
(David Norambuena)
Un hombre
bajo el arado
del silencio
pesca una pistola
y camina a la calle del olvido
se apunta a la sien
derramando todo su amor
en el suelo.
Entonces llega la gente, me rodea
y cuando siento a alguien llorar
despierto de mis sueños
y todo vuelve a ser lo mismo.
Cuando una tragedia
nos reconoce se acerca
la indiferencia a llorarnos
sin poder abrazarnos
en el ultimo día
de nuestra vida.