(Diálogo con Alexis Naranjo)
Por Cristian Avecillas
En el mundo de las artes, me inicié como dibujante. Dibujaba ya de niño y seguí dibujando durante muchos años. Mi primera exposición fue en la Galería Artes, en 1978.
¿Qué pasó con la literatura, qué pasó con la actividad poética, se remonta también, acaso, a los primeros años de tu vida?
Mi experiencia con la literatura es igual que con el dibujo, arranca muy temprano, pero por supuesto, en el lado del lector. Mi escritura, como tal, se da en Francia; antes, eran más bien esbozos, experimentos.
Cuéntame un poco sobre tus estudios formales, ya que mencionaste Francia.
Me gradué en el Colegio Americano. Luego estudié un año en el filosofado de San Gregorio y a la vez en la Universidad Central donde estudié Medicina, cuatro años que a la larga me mostraron que aquel arte no era el mío.
Entonces viajé a Madrid, donde di por terminados mis estudios de Medicina y comencé a estudiar Historia del Arte y Lingüística. Siempre me interesó el lenguaje, desde la infancia misma ya me interesaba vivamente, quizá por las dificultades que sufría para expresarme.
Luego de dos años pasé a Francia donde continué con mis estudios de Lingüística, obtuve una licenciatura, luego el masterado. Con esto regresé, al cabo de seis años, al Ecuador y formamos un grupo con Ruth Moya, Iván Oñate, Ileana de Oña, y fundamos la cátedra de Lingüística y de Ciencias de Lenguaje. Entonces dicté un curso en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, de la Universidad Central.
Ya que estamos hablando de tu historia, ¿podrías hacer una presentación curricular de tu obra artística?
Como te dije, mi primera exposición fue de dibujos en la Galería Artes, en 1978. Luego realicé exposiciones en el Museo de Guayasamín, 1980; en la Casa de la Cultura, 1987, (exclusivamente de óleos y de acrílicos); en Filanbanco, en Guayaquil en 1989. Intervine también en varias colectivas.
He publicado los poemarios: Profanaciones, 1988; Ontogonías, 1990; El oro de las ruinas, 1994; Interregnum, 1996; La piel del tiempo, 1998; y finalmente Sacra, 2005. Ahora estoy ante la publicación de un nuevo libro.
Durante los últimos años ha cesado mi actividad como pintor, debido a varios factores, el más notorio: que ha tomado primacía la escritura.
¿Cuál es la diferencia que percibes en tu obra inicial, hecha de esbozos, y la que escribes actualmente?
Cuando hablaba de esbozos no me refería a los primeros libros publicados sino a prácticas iniciales de escritura, que se remontan a mis años juveniles. Ahora, entre aquellos esbozos y lo que escribo actualmente puedo delinear quizá dos diferencias: la primera es técnica, relativa al aprendizaje específico de los materiales de la escritura y su uso. La segunda diferencia, más profunda, es mi manera actual de considerar al mundo y de considerarme a mí mismo. Durante años, lo que primaba era una doma del instrumento; ahora ya no tiene para mí mayor interés esa doma, que se ha convertido más bien en una disciplina en relación a la escritura.
¿Puedes recordar algún símbolo, algún tema que prevalezca a lo largo de toda tu obra poética?
A mí me ha gustado, más bien, cierta diversidad, pues he tenido mucha curiosidad en varios campos y he tratado de ir lo más lejos posible en algunos de ellos; en consecuencia, no he sido un escritor monotemático, y eso se refleja en mis libros.
¿Qué es lo que pones en juego ahora en tu quehacer poético?
Me pongo en juego enteramente.
Por tanto: al inicio de tu actividad poética tenías un interés más marcado por las posibilidades del mismo lenguaje y ahora por tu propia humanidad.
Al principio, como te dije, ponía el énfasis en la doma del instrumento, ahora el énfasis está en el estilo.
¿A qué te refieres con doma del instrumento?
El lenguaje tiene una energía propia que, si no está controlada, te lleva a la verbosidad y al desperdicio. Si lo dejas, el instrumento puede hipnotizarte y tú puedes, por tanto, perder de vista lo esencial, que no está en el mismo instrumento sino en lo que está detrás o más allá o fuera del mismo. Así como un músico que quiere crear música, tiene que aprender infinidad de cosas acerca de sus instrumentos y del lenguaje musical, así el escritor ha de aprender, penetrar, domar su instrumento, el verbo, de manera que éste se pliegue a él y no al revés.
Es decir, también debe domarse uno mismo.
Claro, esa es la siguiente fase. La doma de uno mismo es lo más difícil, implica disciplina y concentración: una ascesis y una depuración personal.
¿Cómo consigues establecer un control en el lenguaje para que no se convierta en verbosidad o en desperdicio?
Es un trabajo largo de disciplina. Se lo consigue limpiando el trasfondo, volviendo traslúcida la experiencia misma que te lleva a escribir.
No, yo trato de mantenerme en experiencia directa con la vida real. La vida real, por supuesto, abarca la imaginación, las experiencias espirituales, la lectura, las pasiones, las obsesiones, etcétera. En tanto que, años atrás, hablo de décadas atrás, me podía dejar llevar por la energía, por la inercia del propio lenguaje.
¿Cómo sucede que la literatura desplaza a la pintura en tu vida, cómo la reemplaza, cómo la posterga?
Tengo una buena cantidad de cosas que he pintado y dibujado pero no se me ha ofrecido la oportunidad para exponer nuevamente.
No creo. La cuestión es que con la pintura puedes expresar cosas que no puedes expresar con el verbo, y a la inversa. Por varias razones, en mí ha tomado la delantera la expresión literaria. Hay temas, hay momentos, hay pulsiones que me interesan y que son imposibles de ser expresados a través de la pintura.
¿Consideras que la poesía también es una adivinanza del mundo?
No sé si lo sea; pero si lo es, la poesía también es muchas otras cosas más.
¿Qué más?
Puede ser la traslación más profunda a otro ser de un instante, de una experiencia personal distinta con el mundo o con el sueño o con la imaginación.
Así como hemos realizado un breve recorrido biográfico por tu vida, compárteme un recorrido biográfico por tu libro Sacra.
Hace dos años escribí algo que los días, semanas y meses transcurridos no me autorizarían a modificar sino en detalles de forma: La pasión amorosa, el deseo, el misterio, la gracia, el placer, el gozo, la reiteración, el hartazgo, las intrigas, la distancia, el quebranto, la caída, la separación… ¿en qué circunstancias se ha producido siempre para mí esta pasión? ¿No son las mismas para todos y para todas? Un azar que te pone frente a frente con otro ser, un ímpetu incontrolable por insistir, como si fuese una enfermedad luminosa, pese a prohibiciones y reglas y vínculos profundos; un citarse ya con la complicidad de los excluidos y los herejes; un beber de las fuentes que renuevan y dan sentido a los cuerpos y los espíritus: una metamorfosis, el laboratorio de Hermes dentro de uno, la alquimia con sus poderes en la sangre y la saliva. Entonces uno sencillamente canta, con el mismo candor y entrega que las aves. Pero el canto, ya transcurridos los momentos de fuego cenital, tomará las cambiantes tonalidades del acaecer pasional: los embates inexorables de los otros (¡perversa infidelidad!), de uno mismo (desgaste progresivo en la mirada, en la caricia, en la palabra, en el gesto), los pedidos y deseos insatisfechos, el eclipsarse el uno del otro. El poema tiende entonces a los signos que de antiguo se conocían como “Sangradura de los ecos”, “Ocho de copas”, “Cinco de espadas”: agobio, elipsis, culpas, castigos, quebranto. Aunque uno crea aún posible la recuperación, como de un mal larvado que durante un tiempo hubiese permanecido sin atención. El poema se vuelca así hacia el lamento, el soplo herido, el hablar (o más bien, callar, de la fiebre). Pero la suerte ha sido echada, la pasión ha consumido y consumado sus fuegos.
Del título, Sacra, sustantivo que se refiere a “cada una de las tres hojas, impresas o manuscritas, que en sus correspondientes tablas, cuadros o marcos con cristales, se solían poner en el altar para que el sacerdote pudiera leer cómodamente algunas oraciones y otras partes de la misa sin recurrir al misal”, según el DRAE, cuéntame: ¿cómo trata la voz poética esta actitud orante, esta voz sacerdotal?
Sacra es también adjetivo, como en “música sacra”. Por tanto, el titulo de mi libro es ambiguo, bienvenidamente ambiguo. Y con respecto a la voz y a la actitud de la voz: se trata de una liturgia en que se solazan los demonios, se recusan los maestros, y se oficia desnudamente, terriblemente, irremediablemente como al enfrentarse uno con la fatalidad del fuego y el regocijo del fuego.
¿Cómo entiendes tu libro?
No lo entiendo, no puedo entenderlo fuera de una larga historia que tiene que ver con el devenir del sentido existencial -o la falta de éste- en mi mundo. Con Sacra se dio el momento en que podía atribuir la máxima cantidad de sentido, existencial y lingüístico, a mi poetizar.
¿En qué momento de tu vida histórica llega este libro, cuánto de ti, de tu historia encontramos en estos versos, cuánto de tu espejo?
Más me vale dejar en silencio lo que tienta a la lengua... Dejarlo en un sacro silencio.
Por último, Alexis, quiero referirme a tu premio: ¿esperabas este premio?
En absoluto.
¿En qué momento de tu vida y de tu trayectoria de escritor llega este reconocimiento del Festival de la Lira?
Llega en el momento en que cumplía los sesenta años exactos con seis poemarios publicados.
¿Y, de aquí, qué?
Muy buena pregunta. Queda abierta...
...
De Sacra:
3
te equivocabas al creer posible amansar
la mitad inferior de ti
ahora es aquella mitad
la que da belleza a los goces de tu espíritu