RESEÑA
BIENVENIDA, REVISTA ENCUENTROSPor: Luis Carlos Mussó
Se ha declarado, por parte del Gobierno Nacional, al 2006 como el año jubilar y de homenaje a Pablo Palacio y Jorge Icaza –pues cumplirían 100 años si estuvieran vivos-. Tenemos en nuestras manos sendos números de Encuentros/ Revista Nacional de Cultura (8 y 9), del Consejo Nacional de Cultura, dedicados monográficamente a estos dos maestros de la literatura nacional. Gracias a su editor, Antonio Correa, a nuestra conocida Alicia Ortega, al ministro de Educación y Cultura, Raúl Vallejo y otros funcionarios, la vemos hecha posible.
Número 8
Saludamos la iniciativa del Conejo Nacional de Cultura con estas entregas. Sabemos que nunca se agotará la tinta si de glosar a Pablo Palacio se trata. Cuestionador como {el solo, son innumerables las lecturas que podemos realizar de su narrativa (de corto y largo aliento), y de sus estudios sobre el pensamiento humano. Se ha escogiso sabiamente para este número a los colaboradores.
Humberto Robles hace una búsqueda exegética en pos de una poética, teniendo en cuenta el pensamiento heracliteano como subyacente en la narrativa de Palacio. Se busca desde la perspectiva extranjera y nacional. Cómo es visto nuestro Palacio y las ediciones que se han hecho de sus obras. Se quiere incluso poner en claro que es harto dificultoso decir algo “flamante” sobre sus textos. Pero para eso están los ojos lavados: se abordan las discordias, las ambivalencias, incluso la posición ante el poder. Y acompañamos a Robles cuando se pregunta, a su vez con el ilustre lojano, sobre la “alegría que produce el no poder encontrar la verdad”.
En Débora: ¿escritura hiperconsciente o irracional?, Rafaela Salmeri desmitifica la vida del autor, liberando su leyenda de muchos mitos a su alrededor formados con el devenir del tiempo. Acota que esta narrativa aborda la existencia como abierta y absurda, y en la que no hay valores fijos ni inmutables. Se recompone la historia global, afirma, en una obra que toma los elementos vitales y circundantes de una manera no lógica.
Más adelante, Yanna Hadatty aborda Vida del ahorcado, y plantea esta novela subjetiva como belleza en descomposición y abierta a percibir una nueva y vieja literaturas. Se trata la complejidad del texto. Esa descomposición de un viejo orden de cosas es el que se manifiesta aquí, en esta novela.
Celiza Manzoni analiza La doble y única mujer como texto que se ubica en el espacio del deseo. Nos hace caer en la cuenta de que desde hace relativamente poco tiempo se ha estudiado este período de la literatura ecuatoriana con la debida seriedad y sin la marca del cartel, que tanto mal le ha hecho a nuestras letras. Y, en cuanto al texto mencionado, destaca esa tensa unidad de la doble y única mujer.
Gilda Host afirma que la obra de Palacio registra en clave su correspondencia con Ojeras de virgen, la novela perdida del autor. Ya habíamos leído acerca de esta novedosa tesis de Holst. Y cada vez nos sorprende más y de mejor manera por la agudeza de su escalpelo, esgrimido desde su trinchera crítica.
El maestro Wilfrido Corral ofrece lo que resume como “algunas pautas para investigaciones futuras”. Sabemos que Corral es responsable de la memorable edición crítica de la valoración múltiple hecha por la Colección Archivos.
Raúl Serrano contextualiza en las dimensiones tiempo y espacio el ámbito palaciano. Retoma el humor palaciano: ¿Quién es el ahorcado de la novela del autor? Vemos cómo el propio ejercicio de antropofagia es una de las prácticas generadas por el torbellino vanguardista.
Santiago Cevallos, finalmente, aborda Un hombre muerto a puntapiés desde las obsesiones. Obsesiones de todo tipo. Incluso desde la obsesión política, que en Palacio tuvo una sorprendente disciplina. A continuación, Xavier Sempértegui pone la mira en Carmen Palacios, la compañera del escritor.
Se ha expuesto mucho de los archivos fotográficos personales y de primeras ediciones que se tienen de Palacio. Aparte del dossier, tenemos un reportaje sobre la Orquesta Sinfónica Nacional, en sus 50 años. Un vistoso recorrido por el taller y exposición de cartel cultural. Y la cobertura a la entrega de la primera edición del Premio Nacional Juan León Mera. No creemos más justo reconocimiento a la labor literaria de creación y formación que en manos de Miguel Donoso Pareja. Pieza importantísima en nuestras letras por derecho propio, en los distintos géneros que ha cultivado y como director de talleres de lírica y narrativa en México y luego, a su retorno al país.
En la portada, la plástica de Jaime Baca. No son las palabras las que deben retratar la impronta del dibujo y trazo de este creador, sino nuestros propios ojos.
Número 9
Jorge Icaza es revisitado en el número 9 de nuestra revista. Pero antes, Efraín Villacís nos habla sobre el proyecto editorial de la M.I. Municipalidad de Guayaquil para recuperar a nuestros valores literarios. Y su visión pasa de José de la Cuadra, pasando por Medardo Ángel Silva y llega hasta Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja Diezcanseco, Ángel Felicísimo Rojas y Joaquín Gallegos Lara.
Cristina Burneo escribe Música y fuego: la otra lengua del lamento, sobre la agonía de la Cunshi. Un contexto de miseria y los movimientos para liberarse de ella son vistos en este ensayo.
Gloria Riera nos presenta su lectura de la mujer indígena en la narrativa de Icaza. Se privilegian las figuras de la Cunshi, Juana, Trinidad y Mama Pacha. Nos lleva al cimas de la representación femenina cuando, desde su sexo/ sexualidad, se alteran ciertas premisas que gobernaban los patrones de los personajes.
Huasipungo o el poder del sufrimiento es la propuesta de Nora Sigal. El realismo social visto desde la mirada que bifurca los caminos del dolor y de la melancolía.
Abdón Ubidia, en Égloga trágica y Huasipungo: un debate ideológico, ofrece su visión sobre la visibilidad del indio en el relato nacional. Pasa revista por La Emancipada de Miguel Riofrío, Égloga trágica de Gonzalo Zaldumbide, y llega hasta el indigenismo en la obra más conocida de Icaza.
Manuel Espinosa, con Los disfraces del cholerío, revisa el mimetismo como estrategia identitaria de indios, chagras y chullas en la obra de Icaza. La catarsis social es un elemento importante en dicho estudio, de igual manera el mimetismo exitoso (el acholamiento ciudadano); y la migración como estrategia de supervivencia.
Francisco Proaño realiza un acercamiento a El Chulla Romero y Flores. Se dan pasos atrás, a la tradición hispánica de la picaresca. Aunque la denuncia tiene su espacio, al igual que el tremendismo. Sabroso texto el de Proaño: estaremos ante la preocupación icaciana en cuanto al mestizaje y “su discordia esencial”, y cómo parece contaminarlo todo: desde la ciudad hasta las miradas de los personajes entre ellos, siempre desde su propia condición racial o interracial.
Si leemos Don Quijote de la Mancha y El Chulla Romero y Flores, de Juan Valdano, nos vemos los acercamientos y distancias entre el Chulla y lo quijotesco.
Alicia Ortega va de la santa indignación colectiva al sacrificio del mestizo en Mama Pacha. El mundo de los corrales, el mundo del caos que debe ser convertido por sus habitantes e cosmos.
A través de El chulla Romero y Flores y los dramas del mestizaje, José Antonio Figueroa elabora su texto sobre los dramas del mestizaje. Aquí están leídos el mestizaje y el racismo en el texto de Icaza.
Patricio Vallejo Aristizábal nos da una fresca visión de Icaza como dramaturgo. Se revive al Icaza que produjo obras muy de su tiempo, y que fue comentado por Pablo Palacio, Humberto Salvador y Joaquín Ruales, entre otros.
Marina Moncayo de Icaza, por último, es visitada en artículo de César Chávez Aguilar.
El número también es salpicado por numerosas fotografías, que nos informan gráficamente del tiempo, del hombre, de su entorno.
Luego de rendir cuenta –con atractivas fotografías de la muestra- del Encuentro de Arte Urbano Al-Zurich, se cubre la instauración del Premio Cinematográfico Augusto San Miguel, y su concesión a Víctor Manuel Arregui.
En la portada, Diego Muñoz nos brinda Amor, pintura sobre lienzo.
Ratificamos, en la presentación de estos números de Encuentros, nuestra emoción libre de chauvinismo, pero llena de orgullo por nuestros escritores, por nuestras letras, por lo nuestro.