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15 ene 2008

COMIENZA EL AÑO LITERARIO:
X CONCURSO NACIONAL DE LITERATURA M. I. MUNICIPALIDAD DE GUAYAQUIL

La Casa de la Cultura (Núcleo del Guayas) comunicó oficialmente los resultados de su convocatoria, una vez abiertas las plicas. El fallo del Jurado, integrado por Efraín Jara Idrovo, Carlos Eduardo Jaramillo y Euler Granda, concedió el premio a Luis Carlos Mussó, por su libro Evohé: espacio mítico en el que se perfilan los elementos del mundo clásico; la geografía, los dioses, héroes y formas míticas del mundo griego. Hay que subrayar la fluencia y homogeneidad del discurso lírico que mantiene un nivel de excelencia a lo largo del extenso poemario.
Obtuvo el segundo lugar el poeta Juan José Rodríguez Santamaría, por su libro Viaje a la mansedumbre: poesía del silencio, de los intersticios, del sentimiento adivinado en el murmullo como una esfuminada iluminación. Ala de mariposa de la levedad, ponderación de la transparencia. Hermoso libro de poemas. Distinto. Levitando entre el pensar y el sentir. Como una hoja danzando en la brisa. Como un haikú.

Hay congratulaciones, tanto para Casa de las Iguanas como para Cerebro de Duende, blogs camaradas de Guayaquil y Quito.

Luis Carlos Mussó (Guayaquil, 1970)
Se graduó en Letras y Comunicación. Ha publicado El libro del sosiego (1997), Y el sol no es nombrado (2000), Propagación de la noche (2000) y Tiniebla de esplendor (2006). La CCE editó su antología personal, Las formas del círculo (2008). Consta en libros colectivos y revistas de España, Latinoamérica e Israel. En cuatro oportunidades Premio Nacional de Poesía, finalista en el Premio Adonáis (Madrid, 2000). Participa en continuos encuentros de Literatura dentro y fuera de su país. Se dedica a la cátedra y colabora en publicaciones con artículos bibliográficos.

De EVOHÉ

Invocación

Casi todo se ha dicho, pronunciado, desangrado. Pero en la oscura voz de una distancia de claustro reconozco la venganza del dios despojado de su soledad.
Tú, que te acercas al poema, recuerda que te aguarda encadenado a sus palabras, resignado a que desciendas sobre él a roerle el hígado.
Nunca sabremos si allí estará ese mismo hígado –estos renglones- con el amanecer nuevo, o si todas las mudanzas habrán hecho sus trabajos.
Sabemos, en cambio, que tú estarás allí, alimentándote de sus vísceras ese día. Y al día siguiente. Y al otro. Y al otro.

La maldición

Mejor sería una palabra que hallara la manera de encontrarse grabada en la palabra. Así los dioses recordarían su tragedia de tener ecos/ de poseer el sueño/ de engañarse mutuamente con el sexo/ de ser la pesadilla de sí mismos. Pero de no poder expirar, ni alcanzar la tierna forma del cadáver.
La tragedia de nunca dormir bajo el arco de la Muerte.
De los misterios

Nunca el aliento disipado del amigo, sino el de la diosa. Nunca las algas de la Mar, las que inhalamos. Nunca el templo fastuoso, solo los cuerpos. En capullos sin crisálida crecemos y fregamos nuestros torsos, unos contra otros, hasta que la Aurora pone su pie en la cuerda floja del horizonte. Caminamos sobre el aliento/ sobre las algas/ sobre los cuerpos. Sobre la sombra de la Aurora, convertida en charco y en hilachas y en terrones.

Algo lejos de esa travestida Mar Hospitalaria, nos iniciamos en Eleusis: solo hace falta otra víspera. Absorta. Oculta. Trajinada.


Gamma

En mi sexo, un cernícalo herido que en medio de su vuelo deja escapar un llanto descarado para la fácil nostalgia. En mi cielo, un pantano de aguas temerosas y entre sus ondas, siete astros que aligeran la maleza. Veo siete veces el cadáver de la bestia aun cuando sostengo en mi mano tu quijada. Siete desfiladeros testigos de la mutilación del nombre. Y en mi cráneo, una fiesta de insectos. La crepitación de los lugares donde se alojan tus íconos. Y tus imágenes. Y tu voz.


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Juan José Rodríguez Santamaría (Ambato, 1979)
Poeta y traductor. Egresado del posgrado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Católica de Quito. Candidato a Magíster en Estudios de la Cultura, mención Literatura Hispanoamericana, por la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha traducido, entre otros, a William Stanley Merwin y Mark Strand. Incluido en varias antologías de poesía ecuatoriana contemporánea e invitado a encuentros literarios nacionales e internacionales. Sus primeros poemas están reunidos en Los rastros (2006). Finalista del Premio Adonáis (Madrid, 2007).

De VIAJE A LA MANSEDUMBRE

Acta de la entrega nocturna


Se precipita el sol, tan lentamente.

Desde su fondo vuelve un mirlo hacia mi rostro,
portando el anuncio de otro mundo:
el aroma de un viejo eucalipto,
ya tan sólo visible
cuando abro los ojos y no hay profecía
más larga que la pradera oscura.


Paisaje con efigies

Está alguien que cuida de los mirlos:
no salgan de la nada- dice.

Está un río, anegado de hojas,
recién llovidas, no sé dónde.
Está un árbol que se extiende al paisaje
-arriba de la mente-
donde sólo hay caminos que conducen al mundo,
hacia fuera del mundo.

Y estoy yo, arrobado en la voz,
vacía, poderosa, de nadie.


Grabado en terracota

Digamos que es de noche.

Digamos que hay palabras de agua,
hojas lavadas por el sueño,
largas tierras abolidas por el milagro.


Lengua del vencido

Un oído que escuche mis palabras
será el vacío.
Pero tu oído no.
Tú escuchas
lo que derrota mis palabras.


Madame Sadness

Oigo el brotar de los escarabajos
-sus élitros girando
hacia la boca de la noche, girando
como por dentro de la savia oscura
del álamo.
Oigo mi nombre.

De cualquier forma
sólo oigo mi nombre.


Homagges

I. Coltrane & Monk

De oídas, Theolonius,
este silencio
abandonado a la visión
de un árbol,
al verano vertido de sus hojas.


II. Billie Holiday

Un fruto negro cuelga de la noche,
de una voz que lo sostiene
vivo.


III. Miles Davis in a Silent Way

Sobre el vuelo del mirlo fuga el mundo,
el silencio advertido
en la música, en el suave fraseo.
Si abres la ventana se oirán mutuamente
el gorjeo del mundo y un paisaje de jazz
como si todo fuera
el rostro del dolor.


Carreriana

Es oscuro un instante,
el colibrí.


Anagnórisis

el espejo recordado
I

No jugabas pelota, pero un día jugaste.
Tu frente se rompió en el patio de piedra:
sangró la noche.
Descubriste un anillo de silencio
en la pira del aire o de la música.

II

Como una venda urdida con estrellas de nieve,
la torunda iluminó tus horas.
La pelota o vestigio se perdió con el fin
del día que regresa,
de la semilla extraviada en el tiempo.


III

No vuelve el niño. Sí tu mano,
que mueve, entre palabras,
el prodigio vacío.