Ensayo
Una de las cosas envidiables de los libros es que pueden reencarnar antes de morirse, preguntándome a la vez cuándo un libro se muere. ¿Cuándo deja de ser leído por un lector anónimo? ¿Cuándo deja de ser leído por un lector pagado por una revista o un periódico? ¿Cuándo sus páginas se hacen parte del otoño? ¿Acaso un libro no es ya un cementerio donde la vida de los poemas es un recuerdo lejano?. Tal vez sí, tal vez no. O quizá cuando un libro de poesía empieza a ser leído como una novela, o cuando una novela se lee como un ensayo. De ser así, la muerte sería la salud de la literatura, su pharmak, su desautorización, y desde esas ruinas o miembros o párrafos dispersos una nueva forma de leer podría ser la primera luz de esta larga noche del sentido.
Hablaba de la reencarnación de los libros, a veces kármica como creo en este caso, pensando en este Demonia Factory que como tercera edición después de las de Perú y Ecuador se manifiesta como una nueva aparición boreal en esta constelación de publicaciones de poetas latinoamericanos acá en México, de algún modo comprimiendo una fractura y a la vez invitando a una especulación, de espejo digo, sobre la identidad de lo propio y la propiedad de lo extranjero. Demonia Factory es un excelente ejemplo, no sólo por lo insinuado antes, sino por lo que ustedes escucharán de la propia voz del autor.
El libro primero, “La casa en el fin del mundo”, es un escenario móvil en el cual las figuras de ese triángulo edípico, amante-amada-hijo, no sólo se configuran como espectros de una historia, sino que son la propia historia de un deseo que busca una interioridad en la intemperie que significa el recuerdo. Crónica de un viejo lobo de mar, del mar de dudas cuando se es la bestia para sí mismo en esta casa nómade del padre muerto, metáfora de una isla del caribe flotando entre los mares, que es a la vez esa subjetividad que se inscribe en La Habana como víctima de un tiempo encadenado, que no deja de presentarse una y otra vez, dándose la mano por debajo de una mesa en la cual la que escribe ha perdido toda su fatalidad.
De allí que en el libro segundo, “Diario de la esposa infiel”, la novela familiar termine en otro asesinato del deseo y sea la voz de la madre, la del mar, la que como una letanía avance y retroceda en este racconto que en su delirio progresivo va hallando su más profunda luminosidad. La aparición del tatuaje no sólo refuerza y comprueba que el cuerpo es un accidente histórico, sino que además esa marca distintiva va dando autoridad a los órganos que poco a poco se van desmembrando, como la cabeza y la mano, culpables de todo proyecto de escritura, que es un eufemismo para decir necesidad.
“Más grande que Jesús” es el tercer libro y es allí donde la voz del hijo paródico de una tragedia conviene en exhibir, ya una vez muertos o asesinados el tótem y la matriz, su propia posibilidad de límite, desde la cual construye la imagen de la mujer entendida desde el pliegue de un discurso que trastoca la sustitución por la inmanencia y que lo lleva a reconocer su propia desmaterialización. Ya no hay nada, sólo cadáveres que hablan toda la noche y esa noche se llama eternidad de una ficción, enfermedad de la historia, muerte de un sí mismo.
El último libro es “La máscara del empalador”, máscaras delante de otras máscaras que esconden otras máscaras. Ya no hay cuerpo, no hay deseo, no hay historia. La novela misma se terminó consumiendo bajo la forma de un poema sin cuerpo que exige morir. Demonia Factory del poeta ecuatoriano Ernesto Carrión en todo su delirio escritural, su proliferación imaginativa, su avasalladora enunciación, no hace más que esconder un secreto, un pequeño secreto: todo demonio intenta hacer de su vida el paraíso que nunca soñó.
Ciudad de México, 23 de septiembre de 2009
Extracto de Demonia Factory
Dementia Praecox (I)
en el principio las aguas oscuras de la angustia -que aún no se separaban de las aguas del cielo- se movían sobre la faz del espejo como intentado empuñar un ligamento en la rugosidad de mi cara Era temprano entonces y una voz que había llamado tierra a la sequedad de mi cuerpo a esa parte firme de mí que sí lograba plantarse Ordenó: Acaba con tu padre Échale yeso a su rostro y llena de formol los ósculos de sus orejas Pues el no puede darte nada en este sitio que no consigas tú mismo y todo lo que te enseñe será usado en tu contra Desde ese día mi padre no seria mi padre y quedaría propenso a olvidar todas las noches que el sol volvía montado en la joroba de los bueyes Tendría que improvisar el firmamento Quemar todos mis libros Buscarme
PRESENTACIÓN DE LAS MAÑANAS SIN IMPORTANCIA
sitio donde mujeres y hombres pedalean a toda fuerza sus máquinas escuálidas Ellos pedalean sus fords y ellas pedalean sus singers como si la vida misma dependiera de ello Sitio donde olfatea la memoria debajo de los vestidos y ternos almidonados por artesanos tristes que distribuyen su desesperación en los laboratorios de la sangre Cobrizas palmas de asfalto entre una humareda de casas y de hombres recortados por el trueno de Dios
sitio donde libero al gorrión sepultado por mi padre entre mis trenzas de infancia Donde las miradas de los hombres siguen ahogándose firmes en un cielo lleno de ramas donde un caballo fantasmal hunde a su amo Sitio donde mujeres cansadas protegen sus muebles blancos con abrazaderas oscuras para empollar a niños ingratos que se agitan con sus risas como castañuelas Donde ese vino volteado de los menstruos sigue escurriéndose a diario en una sala veraniega cuando fugan todos Oyendo el largo copular de las palomas sobre los tejados donde antes se agitaba el cuero
sitio donde sigo amordazada –hecha añicos- entrando en cada escena con muchísimo esfuerzo Oprimiendo neciamente el hilo de las cosas Durmiendo bajo la plena pelusa de mi manta que construye túneles Despacio Sin lograr sonido Mientras un sol orina temblando otro arco iris hermoso contra las praderas
UN HOMBRE ES ESA LENGUA ADVERSA QUE TODOS RESPETAMOS// TÚ QUE ACASO HAS COMULGADO CON MI CARNE, BEBIDO HASTA SACIARTE EN MIS ESTRÍAS, APIÁDATE DE MÍ
Ernesto Carrión / Foto:Diana Coca
LA MÁQUINA DE HACER MUERTE
A proposito de la Presentación de Demonia Factory en su nueva edicion mexicana
(Ciudad de México: Literal, 2009)
Por: Héctor Hernández Montecinos
Una de las cosas envidiables de los libros es que pueden reencarnar antes de morirse, preguntándome a la vez cuándo un libro se muere. ¿Cuándo deja de ser leído por un lector anónimo? ¿Cuándo deja de ser leído por un lector pagado por una revista o un periódico? ¿Cuándo sus páginas se hacen parte del otoño? ¿Acaso un libro no es ya un cementerio donde la vida de los poemas es un recuerdo lejano?. Tal vez sí, tal vez no. O quizá cuando un libro de poesía empieza a ser leído como una novela, o cuando una novela se lee como un ensayo. De ser así, la muerte sería la salud de la literatura, su pharmak, su desautorización, y desde esas ruinas o miembros o párrafos dispersos una nueva forma de leer podría ser la primera luz de esta larga noche del sentido.
Hablaba de la reencarnación de los libros, a veces kármica como creo en este caso, pensando en este Demonia Factory que como tercera edición después de las de Perú y Ecuador se manifiesta como una nueva aparición boreal en esta constelación de publicaciones de poetas latinoamericanos acá en México, de algún modo comprimiendo una fractura y a la vez invitando a una especulación, de espejo digo, sobre la identidad de lo propio y la propiedad de lo extranjero. Demonia Factory es un excelente ejemplo, no sólo por lo insinuado antes, sino por lo que ustedes escucharán de la propia voz del autor.
El libro primero, “La casa en el fin del mundo”, es un escenario móvil en el cual las figuras de ese triángulo edípico, amante-amada-hijo, no sólo se configuran como espectros de una historia, sino que son la propia historia de un deseo que busca una interioridad en la intemperie que significa el recuerdo. Crónica de un viejo lobo de mar, del mar de dudas cuando se es la bestia para sí mismo en esta casa nómade del padre muerto, metáfora de una isla del caribe flotando entre los mares, que es a la vez esa subjetividad que se inscribe en La Habana como víctima de un tiempo encadenado, que no deja de presentarse una y otra vez, dándose la mano por debajo de una mesa en la cual la que escribe ha perdido toda su fatalidad.
De allí que en el libro segundo, “Diario de la esposa infiel”, la novela familiar termine en otro asesinato del deseo y sea la voz de la madre, la del mar, la que como una letanía avance y retroceda en este racconto que en su delirio progresivo va hallando su más profunda luminosidad. La aparición del tatuaje no sólo refuerza y comprueba que el cuerpo es un accidente histórico, sino que además esa marca distintiva va dando autoridad a los órganos que poco a poco se van desmembrando, como la cabeza y la mano, culpables de todo proyecto de escritura, que es un eufemismo para decir necesidad.
“Más grande que Jesús” es el tercer libro y es allí donde la voz del hijo paródico de una tragedia conviene en exhibir, ya una vez muertos o asesinados el tótem y la matriz, su propia posibilidad de límite, desde la cual construye la imagen de la mujer entendida desde el pliegue de un discurso que trastoca la sustitución por la inmanencia y que lo lleva a reconocer su propia desmaterialización. Ya no hay nada, sólo cadáveres que hablan toda la noche y esa noche se llama eternidad de una ficción, enfermedad de la historia, muerte de un sí mismo.
El último libro es “La máscara del empalador”, máscaras delante de otras máscaras que esconden otras máscaras. Ya no hay cuerpo, no hay deseo, no hay historia. La novela misma se terminó consumiendo bajo la forma de un poema sin cuerpo que exige morir. Demonia Factory del poeta ecuatoriano Ernesto Carrión en todo su delirio escritural, su proliferación imaginativa, su avasalladora enunciación, no hace más que esconder un secreto, un pequeño secreto: todo demonio intenta hacer de su vida el paraíso que nunca soñó.
Ciudad de México, 23 de septiembre de 2009
Extracto de Demonia Factory
Dementia Praecox (I)
en el principio las aguas oscuras de la angustia -que aún no se separaban de las aguas del cielo- se movían sobre la faz del espejo como intentado empuñar un ligamento en la rugosidad de mi cara Era temprano entonces y una voz que había llamado tierra a la sequedad de mi cuerpo a esa parte firme de mí que sí lograba plantarse Ordenó: Acaba con tu padre Échale yeso a su rostro y llena de formol los ósculos de sus orejas Pues el no puede darte nada en este sitio que no consigas tú mismo y todo lo que te enseñe será usado en tu contra Desde ese día mi padre no seria mi padre y quedaría propenso a olvidar todas las noches que el sol volvía montado en la joroba de los bueyes Tendría que improvisar el firmamento Quemar todos mis libros Buscarme
PRESENTACIÓN DE LAS MAÑANAS SIN IMPORTANCIA
sitio donde mujeres y hombres pedalean a toda fuerza sus máquinas escuálidas Ellos pedalean sus fords y ellas pedalean sus singers como si la vida misma dependiera de ello Sitio donde olfatea la memoria debajo de los vestidos y ternos almidonados por artesanos tristes que distribuyen su desesperación en los laboratorios de la sangre Cobrizas palmas de asfalto entre una humareda de casas y de hombres recortados por el trueno de Dios
sitio donde libero al gorrión sepultado por mi padre entre mis trenzas de infancia Donde las miradas de los hombres siguen ahogándose firmes en un cielo lleno de ramas donde un caballo fantasmal hunde a su amo Sitio donde mujeres cansadas protegen sus muebles blancos con abrazaderas oscuras para empollar a niños ingratos que se agitan con sus risas como castañuelas Donde ese vino volteado de los menstruos sigue escurriéndose a diario en una sala veraniega cuando fugan todos Oyendo el largo copular de las palomas sobre los tejados donde antes se agitaba el cuero
sitio donde sigo amordazada –hecha añicos- entrando en cada escena con muchísimo esfuerzo Oprimiendo neciamente el hilo de las cosas Durmiendo bajo la plena pelusa de mi manta que construye túneles Despacio Sin lograr sonido Mientras un sol orina temblando otro arco iris hermoso contra las praderas
UN HOMBRE ES ESA LENGUA ADVERSA QUE TODOS RESPETAMOS// TÚ QUE ACASO HAS COMULGADO CON MI CARNE, BEBIDO HASTA SACIARTE EN MIS ESTRÍAS, APIÁDATE DE MÍ
Ernesto Carrión / Foto:Diana Coca